"Murieron congeladas": la triste crónica de un cruce fronterizo que acabó con tres hermanas fallecidas

Una montaña peligrosa, una nevada, la falta de ropa abrigadora y la inexperiencia de los coyotes son algunos de los factores que llevaron a la muerte de tres mexicanas en febrero de 2020. Las autoridades describen el periplo que pasaron ellas hasta morir de hipotermia cerca de un altar de la Virgen.

Foto Isaias Alvarado
Por:
Isaías Alvarado.
Las montañas de San Diego son la ruta más mortal para los inmigrantes que quieren entrar a California, son tan peligrosas que aquí cuesta encontrar incluso agentes para la Patrulla Fronteriza.
Video "Lo más duro es la muerte de un inmigrante": la peligrosa zona donde los agentes fronterizos no quieren trabajar

Este es el trágico desenlace de tres hermanas oaxaqueñas que buscaban llegar al noroeste de Estados Unidos para trabajar recolectando fresas. Era una jornada que su familia recorría debido a la falta de oportunidades en su pueblo. A principios de 2020 cada una le pagó 8,500 dólares a una organización de traficantes de personas en Tijuana, México. Les asignaron dos coyotes inexpertos y todo salió mal.

Las hermanas Juana, Margarita y Paula Santos Arce caminaron durante un día y medio. Las guiaron hacia la que es considerada una trampa mortal para los inmigrantes, las montañas de Otay Mesa, en California. Subieron una colina en medio de una nevada y las tres fallecieron de hipotermia.

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A continuación, la crónica de su trágico cruce fronterizo:

Eduardo Olmos, agente fronterizo, camina en la franja que separa a Tijuana de San Diego a la que nadie sin autorización puede entrar.
Unos 2,400 agentes de la Patrulla Fronteriza vigilan en el sector de San Diego, California.
Acceso a la franja entre los dos cercos en la zona de Otay Mesa. Al fondo se observa la valla antigua.
Eduardo Olmos, agente de la Patrulla Fronteriza, recorre el tramo entre dos bardas metálicas en San Diego, un modelo que el gobierno Trump pretende ampliar.
A lo largo de esa franja hay vehículos de la Patrulla Fronteriza estacionados.
El agente fronterizo Eduardo Olmos conduce junto a la colonia Libertad de Tijuana, México.
Según las autoridades, en la colonia Libertad, que se observa al fondo de esta foto, viven traficantes de personas.
La colonia Libertad es considerada como una zona conflictiva, por eso la Patrulla Fronteriza no deja de vigilarla desde su jurisdicción.
En el lado de Tijuana, los asentamientos poblacionales llegan hasta la vieja barda fronteriza.
El agente fronterizo Saúl Rocha habla sobre las medidas de seguridad implementadas en el sector San Diego.
Un vehículo de la Patrulla Fronteriza apostado cerca de la garita de San Ysidro, el cruce fronterizo más activo del mundo.
El agente Eduardo Olmos de cara a Playas de Tijuana.
Una bota vieja cerca de la valla fronteriza que concluye en el Océano Pacífico.
A la izquierda, Playas de Tijuana; a la derecha, un sector de San Diego por donde circula una camioneta de la Patrulla Fronteriza.
El agente Saúl Rocha observa dos países separados por dos cercos fronterizos.
Un cartel publicitario en Tijuana se observa a través del viejo cerco fronterizo de Estados Unidos.
A la estación en San Diego de la Patrulla Fronteriza le toca vigilar 60 millas.
En 2016, la Patrulla Fronteriza arrestó a 31,000 personas en San Diego, esto es 100% menos que hace 30 años.
El descenso de detenciones en ese sector se atribuye al doble cerco, la tecnología y la gran cantidad de agentes.
A medida que han bajado los arrestos en San Diego, estos han subido en Arizona y Texas.
El agente Eduardo Olmos señala la zona cerca del Océano Pacífico donde cada fin de semana se reúnen decenas de familias de inmigrantes.
Un agente fronterizo en cuatrimoto patrulla cerca de la playa de San Diego.
El agente fronterizo Saúl Rocha (derecha) conversa con uno de sus colegas en una zona restringida al público, cerca del mar de California.
Detrás de la valla fronteriza, sobre la cual le escribieron la frase “Dios ama a Estados Unidos”, una familia mexicana posa sonriente.
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Eduardo Olmos, agente fronterizo, camina en la franja que separa a Tijuana de San Diego a la que nadie sin autorización puede entrar.
Imagen Isaias Alvarado
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