"Nos decían ilegales y ahora somos esenciales": los inmigrantes del campo alimentaron a EEUU sin tregua por la pandemia

En este reporte especial recorremos los campos del sur de Florida para mostrar los rostros de los trabajadores a los que la crisis del coronavirus no ha amilanado. Miles de inmigrantes recolectan cada día vegetales a pesar del temor a contagiarse para poder llevar un sustento a sus casas. Y los agricultores luchan por permanecer a flote ante el inédito golpe económico.

Mauricio Rodriguez Pons
Por:
Mauricio Rodríguez Pons.
Homestead no figura entre las ciudades con más infectados por el coronavirus, pero la mayoría de su pueblo, que se dedica principalmente a la agricultura y viveros, ha sentido muy fuerte el impacto económico. Las familias de inmigrantes, en su mayoría indocumentados, son los más vulnerables de la cadena y, al mismo tiempo, los responsables de cosechar la comida que llega a nuestra mesa.
Video Afectados por el coronavirus, esenciales y sin ayudas: la crisis de los trabajadores del campo

HOMESTEAD, Florida.- Son las 6:00 de la mañana y unas pequeñas luces se mueven como luciérnagas entre los surcos de un campo de ocra. Dentro de los angostos laberintos, decenas de trabajadores buscan entre las hojas de los pequeños arbustos los cultivos que estén en su punto exacto de cosecha: ocras de unos 3 centímetros de largo que, si pasa un día más, serán rechazadas en el punto de venta.

Cubiertos de pies a cabeza y con una cubeta a cuestas van agachados 'piscando' o cosechando con precisión. Así lo han hecho cada día de la pandemia del coronavirus, venciendo el temor de llevar la enfermedad a casa o no tener cómo pagar sus gastos médicos si llegan a contagiarse. Son cerca de 13,000 inmigrantes los que trabajan en estos campos del pueblo agrícola de Homestead, en el sur de Florida, en su mayoría indocumentados para los que ausentarse al trabajo no es una opción.

PUBLICIDAD

Colocar un plato con vegetales en las mesas de Estados Unidos significa poner también uno sobre sus mesas.

"A pesar del miedo y la pandemia, estamos aquí, no hemos fallado ni un día", cuenta Blanca Rivas mientras supervisa los trabajos en los campos de Sifuentes Farms y reparte las cajas de madera que son llenadas de las ocras tiernas y verdes. "Estamos aquí levantando vegetales, recogiendo las cosechas para que cualquier persona tenga un plato de comida en su casa (...) sin saber qué pasará mañana", relata Blanca, una guatemalteca que lleva casi cuatro décadas en Estados Unidos. Siempre en los cultivos de Homestead.

"Si no trabajamos, no vamos a tener dinero para que nuestros hijos coman", acota.
Blanca Rivas supervisa la cosecha de ocra en los campos de Homestead, en el sur de Florida, donde trabaja hace 14 años. Cuenta que ese sector nunca antes vivió una crisis como la generada por la pandemia del coronavirus.
Blanca Rivas supervisa la cosecha de ocra en los campos de Homestead, en el sur de Florida, donde trabaja hace 14 años. Cuenta que ese sector nunca antes vivió una crisis como la generada por la pandemia del coronavirus.
Imagen Mauricio Rodríguez Pons


El golpe de la pandemia del covid-19 comenzó a sentirse con más fuerza en el país a mediados de marzo. Repuntaron los contagios y arreció el temor a que colapsara el sistema de salud y hubiese personas que simplemente no pudiesen ser atendidas en los hospitales. Para muchos de los trabajadores de los campos de Homestead, esa ha sido su realidad desde que pisaron suelo estadounidense, no poder ir a un médico si se enferman porque carecen de un seguro de salud.

Por eso su nerviosismo iba más en esos días por la posibilidad de quedarse sin dinero para sostener a sus familias, más aún cuando fueron excluidos de la ayuda federal por la crisis, contaron al menos una decena de trabajadores en un recorrido hecho por Univision Noticias en esos campos.

Ni huracanes ni tormentas, como nunca antes una amenaza de la que poco se conocía acechaba sus trabajos en este pueblo agrícola que ayuda a que Florida sea el tercer proveedor de vegetales y frutas de Estados Unidos. Allí se plantan cultivos tan diversos –desde ocra y berenjena hasta calabaza y lychee– que los productores suelen requerir mano de obra casi todo el año.

PUBLICIDAD

"Tengo miedo, pero tengo que trabajar. Porque si voy a estar en la casa nadie nos va a mantener. Nosotros necesitamos dinero para pagar la renta... para todo", cuenta Teresa, una mexicana con 17 años en Estados Unidos, más de una década en la que no ha podido regularizar su estatus en el país, como ocurre con muchos de los agricultores de Homestead.

Teresita, como le llaman de cariño en el campo, se divide con su esposo los surcos en los que cosechan ocra. En tiempos normales, trabajar en pareja les ayuda a recolectar el vegetal con celeridad y tener unas 20 o 30 cajas al día. Mientras más cajas apilan una sobre otra colmadas de ocras, más dinero reciben por su labor. Pero ante una situación inédita como en esta pandemia, no poder cosechar representa que sus ingresos, ya de por sí bajos, se secan por completo.

Con apenas los ojos descubiertos, Teresa recoge ocras entre los surcos de un campo en el sur de Florida. Reconoce tener miedo a enfermerse, pero más a quedarse sin el sustento para su familia.
Con apenas los ojos descubiertos, Teresa recoge ocras entre los surcos de un campo en el sur de Florida. Reconoce tener miedo a enfermerse, pero más a quedarse sin el sustento para su familia.
Imagen Mauricio Rodríguez Pons

El campo sufre el golpe: "No había manera de vender la cosecha"

Y eso fue lo que pasó en muchos campos de Homestead al arreciar la propagación del coronavirus. Rebozaban de cultivos que nadie podía comprar.

"Tuvimos un impacto muy fuerte las primeras dos semanas, se cerró Nueva York y no pudimos exportar los productos, hacerlos llegar a su destino, y tuvimos que eliminar muchos campos que no habíamos todavía cosechado", explica Pedro Sifuentes, dueño junto con su hermano de la compañía que lleva su apellido.

"No había manera de vender la cosecha. Hemos dejado la cantidad de terreno o de producción de acuerdo con lo que se va pudiendo vender en el mercado", abunda.


No había camioneros que manejaran sus vehículos con su ocra hasta Nueva York, el principal destino de sus cultivos y el estado que por lejos ha sido el más afectado por la pandemia. Cerraron las empresas mayoristas y los restaurantes y, con el paso de los días, lo cosechado fue abarrotando las neveras de Sifuentes Farms. Luego, todo ello se perdió. La decisión inmediata fue reducir su producción en un 60%, lo que tuvo un efecto dominó en sus ingresos.

PUBLICIDAD

"Lo que hicimos fue pasar picadora y eliminar los campos al 100%. Bajó el trabajo un poquito para todos los trabajadores y fue como volver a empezar, graduando la producción", agrega Pedro, quien arribó al país en 1999 desde México y tras años de 'piscar' logró cultivar unos 1,400 acres propios que hoy observa con satisfacción.

Fue en ese momento cuando el campo y sus trabajadores comenzaron a sufrir el golpe. Menos ocra que recoger, menos cajas por las que cobrar y menos dinero para sus bolsillos. Aunque corrieron con la suerte de no quedarse completamente sin trabajo, como pasó con otros a los que sus 'rancheros' simplemente les dijeron que ya no había nada que hacer en los campos.

Pedro Sifuentes, uno de los dueños de Sifuentes Farms, junto a las cajas llenas de la ocra de sus campos. Sifuentes migró desde México hace casi 20 años y, tras 'piscar' en los campos de Homestead, logró con los años producir en los suyos.
Pedro Sifuentes, uno de los dueños de Sifuentes Farms, junto a las cajas llenas de la ocra de sus campos. Sifuentes migró desde México hace casi 20 años y, tras 'piscar' en los campos de Homestead, logró con los años producir en los suyos.
Imagen Mauricio Rodríguez Pons


La crisis llevará a que los agricultores de Florida pierdan unos $522 millones de dólares este año, estima el gobierno estatal. Pero, para Pedro, todo se reduce a sobrellevar el azote.

"En este momento ya no estamos tan preocupados de hacer mucha ganancia, ya nomás de que sobreviva el negocio y que tengamos suficiente para los trabajadores, con la fe de que, empezando octubre, noviembre haya una vacuna y todo pueda ser normal como antes", dice sobre una posibilidad que sigue siendo lejana.

Hasta ahora, cuando la curva de contagios en el país ha comenzado a bajar en medio de una negra cifra de más de 100,000 fallecidos a causa del covid-19, en los campos de Homestead no se ha reportado ningún brote entre los agricultores. Hasta el 23 de mayo había 990 casos confirmados de la enfermedad en esa ciudad, de acuerdo con datos oficiales. El miedo, sin embargo, sigue latente.

PUBLICIDAD

La angustia de los desempleados: "Debo la renta, la luz... todo"

A Melda Velázquez no le tocó la suerte de los trabajadores de los campos de Pedro Sifuentes. Ni bien el coronavirus fue declarado una pandemia fue cesada de los cultivos donde 'piscaba' guayabas. Lo que ya era una precaria situación económica en el hogar de esta guatemalteca indocumentada con 10 hijos se tornó en una tremenda angustia.

"Soy una madre soltera, ando luchando para sacar a mis niños adelante, pero ahorita con todo lo que pasó me quedé sin trabajo. Debo la renta, debo la luz, debo todo...", relata Melda con una preocupación que se convierte en llanto. Su factura de electricidad ya se empina sobre los $1,000 y lo que debe del arriendo se acerca a los $2,000.

Melda Velázquez es una migrante guatemalteca que perdió su trabajo recogiendo guayabas en medio de la pandemia. Tiene 10 hijos y un enorme temor a que se enfermen y a no poder sostenerlos económicamente.
Melda Velázquez es una migrante guatemalteca que perdió su trabajo recogiendo guayabas en medio de la pandemia. Tiene 10 hijos y un enorme temor a que se enfermen y a no poder sostenerlos económicamente.
Imagen Mauricio Rodríguez Pons


Sus días transcurren ahora en estar prácticamente encerrada en su casa con sus 10 hijos, sus tres nietos y su nuera. En las tardes prepara un plato abundante, como huevos con salchichas, que dé para todos y, como son tantos, los coloca a comer parados frente a la mesa. El día en que Univision Noticias conversó con ella, había salido a pedir ayuda a la Organización Campesina de Florida, que ha estado recogiendo y entregando ayuda entre los trabajadores que la necesiten: comida, ropa, mascarillas...

El gobierno "ayudó a toda la gente que dicen que tienen documentos de aquí y a nosotros no nos quisieron ayudar porque somos inmigrantes. Pero todos somos iguales, el que no tengamos papeles (no debería importar) (...) Tenemos nuestros hijos de aquí, ellos son nacidos aquí y ellos tienen derecho a la ayuda", lamenta con un rostro cansado que la hace lucir mayor que sus 35 años.

PUBLICIDAD

Esa ayuda de la que habla es el masivo paquete de $2.2 billones aprobado en el Congreso del que fueron excluidos unos 5 millones de niños, en su mayoría ciudadanos, e inmigrantes indocumentados que en 2015 declararon unos $13,700 millones en impuestos netos al Servicio de Rentas Internas (IRS, en inglés) usando un Número de Identificación Personal de Contribuyente (o ITIN), de acuerdo con cifras del Center for American Progress.

Melda pudo haber recibido, por ejemplo, un 'cheque' de $1,200 y otro de $500 por cada hijo. Sin embargo, no fue elegible porque no cuenta con un número de Seguro Social válido como estipula la ley que dio luz verde a las ayudas mientras millones de personas perdían sus trabajos en una debacle sin precedentes en el mercado laboral del país.

Una frustrante paradoja que volvió a desnudar la situación de los migrantes indocumentados en Estados Unidos.

"Antes nos decían ilegales y ahora somos esenciales. Con esto, ¿quiénes son los que están trabajando? Solo mira a tu alrededor para que veas quiénes son los que están trabajando", dice Claudia González, organizadora de la Asociación Campesina de Florida.
Un trabajador cosecha ocra temprano en la mañana en un campo en Homestead. Los que pudieron mantener sus trabajos no pararon nunca sus faenas a pesar de la amenaza sanitaria del coronavirus.
Un trabajador cosecha ocra temprano en la mañana en un campo en Homestead. Los que pudieron mantener sus trabajos no pararon nunca sus faenas a pesar de la amenaza sanitaria del coronavirus.
Imagen Mauricio Rodríguez Pons

Una ayuda económica ajena a ellos

En casa de Blanca Marín la pandemia también esfumó los trabajos del hogar. Ella, una inmigrante guatemalteca con tres niñas, comparte el enojo por no haber recibido ayuda a pesar de haber declarado religiosamente sus impuestos desde que hace cinco año cruzó "a la brava" a Estados Unidos.

Fue despedida del vivero donde trabajaba. Su esposo también se quedó sin empleo. Ella comenzó a coser mascarillas y él improvisó un car wash para írselas arreglando hasta que ceda la pandemia. Hasta ahora la estrategia ha dado resultados y han logrado cubrir parte de sus gastos.

PUBLICIDAD

Con dos pequeñas que cuidar en casa porque las escuelas y centros de infantes cerraron con la crisis, Blanca desempolvó una máquina de coser, buscó ilustraciones de cómo coser mascarillas y puso manos a la obra. Ya las cose en minutos con destreza sobre dónde dar las puntadas adecuadamente.

"Nos sentimos un poco tristes, defraudados, porque nosotros somos las personas que estamos en enero sacando la cita para hacer los taxes (impuestos). Desde que vine me dijeron tienes que hacer los taxes, yo venía sin saber y pregunté el porqué: "Es que eso es lo que te va ayudar", relata que le respondieron.

Blanca Marín cose una de las mascarillas que le han ayudado a generar dinero para su hogar, tras haber perdido su trabajo en uno de los viveros que proliferan en Homestead.
Blanca Marín cose una de las mascarillas que le han ayudado a generar dinero para su hogar, tras haber perdido su trabajo en uno de los viveros que proliferan en Homestead.
Imagen Mauricio Rodríguez Pons


Claudia, de la organización campesina, explica que dinero para el pago de los servicios básicos es el tipo de auxilio inmediato que más le han pedido en Homestead estos trabajadores catalogados por los gobiernos federal y estatales como esenciales. Esto para que no se rompiera del todo la cadena de alimentos durante la contingencia.

"Nosotros, los indocumentados, somos los que andamos así agachados (cosechando)", dice Sofía Santiago, una trabajadora de los campos de ocra, un arbusto que comienza a producir desde que está casi pegado al suelo. "Cuando uno llega a la casa ni ir al baño puede por el dolor de espalda. Y al otro día es volver a lo mismo", describe Sofía, una migrante mexicana mientras 'piscaba' junto a su hijo recién graduado de secundaria.

Pero a Sofía el cansancio no la amilana.

"Por necesidad uno hace cualquier tipo de trabajo que haya. Uno está contento cuando hay porque ahí va uno ganando para los billes (facturas), para la comida, para cualquier cosa que hace falta en la casa también", dice agradecida como prometiendo permanecer siempre al pie del cañón.

PUBLICIDAD

El recorrido por los campos, en fotos:

<b>La vida en los campos de Florida -</b> Algunos campos de vegetales de Homestead, una ciudad con una gran producción agrícola del sur de Florida, redujeron su ritmo en medio de la pandemia pero lograron seguir llevando alimentos a los supermercados y hogares del Estados Unidos. Ese fue el caso de estos surcos de ocra donde un trabajador cosecha casi cubierto de pies a cabeza, en parte para evitar contagiarse con el coronavirus.
<b>Vegetales que van al norte -</b> Este es uno de los campos de ocra de Sifuentes Farms, donde la producción se redujo cerca de un 60% cuando sus principales compradores en Nueva York cerraron sus negocios al arreciar la pandemia a mediados de marzo.
<b>Decenas de cajas repletas perdidas -</b> La ocra es un vegetal con una textura parecida al nopal consumido ampliamente en México. Debe ser recolectado de la plata cuando alcanza apenas unos tres centímetros o, de lo contrario, puede crecer demasiado y ser rechazado en los puntos de compra. Muchas de estas cajas como las de la imagen se perdieron cuando la crisis secó la demanda casi por completo.
<b>La esencial mano de obra migrante -</b> Los trabajadores de estos campos de ocra son casi en su mayoría inmigrantes indocumentados que han seguido trabajando a pesar de temer contagiarse porque no recibieron ayuda del paquete de estímulo económico aprobado en el Congreso a fines de marzo y deben mantener en la medida de lo posible sus fuentes de sustento. Trabajan cubiertos con bolsas de plástico y con mascarillas ya sea para evitar un contagio como la picazón que pueden producir los arbustos de ocra con el constante roce.
<b>De recolector a dueño de cientos de acres -</b> Pedro Sifuentes llegó a Estados Unidos en 1999 desde su natal México. "Como cualquier inmigrante que llega, me acuerdo que en ese tiempo no conocía a nadie en la región. Me tocó vivir en un parque por una semana hasta conseguir trabajo, fui trabajador en el campo, siempre busqué el campo porque en México desde muy pequeños nos dedicamos a trabajar en el campo", contó a Univision Noticias. Pedro cultiva ahora unos 1,400 acres de ocra y otros cultivos como la calabaza.
<b>"También somos unos héroes" -</b> Blanca Rivas es una migrante de Guatemala que lleva 14 años en los campos de Homestead. En este de Sifuentes Farms supervisa todos los días desde bien temprano en la mañana las labores de recolección de unos 55 trabajadores. "Nosotros también somos unos héroes, somos unos héroes porque a pesar del miedo y la pandemia estamos aquí. No hemos fallado ni un día, estamos aquí levantando vegetales, recogiendo las cosechas para que cualquier persona tenga un plato de comida en su casa, estamos aquí sin saber qué pasa mañana", dijo a Univision Noticias.
<br>
<b>"Tengo miedo, pero tengo que trabajar" -</b> Teresita es una migrante indocumentada de México que ha seguido trabajado sin tregua en los campos de ocra. "Aunque tengo miedo, tengo que trabajar. Porque si voy a estar en la casa nadie nos va a mantener. Nosotros necesitamos dinero para pagar la renta... todo", relató haciendo un alto en uno de los surcos que cosecha día tras día junto con su esposo.
<b>Una contingencia inédita -</b> La crisis llevará a que los agricultores de Florida pierdan unos $522 millones de dólares este año, estima el gobierno estatal. Para algunos agricultores como Pedro Sifuentes la meta es sobrevivir a la crisis lo mejor que se pueda hasta que haya una vacuna o un tratamiento contra la enfermedad.
<br>
<b>"Los indocumentados somos los que andamos agachados" -</b> En un recorrido realizado por Univision Noticias por los campos de Homestead, los trabajadores contaron lo sacrificado que es su trabajo. 'Piscan' o recogen los cultivos con lluvia o con un sol abrasador. "Nosotros los indocumentados somos los que andamos así agachados, a veces uno cuando llega a la casa ni puede ir al baño por el dolor de espalda. Y al otro día volvemos a los mismo", relató Sofía Santiago, una de las trabajadoras de la ocra.
<b>'Piscando' bajo lluvia, sol y sereno -</b> Los arbustos de ocra son cosechados desde que están casi pegados al suelo. A medida que crecen se facilita 'piscar' los pequeños vegetales que salen de una flor amarillo brillante.
<b>En busca de ocras para cosechar -</b> Un trabajador separa las hojas en busca de la ocra. Luego la va acumulando en la cubeta que lleva sobre su espalda.
<b>Un día que arranca muy temprano - </b>La jornada arranca desde las 3:00 de la mañana aproximadamente. Para poder ver dónde está la ocra, los trabajadores llevan en sus frentes un bombillo.
<b>Una zona rica en cultivos -</b> Una trabajadora 'pisca' berenjena en un campo en Homestead. Allí se plantan cultivos tan diversos –desde ocra y berenjena hasta calabaza y 
<i>lychee</i>– que los productores suelen requerir mano de obra casi todo el año.
<b>El golpe de la crisis en un campo de berenjena -</b> Francisco Maldonado, un mexicano que migró en 1985, es el encargado de este campo donde se cultivan berenjenas. Con la crisis, Francisco también perdió temporalmente clientes en Nueva York, Nueva Jersey y Connecticut, sus principales mercados. "Cuando eso cerró por allá arriba, las empacadoras aquí tuvieron que cerrar y no podían recibir productos. Entonces nosotros teníamos que siempre mantener cierta cantidad de parcelas para cortar diariamente. Y al no poderlas cortar, tuvimos que cancelar todo", explicó.
<b>"Uno tiene que pensar en ellos" -</b> Pero en su campo, los trabajadores tuvieron al menos una labor que hacer durante los peores días de la pandemia. "Todas las semanas, la gente nunca dejó de trabajar, siempre recibieron su cheque por lo menos al 80%", aseguró. "Son personas que necesitan llevar su cheque a su casa cada semana porque tienen gastos. Algunos de ellos no tienen documentos y no tienen dónde pedir ayuda. Uno tiene que tratar de pensar en ellos", agregó a Univision Noticias.
<b>"Todos somos iguales" -</b> Melda Velázquez es una migrante guatemalteca que perdió su trabajo recogiendo guayabas. Tiene 10 hijos y le angustia no conseguir otro empleo que le ayude a pagar sus gastos básicos, como la electricidad y el arriendo. El gobierno "ayudó a toda la gente que dicen que tienen documentos de aquí y a nosotros no nos quisieron ayudar porque somos inmigrantes. Pero todos somos iguales, el que no tengamos papeles (no debería importar) (...) Tenemos nuestros hijos de aquí, ellos son nacidos aquí y ellos tienen derecho a la ayuda", lamentó.
<b>"Mira a tu alrededor para que veas quiénes están trabajando" -</b> Claudia González es organizadora de la Asociación Campesinade Florida, que ha estado recopilando y entregando ayuda a los trabajadores del campo. "Antes nos decían ilegales y ahora somos esenciales. Con esto, ¿quiénes son los que están trabajando? Solo mira a tu alrededor para que veas quiénes son los que están trabajando", afirmó.
<b>"Nos sentimos defraudados" -</b> Blanca Marín también fue otra de las trabajadoras que perdió su trabajo en un vivero de Homestead. Pero esta guatemalteca que lleva cinco años en Estados Unidos no se amilanó y comenzó a coser mascarillas, lo que ahora se ha convertido en una microempresa que le ayuda a sufragar los gastos de su casa. Triste por no recibir la ayuda federal por la crisis a pesar de que paga impuestos con un número de identificación personal conocido como ITIN, contó que "tenía una máquina que me regaló una amiga. Entonces la tenía ahí empolvada, digo 'yo voy a hacer mascarillas, necesito un molde'. Saco un molde del internet, lo recortamos y empiezo con la tela que yo tenía ahí guardada...".
1 / 18
La vida en los campos de Florida - Algunos campos de vegetales de Homestead, una ciudad con una gran producción agrícola del sur de Florida, redujeron su ritmo en medio de la pandemia pero lograron seguir llevando alimentos a los supermercados y hogares del Estados Unidos. Ese fue el caso de estos surcos de ocra donde un trabajador cosecha casi cubierto de pies a cabeza, en parte para evitar contagiarse con el coronavirus.
Imagen Mauricio Rodríguez Pons/Univision Noticias
En alianza con
civicScienceLogo