El caso de John Henry Ramírez, el condenado a muerte que quiere que su pastor le imponga las manos al recibir la inyección letal

Ramírez tiene 37 años y está condenado a muerte por un crimen que cometió en 2004. Tiene un solo pedido para su momento final: que su pastor lo toque mientras recibe la inyección letal. La historia de este hombre y cómo su pedido de imposición de manos hizo que su caso terminara frenado en la Corte Suprema.

Por:
Univision
John Henry Ramírez, está programado para recibir la inyección letal el miércoles 8 de septiembre en la prisión de Huntsville, Texas. El hombre ha entablado una demanda para que se permita que su pastor esté con él en sus últimos momentos.
Video Reo en corredor de la muerte entabla demanda para recibir la imposición de las manos de su pastor

Hasta hace unos meses, el nombre de John Henry Ramírez era uno más en la lista de presos a la espera en el llamado 'pabellón de la muerte' alguna de las prisiones de Estados Unidos. Pero el inusual pedido del condenado a muerte de que un pastor le imponga las manos cuando esté recibiendo la inyección letal hizo que su ejecución fuera frenada por la Corte Suprema este miércoles.

Este miércoles, Ramírez estaba sentado en una pequeña celda a unos pocos pies de distancia de la cámara de la muerte en la prisión de Huntsville cuando el portavoz del Departamento de Justicia Criminal de Texas, Jason Clark, le informó que no iba a morir, cuenta la agencia AP. El Máximo Tribunal bloqueó la ejecución a apenas horas de que ocurriera.

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"Se quedó callado cuando le dije (que no lo iban a ejecutar esa noche)", dijo Clark. “Sacudió la cabeza y dijo: 'Muchas gracias. Dios te bendiga.'"

La historia de su crimen no es muy diferente a la de muchos otros presos que han recibido la pena máxima. Ramírez, que ahora tiene 37 años, fue sentenciado por matar a un trabajador de una tienda de conveniencia en un robo en 2004.

“No quiero morir”, dijo hace unos años

Ramírez nació en Corpus Christi, Texas. Lleva en su brazo izquierdo el tatuaje de los infantes de Marina. En su misma ciudad natal, en 2004, apuñaló a Pablo Castro para terminar robándole $1.25.

"Le apuñalé... no sé qué me pasó", contó en una entrevista con Noticias 45, estación local de Univision Noticias en 2017.

Ramírez contó en aquella charla que creció sin padre. Contó también que tiene un hijo y que siente que su entrenamiento militar, que describió que "lo preparó para aniquilar", pudo haberle afectado en su comportamiento. "El punto en el entrenamiento (militar) es 'One shot, one kill'" (Una bala, una muerte), señaló entonces.

El reo explicaba en ese entonces cómo se preparaba para su muerte. "Estoy listo... (pero) no quiero morir", dijo entonces. " Lo siento, ojalá después de que me maten, ojalá eso les de paz... y eso está bien conmigo", expresaba en la entrevista.

Imposición de manos

Dana Moore, asesor espiritual de Ramírez, dijo al medio Baptist Press, portal de noticias de la Convención Bautista del Sur con sede en Tennessee, que la solicitud de permitirle tocar al recluso durante su ejecución tenía que ver con su fe.

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“Mi rol es ser ministro de John, y parte de mi ministerio es poder consolarlo, y parte de eso es tocarlo de alguna manera”, dijo Moore.

Tanto Moore como Seth Kretzer -el abogado de Ramírez- coinciden en que la imposición de manos es un acto simbólico en el que los líderes religiosos postran sus manos sobre alguien para ofrecer consuelo durante la oración o conferir una bendición espiritual en el momento de la muerte de alguien.

Moore, pastor de la Segunda Iglesia Bautista en Corpus Christi, comentó a la agencia AP: " Está pagando por su crimen. Supongo que la pregunta que surgiría es ¿no es suficiente?".

"John quiere que pueda tocarlo durante el momento más estresante y difícil de su vida mientras lo ejecutan, y ese toque físico es lo que encuentro en las Escrituras como muy significativo”, sentenció.

Los tribunales de apelación inferiores habían rechazado el argumento de Ramírez. En los últimos años, la Corte Suprema ha concedido aplazamientos para detener varias ejecuciones en Texas y Alabama por la presencia de asesores espirituales en la cámara de la muerte.

La agencia AP detalla que Texas anteriormente permitía que el clero empleado por el estado acompañara a los presos a la cámara de la muerte, pero el personal de la prisión solo incluía clérigos cristianos y musulmanes. "La nueva política permite que el consejero espiritual aprobado de un recluso esté en la cámara" pero sin contacto ni oraciones vocales durante la ejecución.

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El asesino serial Ted Bundy, un día antes de ser ejecutado en la silla eléctrica en Florida, el 23 de enero de 1989. Las autoridades lograron confirmar 
<a href="https://www.univision.com/noticias/asesinatos/en-fotos-la-mirada-de-los-asesinos-mas-crueles-del-ultimo-siglo-fotos">36 asesinatos cometidos por Bundy en los estados de Washington, Utah, Colorado y Florida, entre 1974 y 1979</a>.
Las víctimas de Bundy eran mujeres universitarias y madres jóvenes. Con algunas de ellas había entrado en confianza gracias a su personalidad extrovertida. Su método de agresión casi siempre consistía en golpear a sus víctimas con objetos contundentes en la cabeza, después de agredirlas sexualmente. La fotografía es de Margaret Bowman, una estudiante de la Universidad de Florida que asesinó en 1977.
Bundy comenzó su ola de asesinatos a principios de 1974 en el estado de Washington, cuando tenía 27 años. Allí cursó estudios de Psicología y Derecho y durante mucho tiempo logró burlar a las autoridades por su capacidad para ocultar su verdadera identidad. En la imagen, el asesino sonríe con una mujer de su equipo de defensa mientras era juzgado en Miami, en 1979.
Varias mujeres desaparecieron en el año 1974 en los alrededores de la ciudad de Seattle y en julio de ese año Bundy se mudó a Midvale, Utah, a unas 700 millas al sureste, para continuar su rutina violenta. El auto donde Bundy cometió varios de sus crímenes, un Volkswagen escarabajo, fue vendido en una subasta por 925 dólares y permaneció hasta 1997 en un estacionamiento de Salt Lake City.
Una víctimas logró zafarse del ataque y describió a Bundy a las autoridades. Su auto Volkswagen fue reconocido por testigos. La policía de Utah logró las primeras conexiones entre los asesinatos en su estado y los cometidos en Washington y lograron un primer retrato hablado del asesino. La fotografía fue tomada durante la búsqueda de Sue Curtis, quien desapareció el verano de 1975 en Utah. Bundy confesó que había cometido este crimen una hora antes de su ejecución el 24 de enero de 1989.
A principios de 1975 los asesinatos de Bundy comenzaron a suceder alrededor de Aspen, Colorado, unas 500 millas al este. Cerca de una decena de mujeres jóvenes desaparecieron o fueron encontradas muertas despues de ser violadas. La fotografía muestra a Bundy dirigiéndose al jurado en una corte de Miami, en 1979.
Bundy fue por primera vez reconocido en el retrato hablado por una exnovia de sus tiempos de Seattle y por algunas de sus víctimas de Colorado que sobrevivieron o se escaparon antes de ser asesinadas. En agosto de 1975 su Volkswagen fue reconocido. En el auto hallaron algunas evidencias que lo vincularon con los crímenes: una palanca de metal, esposas y cinta adhesiva. La fotografía es de Bundy bajo arresto en Aspen, Colorado, en junio 1977.
A principios de 1976 comenzó un juicio contra Bundy en Utah, cuando él tenía 29 años. Logró escaparse de la biblioteca de la prisión y eludió a las autoridades durante seis días. El juicio continuó, una de las sobrevivientes lo identificó y fue condenado por secuestro agravado. La imagen es de un cartel del FBI que describe a Bundy como “educado universitario, entusiasta del ejercicio físico”. El criminal se escapó otra vez de la cárcel al año siguiente.
Las evidencias encontradas en su Volkswagen revelaron a los investigadores que Bundy también había asesinado a por lo menos dos mujeres y la policía de Colorado levantó contra él cargos por asesinato a finales de 1976. El segundo escape, en enero de 1977, fue por el techo de la prisión. Bundy se mudó de estado de nuevo, sus próximos crímenes los cometería en Florida. En la fotografía se observa a policías y perros seguir el rastro del criminal luego de su segundo escape en Aspen, Colorado.
Bundy atacó a varias mujeres de la fraternidad Chi Omega de la Universidad de Florida, en Tallahassee. Las víctimas sufrieron el mismo patrón de las agresiones de Colorado y Utah. Una de las jóvenes murió, pero al menos dos sobrevivientes pudieron dar pistas del atacante.
En Tallahassee Bundy agredió a otra mujer, que también sobrevivió a pesar de las fracturas que le produjo en su cráneo, y en febrero de 1978 secuestró, violó y asesinó Kimberly Leach, una niña de 12 años de Lake City, Florida (en la fotografía). Su cuerpo fue encontrado ocho semanas después.
Después de este crimen Bundy regresó a su apartamento en Tallahassee, tomó sus pertenencias y escapó en un auto robado. Fue atrapado en Pensacola, al sureste de Florida, cuando las autoridades reconocieron el auto. Esta fotografía de Bundy fue tomada en 1979.
En junio de 1979 fue juzgado por los crímenes de la Universidad de Florida en Tallahassee en un tribunal de Miami. El juicio tuvo gran impacto en la opinión pública y calificaron a Bundy como uno de los asesinos más despiadados del país. En la fotografía un experto de la policía de Florida muestra una ropa interior de mujer como evidencia en el juicio, en julio de 1979.
Bundy ejerció como su propio abogado en algunas fases del juicio. El testimonio de Nit Jane Neary (en la fotografía), sobreviviente del ataque a las universitarias de la hermandad Chi Omega en la Universidad de Florida, fue clave en la acusación.
Los odontólogos forenses demostraron que las marcas de mordidas encontradas en los cuerpos de las víctimas pertenecían a Bundy. En la imagen el Dr Lowell J Levine, uno de los expertos en odontología, explica sus hallazgos al jurado.
La madre de Bundy, Maria Luisa Bundy, también fue llamada a testificar en la corte de Miami. La mujer lloró durante su presentación ante el jurado donde pidió clemencia para su hijo.
En julio de 1979 el jurado lo declaró culpable y el juez Edward Cowart lo condenó a la silla eléctrica. Cuando ya esperaba por el cumplimiento de la sentencia, el estado de Florida decidió juzgarlo por el asesinato de Kimberly Leach, la niña de 12 años de Lake City. La imagen es una de las evidencias del juicio, el cuerpo sin vida de una de las estudiantes de la Universidad de Florida.
Como su propio abogado, Bundy trató de retrasar la ejecución lo más posible y logró dilatar la pena de muerte, incluso a minutos de su ejecución: reveló los lugares donde se encontraban algunos de los cuerpos de sus víctimas y solicitó una prórroga para confesar otros asesinatos, algunos de los cuales no eran ciertos. La imagen es de una de las entrevistas que ofreció antes de la ejecución.
Finalmente fue electrocutado el 24 de enero de 1989. En la fotografía se observa el momento en que su cuerpo sin vida es transportado por las autoridades en Gainesville, Florida.
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El asesino serial Ted Bundy, un día antes de ser ejecutado en la silla eléctrica en Florida, el 23 de enero de 1989. Las autoridades lograron confirmar 36 asesinatos cometidos por Bundy en los estados de Washington, Utah, Colorado y Florida, entre 1974 y 1979.
Imagen Mark Foley/Ap
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