Empecemos este artículo sobre las máquinas de arcade con unas historias muy vivenciales, que quizás muchos compartan, más allá de ciertos matices:
¿Somos testigos del fin de las máquinas arcades?
El pequeño Santiago recibió la noticia de propia boca de su madre, pues pasarían el día con la agenda que más lo hacía feliz: ir a comer una hamburguesa en el fast food y luego disfrutar la tarde en la sala de las máquinas recreativas. Los hermanos, contentos por haber terminado el ciclo lectivo, ya tenían todo planeado para las vacaciones. Incluso desde el primer lunes libre —y a pesar del calor— pasarían varias horas divirtiéndose con los arcades. El mayor le enseñó al menor que los juegos de cascadas de fichas eran un timo, que nunca sacaría nada con las grúas en las máquinas de peluches porque estaban pegados a la superficie y que se fijara en cada juego porque a veces la gente dejaba créditos en ellos. Con el tiempo ambos conocían todos los mitos del salón. Juan no era de hacer muchas cosas con su padre. El trabajo lo tenía ocupado la mayor parte del día y muchas veces hasta el mismo fin de semana ya que permanentemente viajaba de un lado al otro. Pero estaban de vacaciones en la gran ciudad, su hermana mayor y su madre fueron a la avenida principal a comprar ropa y el padre le sugirió que le enseñara a jugar a la máquina de fútbol del salón de arcades. Fue el mejor día de su vida.
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Para quienes hayan disfrutado de su infancia o adolescencia a finales de los 70, 80 y parte de los 90, los salones de arcades representaron una parte importante de su vida. Por aquel entonces era uno de los puntos de reunión entre amigos, espacio para pasar un cálido momento en familia o hasta el lugar para realizar la primera cita.
Algunos gozaban de todas las experiencias posibles, pero otros preferían especializarse en rubros específicos como los pinballs, carreras de autos o de lucha.
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Con el tiempo se aprendían algunas mañas de las máquinas y de los juegos que quizás no estaban depurados del todo. También nacieron infinidad de mitos urbanos, como el joven que murió tras llegar a cierta cantidad de puntos, el personaje que aparece si se realiza tal acción o que el mismo juego es operado por un fantasma que se encuentra en el interior del gabinete.
Los arcades tienen su historia muy atrás en el tiempo, pero los juegos electrónicos (que reemplazaron a los mecánicos) comenzaron a principios de los 70 y llegaron a la Golden Age hacia finales de la década.
Los grandes tiempos comenzaron a decaer sobre mediados de los 80 con la llegada de las consolas y computadoras hogareñas. Fue recién a principios de los 90 cuando los salones recibieron “créditos de vida” frescos gracias a nuevas tecnologías y grandes títulos como Street Fighter II, Mortal Kombat y Daytona USA. La tecnología de las máquinas invitaba a viejas y nuevas generaciones a permanecer en las salas nuevamente. Por aquel entonces se lograron miles de millones de dólares de ganancias y se batieron toda clase de récords.
Pero el mundo de la tecnología es muy cambiante y volvió a demostrarlo una vez más. Para mediados de los 90 aparecieron las consolas de quinta generación y arrasaron con los arcades como verdugos. La sexta generación directamente enterró los cadáveres de un negocio que supo ser millonario y que ya no rendía sus frutos.
Las máquinas dejaron de ser seductoras. Las empresas desarrolladoras no hicieron más sus lanzamientos primero en arcades no solo por negocio y popularidad, sino por el simple hecho de que las máquinas ya no contaban con la ventaja tecnológica que alguna vez supieron tener.
Entonces lo que deberíamos plantearnos es: ¿actualmente estamos viviendo la muerte del arcade?
A principios del siglo 21, sabiendo que en el “mano a mano” perdían, las máquinas recreativas mutaron a otro tipo de artefactos que pudieran ofrecer un servicio diferente al de las consolas. Así nacieron juegos como el Dance Dance Revolution o Razing Storm. Recién sobre 2008 y 2009 el mercado volvió a elevar sus números.
Quienes más sufrieron la caída de los arcades fueron aquellos locales de barrio exclusivamente dedicados a videojuegos. La gran mayoría de los salones debieron cerrar y terminaron ocupados por outlets de ropa o baratijas de productos chinos. Apenas sobreviven algunas de las grandes cadenas gracias a la evolución de los arcades anteriormente mencionada y en lugares como shoppings y plazas de comidas en donde se pueda brindar un momento familiar integral.
En donde sí parece haber un oasis es en algunos países orientales, en especial Japón y China. Las ganancias siguen siendo siderales y las empresas como Konami, Taito y Namco mantienen la industria a pleno. Evidentemente la cultura de ir a las salas permanece aún vigente, una imagen similar a la de las tragamonedas en casinos y bingos occidentales.
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¿Somos testigos del fin de las máquinas arcades? Por el momento han evolucionado para sobrevivir y, como dice el dicho, mientras haya vida hay esperanza. De lo que podemos estar seguros es de que formaron una parte importante en nuestras vidas. Nos permitieron divertirnos, socializar y pasar un tiempo con familiares y amigos.
Y, por supuesto, cómo serían de buenos los juegos que seguramente más de uno tiene un emulador dando vueltas en su casa.
¿Tienes o te gustaría tener una máquina arcade en tu casa para recordar viejos tiempos?