DALLAS, Texas. Gabriel Golindano tenía 31 años y apenas seis meses en Estados Unidos. El venezolano murió durante la madrugada del 8 de mayo, acostado junto a su pareja, por una bala que no era para él.
Venezolana cruzó fronteras con su pareja para empezar de cero en Texas: una noche, despertó sola y cubierta de sangre
Una bala perdida le quitó la vida a Gabriel mientras dormía junto a su pareja en Dallas. Habían migrado desde Venezuela buscando un futuro mejor. Esta es la historia del dolor que dejó su partida y el miedo que ahora acompaña a quienes solo querían vivir en paz.
Eran cerca de las 2:00 de la mañana cuando Joana se despertó asustada por una ráfaga de disparos. Estaba acostada junto a Gabriel, su pareja desde hace 12 años.
Un minuto antes, todo era calma. Un minuto después, su vida se partió en dos.
“Me asusté. Empecé a llamarlo porque siempre que pasaba algo, él era el primero que se levantaba. Pero esta vez no respondía. Lo moví y ya estaba lleno de sangre”, contó Joana, con la voz quebrada, en entrevista con Noticias 23 DFW.
Joana había migrado con Gabriel a Dallas en busca de paz
Gabriel Alejandro Golindano Álvarez tenía 31 años. Había llegado a Dallas hacía seis meses desde Maturín, Venezuela, con la esperanza de empezar una vida mejor.
Vivía con Joana en un apartamento en West Oak Cliff, y trabajaba como ayudante de panadero en la cadena Fiesta.
El jueves 8 de mayo se acostó a dormir. No volvió a despertar.
La policía de Dallas reportó que el tiroteo ocurrió en un complejo de apartamentos ubicado en Spruce Valley Lane, en la zona oeste de la ciudad.
Según las autoridades, los disparos iban dirigidos al apartamento del primer piso. Pero varias balas atravesaron paredes, muebles y techos.
Una de ellas impactó directamente a Gabriel, que dormía en el apartamento de arriba.
“Nunca fue con nosotros. Fue con los de abajo. Pero la bala subió y lo alcanzó”, explicó Joana.

“Solo trabajábamos y regresábamos a casa”: Joana
Joana contó que ambos habían llegado del trabajo, cenaron y se acostaron como siempre.
“Él puso una película, yo revisaba el teléfono y nos dormimos. Nunca nos imaginamos algo así. Nosotros solo trabajábamos y regresábamos a casa”, comentó la joven venezolana.
Joana y Gabriel llevaban más de una década juntos. En Venezuela vivían en Monagas, al oriente del país, y decidieron emigrar a Estados Unidos en busca de oportunidades.
Su proceso de asilo estaba en marcha: tenían audiencia programada en corte migratoria para el próximo año.
“El sueño de nosotros era simple: tener nuestras cosas, un mejor futuro, poder estar tranquilos”, dijo Joana.
Gabriel era un joven reservado, fanático del fútbol y entregado al trabajo, dijo.
“ Todo era trabajo y casa, casa y trabajo. Era muy dedicado. Y sobre todo muy bueno conmigo. Muy amoroso”.
La madrugada del tiroteo, Joana no solo perdió a su pareja: perdió también la seguridad de su entorno.
“Siempre decían que por ahí vendían drogas, pero nosotros no nos metíamos con nadie. Entrábamos y salíamos. Nunca pensamos que una bala nos iba a alcanzar en nuestra cama”.

“Mi hijo no merecía morir así”: su madre clama justicia desde Venezuela
Desde Venezuela, la madre de Gabriel, Nerys Ceballos, expresó su dolor y pidió ayuda para poder repatriar el cuerpo.
“Mi hijo no merecía morir así. Él solo quería trabajar, ayudar a su familia y salir adelante”, se lee en redes sociales.
El traslado del cuerpo a su país de origen es costoso, y la familia no cuenta con los recursos suficientes.
En cuestión de horas, varios grupos de venezolanos en Estados Unidos comenzaron a organizar campañas de recaudación para apoyar con los gastos.
Joana, por su parte, se enfrenta a un duelo sin respuestas. Hasta ahora, la policía de Dallas no ha reportado arrestos ni ha confirmado quiénes fueron los responsables.
Solo le devolvieron el teléfono de Gabriel y le informaron que el caso sigue en investigación.
“Me dijeron que fue un enfrentamiento. Pero yo solo sé que él no tenía nada que ver. Estaba dormido. A mi lado”, repite Joana.

Cuando se le pregunta qué fue lo último que hablaron, Joana guarda silencio. Después de unos segundos, lo recuerda: “Esa noche, él me preguntó si yo estaba triste. Le dije que no. Y se acostó a dormir”.
“Si pudiera decirle algo, solo le diría que lo quiero y lo amo mucho. Y que gracias por todo”.
Joana aún no sabe qué pasará con su proceso migratorio, ni cómo será su vida ahora, sola, en un país que le dio esperanza y también dolor.
Pero sí sabe que no quiere que el nombre de Gabriel se pierda en el silencio.
“Él era mi vida. No era un número más. Solo quería estar conmigo, trabajar y vivir”.







