Parkland: cuando la tragedia de los tiroteos golpea a una comunidad idílica

Quienes han llegado a Parkland lo hicieron buscando seguridad y una escuela pública de calidad. Entre campos de golf y comunidades cerradas, nunca pensaron que se encontrarían con esta tragedia.

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Por:
Juan Pablo Garnham.
Oliva Prochilo tiene 16 años y aún tiembla cuando explica cómo vivió el tiroteo de un exalumno en su escuela al norte de Miami que dejó 17 muertos. En una entrevista con Univision Noticias relata los momentos de tensión vividos junto a sus compañeros.
Video "Niños en charcos de sangre en el pasillo de mi escuela": sobreviviente cuenta cómo vivió el tiroteo

PARKLAND, Florida-. Gerardo Velasco sabía lo que buscaba en una ciudad: campos de béisbol y seguridad. Lo del béisbol es por su hijo de 15 años, que quiere ser pelotero profesional. Y la seguridad, dice que es porque creció en Nezahualcoyotl, en la periferia de la capital mexicana: “En algún momento fue considerada la más pobre del mundo y la más peligrosa de México”. No quiere que ni él ni su familia pasen por una vida como la que él vivió.

Desconocida para la mayoría de los estadounidenses, Parkland es una ciudad en los suburbios al noroeste de Fort Lauderdale. Sus 31,000 habitantes son en su mayoría blancos y de clase media y alta. Los latinos representan apenas un 13% de su población y el ingreso por hogar es de 107,127 dólares en los dos códigos postales que componen la ciudad. A modo de comparación, en EEUU el ingreso por hogar es de 59,039 dólares y en el condado de Broward es de 52,954 dólares.


“Parkland es una comunidad de sueño, altamente próspera y principalmente residencial”, dice Michael Udine, exalcalde de la ciudad y hoy comisionado del condado de Broward. “Casi toda su vida gira en torno a sus escuelas, espacios abiertos y campos. Es uno de los mejores lugares para vivir en Broward”, añade.

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De hecho, algunos rankings han llegado a decir que es una de las ciudades más seguras de EEUU, con un índice de 0.6 crímenes violentos por cada 1,000 residentes (el promedio de Florida es 4.3). “Por todo eso, esto (el tiroteo de este miércoles en su secundaria) es especialmente impactante para la comunidad”, explica Udine.

La ciudad comenzó a desarrollarse luego de la devastación que dejó el huracán Andrew, cuando muchas familias de clase media y alta decidieron reconstruir sus vidas en un lugar que les permitía construir casas más grandes. En esta zona, al borde de los Everglades, se comenzaron a desarrollar proyectos inmobiliarios amplios, muchas veces cerrados al público general con casetas de seguridad, campos de golf, lagunas y fuentes de agua. Y, en el medio de este apacible y extendido suburbio clásico, un lugar se transformó en el centro de la comunidad: la escuela secundaria Marjory Stoneman Douglas.

“Yo nunca vi una pistola”

“No había mucho que hacer, así que todo giraba en torno a la escuela”, dice Evan Altshuler, un exalumno de esta secundaria, de 30 años. “Debido a que era una escuela tan grande, tenía mucha vida alrededor de ella. Hay clubes de todo tipo. Los juegos de fútbol y los bailes eran muy importantes”. Y, por cierto, es una escuela de altísima calidad académica a pesar de sus más de 3,000 estudiantes.

“¡Y casi no hay bullying! Es algo muy raro”, dice Mayelli Holland, en la mitad del parque donde la comunidad escolar se reunió este jueves en una vigilia para recordar a los 17 fallecidos del tiroteo de este miércoles. Está ahí acompañando a su hija y a sus compañeros. A su alrededor sobran los abrazos y las lágrimas. “Acá están muy pendientes de los estudiantes. Llaman a los padres si alguien se ausenta y hacen seguimiento si a tu hijo le va mal”, subraya.

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Por eso llama aún más la atención lo sucedido. De hecho, a pesar de estar en un estado tan amante de las armas como Florida, la zona es más bien demócrata. “Yo siempre pensé que nosotros éramos el epítome de la cultura suburbana liberal de los noventa”, comenta Evan Altshuler. “Nos preocupábamos de los Everglades y de los manatíes. Nunca hemos sido una zona de armas. Yo nunca vi una pistola”.

De acuerdo a una encuesta del Centro de Investigación Pew, las zonas suburbanas parecen ser las más lejanas a la violencia de las armas. Mientras en las ciudades un 59% de la gente dice conocer a alguien que haya sido herido de bala y en el campo la cifra es de 53%, en los suburbios la cantidad baja a un 44%. Y un 60% de los encuestados dice ver a los dueños de armas de manera positiva (en el campo la cifra es de 79%; en la ciudad es de 47%).

A pesar de todo esto, la epidemia de tiroteos que vive Estados Unidos aquí no discriminó. Y las autoridades locales están pidiendo que haya una “conversación sobre leyes de control de armas”, como dijo el superintendente de Educación del condado de Broward, donde está Parkland.

“Como ciudad, somos una comunidad que solo quiere proteger a sus niños”, dice el comisionado Udine, quien también es padre de la escuela. “Y necesitamos hacer lo que sea para protegerlos, aunque esto implique más restricciones”. En contraste, el presidente Trump mantuvo sus comentarios centrados en el tema de la salud mental y no en las políticas respecto al control de armas.

Este jueves, Parkland comenzaba a buscar caminos para manejar su duelo. En el parque Pine Trails, entre velas, los asistentes recibían apoyo psicológico, conversaban y se apoyaban unos a otros, a la espera de una vigilia. En su trabajo, a la distancia, Gerardo Velasco se preguntaba si esa ciudad que consideraba un paraíso seguirá siendo su hogar.

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“Creo que sí nos vamos a quedar más tiempo acá”, dice. “Esto no será fácil, no será un chiste, pero tenemos que seguir adelante”, concluye.

El Pine Trails Park se convirtió en uno de los epicentros del drama de Parkland. Durante el día, sus instalaciones ofrecieron atención psicológica, comida y bebida para la comunidad. En la tarde, grupos de estudiantes se abstraían por unos momentos de la dureza de las últimas 24 horas. Y al atardecer, llegaron centenares de familias más para encender velas en recuerdo de los muertos y heridos.
De izquierda a derecha: Gabriel Escobar (hijo), Julianna Carranza (madre) y Octavio Escobar (padre). Los padres son originarios de Perú, aunque Gabriel, quien sufre de autismo, ya nació aquí. Julianna y Octavio explican que conocían a dos de los niños víctimas de la matanza porque hacían voluntariado en la organización que ayuda a niños con autismo como su hijo.
Numerosos agentes de sheriff patrullan y vigilan el evento. En determinado momento, junto al gimnasio, corren rumores de que hay un nuevo tiroteo. Una mujer comienza a dirigir a todo el mundo hacia el interior; algunos niños entran en shock y lloran. Agentes confirman que es todo un malentendido y se vuelve a la calma.
Decenas de familias se sentaron en la hierba del parque sobre mantas con el logo de la Cruz Roja. Los vecinos de esta tranquila y acomodada zona de Florida se convirtieron de forma inesperada en víctimas de una tragedia
La tensión y el silencio de las primeras horas se convirtió en lágrimas, recuerdos e incluso sonrisas al compartir el pesar con amigos de la escuela secundaria.
Los mensajes de autoridades y líderes comunitarios desde el escenario se combinaron con varios minutos de silencio iluminados por las velas y los últimos rayos de sol.
Una estudiante de la escuela sujeta una pancarta hecha en honor a Joaquín Oliver, venezolano asesinado durante la matanza.
Una estudiante de la escuela sujeta una vela durante la vigilia. "¿Se ven los nombres?", pregunta. Escribió en su mano en tinta roja los nombres de sus mejores amigos. Dice estar agradecida de que están vivos.
La mayoría de estudiantes se reunían con compañeros de clase, amigos y colegas de deporte en pequeños grupos. Otros compartían la vigilia con sus familiares, quienes no querían dejar a los menores solos en momentos tan amargos. También fueron al parque vecinos y exalumnos de la escuela secundaria.
Ethan Kauffman, 15, decidió con sus compañeros del programa de drama a través de Snapchat llevar esta camiseta de la escuela a la vigilia. "Sentimos que el motto cuadraba con la situación", dijo, "algo tiene que cambiar, esta debería ser la última generación que conozca este dolor".
Un peluche de Mickey Mouse, entre los objetos dejados por los emotivos compañeros. Nikolas Cruz estaba vestido con el uniforme de la secundaria Marjory Stoneman Douglas cuando disparó a sus compañeros. Luego de la matanza intentó mezclarse con los estudiantes que huían despavoridos de la escuela.
Para la mayoría de estudiantes, el parque ha sido el momento del reencuentro con sus amigos, de quienes se separaron en la huida de la balacera. Se vieron centenares de abrazos, de llantos y de intercambios de preguntas. "¿Estás bien", "¿Tu hermano está bien?", "¿Te lo puedes creer?"...
La tensión y el silencio de las primeras horas se convirtió en lágrimas, recuerdos e incluso sonrisas al compartir el pesar con amigos de la escuela secundaria
El de la secundaria Marjory Stoneman Douglas es el decimoctavo incidente con armas en una escuela de EEUU en lo que va del año, según la organización por el control de armas Gun Control Group Everytown. La cuenta incluye suicidios, eventos sin lesiones y un suceso donde un pistolero de 15 años mató a dos compañeros en una escuela secundaria de Kentucky.
El de la secundaria Marjory Stoneman Douglas es el decimoctavo incidente con armas en una escuela de EEUU en lo que va del año, según la organización por el control de armas Gun Control Group Everytown. La cuenta incluye suicidios, eventos sin lesiones y un suceso donde un pistolero de 15 años mató a dos compañeros en una escuela secundaria de Kentucky.
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El Pine Trails Park se convirtió en uno de los epicentros del drama de Parkland. Durante el día, sus instalaciones ofrecieron atención psicológica, comida y bebida para la comunidad. En la tarde, grupos de estudiantes se abstraían por unos momentos de la dureza de las últimas 24 horas. Y al atardecer, llegaron centenares de familias más para encender velas en recuerdo de los muertos y heridos.
Imagen Almudena Toral
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