Este nieto hizo que su abuela de 86 años visitara la Cuba de sus recuerdos con realidad virtual

Con cámaras 3D, Julián Rodríguez, y su amigo fotógrafo Andrés Rivera grabaron varios de los sitios que Luisa Ávila recordaba de su vida en Cuba 58 años atrás. Así la llevaron de vuelta a su infancia y a su patria sin que tuviera que cruzar ninguna frontera.

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Por:
Angélica Gallón S..
Julián Rodríguez, con la ayuda de Andrés Rivera, logró que a los 86 años, su abuela recorriera a través de imágenes 3D las calles y las plazas de la Cuba de sus recuerdos.
Video Esta abuela viajó a Cuba después de 58 años, a través de la realidad virtual

Su abuela lo llevaba todas las tardes de la mano de regreso del colegio a casa contándoles sus memorias fantásticas de cómo era la vida en Cuba. Julián Rodríguez creció así imaginándose esas plazas, esas calles de la tierra lejana de donde venía su familia.

“Cuba era a la vez la tierra de memorias preciosas y la tierra prohibida a la que ni mi familia ni yo iríamos nunca”, cuenta este hijo y nieto de inmigrantes que un día, sin embargo, quiso darle realidad a todos esos recuerdos. “Tenía una obsesión en mi cabeza, quería hacer que mi abuela, que jamás regresaría a Cuba, pudiera ver gracias a la realidad virtual y quizás por última vez, esos lugares de la Habana que habitaban en su cabeza”.

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Cuando el cumpleaños 86 de su querida abuela se avecinaba, Julián, de la mano de su compañero realizador, Andrés Rivera, también un niño estadounidense que había crecido rodeado de cubanos, y que hoy en día trabaja en Univision, decidieron embarcarse en el ambicioso proyecto. Julián le pidió a su abuela que lo acompañara a un estudio de grabación y ahí, sentada ante un micrófono, Luisa Ávila le empezó a contar de manera ordenada toda su historia.

Julián Rodríguez en su primer viaje a la Cuba de su abuela.
Julián Rodríguez en su primer viaje a la Cuba de su abuela.
Imagen Archivo particular

Con ese testimonio grabado, los dos jóvenes se embarcaron por primera vez a Cuba, a esa tierra anhelada y prohibida con un solo propósito: retratar con cámaras 3D esos lugares memorables, esos recuerdos infinitamente oídos de voz de la abuela.

Tras superar algunos obstáculos para entrar a la isla, se armaron con sus equipos y fueron en busca del pasado de su familia, a caminar la vida no olvidada de esa mujer que joven y, en 1958, había dejado la isla por las malas condiciones políticas que se mantenían durante el gobierno de Fulgencio Batista.

Andrés Rivera con el equipo de cámaras con las que grabaro los lugares de Cuba para crear la experiencia de realidad virtual.
Andrés Rivera con el equipo de cámaras con las que grabaro los lugares de Cuba para crear la experiencia de realidad virtual.
Imagen Archivo particular

“Para mi fue un gran choque. Yo me esperaba un lugar más bonito, pero me topé con una isla muy pobre, con las casas venidas abajo, con mucha oscuridad que ningún documental me había mostrado, eso sí a pesar de la belleza de la gente”, complementa Julián.

Cuando el cumpleaños número 86 por fin llegó, en vez de velas y ponqué, Julián llegó a la casa de la abuela ataviado con un complejo armatoste que ella debía poner sobre su cabeza. Una cámara para ver a través de ella. Cuando Luisa cedió a semejante dinámica, se topó con una película bautizada ‘Paisajes de mi abuela’, llena imágenes que hasta ahora solo habitaban en su memoria. Ella rompió a llorar.

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“De repente, ahí, casi intacta estaba la casa en donde nací, porque en esa época las mujeres tenían sus hijos en las casas. Estaba el malecón en donde de niña mi papá me llevaba a montar bicicleta y en donde nos gustaba ver atardeceres. Estaba ahí, como si estuviera sentadita en unas de sus banquetas, la catedral a la que cada tarde visitaba para orar con mis penas y mis alegrías”, cuenta Luisa Ávila, apenas pudiendo esconder la emoción que le generaron esas imágenes.

El experimento había resultado en una verdadera conmoción para la mujer. No contaban ellos con que esa misma reacción de su abuela la tendrían más hombres y mujeres mayores que habían abandonado la isla, a los que también les mostraron la grabación en 3D.


“Nos dimos cuenta de que habíamos capturado imágenes que parecían conectarlos a todos. La sensación de estar parados ahí en medio de una de las calles emblemáticas de la ciudad, en su iglesia, con sus carros viejos, parecía transportarlos a un pasado muy conmovedor y tocarles lo más profundo de sus anhelos”, cuenta Julián.

Desde entonces, Luisa Ávila, y muchos de sus compatriotas exiliados, usan aquella película para refrescar sus recuerdos, para llenar de nuevos detalles esos paisajes que a veces empiezan a ser borrosos. Julián y Andrés anhelan volver a la isla para grabar los recuerdos de más personas que por los asuntos inexplicables de la política solo podrán ver su tierra en unas imágenes de realidad virtual.

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En fotos: este es Versailles, el mítico restaurante de Miami donde el exilio cubano celebra la muerte de Castro

Cuando la noticia de la muerte de Fidel Castro se confirmó, los cubanos de Miami salieron a la calle con un destino claro: el restaurante Versailles.
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Fundado hace 41 años por un cubano que combatió en el desembarque de Bahía Cochinos, este restaurante ubicado en el corazón de la Calle 8 se convirtió -como dicen los hombres mayores que lo frecuentan- en la “alcaldía del exilio”.
Lejos del exotismo de los lugares de la Habana, de baldosines blancos y negros, este restaurante extrañamente intentó replicar un cafetín europeo y la opulencia de espejos del verdadero Salón de Espejos de Versalles, en Francia.
“Queríamos comernos un sanduchito cubano, un pastelito de guayaba, un jugo de mamey y en este lugar no solo encontrábamos nuestra cocina sino que fue el que empezó a reunir a todos los que dejábamos atrás nuestra patria”, dice Mario Machado, un hombre mayor que ha vivido su vida lejos de la isla frecuentando este lugar.
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Ese sábado 26 de noviembre -que pasará a los anaqueles de la historia como el día de la muerte de uno de los líderes más influyentes del siglo XX-, los alrededores del restaurante Versailles estaban a reventar. Ese lugar que era una especie de cabildo de todos los desterrados, ahora se convertía en el lugar para celebraciones y las algarabías. Con banderitas y pitazos de carros decían todos: "Fidel ha muerto".
Sin embargo, unos días después, el lunes 28, todos trataban de mantener las maneras en su interior. Las lámparas de cristales, los amplios salones de ventanales enormes y un piso de baldosines de plástico (que intentan replicar complejas formas de cerámica), congregaban a la gente cubana en torno a un sentimiento aún más poderos que el de la política: el amor por el lechón con arroz y frijoles.
El encuentro de exiliados entre coladitas, la forma como los cubanos le llaman a su café de sabor fuerte y dulce, y pastelitos de guayabas hizo que con las décadas la fama de este lugar creciera y se conociera como "La casa del exilio". A las afueras hay incluso un pequeño monumento que profesa: "En reconocimiento a los cubanos hombres y mujeres que nunca se resignaron a vivir sin libertad".
El Versailles fue creciendo al punto que hoy ocupa casi una cuadra completa. Aunque los despampanantes espejos podrían hacer pensar que se trata de un lugar muy formal, en el interior realmente palpita la frescura de los cubanos. Así, las lámparas y los arabescos contrastan con mesas sin manteles, servilletas de papel y sillas de cafetería corriente.
Hoy en día, los turistas que visitan Miami sienten que rasguñan algo de la cultura cubana cuando visitan el Versalles y prueban el café típico servido por una chica que te llama con cercanía, "mi amor", "mami linda", antes de servirte la bebida caliente.
"Mi papá salió de la Habana, porque el Che Guevara lo había condenado a muerte, alguien le avisó y logró embarcarse en un bote hacia Cayo Hueso. Desde ese 1960 vivimos acá y nunca volvimos a la isla. Pero este lugar ha sido mi mejor manera de mantener mis recuerdos vivos de Cuba", dice Randy Espinet, un cubano erudito, mientras espera su segundo café de la tarde.
A juzgar por lo que ofrece este restaurante, los sabores de Cuba están hechos de pocas especias, influencias europeas, mucha devoción por el cerdo y un compromiso por los frijoles y por los pasteles de hojaldre que albergan en su interior el dulzor de la guayaba.
Claro, no hay Cuba, no hay patria, sin tabacos. Hileras blancas y organizados de cigarros 'La gloria cubana' se ven en sus estanterías.
"Desde el principio el Versailles fue un lugar importante en términos políticos", asegura Randy ahora reunido con sus compinches. "Ahora somos un exilio poderoso y predominante. Pero hace décadas, cuando llegamos, éramos pocos y no teníamos capital. Este lugar, sin embargo, fue nuestra casa y a medida que el exilio creció, creció también el Versailles".
Ahora, incluso que Fidel Castro se ha ido, Versailles tiene grabado en piedra en sus puertas una bienvenida para los cubanos: "La peña del Versailles, para aportar ideas y compartir el sueño de un regreso a la patria que espera".
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Imagen David Maris
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