FORT LAUDERDALE, Florida. Jannette Arroyo acababa de recoger su maleta cuando oyó un grito de los que hacen temer por la vida. "¡Están disparando, todo el mundo corra!"
Pánico en la terminal: "¡Están disparando, todo el mundo corra!"
Las miles de personas que se encontraban en el aeropuerto de Fort Lauderdale vivieron casi dos horas de temor tras el tiroteo que dejó cinco muertos y ocho heridos.


Sin pensarlo dos veces, los pasajeros que se encontraban en la terminal 3 del aeropuerto de Fort Lauderdale salieron corriendo cargando con sus pesados equipajes; otros no se detuvieron a esperar el suyo, relata Arroyo, una joven de 26 años de Bethlehem, Pennsylvania.
El grito de pánico, de una empleada del aeropuerto, era uno de esos que no dejan duda de que no se trataba de una broma.
Arroyo pudo confirmar que la cosa iba en serio cuando oyó de pasada la conversación en el walkie-talkie de un agente de seguridad: "Hay tres muertos".
"Me asusté mucho. Todo el mundo trataba de salir del aeropuerto para ponerse a salvo", decía Arroyo aún sobrecogida, tres horas después de que este viernes por la tarde el presunto hombre armado, Esteban Santiago, matara a cinco personas e hiriera a otros ocho. El sospechoso, un exsoldado de la Guardia Nacional de 26 años nacido en Nueva Jersey, se encuentra bajo custodia y sus motivos se desconocen aún.
Santiago procedía de Alaska, donde había prestado servicio hasta ser expulsado en agosto, y llegó a Fort Lauderdale tras hacer escala en Minneapolis. Según testigos y autoridades, sacó un arma de fuego semiautomática de su valija y comenzó a disparar a los pasajeros que se encontraban a su alrededor.
El tiroteo se produjo poco antes de la 1PM en la terminal 2 pero el caos se extendió por todo el aeropuerto y hasta al menos una hora y media más tarde se sucedieron las carreras y la confusión por temor a que un segundo hombre armado andara suelto.

El aeropuerto fue cerrado al tráfico aéreo y en la zona externa, miles de pasajeros que se dirigían al lugar para tomar sus vuelos quedaron atrapados en un atasco monumental. Las autoridades pidieron a los afectados que no se acercaran a la terminal aérea y que llamasen a sus aerolíneas para reprogramar sus planes de viaje.
Las miles de personas que se encontraban dentro del aeropuerto, uno de los mayores del país, intentaban entre tanto salir a toda costa.
Algunos caminaron durante millas hasta las calles más cercanas al aeropuerto para encontrarse con el embotellamiento. Sin taxis, ni autobuses, algunos pedían ayuda para cargar sus teléfonos sin batería y poder solicitar un viaje en la aplicación Uber.
"Esto es una señal"
Takeam Gauthier había perdido un zapato y tenía el pantalón lleno de polvo mientras esperaba en la calle Griffin a que le recogieran un familiar de su jefa, Ruthlyn Frank.
Ambos trabajan en la zona de equipajes de la terminal 1, donde promocionan cruceros para los turistas que llegan al sur de Florida a pasar unas vacaciones paradisíacas.
Estaban preocupados por su compañera Michelle Fontaine, que trabaja en la Terminal 2, donde se produjo la masacre. Gauthier decía que la pudo ver de lejos tumbada en el suelo en los minutos posteriores al tiroteo, después de que la policía interviniera.
Pudieron hablar con ella y les dijo que estaba bien. Pero supieron por medio de otros empleados del aeropuerto que otros conocidos se encontraban entre las víctimas.
"Gente que vemos a diario fue alcanzada por los disparos", decía Frank.
Tanto ella como otros testigos del pánico en el aeropuerto se preguntaban cómo iban a poder volver a la normalidad después de este viernes trágico.
"Esto me da mucho miedo. No sé cómo me voy a despertar mañana y volver otra vez a trabajar aquí", decía Frank.
"Esto es una señal. Ya no te puedes sentir a salvo en ningún sitio. Me da miedo incluso volver a mi casa en el vuelo de vuelta", se lamentaba Arroyo.
En fotos: Escenas del pánico en el aeropuerto de Fort Lauderdale









