Bolsonaro arrasa en las urnas y coloca al gobierno de Brasil en ruta a la extrema derecha

Casi la mitad de los electores -49 millones de brasileños- depositaron su confianza en un candidato de extrema derecha que ha hecho de la apología de la violencia su propia marca. Ahora deberá enfrentarse en la segunda vuelta a Fernando Haddad, el candidato del expresidente Lula Da Silva que tiene como reto intentar seducir a la centroderecha que desconfía del autoritarismo de Bolsonaro.

Agnese Marra
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Agnese Marra.
Bolsonaro se ha mostrado seguro de su victoria en la segunda vuelta. "El 28 de octubre estaré en la playa"
<b>, </b>dijo irónicamente a los periodistas haciendo referencia a la fecha en la que se celebrará la votación definitiva.
Bolsonaro se ha mostrado seguro de su victoria en la segunda vuelta. "El 28 de octubre estaré en la playa" <b>, </b>dijo irónicamente a los periodistas haciendo referencia a la fecha en la que se celebrará la votación definitiva.
Imagen AP

SAO PAULO, Brasil.- El voto del odio fue el claro vencedor de los comicios del domingo en Brasil. El excapitán del Ejército, Jair Messias Bolsonaro, del Partido Social Liberal (PSL) ,con un 46.2% de los votos pasó como un vendaval directo al segundo turno. El candidato del Partido de los Trabajadores (PT), Fernando Haddad, obtuvo el 28,9% y será quien intente frenar la victoria del militar ultraderechista el próximo 28 de octubre. No lo tiene fácil. Por ahora casi la mitad de los electores -49 millones de brasileños- depositaron su confianza en el candidato que ha hecho de la apología de la violencia su propia marca.

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El ultraderechista y sus promesas de mano dura, su apuesta por armar a la población, militarizar la educación y recuperar el orden y el progreso que está escrito en bandera verdeamarela junto con su eslogan Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos, le colocaron a las puertas de vencer en la primera vuelta y hoy es el claro favorito para la segunda.

El gran derrotado de la jornada fue el PSDB de Geraldo Alckmin con 4.8% de los votos. Una cifra devastadora para uno de los partidos más tradicionales de la política brasileña, que por primera vez en treinta años no consigue pasar a un segundo turno. La otra perdedora fue la candidata de centro izquierda Marina Silva (REDE), que en las pasadas elecciones tuvo un gran desempeño, y en esta ocasión ha quedado relegada con apenas el 1% de los votos.

El candidato presidencial ultraderechista es líder en los sondeos de intención de voto para las elecciones del 7 de octubre en Brasil. Es un defensor de la última dictadura militar y ha generado diversas protestas por sus insistentes declaraciones machistas, racistas y homófobas.
Video Así es Jair Bolsonaro, el ‘Trump de Brasil’ que lidera las encuestas para las elecciones del domingo


La gran sorpresa llegó en el Legislativo donde la renovación de sillas ha sido la mayor de las últimas décadas. En el Senado tan sólo ocho de los puestos lo ocupará un senador reelegido, el resto entran por primera vez en la Cámara Alta. En la Cámara de los Diputados la renovación supera el 50% y la novedad la trae el PSL (Partido Social Liberal) de Bolsonaro, una sigla muy pequeña, que en la legislatura anterior apenas tenía un representante y que ahora tiene 52. El PSL se convierte en el segundo partido con mayor número de parlamentarios detrás del PT. Según diversos analistas, el nuevo Congreso podría considerarse el más conservador de los últimos treinta años, con una fuerte presencia de figuras vinculadas al Ejército y al poder evangélico, ambos aliados de Bolsonaro.

A la conquista del centro

Los resultados del Ejecutivo han sido acordes con las previsiones de las encuestas que daban esta última semana un crecimiento desmedido del ultraderechista. Bolsonaro ha sabido colocarse como el candidato de la anticorrupción, del antiestablishment, frente a los políticos tradicionales envueltos en todo tipo de crímenes de cuello blanco. Los resultados también han vuelto a demostrar la fractura antagónica de un país dividido entre los antipetistas, por un lado; y el resto de la sociedad, una amalgama de la izquierda y de centroderecha, por el otro.

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El exmilitar ha hecho del antipetismo su principal baza electoral y así ha conquistado a esa mitad del electorado que asocia todos los males del país -crisis económica e institucional y corrupción- al Partido de los Trabajadores. Pero ahora tiene que intentar seducir a ese centroderecha que desconfía del autoritarismo del capitán. Si miramos hacia atrás, la historia electoral brasileña indica que el candidato del PSL tiene el viento a favor. En los últimos 30 años quien llegaba mejor colocado al segundo turno era el que vencía las elecciones.


No sólo la Historia está de su parte. El ultraderechista ha conseguido el apoyo de sectores claves de la sociedad. Por un lado los evangélicos comandados por la Iglesia Universal de Emir Macedo -la que suma mayor número de fieles-, quien indicó al exmilitar como el elegido para gobernar Brasil. El mercado financiero es su otro gran aliado. El responsable de tal apoyo es Paulo Guedes, un conocido inversor y el futuro ministro de Economía y Hacienda en el caso de que el gobierno Bolsonaro se concrete. Una política económica ultraliberal que apuesta por las privatizaciones masivas, la reducción del estado, y una reforma impositiva regresiva, ha bastado para que la Bolsa y las grandes multinacionales se hayan abrazado al ultraderechista.

Todavía ningún partido le ha declarado su apoyo explícito en el segundo turno, pero Bolsonaro ya cuenta con los votos de las bancadas parlamentarias más numerosas y reaccionarias del Congreso: la de la bala (formada por policías y militares), la del agronegocio, y una vez más la evangélica.

Fernando Haddad, el candidato izquierdista celebra junto a su esposa Ana Estela en Sao Paulo, Brasil.
Fernando Haddad, el candidato izquierdista celebra junto a su esposa Ana Estela en Sao Paulo, Brasil.
Imagen Andre Penner / AP


Fernando Haddad tiene apenas tres semanas para dar la vuelta a este escenario. La candidatura del representante del Partido de los Trabajadores también creció como la espuma gracias al apoyo del expresidente Lula y el eslogan “Lula es Haddad, Haddad es Lula”. Pero a estas alturas, la figura del que fuera el mandatario más querido de Brasil -preso por corrupción pasiva y lavado de dinero- es más tóxica que beneficiosa.

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El candidato petista tiene asegurados los votos fieles a la sigla, pero para conseguir atraer a ese centroderecha que desprecia al PT y que también teme ser gobernado por un militar nostálgico de la dictadura, Haddad tiene que alejarse de su propio partido. Sus adversario de centro-izquierda -Ciro Gomes (PDT), Guilherme Boulos (PSOL), y Marina Silva (REDE)- le confirmaron la misma noche del domingo su apoyo en el segundo turno. Pero sumando los votos de todo el centro-izquierda las cuentas siguen sin cerrar. Por eso Haddad tiene que mirar hacia esa derecha democrática que hoy se sitúa como el gran interrogante del segundo turno.

El manejo de los tiempos publicitarios en radio y televisión y los debates cara a cara serán otras de las claves en esta recta final electoral. En principio, Fernando Haddad aquí partiría con ventaja, ya que el talón de Aquiles de Bolsonaro es su oratoria, especialmente cuando tiene que dar a conocer su programa, o mostrar sus conocimientos acerca de las problemáticas del país. Pero sus votantes son muy fieles y, según diversos analistas, su estilo populista y bruto le convierte en un “candidato auténtico”, frente al candidato intelectual en el que se encajaría a Haddad.

"Elecciones de la venganza"

Las primeras declaraciones de los vencedores fueron elocuentes con el estilo de cada uno. Bolsonaro, que había amenazado días antes con que no aceptaría ningún resultado que no le diera a él como ganador y había puesto en duda el sistema de urna electrónica brasileño, volvió a cuestionar el sistema electoral: “Si no hubiera habido problemas en algunas urnas, habría ganado en el primer turno, tenemos que exigir soluciones en el Tribunal Superior Electoral”, dijo en un vídeo grabado desde su casa y que se emitió a través de Facebook, una plataforma donde recientemente presumía de tener más de 7 millones de seguidores.


Fernando Haddad apareció visiblemente cansado en la rueda de prensa que ofreció en la sede del partido en Sao Paulo. Su discurso fue de reconciliación, y con sutileza le mandó un recado a su oponente: “Nosotros llegaremos desarmados al segundo turno, porque el único arma que tenemos es el argumento”. Así el candidato del PT se presentó como la opción para “defender la democracia y unir al país” frente a un adversario que pregona las bondades del periodo dictatorial, que hace amenazas -a veces veladas y otras explícitas- acerca de una posible intervención militar si él no fuera el ganador de los comicios.

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El candidato del PT también se postuló como aquel que defiende los Derechos Humanos y a las minorías, frente a un Bolsonaro que abandera el discurso contrario y que tiene entre sus principales enemigos al colectivo LGTB, a los indígenas, a los negros y a las mujeres.

Tanto Haddad como Bolsonaro son conscientes de que el próximo 28 de octubre los brasileños no votarán a favor de uno o de otro. Sino en contra. Es lo que analistas como el politólogo Marcos Nobre ha llamado “elecciones de la venganza”, en las que el voto va dirigido a que no salga el adversario odiado. No hay que olvidar que los dos vencedores de este domingo no son sólo apenas los que consiguieron el mayor número de papeletas, también son quienes ostentan los mayores índices de rechazo. La victoria de uno es la pesadilla de la otra mitad del país.

Luiz Inácio Lula da Silva nació en Pernambuco, uno de los rincones más pobres de Brasil, en 1945. De joven se ganó la vida como obrero de la industria metalúrgica y perdió el meñique izquierdo en un torno mecánico. 
<b>Lideró las protestas sindicales durante la dictadura militar </b>que gobernó su país entre 1964 y 1985. En la fotografía, Lula da Silva en un mitin sindical de obreros metalúrgicos en San Bernardo do Campo, a 55 kilómetros de Sao Paulo, 1979.
Luego de consolidarse como el líder del movimiento obrero de Brasil en los años 70, entra oficialmente en la política 
<b>en 1980 cuando funda el Partido de los Trabajadores, de tendencia izquierdista.</b> En la fotografía, Lula da Silva junto al entonces mandatario cubano Fidel Castro en una visita a La Habana, Cuba, en 1989.
<b>Desde 1989 hasta 1998 intentó sin éxito conquistar la presidencia de Brasil, </b>fracasando primero contra Fernando Collor y en otras dos ocasiones contra Fernando Henrique Cardoso, su gran adversario político. En la fotografía, da Silva camina junto a sus seguidores en un evento de la campaña electoral en 1994, en Sao Paulo.
Aunque no conseguía éxito electoral, Lula da Silva era conocido dentro y fuera de su país como un líder auténtico que se enorgullecía de su origen humilde y que 
<b>hablaba de sí mismo como un hombre “casi analfabeto”.</b> En la imagen, junto al líder palestino Yasser Arafat cuando visitó Brasil en 1995.
A finales de 2002 da Silva ganó por primera vez las elecciones de su país y 
<b>visitó al presidente estadounidense George W. Bush en la Casa Blanca.</b>
El 1 de enero de 2003 
<b>recibió la banda presidencial de Fernando Henrique Cardoso.</b> Se convirtió en el primer presidente obrero de la historia de Brasil, el primero de izquierda desde el regreso de la democracia y el único sin carrera universitaria.
“Pido a Dios sabiduría para gobernar, discernimiento para juzgar, serenidad para administrar, coraje para decidir y un corazón del tamaño de Brasil para sentirme unido a cada ciudadano y a cada ciudadana de este país en el día a día de los próximos cuatro años. ¡Viva el pueblo brasileño!”, dijo da Silva en su toma de posesión.
En 2006, los presidentes Néstor Kirchner, de Argentina; Evo Morales, de Bolivia; Luiz Inácio Lula da Silva, de Brasil; y Hugo Chávez, de Venezuela, se reunieron en Puerto Iguazú, al norte de Argentina, para apoyar la nacionalización de la industria del gas en Bolivia. 
<b>Formaban parte del grupo de gobiernos de izquierda</b> que tomaron el poder electoralmente en los primeros años del siglo XXI en América Latina.
El presidente George W. Bush abraza a su homólogo brasileño en 2007, en una reunión en la sede de la petrolera estatal de Brasil en Sao Paulo. A diferencia de otros gobiernos latinoamericanos de la época, 
<b>la relación de Brasil con EEUU durante el gobierno de Lula fue estable y cordial. </b>
El presidente venezolano 
<b>Hugo Chávez, fallecido en 2013, fue uno de los mandatarios más cercanos a Lula da Silva</b> durante su gobierno. La fotografía de 2007 fue tomada en una visita de Lula a Caracas.
Desde sus inicios en la política y durante su presidencia, Lula Da Silva 
<b>se mantuvo cercano al líder cubano Fidel Castro,</b> quien falleció en 2016. La fotografía de 2008 es de una visita del mandatario brasileño a La Habana.
El presidente de Brasil saluda al líder libio Muammar Kadhafi durante la segunda cumbre África-Suramérica en Margarita, Venezuela, en 2011.
Con la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca, las relaciones entre EEUU y Brasil continuaron siendo fluidas. La imagen es de la visita del presidente brasileño a Obama en 2009.
Luego de entregar el poder a su compañera de partido Dilma Rousseff en 2011, Lula bajó por última vez del Palacio de Planalto y abrazó a sus seguidores. 
<b>Se había convertido en el gobernante más popular que recordaban los brasileños</b>, tanto que 83% aplaudía su gestión y apenas 4% se atrevía a criticarla como “mala” o “pésima”.
Aunque Lula dejó a su sucesora el Producto Interno Bruto (PIB) al alza, en 7,5%, Dilma Rousseff afrontó dos años seguidos de recesión. El Senado aprobó realizar un juicio político a la mandataria y
<b> </b>fue suspendida definitivamente como presidenta de Brasil en 2016, cuando resultó culpable de autorizar maniobras fiscales para maquillar las cuentas públicas. 
<b>Lula acompañó a Rousseff a la salida del palacio presidencial cuando se aprobó el <i>impeachment</i>.</b>
En marzo de 2016, 
<b>Lula fue detenido unas horas para declarar por el caso de corrupción de la petrolera estatal Petrobras,</b> que ha tenido implicaciones en toda América Latina. El juez federal Sergio Moro ordenó que los agentes allanaran la casa de Lula y el instituto que lleva el nombre del expresidente.
En julio de 2017, da Silva 
<a href="https://www.univision.com/noticias/america-latina/el-expresidente-de-brasil-lula-da-silva-es-condenado-a-mas-de-9-anos-de-prision-por-corrupcion">fue condenado a nueve años y seis meses de cárcel por corrupción y lavado de dinero.</a> Estos señalamientos refieren a la red de corrupción que operó en la petrolera brasileña Petrobras. 
<b>La defensa del ex mandatario alegó que era víctima de persecución política.</b> Apoyado en la popularidad que aún conserva y a pesar del escándalo de corrupción, Lula da Silva se lanzó de nuevo a la presidencia para las elecciones de 2018.
En abril de 2018 el Supremo Tribunal Federal (STF) de Brasil votó en contra del 
<i>habeas corpus</i> que había solicitado su defensa, por lo que 
<a href="https://www.univision.com/noticias/america-latina/lula-tiene-hasta-manana-para-entregarse-asi-fue-la-caida-de-un-simbolo-en-un-pais-fracturado">será llevado a la cárcel.</a> Nunca un expresidente brasileño había sido sentenciado a prisión por delitos ligados a malversación de fondos públicos.
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Luiz Inácio Lula da Silva nació en Pernambuco, uno de los rincones más pobres de Brasil, en 1945. De joven se ganó la vida como obrero de la industria metalúrgica y perdió el meñique izquierdo en un torno mecánico. Lideró las protestas sindicales durante la dictadura militar que gobernó su país entre 1964 y 1985. En la fotografía, Lula da Silva en un mitin sindical de obreros metalúrgicos en San Bernardo do Campo, a 55 kilómetros de Sao Paulo, 1979.
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