EEUU abandona oficialmente el Acuerdo de París, el gran pacto contra el calentamiento global en el que están presentes todos los grandes países

La retirada de EEUU del Acuerdo de París se consuma precisamente hoy, un día después de las elecciones. El demócrata Joe Biden prometió volver a entrar en este pacto si sale elegido presidente, mientras que otros cuatro años con políticas similares a las implementadas Donald Trump socavarán los esfuerzos para controlar el calentamiento global.

Natalia Martín Cantero
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Natalia Martín Cantero.
El mandatario fue cuestionado sobre la razón por la que eliminó el plan de energía limpia del gobierno Obama y aseguró que el programa "estaba subiendo los precios energéticos". También, se refirió a lo que piensa hacer sobre este tema en los próximos cuatro años si es reelecto y afirmó que lo que quiere es "agua y aire limpios". También habló sobre los incendios en California e indicó que se pueden evitar dándoles un buen manejo a los bosques. Más información aquí.
Video Trump reconoce que la contaminación y la emisión de gases contribuyen al calentamiento global, pero "hasta cierto punto"

Las elecciones presidenciales no son el único evento crucial en la agenda planetaria de esta semana. El 4 de noviembre es una fecha importante para todo el mundo ya que es el día en el que Estados Unidos se coloca, de manera oficial, del lado de Eritrea, Irán, Irak, Libia, Sudán del Sur, Turquía y Yemen, los únicos países que no se han sumado al pacto de París.

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La fecha del 4 de noviembre añade dramatismo pero se debe a varias cláusulas incluidas en el acuerdo climático, que suscribió Barack Obama en abril de 2016.

Uno de los artículos del Acuerdo de París —que busca mantener el incremento de la temperatura media global por debajo de los 2.0 C (3.6 F)— establece que ningún país firmante podía solicitar el retiro hasta pasados tres años de la entrada en vigor de este acuerdo (es decir, el 4 de noviembre de 2019) y que, en el caso de petición de retirada, esta no sería efectiva hasta pasado un año de su presentación (es decir, no antes del 4 de noviembre de 2020).

Biden prometió volver a entrar en el pacto si sale elegido presidente. El contendiente demócrata también hizo promesas para relanzar la agenda verde y se comprometió a establecer una meta de cero emisiones netas de carbono en el horizonte de 2050.

Aunque sus intenciones podrían quedar comprometidas por un Senado de mayoría republicana, y muchas de sus promesas proceden del fragor electoral en una temporada en la que los incendios arrasaron millones de hectáreas en California, Oregon o Washington (además de la inusual temporada de huracanes en el Atlántico), la victoria de Biden sería tambien un triunfo para el medio ambiente. Un informe elaborado por la Universidad de Maryland y el Rocky Mountain Institute el año pasado estimaba que, si Trump perdiese las elecciones y ocupase su lugar un mandatario no negacionista del cambio climático, en el año 2030, Estados Unidos podría reducir sus emisiones un 49% con respecto a 2005.


Mientras tanto, algunos tienen pocas dudas de que una segunda victoria de Trump afectaría los esfuerzos contra el calentamiento global, y tendría consecuencias devastadoras más allá de las fronteras de Estados Unidos.

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Trump, que se ha referido al cambio climático como “un cuento de China para perjudicar la economía estadounidense”, se ha esforzado por desmantelar acciones contra el calentamiento global en sus cuatro años de mandato.

Además de organizar la salida del Acuerdo de París, el equipo de Trump desmontó en sus cuatro años de mandato las regulaciones impuestas a las industrias más contaminantes; dio permisos para explotar parajes naturales protegidos de Alaska; hizo saltar por los aires los requisitos medioambientales para oleoductos e ignoró la protección de especies en vías de extinción y tierras amenazadas, entre otras muchas acciones.

En total, ha derogado un centenar de regulaciones que ponen límites a las actividades más sucias y contaminantes. Las consecuencias de estas acciones se extenderán más allá de su presidencia, incluso si él no sale reelegido.

Además, ha situado en puestos clave de importantes organismos federales —como la Agencia de Protección Ambiental— a negacionistas del cambio climático y personas vinculadas a la industria de los combustibles fósiles.

El movimiento We are still in “seguimos dentro todavía”, en inglés, formado por 25 estados, 534 ciudades y más de 2,000 empresas e inversores, además de organizaciones culturales, educativas, de salud y religiosas, se ha encargado durante este tiempo de frenar en la medida de lo posible la lucha contra el cambio climático a pesar de Trump. Su presencia no es baladí: si fuera un país, esta coalición sería la segunda economía más grande del mundo.

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Los niveles de oxígeno en los océanos a nivel mundial han disminuido un 2% entre 1960 y 2010 y se prevé que para el año 2100 esa cantidad se reduzca entre un 3% y un 4% adicional a causa del calentamiento global. Esto traería consecuencias dramáticas para la vida humana y el entorno natural.
Estos datos forman parte de un alarmante informe titulado "La desoxigenación de los océanos: un problema de todos" que fue presentado este sábado en la XXV Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, en Madrid (COP25).
El informe, presentado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés), asegura que el oxígeno en los océanos se está perdiendo a un ritmo sin precedentes, con la proliferación de "zonas muertas" y cientos de áreas en peligro.
La pérdida de oxígeno oceánico está estrechamente relacionada con el calentamiento y la acidificación de los océanos causados por el aumento de dióxido de carbono (CO2), derivado a su vez de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y de la llamada fertilización de los océanos.
En un planeta cada vez más caliente también se calientan las aguas. El agua más cálida retiene menos oxígeno y el calentamiento causa estratificación, por lo que hay menos mezcla vital de las capas ricas y pobres en oxígeno.
Pero la agricultura intensiva también juega un papel importante. Cuando el exceso de fertilizantes artificiales de los cultivos o el estiércol de la industria cárnica pasan de la tierra hacia los ríos y mares, alimentan a las algas y estas florecen, provocando luego el agotamiento del oxígeno a medida que se descomponen.
La sobrepesca, así como la creciente marea de plásticos, microplásticos y otros contaminantes, ya afecta severamente a los océanos, que son aproximadamente un 26% más ácidos que en épocas preindustriales, debido a la absorción del exceso de dióxido de carbono en la atmósfera.
Los tiburones, el atún, el pez espada y otras especies de peces grandes corren un riesgo mayor, dijeron los científicos, ya que necesitan más oxígeno para sobrevivir. La evidencia muestra que los bajos niveles de oxígeno los obligan a moverse hacia la superficie y hacia áreas menos profundas, donde son más vulnerables a la pesca.
Según el informe, el promedio mundial de desoxigenación esconde cambios locales que podrían ser más severos en latitudes medias o altas. De esta forma, algunas simulaciones de modelos océanicos proyectan para el año 2100 una disminución de hasta un 7% en los niveles de oxígeno en un escenario sin cambios.
El estudio presentado en la Cumbre del Clima en Madrid identificó más de 900 zonas costeras y mares semicerrados en todo el mundo que son objeto de los efectos de la eutrofización (enriquecimiento excesivo de las aguas con nutrientes o materia orgánica). De ellas, más de 700 tienen problemas de hipoxia (falta de oxígeno).
El volumen de aguas completamente agotadas de oxígeno se ha cuadruplicado en las últimas décadas, según el informe.
Los investigadores señalan que la combinación de la hipoxia inducida por la eutrofización se puede revertir si se adoptan las medidas necesarias, pero la hipoxia causada por el calentamiento global es más difícil de combatir.
El Mar Báltico y el Mar Negro son los mayores ecosistemas marinos semicerrados cuyo contenido de oxígeno es bajo. Entre los últimos 50 y 100 años la desoxigenación también se ha expandido en la mayor parte del Atlántico e incluso en los mares conectados, como el Mediterráneo.
Proteger la vida marina podría ayudar a que los océanos funcionen mejor, absorbiendo más carbono y proporcionando barreras contra el aumento del nivel del mar y las marejadas ciclónicas, como son los manglares y los arrecifes coralinos.
Para la experta Lisa Levin, "sí existen soluciones", pero estas pasan necesariamente por una "mayor ambición" en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, un objetivo que está en manos de los gobiernos "a través de múltiples vías". Levin también apuntó a la necesidad de reducir los vertidos procedentes de la agricultura, la industria o las aguas residuales y evitar "otras fuentes de estrés para los océanos", como la contaminación y la sobrepesca.
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Los niveles de oxígeno en los océanos a nivel mundial han disminuido un 2% entre 1960 y 2010 y se prevé que para el año 2100 esa cantidad se reduzca entre un 3% y un 4% adicional a causa del calentamiento global. Esto traería consecuencias dramáticas para la vida humana y el entorno natural.
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