"Pensaban que era una broma": una mujer se suicida tras viralizarse video sexual entre sus compañeros de trabajo

La madre de dos niños se quitó la vida después de que se viralizaron en el WhatsApp de sus colegas imágenes privadas suyas con contenido sexual de una relación que tuvo cinco años atrás con otro trabajador de la fábrica.

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Por:
Maria Luisa Tabares.
Vista de la sede de la empresa Iveco en Madrid. La Policía Nacional española investiga quién grabó y quiénes enviaron y reenviaron el video de contenido sexual que, tras ser difundido entre numerosos empleados, llevó a una mujer a suicidarse, ya que todos pueden incurrir en delito.
Vista de la sede de la empresa Iveco en Madrid. La Policía Nacional española investiga quién grabó y quiénes enviaron y reenviaron el video de contenido sexual que, tras ser difundido entre numerosos empleados, llevó a una mujer a suicidarse, ya que todos pueden incurrir en delito.
Imagen FERNANDO VILLAR/EFE

La semana pasada en la planta Iveco, una fábrica de automóviles de Madrid, se escucharon los rumores sobre un video sexual de una de las empleadas que circulaba en los celulares de sus compañeros. El morbo, el chisme y el WhatsApp fueron las armas que contribuyeron a la muerte de Verónica, la protagonista de esas imágenes, quien se quitó la vida el sábado porque no aguantó la presión, según dicen sus propias colegas.

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La trabajadora tenía 32 años y era madre de dos hijos de 9 meses y 4 años. En el video aparecía solo ella, pero se trataba de un contenido que al parecer estaba en manos de un empleado de la misma fábrica con quien ella tuvo una relación sentimental hace varios años, antes de casarse y tener a sus hijos.

"Ese examante se encaprichó hace poco con ella y quería de nuevo volver con Verónica. La mujer se negó y este hombre fue el que la chantajeó con difundir el video que le mandó hace tiempo, amenaza que llegó a cumplir", asegura la versión del diario El Mundo. Sin embargo, no está aún claro quién o quiénes difundieron las imágenes por primera vez, algo que ahora está bajo investigación policial.

Lo que sí es cierto es que ese material privado empezó a compartirse entre muchos de los 2,500 trabajadores de la planta y mientras más personas hablaban del tema (algunos empleados de otros departamentos que ni la conocían se acercaban a su zona laboral para ver quién era la chica del video), su mayor temor crecía: que llegara a ojos de su marido, a pesar de que hubiera sido en una relación previa a su matrimonio.

Según la prensa local, eso fue lo que sucedió y Verónica entró en una crisis de ansiedad, de acuerdo con testimonios de sus compañeros. Dos de ellos dijeron a la cadena Antena 3 que ella temía que su esposo viera el video y el viernes él se enteró, ella abandonó su trabajo antes de terminar y se fue. "Se fue fatal, imagino que por lo que le esperaría en casa", dijo otra de ellas a El Mundo.

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Esto fue lo último que supieron de ella y al día siguiente, los mensajes que empezaron a circular por WhatsApp eran los que anunciaban su muerte: "Estoy alucinada, me acabo de enterar que se ha suicidado Vero", decía uno. La hallaron muerta en su vivienda.

No quería denunciar

Los trabajadores de la fábrica se han concentrado afuera de la empresa varios días de esta semana en rechazo por lo sucedido, pero el problema es que muchos de ellos pueden haber participado en este suceso de una u otra forma al compartir estas imágenes personales de la víctima.

"Han sido compañeros que pensaban que era una broma y que no hacían daño. Gente que ella conocía desde hace tiempo, pero es gente mala, tóxica", advirtió Nerea, una empleada de la planta.

Y es que sus colegas más cercanos han vivido de cerca la tragedia y coinciden en que hay algo de culpabilidad en aquellos que difundieron el polémico video: "Ella estaba muy mal y muy triste cuando se enteró de que estaban difundiendo el video. Era una chica buenísima, contenta siempre y muy positiva. Nos enseñaba siempre las fotos de sus niños. Lo que no entiendo es cómo la gente lo ha ido difundiendo. Se han perdido los valores y la palabra", agregó la mujer.

El sindicato Comisiones Obreras (CCOO) al que pertenecía la víctima anunció en un comunicado que denunciará a la empresa Iveco por no activar el protocolo de acoso sexual en el caso de esta trabajadora, ya que considera el caso como un accidente laboral. Consideran que la compañía incumplió la Ley de Prevención de Riesgos Laborales al no evaluar el riesgo ni adoptar medidas preventivas.

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Sin embargo, los de Recursos Humanos han dicho que cuando se enteraron de lo que sucedía el jueves, le dijeron que denunciara, le ofrecieron un cambio de puesto o una licencia para que dejara de trabajar un tiempo, una propuesta que ella supuestamente no aceptó.

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Lo que dice el sindicato es que se puso en contacto con ella una vez conoció sobre la difusión del video para informarle de que podía denunciar por vulneración del derecho a la intimidad y por violencia de género, pero ella rechazó también ese ofrecimiento.

"Ella quería que la historia pasase, que la gente dejara de hablar cuanto antes. No tenía pensado denunciar", contó Susana Martín, otra compañera de trabajo.

Raquel Márquez, la abogada encargada del caso desde el sindicato dijo que "el viernes fuimos a buscar a la trabajadora, que en ningún momento dio su consentimiento para que ese video se difundiera, pero ya se había marchado de su puesto debido a un ataque de ansiedad". La respuesta de la fábrica, según la abogada, fue que se trataba de "un tema personal".

"Se puso muy nerviosa y se tuvo que marchar de la fábrica porque no aguantaba la presión, tanto aquí como de su entorno familiar", agregó Martín.

El crimen de compartir contenido privado

Las autoridades españolas investigan si fue ella quien grabó el video o si lo hizo alguien con su consentimiento, así como quiénes fueron los autores de la difusión, que podrían enfrentarse a un delito contra la intimidad. Sí, en España el Código Penal considera esto como un crimen.

Es un delito la difusión de imágenes privadas sin autorización de la persona afectada cuando se viole gravemente su intimidad y aunque la víctima diera su consentimiento a la grabación.

El artículo 197 del Código Penal español castiga con una pena de prisión de tres meses a un año de prisión o una multa de seis a 12 meses "el que, sin autorización de la persona afectada, difunda, revele o ceda a terceros imágenes o grabaciones audiovisuales de aquélla, que hubiera obtenido con su anuencia... cuando la divulgación menoscabe gravemente su intimidad personal".

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En redes sociales el debate se ha abierto en torno a la culpabilidad de sus compañeros de trabajo y piden que se haga justicia.

La Fiscalía también analiza otros factores, pues si se consigue certificar la versión del amante despechado, podrían investigar a ese trabajador por extorsión.

El de Verónica no es el primer caso de esas características en España. En 2016 un jugador y dos exjugadores de un equipo de fútbol de las categorías inferiores del País Vasco fueron procesados por difundir un video de contenido sexual en contra de la voluntad de la mujer que aparecía en las imágenes. Ese caso, que tuvo una alta relevancia mediática, se encuentra en instrucción judicial.

Responsabilidades compartidas

El Comité de Empresa envió este lunes un comunicado para informar a todos los trabajadores de la situación y pedir un entorno de trabajo seguro, alertando de la gravedad del mal uso de las redes sociales y las trágicas consecuencias de esto.

"No podemos dejar de sentir dolor y consternación por tan atroz suceso. Aún estamos en shock y la pena y la indignación nos desasosiega. Que esto no tenía que haber pasado todas y todos lo tenemos claro. El uso irresponsable de las redes sociales en todos los sentidos está produciendo trágicas consecuencias", señala el mensaje.

"En este caso, el más grave, (el mal uso de las redes sociales) tiene responsabilidades compartidas y tendrán que depurarse", advierten.

Mientras tanto, a la madre de Verónica le tuvieron que explicar en el velorio cuáles fueron las razones que empujaron a su hija a tomar una decisión así. Cientos de compañeros se reunieron este martes en las puertas de la empresa para honrar la memoria de esta joven madre y leyeron un poema titulado 'Cuando me amé de verdad'. Al final muchas mujeres se abrazaron en el llanto y una de ellas sentenció: "Cada uno tiene que hacer análisis de conciencia de lo que ha hecho".


Si estás deprimido o tienes pensamientos suicidas llama a la Línea Nacional de Prevención del Suicidio (1-800-273-8255) que está abierta las 24 horas del día.

<b>Anita Estrada, enfermera</b>: “Creo que siempre he tenido pensamientos suicidas, incluso en la niñez. Nunca lo intenté de pequeña pero recuerdo pensar: bueno, espero acostarme a dormir y no despertar. Crecí en un hogar cristiano y el suicidio era un pecado, así que nunca se lo conté a nadie. Todo se hizo más obvio en mis veintes cuando me diagnosticaron depresión con ansiedad atípica, y después de mi primer intento lo cambiaron a desorden bipolar. Mi último intento fue en 2011 y fue muy feo. En esa época yo no quería estar medicada por el resto de mi vida, así que, contra la voluntad de mi médico, dejé de tomar las pastillas. Dejé de comer y de dormir y después intenté quitarme la vida. Estuve hospitalizada casi dos semanas. Pero con la terapia y la medicación todo mejoró. Lo que no quiero decirle a nadie que amo es que nunca lo haré de nuevo porque no lo sé. No puedo predecir el futuro, ni saber si los medicamentos dejarán de funcionar o si cambiarán mis circunstancias y ya no podré pagarlos”.
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<b>Abel Ibarra, estudiante de la Universidad de Texas</b>: “Soy el tipo de persona que siempre tenía una sonrisa. Pero estaba escondiendo todo. Llegué a un punto en el que empecé a tener pensamientos suicidas y luego decía: 'No, eso es loco. Yo nunca haría eso'. Pero no era yo mismo. Pasaba por puentes y pensaba: puedo saltar ahora mismo, y por alguna razón algo siempre me contenía. Hubo un tiempo en el que me paraba ahí y pensaba: '¿De verdad quiero hacer esto ahora?' Siempre tenía esa lucha interna: '¿Merezco estar en este mundo ahora? ¿Me extrañarán?' Fui a terapia y luego hasta llamé a líneas de ayuda telefónica porque a veces necesitaba que alguien me escuchara. Siempre es así, estás feliz y de pronto, en segundo, ya no lo estás. Cuando comencé a tener mayor control me dije: tengo que luchar contra esto y comencé a buscarle un propósito a mi vida, por eso cuento mi historia”.
<b>Chris Agudo, activista</b>: “Por algún motivo, de la nada, pensé: 'Déjame encender el teléfono de nuevo'… Lo encendí y vi muchas llamadas perdidas, mensajes de texto y mensajes de voz. Y los revisé y eran de mis papás, mi hermano, mis amigos. Eso me afectó. Me llegó al corazón y fue como si hubiera nacido de nuevo. Fue algo tremendo, lo peor que he llorado en mi vida”.
<b>Andy Grant, coach y conferencista</b>: “He sobrevivido varios intentos de suicidio. Vengo de un linaje de suicidio, depresión y alcoholismo. Dos generaciones antes de mí habían cometido suicidio y hubo un tiempo en mi vida en el que sentí que era mi destino y que tenía esos pensamientos porque se suponía que debía que actuar en ellos. Incluso los intentos fallidos eran motivo para sentirme mal conmigo mismo, ni siquiera podía hacer eso bien”.
<b>Alisa Orber, comediante</b>: “Llega un punto donde simplemente hay absoluta desesperanza. Simplemente no hay nada. Lo que ocurre cuando me deprimo es que tengo esa sensación de desapego, como si no estuviera dentro de mi cuerpo. Como si viera mi vida por televisión, como si yo no estuviera ahí y me desprendo también por completo de los demás. Recuerdo decirle a alguien que no estaba saliendo porque estaba deprimida y me respondían que era una excusa, luego le dije a otra persona y alegaron que era porque no hacía ejercicio. Nadie te está escuchando y la gente te juzga por eso. No tienes ningún lugar al que ir y tienes tanto dolor que llega un punto en el que es abrumador. Cuando se indigna o te dice egoísta se trata de alguien que jamás ha sufrido una depresión clínica. Creo que usamos la palabra depresión con demasiada ligereza”.
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<b>Cecelia Markow, estudiante y músico</b>: “En un Día de San Valentín mi novio en ese entonces me violó. Después la relación se deterioró y luego tuve problemas de memoria, lo que hizo que mis calificaciones en la universidad empeoraran. Justo antes del intento estaba tratando de no pensar en todas las cosas malas cuando todas explotaron. Horriblemente. Decidí que ya no quería manejarlo porque no podía. Los medicamentos no funcionaban. A quienes pueden estar atravesando una situación similar les digo que por más que cueste, salgan del agua. Recuerden a todos los que los aman y a quienes ustedes aman. Es asombroso porque a mí me cuesta tanto pensar de forma positiva, pero quiero que la gente sepa que no importa cuán dura sea una situación, siempre hay alguien allí que te ama y que te quiere aquí”.
<b>Megan Rotatori, estudiante de la Universidad de Vermont</b>: “Creo que hay un gran estereotipo de cómo se ve alguien que sufre de enfermedades mentales. Siento que la mayoría de mis amigos y familiares, incluso quienes conocen lo que me ha pasado, no me ven como alguien que sufre de enfermedades mentales. Pasé por muchos diagnósticos, no podían descifrar qué era lo que tenía. Creo que mi vida ha sido mucho más dura de la de otras personas. Me violaron a los 14 años y nunca lo dije a nadie. Lo reprimí en mi mente, ni siquiera pensé en eso. En ese momento la depresión empeoró. Ya en la secundaria comencé a auto-infligirme daño. Todo se fue de control. Estaba medicada contra la depresión pero creo que abusé de ella para intentar sentirme mejor. Nunca pensé que era adicta a las drogas, pero creo que fue eso. Llegó un punto en que sentí que no me quedaba nada y fue ahí cuando terminé en la sala de emergencia debido a una sobredosis de medicinas”.
<b>René Severin, herrero</b>: “Un tipo me golpeó y me decía: ‘Hey, despiértate’. Y luego escuché: ‘Está respirando’. Llamaron a una ambulancia y me desperté por completo en ella, con mucho, mucho dolor. Lo único que podía pensar era en mi mamá. Me preguntaron a quién llamar y dije que a ella, de inmediato. Yo no era cercano a mi familia, pero es familia. Siguen ahí para mí todavía. Mi tía, al verme, me dijo: ‘No puedo creer que hicieras eso, hemos debido apoyarte más’. Odio cuando la gente hace eso, intentar culparse ellos. No, no es tu culpa. Es mi culpa y soy el único culpable. No quiero que nadie cargue esa cruz”.
<b>Natasha Winn, estilista</b>: “De verdad sentía que no valía nada y que no merecía estar viva y que… no lo sé. Sólo pensaba que era una persona horrible y la única forma de no ser horrible era morir. Incluso si tu amigo o tu amiga dice: voy a matarme, deberías tomarla en serio y no decir: eso es algo que siempre dices”.
<b>Carlton Davis, escritor</b>: “No puedo creer que haya vivido tanto tiempo, para ser honesto. No pensé que llegaría a los 30 o 40. Es un milagro que esté aquí todavía. Una noche decidí que me iba a ir. Fui a un puente de una autopista cerca de cada y estaba decidido a saltar. Lo único que me contuvo fue que no quería matar otra persona. No podía hacerlo. Quería, pero no podía. Esperaba que viniera la policía y que tuviéramos un altercado y que así fuera como muriera, pero no ocurrió. Regresé a casa y me pusieron en un hospital mental donde me diagnosticaron con desorden bipolar. Siempre pensé que mis problemas en mi vida venían por traumas en la infancia donde fui abusado sexualmente, pero mi psiquiatra pensó que había un componente algo biológico. Me medicaron con psicotrópicos y todo se fue. Ya no tenía pensamientos suicidas, aunque cuando me deprimo todavía vuelvo a ese lugar en mi mente y debo obligarme a mí mismo a no hacerlo. Eso me preocupa hasta el día de hoy”.
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Anita Estrada, enfermera: “Creo que siempre he tenido pensamientos suicidas, incluso en la niñez. Nunca lo intenté de pequeña pero recuerdo pensar: bueno, espero acostarme a dormir y no despertar. Crecí en un hogar cristiano y el suicidio era un pecado, así que nunca se lo conté a nadie. Todo se hizo más obvio en mis veintes cuando me diagnosticaron depresión con ansiedad atípica, y después de mi primer intento lo cambiaron a desorden bipolar. Mi último intento fue en 2011 y fue muy feo. En esa época yo no quería estar medicada por el resto de mi vida, así que, contra la voluntad de mi médico, dejé de tomar las pastillas. Dejé de comer y de dormir y después intenté quitarme la vida. Estuve hospitalizada casi dos semanas. Pero con la terapia y la medicación todo mejoró. Lo que no quiero decirle a nadie que amo es que nunca lo haré de nuevo porque no lo sé. No puedo predecir el futuro, ni saber si los medicamentos dejarán de funcionar o si cambiarán mis circunstancias y ya no podré pagarlos”.
Imagen Cortesía Dese’Rae L. Stage

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Mya Vizcarrondo Ríos era estudiante de noveno grado en El Bronx, en Nueva York, y se lanzó de su apartamento tras ser víctima de hostigamiento y abuso sexual durante cinco meses en su escuela.
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