Después de ser sacudidos por la crisis del coronavirus, ellos cuentan cómo enfrentan su 'nueva normalidad'

En plena cuarentena, Javier Banda, Thelma Guzmán y Martha Lizardo nos contaron cómo los afectaba la crisis que provocó el coronavirus. Uno de ellos se contagió de covid-19, otro se protegió al máximo mientras esperaba su transplante de pulmones y otra estaba al borde de su segunda bancarrota. Ahora explican que la reapertura les impone nuevos retos.

Por:
Óscar Molina V y Emilce Quiroz.
Imagen de archivo de una peluquería.
Imagen de archivo de una peluquería.
Imagen Aaron Favila/AP

En Marzo, hablamos con estas personas para conocer cómo estaban siendo impactadas por el coronavirus. Entonces, Javier Banda trabajaba en mantenimiento de un hotel pero por su estado de salud, tuvo que irse a casa y dejar de exponerse al virus.

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“Ahorita estoy trabajando”, dijo Javier. “Tengo que trabajar porque ¿quién más va a pagar mis biles (cuentas)? Como los hoteles están cerrados, me hablaron para componer cosas y no hay nadie... (no hay mucho riesgo en exponerse al contagio). Mi esposa empezó a trabajar el 15 de mayo”. Explicó que el presupuesto familiar empeoró con la cuarentena: “Como dejamos de trabajar mucho tiempo hay muchas deudas más de doctores y facturas médicas”.

Por su estatus migratorio, ni él ni su esposa recibieron un cheque de estímulo. Tampoco ayuda de otra institución. Aunque no cuenta con seguro médico, afortunadamente tendrá su primera cita para ver si puede ser puesto en una lista para un trasplante de pulmón el próximo 8 de Julio.

Hasta el 10 de junio de 2020, el estado de Oregón ha tenido 169 muertes confirmadas por el coronavirus, pero el número de nuevos casos va aumentando.

Recuperada

Hace dos meses, el 9 de abril, la mexicana Thelma Guzmán recibió el resultado positivo de su prueba de covid-19. Ella trabaja como conductora de Uber en Houston, Texas, desde hace cuatro años, y hasta finales de marzo llevó pasajeros al aeropuerto. Guzmán, de 51 años, no cuenta con seguro médico y este es su único ingreso. Por eso, cuando dejó de trabajar para hacer la cuarentena, se acogió a la ayuda que Uber ofreció a sus conductores. La empresa le depositó 1,500 dólares (un cálculo equivalente a 14 días de trabajo según sus recorridos).

Con ese dinero y sus ahorros, Guzmán pagó los gastos que se acumularon mientras padeció la enfermedad en su casa: el arriendo, las cuotas del auto, su alimentación. “Por suerte no necesité ir a hospital ni utilizar ventilador. Me curé yo solita, siguiendo las reglas al pie de la letra. Tomaba mis calditos y pastillas para la fiebre y nada más”, dice por teléfono desde Monterrey (México), a donde viajó hace tres semanas por problemas familiares. “Intenté también pedir la ayuda por desempleo, pero marcaba y marcaba y no me contestaban. La semana pasada volví a intentar, pero nada”.

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Guzmán retomó su trabajo como conductora de Uber el 22 de abril. Los protocolos que sigue ahora son estrictos. Siempre lleva guantes y mascarilla. Los pasajeros también están obligados a usar tapabocas y no pueden viajar en el asiento delantero.

Debido a que la cantidad de usuarios ahora es mucho menor, Guzmán habilitó en su cuenta la opción de Uber Eats para entregar comida a domicilio. También ha estado transportando paquetes y sobres de una oficina a otra. “Aunque extraño llevar más pasajeros, lo de la comida y los paquetes me parece más seguro. Hay mucha gente que valora estas medidas de seguridad y te dan buena propina. Hay otros, en cambio, que aún no entienden la gravedad del virus y hacen todo de mala gana”.

La cantidad de dinero que hacía a diario se ha reducido (antes ganaba cerca de 400 dólares diarios y ahora 150 dólares), pero uno de los aprendizajes de Guzmán es que su salud es lo más prioritario. “La enfermedad también me enseñó a que no hay que gastar el dinero así porque sí y hay que saber ahorrar”. Guzmán acota que, en su caso, no tiene necesidades económicas y que por eso dejó de insistir con la ayuda estatal. Tampoco se acercó a las iglesias que ofrecían alimentos, porque “quizá le estoy quitando a quien realmente lo necesita”.

En estos días que ha pasado en México, junto a su hija y sus nietos, Guzmán se ha planteado por primera vez, luego de 23 años de vivir en Estados Unidos, volver a su país natal. Aunque aún no hay ninguna decisión en firme, ella dice que quizá ya es tiempo de regresar a sus raíces y al calor de su familia. “Con todo lo que está pasando en todo el mundo y en Estados Unidos, estar cerca de los míos me dará la estabilidad emocional que necesito”.

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Menos clientes, menos ingresos

La pandemia del coronavirus es la segunda crisis a la que se ha enfrentado la mexicana Martha Lizardo en los 40 años que lleva en Estados Unidos. En 2006, debido al colapso de la industria inmobiliaria, esta estilista se fue a bancarrota y perdió dos casas. Ese mismo año rompieron los vidrios de su auto y le robaron tarjetas de crédito y documentos de identidad. Ahora a principios de 2020, cuando sentía que ya estaba recuperándose del todo, tuvo que cerrar de repente su salón de belleza ‘Vogue full service’ y quedarse sin el único ingreso con el que viven ella y su hijo de 16 años, por culpa de la pandemia.

Finalmente hace un poco más de una semana reabrió su salón con medidas de seguridad estrictas. Ya no hay una sala de espera ni es posible brindarles café o agua a los clientes. Ella y su otra compañera desinfectan los instrumentos antes y después de atender a cada persona. También usan guantes y mascarilla; esta última es obligatoria para los clientes.

Antes de que alguien entre al salón, se le toma la temperatura. “Ha sido un poquito difícil adaptarse, pero es importante seguir todos estos protocolos, porque yo atiendo sobre todo a gente mayor. Antes un corte de pelo me tomaba 20 minutos y ahora me tardo una hora”, dice Lizardo desde Merced (California).

Esas nuevas medidas impiden que atienda la misma cantidad de clientes de antes, pero está contenta porque, al menos, ya pudo retomar su trabajo. Durante los meses en los que Lizardo y su hijo estuvieron en cuarentena, sin salir más que para comprar comida, vivieron de ahorros y de los 1,200 dólares del cheque de desempleo. En su caso, ella recibió 500 dólares más por su hijo adolescente. “Pero eso apenas me alcanzó para ponerme al día con el arriendo de mi departamento y el de mi local. En ambos casos solo pagué la mitad porque no tenía más”.

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Con la ayuda económica, Lizardo priorizó la compra de comida y el pago de esas cuentas porque dice que la dueña del departamento le envió un mensaje de texto: “o pagas la renta o te sales”. Uno de sus aprendizajes durante este tiempo ha sido, precisamente, manejar de otra manera sus finanzas. “Ahora estoy tratando de aminorar en gastos innecesarios y de ahorrar más. Con todo lo que está pasando con las protestas, quizá haya nuevos contagios y debemos tener listo un dinero de emergencia, por si nos vuelven a cerrar los negocios”.

Su plan, por lo pronto, es seguir trabajando en su salón. A diferencia de su compatriota que ha pensado en regresar a México, para Lizardo esa no es una opción, pues ha hecho ya su vida en este país. Lo que sí tiene previsto es mudarse pronto a Texas, donde vive parte de su familia. “En estos momentos es cuando uno más necesita del apoyo de los suyos”.

Los cheques insuficientes

Consultamos especialistas sobre estos casos y lo que significan los testimonios de estos hispanos antes el panorama dibujado en Estados Unidos con la reapaertura. Andrés Vinelli, vicepresidente de política económica en el Center For American Progress, dice que este es un momento de mucha “fragilidad social” para la comunidad de inmigrantes trabajadores. Muchos han perdido sus trabajos y los que aún los conservan tienen menos horas y, por lo tanto, menos ingresos. El experto agrega que las consecuencias y las posibles soluciones a la crisis económica de la pandemia se parecen a las de la recesión de 2008.

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“Los recientes cheques de ayuda, que no todos recibieron, sirvieron, pero no fueron suficientes. Aún hay poca sensibilidad para entender y atender las necesidades de esta comunidad”, indica Vinelli. Según él, las prioridades son resolver la crisis sanitaria y garantizar la seguridad laboral de las personas.

“Los inmigrantes que se dedican a la agricultura o que trabajan procesando alimentos, por ejemplo, acuden a lugares que de por sí son peligrosos, y ahora más porque trabajan codo a codo con otros y las posibilidades de infección son altas. Lo primero entonces sería procurar que al menos reciban la protección adecuada”.

Otra solución que propone para paliar la crisis es alargar el seguro de desempleo (extendiéndolo a más personas independientemente de sus estatus migratorio) y no recortar dinero a los estados. “Nos dimos cuenta de que la crisis de 2008 fue demasiado larga porque las instituciones, como recibían menos dinero, despidieron gente por cuatro, cinco años, y ahora sabemos que fue un error. Si los estados tienen más recortes, eso afecta a otros servicios como la salud y la educación, y la idea es evitar que eso ocurra de nuevo. También hay que garantizar la seguridad alimentaria, para que los niños no pasen hambre”.

Así mismo, la extensión de la ayuda por desempleo (al menos hasta que se supere la crisis económica) permitiría que las personas atiendan gastos fijos como la vivienda. Esto evitaría, dice Vinelli, que suceda lo que sucedió en la anterior recesión: que muchos vuelvan a la casa de sus padres o compartan con más parientes. “En abril, cuando se repartió el cheque de ayuda, el consumo despuntó un poco. Hay evidencias de que extender estos incentivos es beneficioso porque le da un poco de confianza a la gente y reactiva la economía”.

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Expuestos, pagando impuestos y sin ayuda

Según un estudio del Instituto de Política Económica, el 72% de los trabajadores hispanos están preocupados por contraer el virus en el trabajo. La mayoría de ellos son de bajo ingreso y solamente 33% de ellos recibieron alguna compensación por su potencial riesgo a exposición.

“La población indocumentada ya era de los trabajadores más vulnerables y más explotables en el mercado laboral”, dijo Daniel Costa, el Director de Investigación de Leyes y Políticas de Inmigración en el Instituto de Política Económica. “No tienen autorización de trabajo, son deportables y no tienen protección contra las represalias laborales.”

Aunque se calcula que los indocumentados pagan unos 11,800 millones de dólares en impuestos cada año, no pueden acceder a la seguridad social ni el desempleo.

“Ahora que la pandemia ha pegado no tienen acceso a ninguna programa de asistencia, no tienen acceso a la gran mayoría de las medidas provisionales que aprobó el congreso. No puedo predecir lo que nos espera en el futuro pero la población indocumentada que está aquí no es una población nueva”, agregó Costa. “Han estado aquí, se han integrado y están envejeciendo. Dos tercios de la población indocumentada ha estado aquí más de 10 años. El 20% ha estado aquí más de 20 años. La única opción que tienen es depender de familia y amigos porque definitivamente no están confiando en el gobierno”, dijo Costa.

En el caso de Martha Lizardo, quien recibió la ayuda del gobierno y ha logrado continuar con su negocio de peluquería, se observa cómo su recuperación luce más factible que para alguien que no recibió ningún apoyo económico. Sin embargo, esta pandemia ha movido las raíces emocionales de los inmigrantes y los ha hecho pensar y repensarse la vida cerca del nido familiar.

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Luciana, una jornalera del sur de Florida que compartió su testimonio al principio de la cuarentena, no pudo ser localizada para este seguimiento, tres meses después.

Emilce Quiroz y Óscar Molina V. son estudiantes del master de periodismo bilingüe de la Newmark J. School de CUNY (Nueva York).

Este es el testimonio en video de Thelma Guzmán cuando se contagió de covid-19:

Thelma Guzmán hizo más de 200 servicios de Uber en marzo y ahora muestra síntomas del coronavirus. Describe lo que siente, cuenta su experiencia con el virus y hace un llamado a quedarse en casa. Más información aquí.
Video "Siento que me estoy quemando por dentro”: siguió trabajando por necesidad y ahora tiene síntomas de coronavirus
Compradores protegidos contra el covid-19 entran a una tienda en un mall de Costa Mesa, California el 11 de junio. Las ventas minoristas en EEUU tuvieron un alza récord del 17,7% en mayo frente al mes previo, según cifras divulgadas por el Departamento de Comercio. Un indicio de que el consumo está recuperándose tras los amplios cierres obligatorios para contener la propagación del virus.
Los negocios de ropa y calzado registraron un fuerte aumento del 188% en sus ventas mensuales, aunque ello no bastó para contrarrestar el declive de 63,4% sufrido en los últimos 12 meses. En la foto, Jessica Reyes compra zapatos en una tienda de Brooklyn, Nueva York, el 8 de junio.
Clientes de las tiendas de flores en Skid Row, Los Ángeles, al hacer sus compras para el Día de las Madres. Según Scott Hoyt, de Moody's Analytics, las ventas minoristas superaron las expectativas tras haberse depslomado un 14,7% en abril. A pesar del aumento, las ventas siguen por debajo de los niveles del año pasado en ese mismo mes, específicamente un 6.1%.
Una cata de vinos en una tienda de Oakville, California, el 12 de junio. Las ventas minoristas conforman aproximadamente la mitad de todo el gasto consumidor que mueve cerca de un 70% de la actividad económica total del país. El resto del gasto consumidor va a servicios como el del teléfono celular, el gimnasio y las guarderías.
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Un vendedor de una tienda de autos atiende clientes en Freeport, Nueva York, el 10 de junio. Las ventas de vehículos aumentaron más de lo que previsto, lo que a su vez impulsó el consumo de gasolina, aseguró Hoyt. 
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Un restaurante a tope en en Hoboken, Nueva Jersey, el 15 de junio. Según un reporte de la agencia AP, casi el 80% de las pequeñas empresas y los restaurantes sondeados por la firma evaluadora Homebase que estaban cerrados a mediados de abril han reabierto, pero aun así siguen bajo presión tras la debacle que sufrieron al arreciar la pandemia.
Compradores hacen fila frente a un mostrador de la tienda Saks Fifth Avenue en una acera de Nueva York el 11 de junio. Los efectos del virus no sólo deprimieron el gasto de los consumidores sino que aceleraron la transformación de los hábitos de consumo, perjudicando a las tiendas físicas y estimulando las compras en línea.
Algunas cadenas dicen que hasta ahora la situación no ha sido tan deprimente como temían. El director de Macy’s, Jeff Gennette, declaró su compañía han recuperado el 50% de su volumen promedio de ventas. En la fotografía, clientes de esta cadena en un centro comercial de Dallas, Texas, el 4 de mayo.
Un anuncio de la tienda American Eagle para honrar a los trabajadores médicos en Times Square, Nueva York. Esta cadena informó que ha recuperado el 95% de su volumen usual de ventas. En mayo, los empleadores añadieron 2,5 millones de puestos, un aumento inesperado que parece indicar que el mercado laboral ha tocado fondo.
Clientes hacen fila para comprar en un centro comercial de Minneapolis, Minnesota, cuando fue reabierto el 10 de junio. Aunque los números parecen prometedores, diversos analistas advierten que podrían ser apenas el reflejo de la ayuda económica temporal dada por el gobierno para amortiguar los efectos de la recesión.
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Compradores protegidos contra el covid-19 entran a una tienda en un mall de Costa Mesa, California el 11 de junio. Las ventas minoristas en EEUU tuvieron un alza récord del 17,7% en mayo frente al mes previo, según cifras divulgadas por el Departamento de Comercio. Un indicio de que el consumo está recuperándose tras los amplios cierres obligatorios para contener la propagación del virus.
Imagen Allen J. Schaben/Los Angeles Times via Getty Imag
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