Payton Gendron, el joven blanco de 18 años acusado de matar a diez personas por motivos raciales, había amenazado previamente con disparar a los compañeros de su instituto. Este episodio dio lugar a una breve hospitalización por motivos de salud mental, con su correspondiente evaluación psicológica que, sin embargo, no tuvo mayores consecuencias y no le impidió adquirir un arma de fuego.
¿Es la posible enfermedad mental del atacante la causa principal del tiroteo en Buffalo?
Puede que Payton Gendron, acusado de matar a 10 personas en Buffalo, sea un enfermo mental. Pero la gran mayoría de los enfermos mentales no son violentos, y poner el foco en esta cuestión —estrategia favorita de los republicanos— es desviar la atención del verdadero problema: el libre acceso a las armas de fuego.

¿Podría haberse evitado la masacre si hubieran saltado las alarmas y hubiese recibido la atención mental necesaria? Posiblemente. Sin embargo, este no es el verdadero problema.
Mentalmente enfermo: un argumento simplista favorito de los republicanos
Decir que el joven estaba “mentalmente enfermo” como justificación y no atajar las verdaderas razones de lo sucedido es un argumento que simplifica las cosas y desvía la atención de lo importante.
Es un razonamiento favorito del frente republicano que hemos escuchado muchas otras veces.
Tras la masacre en Thousand Oaks, California, en la que murieron 11 personas en un bar de música country, el entonces presidente Donald Trump dijo que el suceso "es un problema de salud mental. Era un tipo muy enfermo”. De la misma manera, después del tiroteo en una escuela de Parkland, Florida, en febrero de 2018, en el que murieron 17 personas entre estudiantes y personal, Trump tuiteó que "había muchos indicios de que el que disparó estaba mentalmente perturbado".
Sin embargo, expertos en salud pública y salud mental han argumentado repetidamente que culpar a las personas con enfermedades mentales de la violencia es injusto e impreciso. Lo que se debería debatir, más bien, es la laxitud de las leyes sobre armas de fuego. " La mayor parte de los actos violentos no los cometen personas mentalmente enfermas", dijo la doctora Renée Binder, profesora de psiquiatría de la Universidad de California en San Francisco y ex presidenta de la American Psychiatric Association. "Aunque nos hiciéramos cargo de todos los que sufren algún tipo de trastorno mental y los encerráramos y los medicáramos, apenas comenzaríamos a indagar en el problema de la violencia".
Según los datos del Centro Nacional de Estadísticas, menos del 5% de las 120,000 matanzas relacionadas con armas de fuego en Estados Unidos entre 2001 y 2010 fueron provocadas por individuos que habían sido diagnosticados con una enfermedad mental.
Además, muchas enfermedades mentales como la ansiedad, la depresión o el déficit de atención no tienen una correlación con un comportamiento violento. Entablar una causalidad entre diagnósticos de salud mental y tiroteos masivos podría contribuir a enraizar el estigma que existe en torno a las enfermedades mentales.
Llamar, por tanto, a esta masacre un “problema de salud mental”, como hizo, por ejemplo, el presentador estrella de la cadena Fox Tucker Carlson (uno de los principales exponentes de la teoría racista de El gran reemplazo) distrae de lo que sí sería verdaderamente efectivo y supondría un antes y un después en la historia de violencia en el país, y es el control del acceso a las armas de fuego.
La bandera roja que no se elevó
La ley federal prohíbe que las personas posean un arma si un juez ha determinado que tienen un “defecto mental” o si han sido forzados a ingresar a una institución mental, pero una evaluación por sí sola, como la que se le realizó a Gendron, no activa la prohibición.
"No entiendo por qué un joven de 18 años haría esto", dijo el propietario de Vintage Firearms, que vendió un arma al sospechoso. ¿Y para qué quiere un arma (que, además, modificó para hacerla más mortífera) un joven estudiante de 18 años? ¿No se hizo esa pregunta el propietario de la tienda cuando le entregó el rifle?
El papel multiplicador de los medios
El ataque de Buffalo fue solo el último acto de violencia masiva en un país perturbado por las tensiones raciales, la violencia armada y una reciente ola de crímenes de odio. Se produjo solo un mes después de que un tiroteo en el metro de Brooklyn dejase heridos a 10 viajeros y poco más de un año después de que 10 personas murieran en un tiroteo en un supermercado de Colorado.
Nadie sabe con seguridad por qué estos atacantes cometen sus crímenes. Pero hay pruebas de que los tiroteos masivos —y su aparición en los medios— pueden tener un efecto contagioso, muy parecido al de un virus que propaga una enfermedad .
En un artículo titulado Contagios en tiroteos masivos y tiroteos en escuelas, los investigadores de la Arizona State University analizaron la cobertura en medios de incidentes desde 1997 hasta 2013. Su hipótesis es que no ocurren de forma casual, sino que responden a un patrón. Cada vez que se produce un tiroteo, se inicia un “periodo de contagio” que dura como media 13 días.
Un ensayo titulado Tiroteos masivos y el efecto contagioso de los medios sostiene que la cobertura excesivamente centrada en los perpetradores inspira a otras personas que creen que serán recompensadas con fama si hacen algo parecido. Algo que posiblemente tenía en mente Gendron, que retransmitió en vivo los hechos a través de su cuenta de Twitch, una popular red de streaming.
"Los tiroteos masivos están creciendo y también la cobertura mediática que hacemos de ellos", señala el ensayo. "Llegado este punto, ¿podemos determinar qué es lo que llega primero? ¿Más tiroteos masivos producen más cobertura, o es posible que la cobertura produzca los tiroteos?".







