Una madre se reencuentra con su hijo 32 años después de que fue robado

En 1988, Jhonatan, de entonces 3 años, fue sustraído de su casa en un barrio de Bogotá y unos días más tarde fue adoptado ilegalmente por una pareja noruega. Los esfuerzos de uno de sus hermanos para encontrarlo lo reunieron de nuevo con su familia biológica.

Julio Godínez
Por:
Julio Godínez.
Samuel Mendoza, de 14 años, abrió una cuenta en Twitter para publicar sus dibujos y ayudar a su mamá con los gastos del hogar. Él sueña con comprarle una casa y una bodega a su madre para que ella no trabaje más en la calle. Su historia conmovió a muchos y comenzó una ola de ayuda.
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John miró a la distancia a Ana y no se reconoció. Tampoco la calle del barrio bogotano por la que avanzaba sonriente, pero nervioso, sobre una alfombra carmesí y música de mariachi de fondo. Ese 8 de enero de 2020, las miradas de rostros también desconocidos para él atestiguaron su reencuentro con su madre, 32 años después de haber sido robado de ese mismo lugar.

I missed you a lot, son of mine. Welcome home. I love you (Te extrañé muchísimo, hijo mío. Bienvenido a casa. Te amo), leyó John aún a la distancia en el cartel que Ana sostenía entre sus manos.

John Erik Aarsheim camina junto a su hermano, Juan, en el barrio de Minuto de Dios para encontrarse con su madre. Ambos estuvieron separados 32 años porque John fue robado por un conocido de la familia.
John Erik Aarsheim camina junto a su hermano, Juan, en el barrio de Minuto de Dios para encontrarse con su madre. Ambos estuvieron separados 32 años porque John fue robado por un conocido de la familia.
Imagen Cortesía Bård Bøe/ Bergens Tidende.

Al llegar frente a su madre, el tiempo, las dudas y las miles de millas que los separaron quedaron borradas. Todo se aclaró para él: nadie lo había tirado a la calle, como le dijeron a su familia adoptiva que ocurrió en Colombia; en realidad había sido arrebatado de su familia y de la mujer a quien inspeccionaba curioso intentando recordarla.

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Ana, por su parte, miró brevemente al hombre alto, apuesto y atlético de 33 años que tenía frente a ella. Entonces no tuvo duda, se trataba de su hijo Jhonatan, quien fue sustraído de su casa cuando ella tenía solo 22 años.

Los presentes, familia, amigos y vecinos del barrio Minuto de Dios, rompieron en llanto emocionados por el momento. Entre ellos, se encontraba el otro responsable de que aquel encuentro tuviera lugar, Juan, quien junto a Alfonso, el otro hermano, en 1987 había visto cómo John fue robado de su casa por un conocido.

Ana Jiménez, madre biológica de John Aarsheim, al esperar el reencuentro con su hijo en el barrio Minuto de Dios, Bogotá.
Ana Jiménez, madre biológica de John Aarsheim, al esperar el reencuentro con su hijo en el barrio Minuto de Dios, Bogotá.
Imagen Cortesía Bård Bøe/ Bergens Tidende.

Engaño de un conocido

El 25 de septiembre de 1988 la vida de la familia de Ana Jiménez cambió por completo.

Ese día, Alfonso jugaba en el jardín de su casa de Minuto de Dios con Jhonatan, su hermano de entonces 3 años, a quien le habían encargado mientras su madre atendía unas visitas.

En algún momento, Alfonso, de entonces 7 años, vio llegar a Camilo Guzmán, un hombre que ya había visto antes al ser amigo de la entonces pareja sentimental de su madre, un policía que abusaba de ella.

Juan, por su parte, miraba curioso a sus hermanos desde una ventana de la planta alta de la casa. El niño de entonces 5 años también observó a Camilo. Lo vio decirle algo a Jhonatan y tomarlo de la mano para llevárselo de ahí.

El hombre condujo al niño bajo el engaño de llevarlo a comprar dulces hasta el final de la calle, de donde desaparecieron sin que ninguno de los dos hermanos alertara a su madre por temor a un regaño al encontrarse ocupada.

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Una hora más tarde, Ana se dio cuenta de la ausencia de Jhonatan.

La mujer comenzó a buscarlo preocupada hasta que Alfonso y Juan le narraron lo que había ocurrido. De inmediato, la mujer llamó a sus familiares para narrarles lo que había ocurrido, pero fue muy tarde.

Ana quiso denunciar a Camilo y a su entonces pareja, pero temió que le pudieran hacer daño al niño, a ella y al resto de sus hijos.

John Erik Aarsheim se funde en un abrazo con su madre al reencontrarse 32 años después de que fue robado en Colombia para después ser adoptado por una familia noruega.
John Erik Aarsheim se funde en un abrazo con su madre al reencontrarse 32 años después de que fue robado en Colombia para después ser adoptado por una familia noruega.
Imagen Cortesía Bård Bøe/ Bergens Tidende.

Visita inesperada

En 1994, siete años después de que Jhonatan fuera sustraído de su casa, Camilo Guzmán se apareció súbitamente por la casa de Ana.

En ese momento, él le confesó que se había llevado al pequeño por órdenes de su expareja. Dijo que una familia se lo habían llevado a Estados Unidos y que se encontraba bien porque eran gente adinerada.

Juan, ya de 12 años, escuchó la conversación de su madre con aquel hombre en la sala de su casa. La inesperada visita avivó el profundo deseo de encontrar a su hermano. Sin embargo, tuvieron que pasar 12 años para que Juan pudiera obtener la primera pista que lo llevara a conocer lo que había sucedido con Jhonatan.

En 2007, Juan consiguió trabajo como actor en Estados Unidos. En ese entonces, Ana encontró entre algunos papeles que guardaba el apellido de Camilo, información que compartió con su hijo.

Juan halló en Facebook el perfil de aquel hombre que no habían vuelto a ver; no obstante, algunas publicaciones le hicieron saber que, seis meses atrás, Camilo había muerto.

Juan descifró algunos perfiles que resultaron ser de una de las hijas de Camilo, a quien le escribió diciéndole que sospechaba ser hijo de él y le pidió una reunión, encuentro que ocurrió. Durante su conversación, ella le confesó que sí recordaba a Jhonatan, que solo había estado de paso por su domicilio cuando su padre lo llevó, pero que luego se lo había llevado a casa de una tía donde había pasado una noche.

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Juan pudo dar con la tía a la que la hija de Camilo se refería. Ella le confirmó que Jhonatan efectivamente había pasado una noche con ella porque Camilo lo había llevado ahí. Además le dijo que quiso adoptarlo, pero que el niño no contaba con registro civil y que, a la mañana siguiente, se lo había vuelto a llevar.

Dos recuerdos

John Erik Aarsheim está ahora en Bogotá. Vía telefónica, asegura a Univision Noticias que tiene dos únicos recuerdos de su niñez en Colombia.

El primero es de tres personas en el orfanato donde fue llevado. La otra, el de la noche en que fue recogido por sus padres adoptivos que venían desde Noruega para llevarlo con ellos.

“Recuerdo la primera noche en que me recogieron. Estuve llorando, estaba confundido”, cuenta. “Es el único recuerdo que tengo”.

El orfanato al que John se refiere es donde Camilo lo dejó al siguiente día de haberlo extraído de su casa.

Antes de cumplir 4 años, el pequeño fue adoptado por una pareja noruega a través de una agencia que por entonces coordinaba esos trámites con familias extranjeras, muchas veces con pagos de dinero de por medio, un procedimiento que desde 2013 está totalmente prohibido por la ley colombiana al ser firmante del Acuerdo de la Haya, el cual regula las adopciones internacionales.

John asegura que sus padres adoptivos nunca estuvieron al tanto de que el procedimiento que siguieron era ilegal y que estaban llevando con ellos a un bebé robado.

“Creo que no sabían. No tuvieron suficientes elementos para saber qué es lo que estaba sucediendo. Los gobiernos estaban permitiendo que esto sucediera, pero sin hacer investigaciones suficientes para saber por qué estaba ocurriendo”, señala.

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Rastreo genético

Los años transcurrieron sin que Juan tuviera más elementos para dar con su hermano Jhonatan.

Fue hasta mediados de 2018 cuando Juan recibió un correo electrónico de una compañía de rastreo de código genético llamada ‘My Heritage’. En él le explicaban que estaban donando kits para realizarse pruebas de ADN a personas que tuvieran familiares desaparecidos.

Juan respondió el correo contando la historia de su familia. En respuesta, recibió el paquete de la compañía para realizarse la prueba y registrar su información genética en una base de datos que incluye a millones de usuarios de todo el mundo.

Durante un año y medio nada ocurrió con aquella prueba que Juan se realizó con la esperanza de obtener alguna información sobre su hermano.

Alfonso abraza a su hermano John al reunirse en un barrio de Colombia.
Alfonso abraza a su hermano John al reunirse en un barrio de Colombia.
Imagen Cortesía Bård Bøe/ Bergens Tidende.

A más de 5,000 millas de distancia, en Noruega, John Aarsheim, abogado de profesión, vio en su bandeja de entrada un correo electrónico con los resultados de la segunda prueba de ADN que se realizaba en su vida.

A diferencia del primer examen que se hizo con otra compañía, el cual se realizó para buscar a algún familiar sin éxito, esta vez se había realizado el examen para conocer si era propenso a padecer alguna enfermedad al ser un hijo adoptado por una familia de una provincia noruega y no conocer a sus antepasados.

John leyó sorprendido el asunto del correo de ‘My Heritage’: “Estas son tus coincidencias”. Lo abrió y vio que en la lista enviada se encontraba en primer lugar Juan, quien, decía, podía ser medio hermano, tío o sobrino. En la misma comunicación, John encontró la opción de ponerse en contacto con la persona. Sorprendido hasta las entrañas, le escribió.

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El 2 de diciembre de 2019 Juan recibió al otro lado del mundo el mensaje de John: “¡Oye! Soy John, de 34 años y actualmente vivo en Noruega. Fui adoptado en un orfanato en Colombia a la edad de cuatro años. No tengo familia conocida, lo cual es parte de la razón por la que tomé este examen… El resultado sugiere que eres mi medio hermano, tío o sobrino, así que a menos que tú también seas adoptado, ¡parece que estoy muy cerca de encontrar más información sobre lo que me pasó en Colombia en los años 80!”

Lo que ocurrió después fue el intercambio de información hasta que Juan no tuvo duda de que John era Jhonatan. Dos días después, Juan le habló a su madre para contarle que había encontrado a su hermano.

Incrédula, Ana le preguntó si hablaba de Jhonatan, Juan le dijo que sí. Cuando colgó, la mujer gritó, le dio gracias a Dios, brincó de alegría y llamó a toda su familia y amigos.

Antes del encuentro con Ana, Juan viajó a principios de enero de 2020 a Noruega para abrazar a su hermano por primera vez en 32 años, conocer a su familia adoptiva y viajar juntos a Colombia para reencontrarse con su madre.

John Aarsheim con sus hermanos y su madre en Bogotá.
John Aarsheim con sus hermanos y su madre en Bogotá.
Imagen Cortesía Bård Bøe/ Bergens Tidende.

De la sombra a la luz

También desde su casa en el barrio Minuto de Dios, Ana Jiménez dice a Univision Noticias que los 32 años de espera para abrazar a su hijo fueron muy duros.

“Está uno que no sabe ni dónde ni cómo ni por qué ni nada. Es una oscuridad de no saber si está bien o está mal, cómo está. Es algo que uno no le desea a nadie”, sostiene vía telefónica mientras espera que otro grupo de periodistas coloque sus cámaras posición en el salón de su casa para realizar otra entrevista para contar su historia.

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Ana Jiménez, ahora de 55 años, asegura con voz alegre y voces de fondo que nunca perdió la fe en hallar a su hijo y que su reencuentro fue maravilloso.

Ana Jiménez mira a su hijo en una chiva, un autobús tradicional de Colombia, mientras pasean por Bogotá el 8 de enero de 2020 al reencontrarse después de 32 años.
Ana Jiménez mira a su hijo en una chiva, un autobús tradicional de Colombia, mientras pasean por Bogotá el 8 de enero de 2020 al reencontrarse después de 32 años.
Imagen Cortesía Bård Bøe/ Bergens Tidende.

“Para uno sigue siendo su bebé. Como dicen, la sangre tira y pues en ese momento no hubo palabras sino en un abrazo se manifestó todo el amor de parte y parte porque ni él me entendía el idioma ni yo se lo entendía a él. En un abrazo nos manifestamos todo el amor”.

John estuvo 14 días en Colombia en enero de 2020, después volvió y se quedó atrapado por la pandemia de covid-19 hasta ahora junto a sus cuatro hermanos y su madre, quienes comienza a reconocer como su familia y describe como “gente maravillosa”.

Dice que quiere aprender español para comunicarse con todos, que ha sido difícil adaptarse a los hábitos de Colombia, donde todo es más relajado que en Noruega, donde todo está agendado.

John concluye diciendo que tiene la esperanza de que una vez que pase la pandemia, pueda llevar a toda su familia a Noruega con él para enseñarles donde creció y vivió.

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Christopher Álvarez es un joven de 23 años que padece enanismo tanatofórico, una rara enfermedad que afecta el desarrollo del esqueleto y en el cual crecen los órganos pero no la caja toráxica.
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El joven de origen colombiano ha desafiado todos los pronósticos que estipulan que la mayoría de los niños que sufren esta enfermedad mueren al nacer o no llegan a cumplir los 10 años de edad.
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Por eso, aunque muchas veces su estado físico no es el mejor y tiene que luchar, mientras su madre dice que es muy duro verlo casi ahogarse, él agradece la oportunidad de estar vivo para seguir cumpliendo muchas metas que parecían inalcanzables.
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