En las rutas de Arizona y Texas las oportunidades de identificación de los restos de las personas migrantes que mueren varían dependiendo de en qué territorio se encuentren.
Migrantes desaparecidos: ¿Cómo se identifican los restos de un migrante desaparecido en Estados Unidos?
No existe un mecanismo unificado para cruzar el ADN de las familias que buscan con los restos que esperan ser identificados en las morgues de Estados Unidos. Entonces, ¿quiénes y cómo los identifican? Son las organizaciones no gubernamentales las que hacen esfuerzos para devolverles la identidad y dar respuesta a sus familias. Las bases forenses están, las pruebas científicas también. Lo que falta es la voluntad de los Estados.

Arizona tiene sólo cuatro condados fronterizos con México: Cochise, Pima, Santa Cruz y Yuma. Todos menos Yuma dependen del Médico Forense de Pima. Esto hace que los restos de los migrantes desaparecidos estén altamente centralizados en esa oficina forense.
Gene Hernández habla con las manos enlazadas, la placa de sheriff colgada de su cuello, en un español intrincado: “Cuando comencé aquí yo fui la única persona que hablaba español”, dice. Hoy es el supervisor de investigadores médico-legales de muertes del condado de Pima.
El forense dice que, en 22 años de trabajo, el caso que más lo marcó fue el de dos cuerpos que encontraron juntos: una mamá guatemalteca con su hija. Sólo quedaban huesos.
La oficina de Gene da un pasillo que desemboca en un estacionamiento. Ahí, hace más de diez años hay un trailer. El forense abre las dos puertas y baja una escalera plegable con tres peldaños, la acomoda en el piso pegada al borde y sube. Arriba, se pierde entre las filas de cajas de cartón apiladas, una arriba de la otra del piso al techo. Son 200: en cada caja puede haber huesos de una o dos personas.
Por cada caja también hay una familia que espera, en algún país al sur de Estados Unidos.
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En pocos días, los cuerpos de los migrantes dejan de existir en el desierto
Los cuerpos en el desierto se deterioran rápido, en menos de una semana se convierten en huesos. Eso no sólo hace más complejo y más costoso lograr una identificación, también deja a las familias con muchos interrogantes.
"Ellos no quieren creer que es posible que hablaron con su hermana cuatro semanas y ahorita tú estás diciendo que la persona es casi puros huesos -explica Gene-. Habla una familia y te dice: ‘Mi hermana tenía una lunar en la nariz’ y cómo le puedes decir que ya no hay nariz.
En las cajas del tráiler de la morgue de Pima, junto con los huesos, están las últimas pertenencias de los migrantes: ropa hecha girones, zapatillas resecas, hebillas de cinturones oxidados, imágenes de la virgen con una oración en el dorso, billetes, celulares, pequeños papeles con números de teléfono.

“Los restos llegan a través de diferentes organizaciones, le avisan a las autoridades y ellos a nosotros. Puede ser la policía del condado de Pima, de los Tohono Oʼodham (una comunidad nativo americana de la zona), o la patrulla fronteriza”, explica Gene Hernández.
Una vez que los reciben les asignan un número de caso que será el único que tengan hasta que se logre la identificación. Los médicos forenses hacen el primer examen. Luego los especialistas antropólogos intentan determinar la edad, el género, cómo y por qué murieron, si es que pueden averiguarlo. Toda esa información la cargan en la base pública, online y gratuita NamUS, que cualquier persona puede consultar.
A partir de ahí empieza el trabajo más difícil: encontrar a las familias.
¿Cómo una familia puede enviar su ADN para identificar a su migrante desaparecido?
Colibrí Center es una organización que apoya a los forenses de Pima en la búsqueda del ADN de las familias en sus países de origen.
Hay pocos laboratorios que hacen estas pruebas y en los últimos años han aumentado mucho sus precios. Cada muestra de hueso para el cruce genético puede costar 1.375 dólares. Si a eso se le suma el cruce con el ADN de la familia y el reporte puede llegar hasta 4 mil. Colibrí cubría los costos del cruce de ADN gracias al aporte económico que recibía del gobierno mexicano, sumado a las becas y financiamientos filántropos que logran reunir.
Hoy el proceso se da así: Si el cuerpo está en condiciones, se toman las huellas dactilares y se busca si coinciden con alguna registrada en el Sistema Automático de Identificación Dactilar (AFIS). Por ejemplo, si la persona fue detenida en el pasado intentando llegar a Estados Unidos, sus datos se registraron y así pueden lograr la identificación.

Si no hay huellas, porque los restos están muy deteriorados, y no hay ninguna forma de hacer una identificación rápida, se le notifica a Colibrí. La organización se encarga de rastrear a la familia para obtener muestras de ADN. Cuantas más consigan de familiares directos, madre, padre, hermanos, más chances de lograr un match hay.
Si los familiares están en Estados Unidos el equipo de Colibrí intenta recolectar las muestras o pedir a las personas que las envíen por correo. En su canal de Youtube tienen tutoriales para hacerlo. La dificultad que se les presenta es que esos familiares pueden estar como residentes ilegales y tienen miedo de ser deportados si se acercan a las autoridades.
Para estos casos, Colibrí asegura que no los van a reportar. “Nosotros tenemos un código en nuestra base de datos para que los nombres de las personas que dejan ADN no sean accesibles para los médicos de la oficina forense, ni para ninguna organización”, explica Mirza Monterroso, directora del proyecto Migrantes Desaparecidos y ADN de Colibrí Center.
Si los familiares están fuera de Estados Unidos, Colibrí contacta a la red de organizaciones sociales y familiares aliadas, como el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), el Equipo de Estudios Comunitarios y Acción Psicosocial (ECAP) en Guatemala, Fundación para la Justicia (FJEDD) en México, entre otras, para coordinar la toma de muestras. A veces, cuando se puede, también viaja alguna persona de su propio equipo.
“El enfoque de nuestro programa es tomar el ADN de las familias que no han encontrado su ser querido y contrastarlo contra todas las muestras que hay en el laboratorio”. Mirza Monterroso se refiere al Bode Cellmark Forensics, un laboratorio privado en Virginia donde el condado Pima procesa sus muestras. “Sólo de esta oficina forense son alrededor de 1.300 perfiles de personas sin identificar”, explica.
Esta investigación fue realizada gracias al apoyo del Consorcio para Apoyar el Periodismo Regional en América Latina (CAPIR) liderado por el Institute for War and Peace Reporting (IWPR).
