"Era la única salida": la arriesgada huida de 200 jóvenes de las balas de los paramilitares en Nicaragua

Tras la toma de Masaya por policías y paramilitares del gobierno el pasado martes, llegó la persecución de los manifestantes. Para evitar ser baleados o secuestrados por los paramilitares, decenas de jóvenes optaron por huir a una laguna aledaña a la ciudad y jugarse la vida en sus pronunciadas pendientes.

whatsapp-image-2018-05-07-at-112425-am.jpeg
Por:
Wilfredo Miranda Aburto.
Los estudiantes de la Coalición Universitaria hicieron énfasis en que no podrán retornar a los salones de clase sin haber salido de la crisis, que ha cobrado la vida a más de 300 personas. Muchos de los jóvenes que marcharon están amenazados de muerte o tienen orden de captura por su participación en acciones que han sido catalogadas como terrorismo.
Video Universitarios encabezan una marcha para exigir la liberación de los presos políticos en Nicaragua

LAGUNA DE MASAYA, Nicaragua. - El grupo de ‘El Lobo’ tuvo que replegarse a las cuatro de la tarde. El avance de los paramilitares era letal. Ráfaga tras ráfaga contra ellos. La resistencia detrás de la barricada con morteros y bombas de contacto artesanales era inefectiva. Estuvieron escondidos en una casa valorando las rutas de escape. Solo había una: bajar a la Laguna de Masaya, situada al pie del volcán, y sortear sus empinados farallones de hasta 100 metros de altura.

La ciudad fue invadida por paramilitares y policías del gobierno de Daniel Ortega el pasado martes para cumplir uno de los objetivos finales de la denominada “operación limpieza”" quebrar el tranque ciudadano del barrio indígena de Monimbó, uno de los que más resistió en Nicaragua a las embestidas armadas.

PUBLICIDAD

La “limpieza” de Monimbó fue una de las operaciones más fuertes de los paramilitares y policías. Alrededor de 800 efectivos armados rodearon el barrio. Los ciudadanos sabían que el ataque era inminente y sería ejecutado antes del 19 de julio, cuando Daniel Ortega celebró el 39 aniversario de la Revolución Sandinista y declaró que “la batalla por la paz” había sido ganada. Por esa razón, los rebeldes redoblaron esfuerzos preparando municiones artesanales. Los enfrentamientos fueron cruentos. Duraron más de seis horas, y dejaron al menos cinco muertos. ‘El Lobo’ y su grupo no son originarios de Monimbó. Pertenecen a los barrios norteños de Masaya, pero decidieron apoyar al aguerrido barrio indígena, cuna de la insurrección contra la dictadura de los Somoza y estandarte actual de la rebelión cívica contra la administración sandinista.

Imagen Wilfredo Miranda


A simple vista, ‘El Lobo’ es un tipo intimidante como su seudónimo. Rasgos pronunciados y una barba que se ha tupido en estos meses de resistencia en las trincheras que le da un aire de guerrillero de montaña. Pero es un joven profesional de hablar plácido, amable, que revisa constantemente su iPhone. Él es uno de los líderes del grupo de 25 chavalos que decidieron bajar a la laguna. En medio del tiroteo, los jóvenes pensaron que, como los policías y paramilitares no eran de Masaya, no conocían la ruta y les resultaría difícil seguirlos, según le relató ‘El Lobo’ a Univision Noticias. “Sabíamos que iba ser difícil, pero era la única salida de escape”, afirma.

PUBLICIDAD

Los jóvenes de la zona, como ‘El Lobo’, están habituados a la laguna. El cono invertido de origen volcánico colinda con muchos barrios que encuentran en sus aguas sustento alimenticio: pequeños peces mojarras y guapotes, endémicos de estas aguas, cuyo consumo no es recomendado. La Laguna de Masaya está contaminada. En sus abruptas laderas hay basureros. Las aguas residuales que caen han erosionado la roca volcánica dando forma a cascadas fétidas. Pese a su atractivo visual, esta laguna no tiene actividad turística. En parte también por lo salvaje de sus formas. No posee costas y sus laderas cratéricas son tan empinadas, que descenderlas presenta un reto incluso para alpinistas profesionales. A lo largo de la historia, desde tiempos precolombinos, los habitantes de Masaya han tallado gradas en los bajaderos para facilitar el acceso vertical. Pero nadie ha trazado caminos horizontales en las escarpadas laderas. Es zona virgen e indómita.

Cuando 'El Lobo' llegó con sus colegas al bajadero de Monimbó encontraron a otros grupos de rebeldes que habían tomado la misma decisión. Según otros jóvenes con los que conversó Univision Noticias, pero que pidieron anonimato por seguridad, eran alrededor de 200 personas los que descendieron. Los paramilitares comenzaron a seguirlos y ellos bajaron de inmediato. Aunque si se mide en línea recta, la distancia que el ‘El Lobo’ debía recorrer desde Monimbó hasta su barrio era de menos de 4 kilómetros, el trayecto se convirtió una travesía dolorosa y complicada que duró seis horas.

PUBLICIDAD

"No podíamos ni ver donde pisábamos"

Al principio del repliegue, ‘El Lobo’ estaba enérgico. Empujaba a sus compañeros a acelerar el paso antes de que el sol se ocultara. Pero pronto perdió impulso. El grupo no llevaba ni agua ni focos para alumbrarse. La mayoría de los celulares se descargaron y solo uno quedó encendido. Pero era una dispositivo valioso para comunicarse. No podían usarlo para alumbrar.


“Llegamos a un punto donde no había camino, solo unas grandes rocas. Solo estaba el agua. Varios no podíamos nadar y decidimos no arriesgarnos de esa forma. Escalamos las rocas, pero nos tomaba una hora avanzar apenas unos 50 metros”, narró ‘El Lobo’. “No podíamos si quiera ver dónde poner el pie por la oscuridad. Y era peligroso. Las rocas tenían como 20 metros en caída libre”.

Las condiciones físicas, después de cinco horas de enfrentamiento en Monimbó, comenzaron a flaquear pronto en las veredas de la laguna. ‘El Lobo’ fue el que más sufrió. No podía caminar más y les pidió a sus compañeros que lo dejaran allí, encima de una roca en la que cayó de espalda.

“Yo no podía caminar más. Era cuestión de subir rocas, cruzar arroyos, bajar, subir. No es como una costa de una playa que vas caminando recto. Las piernas no me respondían”, recuerda ‘El Lobo’ casi al borde del llanto. “Le doy gracias a mis amigos, que son como mis hermanos, que trataron de hacer una camilla con ramas. Me decían que iban a cargar, y que no me iban a dejar morir allí. Me apoyaron diciéndome que tenia que subir para ver a mi hijo, y a mi abuela”.

PUBLICIDAD

Disparos desde arriba hacia la maleza

Los amigos de ‘El Lobo’ estaban con miedo. Desde arriba, escuchaban disparos de francotiradores hacia la maleza. Los paramilitares no osaron a bajar pero comenzaron a flanquear a ciegas. La “operación limpieza” del gobierno no se acaba con derribar barricadas. Los grupos armados persiguen a los rebeldes para apresarlos o para asesinarlos. Es una cacería casa a casa que ha sido denunciada por organismos de derechos humanos.

José Miguel Vivanco, con una trayectoria de décadas de trabajo en temas de violaciones a los derechos humanos, calificó la situación de Nicaragua como “extrema”. “Disparan a matar y secuestran civiles”, señaló. Afirma que la presión internacional puede ayudar a una salida de esta violenta crisis que azota al país centroamericano.
Video “Descarada, brutal y despiadada” es la represión de Daniel Ortega en Nicaragua, según el director de Human Rights Watch


“El Mecanismo Especial de Seguimiento para Nicaragua (Meseni) documentó actos de represión selectiva por medio de detenciones arbitrarias, por medio de allanamientos ilegales de viviendas en busca de personas que participaron en protestas y tranques y opositores”, denunció la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en un informe publicado hace una semana, cuando la “operación limpieza” arrasó con los 136 tranques que habían en Nicaragua.

Univision Noticias bajó a la laguna con los jóvenes a través del bajadero “La Puerta del Cielo”, por donde ‘El Lobo’ pudo al fin salir. Es un terreno pronunciado, de estrechos pasadizos en la roca salvaje, con precipicios de vértigo. Antes de llegar a este sitio, el grupo de jóvenes se perdió. Llegaron a un sitio donde no habían tantos árboles y la luz de la luna, que rebotaba en el espejo de agua, les permitió verse después de horas de oscuridad. Iban mugrosos, cortados por las rocas, deshidratados, desmoralizados. La brújula del instinto estaba desconcertada. Ellos pensaban que caminaban hacia el norte, a la “La Puerta del Cielo”, pero iban en dirección errónea.

PUBLICIDAD

Un hombre con un machete los encontró y ellos se paralizaron del miedo. “¿Un paramilitar?”, se preguntaron. No. Era un campesino que buscaba a un familiar que había estado en las protestas. El hombre los ayudó a tomar el rumbo correcto y les dio de beber agua de la laguna, porque la sed los exprimía. “Pero esa agua está contaminada”, reparó ‘El Lobo’. “Es eso o se mueren de sed”, regañó el campesino.

Al retomar el rumbo, llamaron con el celular con carga a otros rebeldes que estaban en el barrio. Les explicaron la situación. Diez de esos muchachos bajaron por “La Puerta del Cielo” a buscarlos. Ellos sí llevaban focos y agua. Poco después los encontraron, cargaron a ‘El Lobo’ y lo subieron a la superficie de Masaya. Pero no había alivio aún. En la esquina, los paramilitares resguardaban a la pala mecánica que botaba una de las barricadas que había quedado en el barrio. La hermana de ‘El Lobo’ relató que ella y su abuela estaban sumidas en la incertidumbre sobre el paradero de su hermano, cuando alguien tocó la puerta. Era ‘El Lobo’. “Venía muy sudado, sucio, como si lo habían sacado de un lodazal. Le preguntamos qué le había pasado pero no quiso decirnos nada”, dijo la joven.

‘El Lobo’ se desplomó en una butaca, pidió que lo dejaran solo y comenzó a llorar desconsoladamente. “Eran sentimientos encontrados. Lloraba por todo: porque pensaba que no iba a volver a mi casa, por cómo nos ganaron el territorio, por los cuatro chavalos que mataron, por dos compañeros heridos, lloraba por la situación que vivimos en la laguna”, cuenta ‘El Lobo’ una semana después de la travesía.

PUBLICIDAD

Los 200 rebeldes que huyeron por la laguna han salido de Masaya. La ciudad está militarizada y la represión selectiva continúa. Tanto ‘El Lobo’ como mucho de los otros jóvenes, están en casas de seguridad y otros han huido a Costa Rica. Las oleadas migratorias de refugiados políticos han aumentado durante esta crisis en Nicaragua, que deja más de 300 muertos, según organismos de derechos humanos. Solo Masaya ha aportado 36 muertos a esta lista fatídica.

La lucha de los masayas ha sido una de las mas fieras contra la represión del gobierno. En Masaya, la normalidad vuelve poco a poco. Fue una de las ciudades más golpeadas por los enfrentamientos. La devastación queda patente en sus comercios clausurados y calles dañadas. La paz de la que habla el gobierno es una paz con balas que es garantizada por los paramilitares armados con fusiles de guerra. Ellos patrullan las calles de la ciudad, y el temor entre los rebeldes que se niegan a abandonar sus casas está presente, pero no es más grande como “las ganas” que tienen de volver a levantar barricadas, coinciden.

“No nos han ganado. Pueden quitar las barricadas, los adoquines, el territorio, incluso quitarnos hermanos, pero no nos quitaron la convicción de ver nuestra patria libre. Nos quitaron el miedo. Masaya no se ha rendido”, desafió ‘El Lobo’.

Desde primera hora de la mañana del pasado martes, la ciudad de Masaya, aledaña a Managua, se convirtió en escenario de una operación combinada de policías y paramilitares para desarticular las barricadas de los ciudadanos que se rebelan a Daniel Ortega. En la imagen, un grupo de paramilitares muestran sus armas victoriosos delante de la iglesia de San Sebastián de Masaya, donde hasta la toma de la ciudad, había un memorial a las víctimas de la represión en ese municipio que fue tumbado por estos hombres ilegalmente armados afines al gobierno.
La "operación limpieza", como llama el gobierno al levantamiento violento de los tranques, en el barrio indígena de Monimbó dejó al menos tres muertos y dio paso a una cacería de los ciudadanos que estaban tras las barricadas. Los vecinos reportaron que un grupo de 300 personas, en su mayoría jóvenes, huyeron a las montañas. El miércoles, la ciudad apareció tomada por paramilitares con pasamontañas y armas largas que celebraban la toma de la ciudad.
Según la periodista del diario La Prensa Cinthya Torrez, estos grupos ilegales armados afines al gobierno "se han encargado de borrar todo lo que huele a la lucha del pueblo".
Ahora, la población tiene que hacer su vida cotidiana entre estos hombres armados que cubren sus caras con pasamontañas.
Tras la toma de la ciudad, las banderas azules y blancas que usaban los manifestantes fueron sustituidas por la roja y blanca representativa del sandinismo.
Según reporta La Prensa, los paramilitares ahora custodian la casa que sirvió de puesto médico para atender a los heridos de la represión. Los paramilitares y los policías también mantienen el dominio de la placita de Monimbó.
Monimbó es un barrio muy simbólico para el sandinismo puesto que fue el lugar donde en 1978 fue gestada la insurrección final contra la dictadura de Anastasio Somoza.
<br>
La ciudad también se convirtió en uno de los símbolos de las protestas que han sido fuertemente reprimidas en todo el país. Monimbó fue el último barrio que mantuvo sus barricadas en pie.
<br>
El ataque a Masaya ocurrió dos días antes del 19 de julio, una fecha emblemática en la narrativa sandinista: la conmemoración del triunfo de la Revolución Sandinista. Esta fecha es la más importante para el gobierno de Daniel Ortega, ya que es cuando realizaba el acto de masas más grande del año.
Antes de esa celebración, el gobierno de Ortega decidió “limpiar” el país de tranques, mientras ha ordenado repetir la consigna “Daniel se queda”, en respuesta a la demanda popular de que “se vaya” del poder.
Tras el ataque a Masaya, los vecinos aseguraron que un grupo de ciudadanos, principalmente jóvenes, huyeron por veredas para tratar de evitar la "caza de brujas" emprendida por el gobierno para tratar de capturar a quienes estaban tras las barricadas.
La crisis política en la que está sumida Nicaragua desde mediados de abril ya ha dejado más de 
<a href="https://www.univision.com/noticias/america-latina/ortega-desata-una-brutal-ofensiva-contra-ciudades-rebeldes-tras-asegurar-que-no-dejara-el-poder">300 muertos</a>, principalmente por la represión de las protestas de parte de la policía y paramilitares progubernamentales.
La crisis estalló cuando el presidente Daniel Ortega, un exrevolucionario de izquierda de 72 años, decretó una reforma del sistema de seguridad social que redujo los beneficios y aumentó los impuestos, pero desde entonces se transformó en un levantamiento popular para poner fin a su gobierno.
<br>
1 / 13
Desde primera hora de la mañana del pasado martes, la ciudad de Masaya, aledaña a Managua, se convirtió en escenario de una operación combinada de policías y paramilitares para desarticular las barricadas de los ciudadanos que se rebelan a Daniel Ortega. En la imagen, un grupo de paramilitares muestran sus armas victoriosos delante de la iglesia de San Sebastián de Masaya, donde hasta la toma de la ciudad, había un memorial a las víctimas de la represión en ese municipio que fue tumbado por estos hombres ilegalmente armados afines al gobierno.
Imagen Jorge Torres / EFE
En alianza con
civicScienceLogo