La verdadera contribución de los inmigrantes a la economía: son más emprendedores que los estadounidenses nacidos en el país

El senador Tom Cotton miente al decir que solo uno de cada 15 inmigrantes tiene "habilidad de triunfar" en EEUU , como aseguró en la presentación en la Casa Blanca del proyecto de ley para reducir a la mitad la inmigración legal.

Por:
Univision
El presidente Trump habló para apoyar el proyecto de Tom Cotton (izquierda) y David Purdue (derecha) para reducir los inmigrantes a la mitad.
El presidente Trump habló para apoyar el proyecto de Tom Cotton (izquierda) y David Purdue (derecha) para reducir los inmigrantes a la mitad.
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El senador republicano de Arkansas Tom Cotton (R) recurrió a una afirmación falsa para justificar su plan de disminuir el número de inmigrantes legales que llegan a Estados Unidos a la mitad.

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“La vasta mayoría de esos inmigrantes no viene por sus habilidades en el inglés, sus capacidades laborales, su oferta de trabajo o su nivel educativo. De hecho, uno de cada 15 del millón de nuevos inmigrantes viene por sus capacidades laborales o su habilidad de triunfar en esta economía”, dijo Cotton cuando presentó la propuesta migratoria que preparó junto al senador David Perdue (R) de Georgia, con el respaldo de la Casa Blanca.

Aunque los datos del Departamento de Seguridad Nacional señalan que alrededor del 15% de las personas que adquiere la ciudadanía estadounidense cada año lo hace por sus habilidades laborales, decir que solo uno de cada 15 tienen "habilidad de triunfar en esta economía" es mentira, pues omite abundante evidencia científica y datos que revelan la verdadera contribución de los inmigrantes a la economía y sociedad estadounidense. Estos son algunos de esos puntos:

Lideran en emprendedurismo

Los inmigrantes han demostrado tener hasta más del doble de la capacidad emprendedora que las personas nacidas en Estados Unidos. El índice de emprendedurismo de la Fundación Kauffman de 2017 muestra que la tasa de nuevos emprendedores inmigrantes ha sido más alta que la de los nacidos en Estados Unidos cada año entre 1996 y 2016.

En 2011, la tasa de nuevos emprendedores inmigrantes (0,60%) más que duplicó la de los estadounidenses, que fue apenas superior a 0,25%. En 2016 esta tasa siguió siendo mucho mayor entre inmigrantes (0,52% ) que entre nativos (0,26%). El año pasado, el 30% de los nuevos emprendedores en Estados Unidos fueron inmigrantes.

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Una de las publicaciones de la misma fundación explica que el hecho de que los inmigrantes "empiecen negocios a una tasa desproporcionalmente mayor que los nativos americanos" podría explicarse debido a que "hay algo inherentemente emprendedor en dejar su casa y empezar una nueva vida en otro país".

Un estudio de la revista Harvard Business Review analiza por qué los inmigrantes son más emprendedores y prueba que "las experiencias interculturales aumentan las capacidades de identificar oportunidades" lo cual "tiene claras implicancias para los negocios, emprendedores y actores políticos".

Esta investigación concluye que en un momento en que "la inmigración es cada vez más vista como una amenza", el hallazgo de que ésta puede mejorar la ganancia a nivel de emprendedurismo, puede servir para que se consideren "las oportunidades asociadas a la migración". El estudio afirma que "el dinero público podría estar mejor gastado en crear incubadoras para emprendedores migrantes que en la construcción de muros".

La inmigración mejora la economía

La inmigración mejora la economía en general. Así lo explican diversos estudios de los centros de investigación más prestigiosos del mundo. Según un estudio de la Escuela de Negocios Wharton de la Universidad de Pensilvania (donde estudió Donald Trump) la inmigración potencia la innovación, conduce a "una fuerza de trabajo más educada y a mayor especialización laboral, a una mejor conexión entre habilidades y trabajos y a una mayor productividad económica general". Su análisis sostiene además que, "la inmigración tiene un efecto positivo neto en los presupuestos federales, estatales y locales sumados".

Los resultados de un estudio de las Academias Nacionales de la Ciencia, Ingeniería y Medicina también enfatizan el efecto positivo de este fenómeno.

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Por su parte, un artículo del Instituto Cato explica que, a diferencia de lo que dice "el mito popular", los inmigrantes no solo no compiten por puestos de trabajo con los estadounidenses sino que suelen llenar aquellos lugares "que los americanos no pueden o no ocuparán" y "sobre todo" los que requieren muy baja o alta calificación. "Los inmigrantes están desproporcionalmente representados en los sectores altamente calificados como Medicina, Física y Informática, pero también en los sectores menos calificados como los hoteles y restaurantes, servicio doméstico, construcción y manufactura liviana", reza el artículo.

Aportan creatividad y éxito

Los inmigrantes contribuyen a Estados Unidos con su creatividad. Así lo afirman diversos estudios. Un informe del Centro para Estudios de la Inmigración expone que los inmigrantes suelen tener más éxito cuanto más tiempo estén en el país.

Por su parte, el reconocido estudioso de la creatividad, Richard Florida, explicó en un artículo en la revista de negocios de Harvard que la llegada de inmigrantes talentosos es "crítica" para explicar el éxito de Estados Unidos en el siglo XX y que el talento de los inmigrantes le permitió al país crear "un sistema universitario e infrastructura innovadora incomparables".

Advierte también acerca de los riesgos de limitar el flujo migratorio: "El terrorismo es una menor amenaza para Estados Unidos que la posibilidad de que gente creativa y talentosa deje de querer vivir en entre sus fronteras".

Pero los inmigrantes también colaboran con el servicio militar. En 2016 más de medio millón de extranjeros eran veteranos de las fuerzas armadas de Estados Unidos, de acuerdo a un informe de 2016 del Centro de Estudios de la Inmigración. Representan el 3% de los 18,8 millones de veteranos y un 8% tiene un padre inmigrante y nació en Estados Unidos.

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Manipulación de la evidencia científica

La excusa de que los inmigrantes le quitan el trabajo a los estadounidenses fue usada por quienes proponen este proyecto de ley para justificar un corte drástico de la inmigración.

Si bien los estudios de la Universidad de Pensilvania y el de la Academia de las Ciencias reconocen que hay casos en que los inmigrantes pueden llegar a tener un efecto en los salarios, advierten que, de tenerlo, es mínimo y que además afectaría a inmigrantes que llegaron previamente o a estadounidenses muy poco calificados.

De acuerdo a la investigación de la universidad, "es improbable que los inmigrantes, ya sean de alta o de baja calificación, legales o ilegales remplacen a los trabajadores nativos o reduzcan sus salarios en el largo plazo, aunque pueden causar algunas perturbaciones en el corto plazo".

Y enfatiza que la historia de las últimas décadas "sugiere que la inmigración podría generar beneficios a largo plazo" para los nacidos en Estados Unidos, hasta impulsarlos a obtener trabajos con salarios mayores, aumentar la productividad y la innovación.

¿Qué dicen las cifras oficiales?

En 2015, 1,051,031 de inmigrantes obtuvieron la green card, según las cifras del Departamento de Seguridad Nacional. De hecho, el número de nuevos residentes en Estados Unidos ha rondado el millón anual entre 2009 y 2011.

De acuerdo a un informe sobre los residentes legales permanentes de 2011, “los parientes inmediatos de ciudadanos de Estados Unidos típicamente representan más del 40% del flujo anual” de quienes adquieren la residencia.

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El porcentaje de personas que recibieron la residencia debido a sus aptitudes laborales fue de 14.9 en 2014, de 16.3 en 2013 y de 14 en 2012. En 2015, el 44.3% de quienes obtuvieron la green card eran familiares de ciudadanos estadounidenses, el 20.4% tenían preferencias basadas en el patrocinio de su familia, y 13.7% recibió este documento en base a sus capacidades laborales.

Sin embargo, la cifra manejada por los senadores excluye categorías de visa como la EB-3 que comprende a profesionales calificados y no calificados.

Luis Chimal cruzó la frontera a los 14 años, pero tras varios años de trabajo y con el beneficio de DACA logró volverse un empresario y poner su propio negocio en 2004.
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<b>Capítulo 1. Amor y muerte en Lesbos.</b> Dejan todo para encontrar un refugio para sus hijos, desafían al Mediterráneo en frágiles balsas y llegan a Lesbos. Son sirios, iraquíes, afganos, pakistaníes, sudaneses, bangladesíes y de otros muchos países, en un viaje largo e incierto. Luego de tocar tierra y estar a salvo -muchas veces con la ayuda de voluntarios europeos- algunos viajantes quedan en la costa descifrando el horizonte, esperando al ser querido que aún no llega porque tomó otra balsa. Son minutos eternos, a la orilla de un mar cruel. Unas veces hay un encuentro feliz, otras la peor noticia. “De noche y de día, con buen o mal tiempo, las escenas se repiten. Miedo, frío, angustia, alegría, amor, solidaridad y, demasiadas veces, muerte 
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<b>Capítulo 1. Amor y muerte en Lesbos.</b> Los gritos de terror se escuchan en la noche de luna. Las olas embravecidas golpean las piedras y el bote lleno de refugiados procedente de la costa de Turquía. Nico y Fiorella se lanzan por el oscuro barranco, los gritos arrecian al compás del oleaje. Los socorristas voluntarios españoles esquivan las piedras y los árboles hasta llegar al lugar preciso de la isla griega de Lesbos donde evitar otra tragedia. Sus compañeros amarran una cuerda a los vehículos y, en medio del caos y los llantos, empiezan a sacar a los bebés y a los niños más pequeños. 
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<b>Capítulo 2. “No hay cielo ni tierra cuando te hundes en el mar”.</b> La rutina de la isla de Kos, paraíso turístico griego, da la espalda a los cientos de migrantes agradecidos por llegar a salvo. Un antiguo hotel abandonado es ahora un pequeño campo de refugiados improvisado, para dormir en el suelo, mientras gestionan un permiso para continuar el viaje. En una fila fuertemente custodiada, la angustia y el miedo está en cada uno de los hombres, mujeres y niños que esperan por muchas horas para subir al ferry. “Finalmente el barco zarpa hacia Atenas entre los vítores que, desde la cubierta superior, lanzan los refugiados”, cuenta Javier Bauluz en su crónica 
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<b>Capítulo 2. “No hay cielo ni tierra cuando te hundes en el mar”. </b>El mundo de los turistas y de los refugiados apenas coincide en el tiempo y en los lugares. La mayoría de los botes desembarcan al amanecer cuando los turistas todavía duermen en sus hoteles y los refugiados duermen en la calle, lo más cerca posible de la comisaría. Suelen coincidir en el puerto del ferry, pero los oficiales de la Autoridad Portuaria desalojan a gritos y con porra en mano a los que osan dormir en la zona o intentar fotografiar la escena 
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<b>Capítulo 3. “Somos personas, no somos animales”.</b> Los últimos kilómetros para llegar a la frontera de Grecia con Macedonia son recorridos a pie. Las vías del tren aseguran la dirección correcta. Un piquete militar los interrumpe. No hay paso. El grupo se sienta, duerme y espera junto a la basura acumulada de varios días. Los niños asustados y sedientos ven a los funcionarios implacables organizar pequeños grupos para continuar hasta la estación y tomar un tren que llegará hasta Serbia, atestado de familias que intentan no dispersarse. “Mantener junta a la familia es la prioridad absoluta, muchas veces casi misión imposible para los padres y madres. Si se pierden no saben si se podrán volver a encontrar en un camino del que no saben ni adónde va”, describe en la crónica Javier Bauluz 
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<b>Capítulo 3. “Somos personas, no somos animales”. </b>Un policía se lleva detenidos a los dos periodistas. No tienen el permiso escrito, diario, para hacer fotografías en la caótica estación. Tras casi una hora detenidos son puestos en libertad con la amenaza de peores consecuencias. Dos veces más serán detenidos en los siguientes días, afortunadamente sin graves problemas. Pasan las horas y el viejísimo tren de metal se convierte en un horno para las personas hacinadas en su interior. Las escasas botellas de agua se convierten en una necesidad absoluta para los niños, que casi no pueden ni respirar dentro de los vagones. Por las ventanillas abiertas se ven bebés asomados, sujetos por sus agobiados y sudorosos padres, cuyos ojos se iluminan cuando alguien les entrega un poco de agua desde el andén. Las escenas de la estación recuerdan a los vagones de ganado en el que los judíos eran llevados a los campos de exterminio. 
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<b>Capítulo 4. En las vías del Oriente Express.</b> Dentro del tren es casi imposible moverse. Las familias se acomodan unas sobre otras como pueden. No falta espacio para sonreír, contar historias, jugar cartas, hablar de fútbol o simplemente pensar. Finalmente, los grupos se dividen por la forma de continuar la travesía a través de Serbia. Algunos prefieren caminar a pesar de las amenazas de bandidos. Los más cautos caminan por el campo apartado hacia la frontera. En esta zona remota es ahora es la policía Serbia quien les detiene el paso. Más permisos y esperas para poder llegar a Hungría, la ansiada puerta de la Comunidad Europea. Cuenta Javier Bauluz en su crónica que “el viaje continúa entre el miedo a ser asaltados y la esperanza de cruzar la última frontera”
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<b>Capítulo 4. En las vías del Oriente Express. </b>Bajo una sombra al costado de las vías del tren varios niños juegan alrededor de una amplia familia siria. El saludo en árabe es respondido con sonrisas, fruta y la invitación de unirse al grupo. Los padres cargan a hombros los más pequeños tras abandonar el carrito del bebé para poder caminar más deprisa. El viaje continúa entre el miedo a ser asaltados y la esperanza de cruzar la última frontera 
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<b>Capítulo 5. Xenofobia y rebelión en Hungría.</b> La entrada a Hungría les dio esperanzas, pero pronto entendieron que las dificultades seguirían. Autoridades y civiles agredían sin sentido al grupo, que se preguntaba si sería lo mismo en Alemania. La llegada a Budapest convirtió la estación de tren en un campamento de refugiados, quienes al conocer que el gobierno suspendía los traslados en tren hacia Austria comenzaron una protesta sin precedentes. Un adulto sirio despertó a los que aún dormían para decirles “Así sea caminando llegaremos a Alemania”. La gran marcha se conformó con grupos de familias andando día y noche para salir de Hungría. Agotados, los migrantes aceptaron ser llevados en autobús hasta Austria. Cuenta Bauluz en su crónica que “La gran marcha ha conseguido su objetivo de cambiar la política” 
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<b>Capítulo 5. Xenofobia y rebelión en Hungría.</b> Casi todos duermen cuando llegan varios autobuses. Lo que antes de la rebelión y la marcha era imposible ahora es casi una súplica. Quieren llevarlos a la frontera con Austria. Varias personas se suben, pero pronto se decide que no se fían del gobierno y que nadie les garantiza que no los llevarán a los campos cercados con alambre de espino donde pretendían encerrarlos, como hicieron pocos días antes, con engaños para subirlos a un tren con supuesto destino a Alemania, pero que los llevó a un campo de internamiento. “O todos o ninguno” es la consigna. Todos se bajan. Tras una ardua negociación con la organización caritativa húngara que coordinaba los autobuses enviados por el gobierno se opta por enviar un solo autobús a la frontera y que no salgan los demás hasta que se tenga información directa de su llegada 
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<b>Capítulo 6. Bienvenidos a Europa.</b> Al fin un oficial sonriente da un cortés “Bienvenido a Austria”. Una fila de autobuses nuevos espera la entrada de los refugiados camino a Alemania. Sin gritos, sin tensión. Voluntarios austríacos reciben a los migrantes con frutas, pasteles, té. Los viajeros no saben cómo agradecer tanto. Médicos, la Cruz Roja, caras alegres, comida caliente, todo lo que no habían visto en meses. La xenofobia se esfumó. Salen en tren a Alemania con ropa limpia, pasan por Munich casi dormidos hasta llegar a Frankfurt, donde nadie los espera. Salen de la estación y se confunden entre la gente. “Parece que por fin hemos llegado a Europa”, cita a un joven iraquí Javier Bauluz 
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<b>Capítulo 6. Bienvenidos a Europa.</b> Un nuevo tren llega. Va decorado con unos grandes rótulos de publicidad que ocupan todo el exterior del vagón. “Willkomen”, dice parte del texto rodeado por grandes caras impresas de jóvenes rubios sonrientes sentados a una mesa. El fotoperiodista se desespera cada vez que se abre y cierra la puerta corredera automática, que tapa el cartel publicitario, con la entrada y salida de voluntarios repartiendo botellas de agua y algo de comida a los felices y cansados pasajeros. Enmarcada por el colorido anuncio, una madre se instala en su asiento con dos niños y un bebé. Finalmente se sienta y abraza con ternura al bebé. La cámara registra el instante preciso que el periodista esperaba con ansiedad. 
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<b>El camino hacia la libertad.</b> La Historia está dividida en 6 capítulos. Cada uno de ellos es un punto clave de la travesía del fotógrafo junto a los refugiados, completada por cualquier medio posible: balsa, ferry, autobús, tren y largas caminatas a través de Macedonia, Serbia, Hungría, Austria y Alemania. A través del mapa seguimos la ruta de un viaje protagonizado por la mirada de los niños. Imágenes conmovedoras y necesarias 
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Capítulo 1. Amor y muerte en Lesbos. Dejan todo para encontrar un refugio para sus hijos, desafían al Mediterráneo en frágiles balsas y llegan a Lesbos. Son sirios, iraquíes, afganos, pakistaníes, sudaneses, bangladesíes y de otros muchos países, en un viaje largo e incierto. Luego de tocar tierra y estar a salvo -muchas veces con la ayuda de voluntarios europeos- algunos viajantes quedan en la costa descifrando el horizonte, esperando al ser querido que aún no llega porque tomó otra balsa. Son minutos eternos, a la orilla de un mar cruel. Unas veces hay un encuentro feliz, otras la peor noticia. “De noche y de día, con buen o mal tiempo, las escenas se repiten. Miedo, frío, angustia, alegría, amor, solidaridad y, demasiadas veces, muerte (VER ESPECIAL COMPLETO).
Imagen Javier Bauluz
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