“Si regresamos, nos queman vivos": el calvario de un rebelde nicaragüense que huyó a pie a Costa Rica con su familia

En su ciudad, Jinotega, a Leslie Mayorga, alias 'Managua', lo conocían como uno de “los más bravos” detrás de los tranques del Barrio Sandino. Pero cuando el gobierno levantó los tranques y comenzaron a perseguir a los rebeldes, decidió huir a Costa Rica por veredas con su mujer, sus hijos y nietos. Ahora vive en un campamento de migrantes en el país vecino a donde, según Acnur, se han exiliado 23,000 nicaragüenses.

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Por:
Wilfredo Miranda Aburto.
Tras amenazas de muerte y vigilancia constante Leslie ‘Managua’ Mayorga, quien jugó un papel prominente en las protestas contra Ortega, salió con su familia a Costa Rica con lo que tenían puesto.
Video Este opositor y su familia huyeron de Nicaragua caminando más de 150 millas entre montañas

I. ‘Managua’ huye con toda su familia

Costa Rica y Nicaragua-. Los "escuadrones de la muerte" perseguían a todas horas a Leslie Mayorga, conocido bajo el alias ‘Managua’ en las barricadas del barrio Sandino en la ciudad de Jinotega. Mantener la rebeldía contra el gobierno de Daniel Ortega se volvió asfixiante, imposible. Los paramilitares y policías lo buscaban en las casas de seguridad en las que se escondía cada noche. Subió a las montañas jinoteganas, una zona brumosa y fría al norte de Nicaragua, para seguir burlando la persecución. Hubiese podido seguir apostando a la clandestinidad en su propio país de no ser por la amenaza que recibió su familia: iban a quemar la casa con su esposa, su nuera y sus nietos dentro si no delataban la ubicación de 'Managua'.

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El hombre bajó con sumo cuidado de la montaña para sacar a su familia de Jinotega y huir inmediatamente hacia Costa Rica, el destino más factible por el que han optado miles de estudiantes, ciudadanos y líderes de la protesta cívica contra el gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo; no solo por la cercanía sino por la acogida que San José les da a los que huyen de la violencia. El país vecino se ha convertido en una especie de santuario donde los perseguidos consiguen sosiego y apoyo.

Desde que la denominada “Operación Limpieza”, ejecutada en conjunto por paramilitares y la Policía Nacional, acabó con los tranques y barricadas a mediados del mes de julio, comenzó una búsqueda casa a casa de los rebeldes. Una “cacería de brujas” a juicio de organismos de derechos humanos, que fue acompañada por detenciones masivas y la criminalización de la protesta en los tribunales. Son más de 400 “presos políticos”, de los cuales 137 enfrentan procesos judiciales acusados por “golpismo y terrorismo”, entre otros delitos.

‘Managua’ no le tenía miedo a la cárcel y a los tribunales como sí a la posibilidad de que su familia fuese quemada viva. A este hombre recio, barrigón, de voz estruendosa, le horrorizaba la idea de que sus nietos e hijos corrieran la misma suerte que los niños de la familia Velázquez-Pavón, quienes murieron calcinados en el barrio capitalino ‘Carlos Marx , cuando paramilitares prendieron fuego a la casa. Fue uno de los episodios más horrorosos en estos más de tres meses de protestas y represión en Nicaragua.

Leslie Mayorga, alias ‘Managua’, en las barricadas en Jinotega antes de huir a Costa Rica.
Leslie Mayorga, alias ‘Managua’, en las barricadas en Jinotega antes de huir a Costa Rica.
Imagen Carlos Herrera


Cuando llegó a su ciudad, encontró a su familia azorada. No los veía desde el 24 de julio, desde que la denominada “operación limpieza” derribó las barricadas del barrio Sandino. El saldo de la incursión armada fue de tres muertos, 25 heridos y una decena de desaparecidos. Él era uno de los que figuraba en la lista de “terroristas” que portaba el comisionado mayor de la policía Marvin Castro Orozco. Estaba ahí porque se le reconocía como uno de “los más bravos” en el barrio Sandino, uno de los sitios donde la resistencia ciudadana aguantó hasta el final los embates armados.

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Univision Noticias entrevistó a ‘Managua’ a finales de junio, cuando escondía su identidad bajo un pasamontañas azul y una gruesa chaqueta camuflada. La resistencia tras las barricadas y la clandestinidad en las montañas no eran sensaciones inéditas para él. En la década de los 80, luchó en el Ejército Popular Sandinista contra la guerrilla de la Contra y esa experiencia la usó en la actualidad para dirigir a los más jóvenes en el Barrio Sandino contra Ortega. Sin embargo, todo coraje flaquea cuando nietos e hijos —los más pequeños ajenos al conflicto político— son amenazados.

La mañana del 28 de julio, ‘Managua’ indicó a su esposa y a su nuera que lo acompañaran de inmediato. No hubo tiempo siquiera para pertrecharse. Salieron con la ropa que llevaban puesta y la cédula de identidad únicamente. La mayoría de los rebeldes del norte de Nicaragua han huido hacia el sur, hacia Costa Rica, por los puntos ilegales ubicados en la frontera de Los Chiles y Las Tablillas. Pero ‘Managua’ decidió llevar a su familia por otra ruta para evitar cruzar a nado el Río San Juan.

“Era muy peligroso nadar con mi mujer, mis tres hijas pequeñas, mi nieto de un año y mi nuera embarazada”, dice ‘Managua’. Como miles de nicaragüenses que huyen de la violencia, la persecución política y la crisis económica, ‘Managua’ y su familia ingresarían a Costa Rica de forma ilegal en busca de refugio.

La Dirección de Migración de Costa Rica no tiene datos de cuántas personas han ingresado de forma ilegal a su territorio en los últimos meses, ya que su conteo se limita a los puntos fronterizos habilitados legalmente. Sin embargo, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) contabiliza que al menos 23,000 nicaragüenses han ingresado a Costa Rica desde que estalló la crisis el 18 de abril.

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En la capital de Nicaragua, el consulado costarricense siempre está lleno. Las filas son interminables. Desde hace unos meses, las autoridades consulares ampliaron el número de visas que entregan a diario. En la sede de Managua y Chinandega se sellan en total 900 pasaportes por día.

El cónsul tico, Óscar Camacho, explicó a Univision Noticias que el consulado suele atender a las mismas personas cada vez que se les vence el periodo de visa. Es decir, cada 90 días una persona que trabaja en Costa Rica vuelve a Managua a renovar el visado. Así ha sido siempre. Sin embargo, desde que estalló la crisis en Nicaragua, más de 100 personas al día buscan visados nuevos.

Aunque los números de ingresos legales se mantienen en los parámetros normales para la Dirección de Migración de Costa Rica, durante el periodo del 18 de abril al 13 de agosto (98,569 ingresos), sus oficinas centrales en San José están desboradadas dessde junio por nicaragüenses que solicitan refugio.

Hasta el 13 de agosto sumaron 9,654 solicitudes, de acuerdo a los datos proporcionados por la Dirección de Migración de Costa Rica a Univisión Noticias. Ese fue precisamente el periodo en que ‘Managua’ decidió salir de Jinotega.

II. “Los niños lloraban de hambre”

La ruta escogida fue la de Peñas Blancas. Para llegar allí, ‘Managua’ y su familia tuvieron que atravesar la zona central del país hasta el Pacífico nicaragüense. De haber recorrido los 260 kilómetros que separan Jinotega de Peñas Blancas en vehículo, solo hubieran sido necesarias unas cinco horas de viaje. Sin embargo, al hacerlo por veredas tardaron cuatro días en llegar al departamento de Carazo, otro de los puntos rojos de la represión.

Leslie Mayorga, alias ‘Managua’, huyó hacia Costa Rica junto a toda su familia por las amenazas de muerte que enfrentaba en su natal Jinotega, una ciudad al norte de Nicaragua. ‘Managua’ era uno de los líderes de la protesta contra el gobierno de Daniel Ortega en el barrio Sandino. Después que el gobierno ejecutara “la operación limpieza”, comenzó una persecución en contra los rebeldes. Los paramilitares le juraron muerte a ‘Managua’ y su familia por lo que decidieron huir por veredas hacia Costa Rica.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) calcula que 23,000 nicaragüenses han huido hacia Costa Rica desde que empezó la crisis el pasado 18 de abril. La mayoría de los refugiados se hospedan en casas de familiares, amigos y conocidos en un país, donde viven alrededor de 300,000 nicaragüenses. Aunque hay perseguidos que no tienen casas donde instalar su exilio y acuden a los refugios para migrantes que ha instalado el gobierno tico.
Los Centros de Atención Temporal para Migrantes (Catem) fueron instalados en 2016 en Costa Rica para atender la crisis humanitaria generada por la oleada migratoria de cubanos y haitianos que migran hacia Estados Unidos. Actualmente, alrededor de 60 nicaragüenses están refugiados en esos centros, sin incluir los albergues habilitados en San José, la capital.
Los refugiados encuentran techo, alimentación y enseres básicos en los refugios. Los nicaragüenses son los nuevos miembros en los albergues que son ocupados mayormente por migrantes africanos y haitianos, a los que las autoridades costarricenses llaman “extrarregionales”. Cada refugiado cumple un rol dentro del albergue.
Las autoridades de migración costarricenses han redoblado el personal a cargo de los refugios desde el inicio de la crisis nicaragüense. Además, han ampliado el horario de atención a las 24 horas del día. La mayoría de los refugiados nicas ocupan el centro cercano a la frontera de Peñas Blancas como estancia temporal para recobrar energías y seguir su viaje hacia San José.
En el Catem norte de Costa Rica, la mayoría de los nicaragüenses refugiados son campesinos del centro y norte de Nicaragua, quienes huyeron ante la persecución paramilitar. Estos campesinos fueron curtidos durante la guerra de la Contra en la década de los 80 y hoy creen que la única manera para “sacar a Daniel Ortega del poder” es a través de las armas. "Hicimos marchas, barricadas y Daniel Ortega nos respondió con fusiles de guerra", dijo uno.
Freddy Mondragón y José Murillo González son dos campesinos que se oponen a Ortega desde que el presidente sandinista vendió la idea de construir un canal interoceánico financiado por China sobre sus tierras. Durante la rebelión cívica, no dudaron en sumarse a los tranques. Mondragón es buscado “por golpista y terrorista” por la Policía Nacional de su natal departamento de Río San Juan. Antes de llegar al centro de refugiados, Mondragón y su grupo estuvieron perdidos en las veredas tres días comiendo únicamente naranjas.
‘Managua’ asegura que no puede volver a Nicaragua “porque está marcado por Daniel Ortega”. Asegura que busca la seguridad de su familia en Costa Rica, pero confiesa que le gustaría tener armas para así poder “sacar del poder a ese dictador asesino”. ‘Managua' tiene 48 años y su faceta rebelde es disipada cuando juega con su nieto en el albergue de refugiados y se vuelve un abuelo cariñoso.
La cocina comunal en uno de los centros de refugiados de Costa Rica. Generalmente, son las mujeres las que preparan los alimentos para sus familia y los hombres se encargan de las labores de limpieza. Los nicaragüenses cocinan su tradicional gallo pinto, mientras que los haitianos y africanos convierten los víveres brindados por las autoridades ticas en platillos típicos de sus tierras.
Este peluche también viajó varios días por veredas para llegar a Costa Rica. Era una de las pocas diversiones que tenía el nieto y las hijas de ‘Managua’ en las montañas mientras aguantaban hambre. Los menores de edad también han sufrido la crisis nicaragüense. De los 317 muertos confirmados por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), 10% de las víctimas son niños y adolescentes.
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Leslie Mayorga, alias ‘Managua’, huyó hacia Costa Rica junto a toda su familia por las amenazas de muerte que enfrentaba en su natal Jinotega, una ciudad al norte de Nicaragua. ‘Managua’ era uno de los líderes de la protesta contra el gobierno de Daniel Ortega en el barrio Sandino. Después que el gobierno ejecutara “la operación limpieza”, comenzó una persecución en contra los rebeldes. Los paramilitares le juraron muerte a ‘Managua’ y su familia por lo que decidieron huir por veredas hacia Costa Rica.
Imagen Carlos Herrera

“Los niños lloraban de hambre porque no llevábamos comida. Comíamos coyolitos”, narra ‘Managua’. El coyolito es una fruta que crece salvajemente en las montañas. Si no está madura tiende a ser ácida. “Los niños pedían comida y no podíamos salir a los poblados por miedo a los paramilitares. Pero mi esposa debía bajar solo a pedir comida, porque la realidad es que los niños no entienden la magnitud del peligro”, agrega.

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En algunas fincas que encontraron sobre las veredas, ‘Managua’ pudo conseguir al menos arroz y frijoles. Bebían agua de los caños y riachuelos. Su nieto incluso viajó buena parte del trecho hacia Costa Rica “vestido de mujercita, porque en una casa nos dieron ropita de niña”.

Cansados de recorrer la montaña, la familia de ‘Managua’ llegó a Tipitapa, un municipio de la capital, Managua. El cansancio los obligó a tomar un bus hacia la ciudad de Masaya pese al riesgo de ser capturados por los paramilitares. Al estar en la “lista de terroristas” del gobierno, la sensación de persecución lo enervaba. Decidió no seguir tomando buses. En Masaya, bajaron por un sendero de la laguna de esa ciudad y salieron en Masatepe. Pero otra vez volvieron a usar un bus para trasladarse a Jinotepe. Era imposible recorrer a pie la totalidad de la ruta.

En una comunidad de Jinotepe —‘Managua' no comparte el nombre porque allí se hospedan muchos rebeldes que huyen—, la familia alquiló una casa por 1,800 córdobas (57 dólares al cambio oficial). Pronto debieron desalojar el inmueble porque los “vendieron” (delataron). El primero de agosto tomaron un bus con destino a Peñas Blancas. ‘Managua’, nos dijo su mujer, sudaba del horror al sentirse perseguido perpetuamente.

Y a juzgar por los informes de organismos internacionales, no se trata solo de una sensación. Expertos de la Organización de Naciones Unidas (ONU) exigieron al gobierno de Daniel Ortega “poner fin a la cacería de brujas contra las voces disidentes”. Sus informes constatan además el aumento de "la represión selectiva, la criminalización y las presuntas detenciones arbitrarias" que están creando una "atmósfera de temor e incertidumbre".

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Eso ha hecho que incluso los organismos de derechos humanos abandonen Costa Rica. Álvaro Leiva, secretario ejecutivo de la Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos (Anpdh), cerró sus oficinas en Managua tras recibir insistentes amenazas de muerte y también viajó a Costa Rica. En la actualidad, su grupo sigue recibiendo denuncias pero solo por correo electrónico y teléfono.

III. “Puntos ciegos” resguardados por militares

Los coyotes llaman a los pasos ilegales “puntos ciegos”. Desde muy temprano, esperan a centenares de nicaragüenses que llegan a Peñas Blancas en taxis, autobuses y autos particulares. Es un ambiente donde la ilegalidad es cotidiana: los cambistas venden dólares, colones y córdobas; los coyotes negocian sus servicios con los migrantes; mujeres vivarachas cargan enormes barriles de café para vender en vasos de poroplast sin mayores sobresaltos. El coyote que Univision Noticias consulta para este reportaje afirmó que el número de personas que cruzan ha aumentado en los últimos dos meses. Tampoco tienen cifras exactas del tráfico, pero este coyote regordete habló de “un montón”.

Más de 20,000 nicaragüenses se han desplazado forzosamente y han solicitado refugio en Costa Rica tras meses de crisis política en los que el régimen de Daniel Ortega ha sido denunciado y responsabilizado de graves violaciones a los derechos humanos por organismos internacionales y locales.
Video Los dramáticos testimonios de nicaragüenses que huyen de la violencia y la represión del régimen

“Han pasado un montón de estudiantes, algunos van heridos. Uno cruzó con un balazo en la pierna. Pasan con miedo porque dicen que los policías los van a matar… hasta sus cosas (pertenencias) venden en el camino con tal de llegar a Costa Rica. Aquí está feo”, describió el coyote, que pidió anonimato.

La doctora Vilma Núñez, presidenta del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh), calificó el éxodo de nicaragüenses hacia Costa Rica como un “desplazamiento forzoso”.“El desplazamiento forzoso se da cuando la gente sale de su país contra su voluntad, ya sea obligado por persecución política, como es el caso de Nicaragua, o por otra razón. Además, tiene la característica que es masivo ”, explicó la defensora de Derechos Humanos.

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Univision Noticias arribó a Peñas Blancas una madrugada lluviosa de agosto. El paso fronterizo legal no está abierto a las cinco de la mañana. Pero al otro lado, los migrantes se apuraban para cruzar de forma ilegal. El trabajo de los coyotes suele costar entre 30 y 60 dólares “por cabeza”, como suelen decir ellos. Antes de ingresar por el trecho ilegal, las personas alquilaban botas de hule para atravesar potreros lodosos. Las pocas vacas que hay aún no rumiaban, y sus lomos seguían húmedos por el rocío de la madrugada. Costa Rica está muy cerca, a unos 15 minutos a pie.

Un pequeño muro delimita la frontera. Para los nicas, este muro ha significado históricamente una mejor oportunidad para obtener ingresos económicos. Ahora, para muchos, es una oportunidad de “salvar el pellejo” de las balas del gobierno de Daniel Ortega, que han segado la vida de 307 personas de acuerdo con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

El “punto ciego” de La Guacimada es uno de los preferidos por los migrantes nicas en Peñas Blancas. Sin embargo, los que son perseguidos políticamente lo evitan. El Ejército de Nicaragua resguarda el paso y solicitan a cada persona la cédula de identidad. A los coyotes no les piden; ya son conocidos de los militares. Entre quienes cruzan la frontera para salvar su vida está claro que se debe evitar a los militares a toda costa. Los migrantes y coyotes coinciden que los uniformados tienen “listas de señalados de terroristas”. “Si te agarran, te llevan”, nos advirtió el coyote regordete.

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A Cristian Fajardo y a su esposa María Adilia Cerrato los “agarraron” el domingo 22 de julio. El matrimonio era dirigente del Movimiento 19 de Abril en la ciudad de Masaya y el gobierno de Ortega había girado orden de captura en contra de ellos. Mariela Cerrato, madre de María Adilia, dijo a Univision Noticias que su hija y su yerno habían decidido huir de forma ilegal a Costa Rica para evitar la captura. Sin embargo, sus planes fueron frustrados en el “punto ciego”. Los militares los interceptaron y los entregaron a la Policía Nacional. De inmediato, fueron puestos a la orden del juez para juzgarlos por los delitos “de terrorismo, financiamiento al terrorismo, crimen organizado y entorpecimiento de servicios públicos en contra del Estado de Nicaragua y la sociedad nicaragüense”.

‘Managua’ ya había sido advertido sobre los militares. Por eso, al momento de negociar con los coyotes que cruzaron a su familia, exigió usar otro “punto ciego”. Lograron cruzar con éxito. Al otro lado del muro, en suelo tico, la familia de Leslie Mayorga celebró. Estaban a salvo. Al contar este capítulo de su odisea, a ‘Managua’ se le quiebra su estridente voz. No puede contener las lágrimas. Lo que vendría después serían más veredas, pero ya con los nervios menos enervados. Migración de Costa Rica los acogió y los trasladó a uno de los dos Centros de Atención Temporal para Migrantes (Catem).

La migración legal es, a simple vista en la frontera de Peñas Blancas, menor a la ilegal. 'Julio', un joven que trabajaba como cobrador en el municipio de Waslala, cerca de la frontera con Honduras, decidió viajar a Costa Rica a causa de la situación económica.

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Si Nicaragua ya era un país con alto porcentaje de desempleo, eso se ha agudizado con la crisis sociopolítica. La Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (Funides), ha calculado que al menos 215,000 personas han perdido sus puestos de trabajo. 'Julio' contó a Univision Noticias que decidió salir por el terror que le infunden los paramilitares en las calles, y porque “el trabajo de cobrador se cayó. Nadie está pagando”.

“La idea es salir primero yo, y luego mandar a traer a mi familia”, relató. No todos pueden costearse el pago de 35 dólares por la visa y el boleto de regreso hacia Nicaragua, que es obligatorio presentar en el puesto fronterizo de Peñas Blancas. Es por eso que la mayoría de los nicaragüenses y los que son perseguidos políticamente optan por la ilegalidad.

En uno de los albergues en Costa Rica está 'Juan Carlos', quien huyó de Nicaragua después que se negó en reiteradas ocasiones a convertirse en paramilitar.

“Me dijeron que me iban a pagar 500 córdobas y que me iban a dar un AK-47 para volarle balas a los estudiantes. Como dije que no, me golpearon varias veces. Fueron miembros de la Juventud Sandinista de mi barrio. Si no quería ser paramilitar a las buenas lo sería a las malas. Así me amenazaron. Por eso me vine para Costa Rica”, relató.

El joven salió de Managua con doce córdobas en la bolsa (38 centavos de dólar) y pidiendo dinero en todo el trayecto pudo ponerse a salvo al otro lado de la línea fronteriza. “El coyote se compadeció de mí”, asegura.

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IV. La vida en el albergue

El albergue se ubica sobre un tramo de la carretera Panamericana en Costa Rica. Las champas verdes y de material resistente están sobre un predio pedregoso. Tienen grabadas las letras “U.S”. Son amplias. La familia de ‘Managua’ (sus tres hijas, esposa, nuera, hijo mayor y el nieto) cabe con holgura. Los nicaragüenses que llegan al Catem conviven con migrantes haitianos y africanos a quienes las autoridades costarricenses llaman “extrarregionales”. De hecho, estos albergues fueron creados por Costa Rica durante la crisis humanitaria de 2016, cuando miles de cubanos y haitianos quedaron varados en la frontera de Peñas Blancas tras la decisión de Daniel Ortega de cerrarles el paso en su trayecto hacia Estados Unidos.

Imagen Carlos Herrera


Frente a los 23,000 nicaragüenses exiliados en Costa Rica que contabiliza Acnur, la dirección de Migración costarricense solo ha recibido en los albergues a 88 migrantes de ese país desde abril. Según fuentes costarricenses, eso se debe a que en ese país habitan 300,000 nicaragüenses (un 6% de la población tica) y la mayoría de los exiliados se refugia en casas de familiares, amigos o conocidos. En la capital, San José, hay varios albergues para estudiantes. Las locaciones de esos refugios se mantienen en secreto por temor “a que infiltrados del gobierno de Ortega lleguen a pasar factura a Costa Rica”, dijo uno de los jóvenes que prefiere mantener su nombre en secreto.

Por lo pronto, el gobierno de Costa Rica se las arregla para acoger a los exiliados. La Universidad de Costa Rica (UCR) aceptará a 33 estudiantes nicaragüenses de forma temporal para que retomen sus estudios. Mientras que la Universidad Latinoamericana de Ciencia y Tecnología (Ulacit) ofrecerá becas del 100%. En el caso de los albergues, los costarricenses proporcionan enseres básicos y alimentos a los migrantes nicaragüenses. Las chuletas de pollo que cocinó la esposa de ‘Managua’ son parte de esa ayuda.

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Y mientras el gobierno continúa despotricando contra los “terroristas” y prometiendo “que pagarán sus crímenes”, los exilios se suceden a diario. En agosto, el cantautor y referente musical de la Revolución Sandinista, Carlos Mejía Godoy, anunció que se exiliaba en Costa Rica y luego viajó a Estados Unidos. El autor de “Ay, Nicaragua, Nicaragüita”, la canción idílica de la libertad que suena en las protestas contra Ortega, decidió no regresar a Managua porque sintió que “su vida corría peligro”.

Los fogones comunales son atizados a mediodía en al albergue. La esposa de ‘Managua’ cocina las chuletas que comparte con otros nicaragüenses que huyen de la violencia política. “¿Para qué vamos a regresar: para que nos quemen vivos? Si nosotros estamos marcados por Daniel Ortega”, afirma la mujer.

Fredy Mondragón Benavides, un campesino que lideró un tranque en Los Chiles, en el departamento de Río San Juan, asaltó la palabra a la esposa de ‘Managua’ (ella prefiere no decir su nombre). Flaco, de pómulos anchos, y sentado sobre una montaña de leña, Mondragón advirtió que él solo regresaría a Nicaragua “si le dan armas para volarle pija (combatir) a Daniel Ortega”.

“Ese hombre no entiende a las buenas. Hicimos marchas pacíficas, levantamos tranques y nos defendimos con morteros y garrotes. ¿Cómo nos respondió Ortega? A punta de plomo”, asegura Mondragón. ‘Managua’ los escuchaba sin inmutarse. Aunque siente cierto remordimiento por no haber podido seguir “luchando en Jinotega”, a ‘Managua’ le da cierto alivio no seguirse escondiendo tras el pasamontañas verde. Aquí, en el albergue de Costa Rica, cuando no sigue las noticias a través de su celular con actitud del rebelde, es el abuelo juguetón, el que le provoca carcajadas a su nieto encima del tablón que los migrantes ocupan para almorzar.

Cientos de personas participaron este jueves en una multitudinaria marcha en diversas ciudades de Nicaragua. Con el lema "Juntos somos un volcán" los ciudadanos rechazaron la represión que ya ha dejado más de 300 muertos y pidieron la salida del presidente Daniel Ortega. En la imagen, un grupo de jóvenes con banderas de Nicaragua en la estatua del campeón mundial de boxeo y ex alcalde de Managua Alexis Argüello.
Con banderas de Nicaragua, los manifestantes inundaron las calles de Managua (en la imagen) pero también de Matagalpa, Masaya, Chinandega, Estelí y Jinotega, entre otras bajo la vigilancia de paramilitares asociados al gobierno sandinista.
La marcha de Managua se inició de forma pacífica en la Rotonda Cristo Rey, en el centro de la capital, y se dirigió hacia la Rotonda Jean Paul Genie, en el sureste de la ciudad. En la imagen, dos manifestantes con máscaras del gugüense disparan un lanzamortero.
La marcha no fue tan multitudinaria como las anteriores convocadas a nivel nacional . En la de Managua, participaron miles de personas y estuvo animado con bandas de música, trompetas y disparos al aire de morteros artesanales, las armas caseras usadas por los ciudadanos como método de defensa ante la represión gubernamental.
Entre las consignas de los manifestantes, gritaban "El pueblo unido jamás será vencido" o "¡Eran estudiantes, no eran delincuentes!", en referencia a los primeros fallecidos durante la represión.
En las pancartas de los ciudadanos también se podían leer diferentes lemas como "Protestar es mi derecho, reprimir es un delito", "Porque queremos justicia y democracia", "Hemos aguantado, pero ya explotamos", entre otras. En la imagen, una con los nombres de algunos de los más de 300 fallecidos desde el inicio de las protestas ciudadanas contra Daniel Ortega.
La jornada de reivindicación, que se desarrolló de manera pacífica y no fue reprimida, se produce cuando los muertos por esta crisis ya superan los 300. El pasado domingo, una operación del gobierno para levantar los bloqueos de caminos se saldó con casi 30 muertos.
Al día siguiente, el lunes, un grupo de religiosos y periodistas fueron atacados por policías y paramilitares en la ciudad de Diriamba. Eso representó un quiebre de los partidarios de Ortega con la iglesia católica, con la que había mantenido una relación tensa pero cercana. Por eso, algunos de los manifestantes llevaban los colores de la bandera del Vaticano.
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Los manifestantes exigen la salida del poder de Daniel Ortega y el anticipo de elecciones generales. Sin embargo, el mandatario sandinista dejó claro que no accederá a ninguna de esas dos peticiones.
Un grupo de manifestantes con cruces ensangrentadas con algunos de los derechos que consideran que Ortega los ha usurpado.
Este es el primero de tres días de protestas contra Ortega que empezaron el 18 de abril pasado por unas fallidas reformas a la seguridad social y se convirtió en un movimiento que pide la renuncia del mandatario que lleva once años en el poder. Este viernes, hay un paro nacional convocado y para el sábado una caravana que recorrerá los principales barrios de Managua.
Por su parte, el gobierno de Ortega ha convocado para este viernes la celebración del tradicional "repliegue", la conmemoración de la retirada de Managua a Masaya a los combatientes sandinistas que luchaban contra el dictador Anastasio Somoza. La celebración concluye en Masaya, a unos 30 kilómetros de Managua, una ciudad que hoy es símbolo de la resistencia a Ortega. El gobierno no ha dicho si llegarán hasta Monimbó, donde tradicionalmente culmina el repliegue y que ahora está tomado por manifestantes.
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Cientos de personas participaron este jueves en una multitudinaria marcha en diversas ciudades de Nicaragua. Con el lema "Juntos somos un volcán" los ciudadanos rechazaron la represión que ya ha dejado más de 300 muertos y pidieron la salida del presidente Daniel Ortega. En la imagen, un grupo de jóvenes con banderas de Nicaragua en la estatua del campeón mundial de boxeo y ex alcalde de Managua Alexis Argüello.
Imagen Rodrigo Sura / EFE
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