“Hay zonas de la frontera en las que o trabajas para la Border Patrol o para el cartel”

Francisco Cantú, quien laboró por cuatro años para la Patrulla Fronteriza en Arizona y Texas, develará en un nuevo libro las claves de esa agencia migratoria, que Trump quiere hacer crecer con 5,000 nuevos agentes.

Por:
Univision
El ex agente fronterizo Francisco Cantú.
El ex agente fronterizo Francisco Cantú.
Imagen Juan Serrano Corbella

Sentado ante una cerveza en el moderno mercado de San Agustín, en Tucson, donde vive, Francisco Cantú no cuadra con la imagen de un agente fronterizo.

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Con su camisa y pantalones arremangados, su peinado cuidadosamente descuidado y su bigote, parece un joven hipster más. Pero fue durante cuatro años uno de los hombres que patrullaba el desierto de Arizona, su estado natal, donde el año pasado la patrulla detuvo a más de 64,000 personas.

Cantú dejó el trabajo porque le ofrecieron una beca en Holanda para estudiar políticas de asilo, pero confiesa además que sufría pesadillas. Soñaba que disparaba a los migrantes, algo que nunca hizo, o que se encontraba cuerpos descuartizados por la mafia.

Durante sus años como patrullero en Arizona aparecían más de 200 cadáveres al año en el desierto de Sonora. Él solo vio uno pero todavía lo recuerda: un hombre que viajaba con su sobrino de 19 años y otro joven de 16 y falleció en la travesía. Los dos jóvenes permanecían junto al cuerpo y él debía detenerlos para que después fueran deportados.

También recuerda hoy al matrimonio del estado mexicano de Guerrero, ella embarazada, que le suplicó que hiciera la excepción que no hizo y los dejara marchar.

“El 80 por ciento del tiempo es un trabajo aburrido, pero cuando sucede algo es una locura”, narra su experiencia. “Cuando vas a por un grupo nunca sabes cómo va a resultar. A veces se sientan, otras se dispersan y en ocasiones tienes que rescatar a gente. Pero no sabes nunca cuándo puede ser peligroso. Aunque te encuentras con muchos casos de migrantes que ya han cruzado antes y se saben las reglas. Es como un juego. Los ves y te dicen: ‘Vale, me has cogido’ ”.

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El suyo es un perfil atípico. Cantú tenía 23 años cuando en 2008 decidió entrar en la Patrulla Fronteriza. Había estudiado relaciones internacionales en Washington y le interesaba la frontera sur de su país, por donde su abuelo, mexicano, había cruzado. Entonces pensó que aquel era “el único trabajo en el que realmente podría comprender lo que sucedía”.

Estuvo ocho meses en la academia, donde recibió entrenamiento policial, donde fue investigado antes de ser aceptado, donde algunos futuros agentes se someten incluso a pruebas poligráficas y donde perfeccionó el español que ya hablaba. Durante los siguientes cuatro años fue un patrullero: primero como agente regular y después en la sección de inteligencia en Arizona y en El Paso, Texas.

La frontera entre Estados Unidos y México.
La frontera entre Estados Unidos y México.
Imagen Juan Serrano Corbella

Hoy cuenta a Univision Noticias aquella experiencia desde dentro y cómo, después de cuatro años, lejos de encontrar las respuestas que buscaba sobre políticas migratorias, ahora le parece todo aún más complicado. “Tras haber trabajado en zonas remotas del desierto ves cómo las políticas que se han aplicado desde los años noventa han empujado a la gente a lanzarse a cruzar por esas zonas”, lo describe. “Y no importa cuánto lo compliques porque lo seguirán intentando”.

El expatrullero prepara un libro que publicará el próximo año con Penguin, The Line Becomes a River, en el que contará su experiencia. Los testimonios desde dentro de este cuerpo de seguridad —que pertenece a la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), con más de 60,000 empleados la más grande del país— son poco frecuentes. El de Cantú supone además una mirada crítica a la Patrulla.

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Cuenta cómo entre los agentes hay disparidad de perfiles. “Hay personas muy sensibles, educadas y con conciencia humanitaria y otras racistas y agresivas. Aunque el sentimiento mayoritario es el de querer tener el país cerrado, que no pueda pasar nadie”, lo describe. “Y eso que la mitad de los agentes son hispanos. La Patrulla Fronteriza es un buen trabajo y se gana un buen salario. Y en algunas zonas de la frontera trabajas para el cartel o para la Patrulla porque no hay nada más”.

El exagente afirma que puede hablar de su etapa en la patrulla pero no compartir información como códigos, zonas de patrullaje o formas de trabajo. Pero critica sobre todo el “problema grave” que implican los procedimientos de actuación que hacen que los grupos de migrantes se dispersen y que provocan que pueda haber personas que se desorienten y se pierdan. “Son consecuencias no intencionadas”, reconoce Cantú, “pero no hay prácticas para que eso no suceda”.

“Las políticas que se han aplicado desde los años noventa han empujado a la gente a lanzarse a cruzar por esas zonas”, dice Cantú.
“Las políticas que se han aplicado desde los años noventa han empujado a la gente a lanzarse a cruzar por esas zonas”, dice Cantú.
Imagen Juan Serrano Corbella

El exagente afirma también que durante los años que patrulló observó en algunos compañeros comportamientos que no le gustaron, pero que nunca fue testigo de abusos o violaciones de derechos humanos que debieran ser denunciados.

Sin embargo, sí se confiesa preocupado por el endurecimiento de la política migratoria del presidente Trump. Durante el primer mandato de Obama, cuando él perteneció a la patrulla, los agentes, como revela, “no se sentían apoyados por el Gobierno, a pesar de que se deportara a más gente que en las administraciones anteriores”.

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Hoy esos agentes, “muchos conservadores y republicanos”, como los define, cree que sí se sienten mucho más respaldados desde la Casa Blanca. “Ahora es más duro. Hay órdenes desde arriba de que no hay que dialogar, de que es como la Guerra Fría. Se deshumaniza a los migrantes, se los demoniza y se insiste en que no hay que tener compasión por ellos”, alerta Cantú.

“Y creo que es algo de lo que debemos preocuparnos, porque existe el riesgo de que esa agresividad se convierta en abusos sobre el terreno”, agregó.

En Columbus, un poblado de Nuevo México, han notado la caída de clientes en los negocios de la zona. Los residentes asegura que la caída de la actividad económica comenzó cuando el presidente Trump comenzó a firmar sus decretos migratorios.
Video Negocios de un poblado fronterizo, afectados por la caída de la llegada de inmigrantes que cruzaban la frontera
Esta pequeña casa se erige a metros de distancia del muro que divide a Estados Unidos y México en las afueras de Tijuana.
Con paneles, madera y una bandera de México, esta improvisada vivienda colinda con el aluminio mohoso que divide a los dos países.
Joaquín, un chef de 36 años de Guatemala que afirma fue deportado de Estados Unidos, construye con paneles de madera una casa en un árbol junto al muro fronterizo. "He intentado cruzar tantas veces que los guardias de seguridad (estadounidenses) hasta me conocen, pero nunca he podido regresar", dijo el hombre que ahora se gana la vida recogiendo basura que vende a una planta de reciclaje.
Pilar, una ama de casa de 27 años, limpia su casa en Tijuana. Atrás, el muro que ha se ha convertido en la promesa estrella del presidente Donald Trump y en la causa de los roces entre su país y el vecino del norte.
Una niña juega en el patio de su casa, donde sus padres tienden la ropa justo en la valla fronteriza.
Carlos, un mexicano que asegura haber sido deportado de Estados Unidos, calienta unas tortillas cerca de su casa, ubicada a un costado de la doble valla en Tijuana.
Un zapato cuelga en la parte trasera de una de las viviendas que salpican la frontera.
Una mansión blanca con el techo asemejando ladrillos y ventanas estilo francés colinda con el muro.
Esta es la casa del carpintero Moisés y la asistente dental Sara. "(Donald) Trump es un buen actor, un racista y un ignorante de lo que significan Dios y la gente. (El fallecido expresidente John) Kennedy dijo: somos hermanos, no necesitamos muros", dijo Moisés sobre el plan del mandatario de ampliar la valla.
El arquitecto mexicano Carlos Torres, de 68 años, ajusta las señales instaladas junto a las vallas fronterizas dobles que separan a México y Estados Unidos, en Tijuana. "Las murallas no frenarán la inmigración", dijo Torres a Reuters, (Trump) "no sabe de qué está hablando, aquí en esta valla, la gente sigue cruzando cada semana".
Pedro, un pensionado de 72 años, descansa en el patio de su casa, otra que es 'resguardada' por los paneles de metal del muro fronterizo. "Ni el muro ni Trump pararán a nadie, tal vez solo por un tiempo", dijo el hombre.
Pedro, el pensionado, acaricia a su perra 'Orejona'. Su patio: tierra árida, cactus, un enclenque árbol y... el muro de fondo.
Porfirio, un carpintero de 68 años, corta el cabello de su hijo frente a su casa en la fronteriza Tijuana.
Enrique, ingeniero mexicano de 65 años, camina alrededor de una cancha de baloncesto en su casa junto a la valla fronteriza que separa a México y los Estados Unidos y que también es soporte de su casa. Tijuana, México.
La barda fronteriza es parte de la vida de Porfirio, parado junto a ella cerca de su casa.
Una niña trepa una escalera en su vivienda rodeada por el muro fronterizo. A lo lejos, Estados Unidos.
Así es el panorama en la frontera: el muro, una dura geografía y pueblos como Nido de Àguilas conviviendo con la valla y las miles de personas que intentan cruzar a Estados Unidos.
Una familia quema basura en las afueras de Tijuana.
Ropas fueron colocadas sobre un colchón junto a la barda fronteriza, en Tijuana.
Unos pantalones cuelgan, posiblemente para secarse con el sol, sobre la barda fronteriza en Tijuana.
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Esta pequeña casa se erige a metros de distancia del muro que divide a Estados Unidos y México en las afueras de Tijuana.
Imagen Edgard Garrido/Reuters
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