“Vivimos una cacería humana”: las escuelas también se preparan para las redadas de ICE

Las maestras y los padres con documentos, tanto hispanos como anglosajones, se organizan en esta escuela de Carolina del Norte para ayudar a los padres sin papeles que corren el riesgo de ser deportados y separados de sus familias, en algunos casos, luego de vivir décadas en Estados Unidos.

Maye Primera
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Maye Primera.
"Con papeles o no, eres bienvenido aquí´", dice un cartel pegado en una escuela de Durham, Carolina del Norte.
"Con papeles o no, eres bienvenido aquí´", dice un cartel pegado en una escuela de Durham, Carolina del Norte.
Imagen Maye Primera

DURHAM, Carolina del Norte.- Justo la mañana que vio a los agentes de migración rondando por su calle, Teresa* había hecho una lista de teléfonos de emergencia a los que su esposo o sus hijos podrían llamar si la detenían o la deportaban por vivir sin documentos en Estados Unidos desde hace 14 años.

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“Me dije: tengo que dejarles contactos. Si fuera mi esposo al que detienen, yo sé a quién llamar porque tengo en mi teléfono los contactos. Pero si es a mí, ellos no van a saber a quién hablar. Le dije a mi hija: ‘ Si pasa algo, no te espantes, llama a estas personas y ellos van a saber qué hacer por mí, a quién recurrir’”, cuenta Teresa, que nació en Puebla, México, y ahora tiene más parientes acá que allá.

Pegó la lista junto a la puerta de entrada de la casa, entre los retratos familiares, y salió a las 8:30 de la mañana para llevar a los niños a la escuela. Cuando estaban los tres en el carro, antes de encender el motor para salir, reconoció una de esas camionetas van negras que usan los agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) para moverse en Carolina del Norte.

“Traté de no alarmar a mis hijos pero tengo una hija de 14 y a ella es imposible engañarla. Les dije: ‘Ese carro se me hace como sospechoso. Vamos a bajarnos sin abrir las puertas del lado donde ellos puedan ver, vamos a meternos a la casa y ahorita veo cómo le hago’”, recuerda.

Entonces los tres entraron a la casa y durante dos semanas Teresa no se atrevió a salir.

Esta es la lista de abogados de migración y contactos que Teresa pegó junto a su puerta para que su familia sepa a quién llamar si ICE la detiene.
Esta es la lista de abogados de migración y contactos que Teresa pegó junto a su puerta para que su familia sepa a quién llamar si ICE la detiene.
Imagen Maye Primera

“Nos encerramos. Yo no salí para nada y mi esposo ya no trabajó al siguiente día. La comida la mandé a pedir. Antes se había escuchado que Migración andaba por aquí, por Durham, pero nunca como esa cacería que se vió en estos días. Porque se vivía así: como una cacería de humanos. Pero es la comunidad de Durham quien nos está echando, es un berrinche federal”, dice Teresa.

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Los agentes de ICE (como se le conoce a la agencia por sus siglas en inglés) ejecutaron un operativo especial de redadas en Durham y otros seis condados de Carolina del Norte que no colaboran con las políticas del gobierno federal para la detención de migrantes. Entre el miércoles 6 y el viernes 8 de febrero, detuvieron a más de 225 personas, según informó la agencia, y aún no hay información oficial disponible sobre cuántos eran indocumentados y cuántos ya fueron deportados.

Esa semana, las maestras y los padres de la escuela primaria a la que asiste el hijo menor de Teresa crearon grupos de Whatsapp para entrar en contacto y ayudar a los padres indocumentados que no se atrevían ni a llevar a sus hijos al colegio. La sorpresa de Teresa es que muchos de estos padres son blancos anglosajones.

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“Padres de familia americanos, anglos, hicieron el favor de raidiar (darle aventón) a mi hijo y a mi hija a escuela. En ese momento me sentí protegida y di muchas gracias de que hay personas así. Pero pasando los días digo: si queremos vivir en este lugar, no podemos vivir encerrados”.

A Teresa la contactó Abby: una neoyorquina de 42 años que hace poco se mudó con su familia a Durham, en Carolina del Norte, huyendo del frío y con la idea de construir “un nuevo sur” menos racista que el antiguo. A la pregunta de por qué lo hizo, por qué ayudó a Teresa, Abby responde con otra pregunta: ¿cómo no iba a hacerlo?

“Yo tengo un auto, un estatus legal, ¿y qué hago con todo eso si los amigos de mis hijos tienen miedo? ¿Cuánto hay que confiar, cuán desesperada tienes que estar para entregarle a tus hijos a una desconocida para que los lleve a la escuela?”, vuelve a preguntar Abby y vuelve a contestar: “Estamos construyendo confianza. ‘Ellos’ somos ‘nosotros’, una sola una comunidad. Son nuestros amigos, nuestros vecinos. Compartimos la ciudad, las calles, las escuelas. Es nuestra responsabilidad ayudarlos”.

Uno de los chats de padres de una escuela de Carolina del Norte para coordinar la ayuda a las familias de indocumentados.
Uno de los chats de padres de una escuela de Carolina del Norte para coordinar la ayuda a las familias de indocumentados.
Imagen Maye Primera

Abby es de las que piensa que el balance entre quienes toman riesgos debe cambiar, que más ciudadanos con documentos deben tomar acciones, pequeñas o grandes; organizarse para lidiar con el presente que les tocó y vivir, y a la vez construir la sociedad del futuro.

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“Mi esposo es negro y estamos acostumbrados a ser objeto de ataques. También soy judía y mis ancestros se escondían, tenían miedo. Si más gente los hubiese ayudado, yo habría tenido más familiares vivos. Los migrantes no son solo gente que se esconde, son gente inteligente que quiero tener a mi lado”, afirma ella.

El esposo de Abby es también profesor: enseña inglés como segunda lengua. Y desde principio de febrero, antes de enviar a los alumnos a casa, llama a los padres de algunos de ellos que no tienen documentos para saber si siguen en casa.

Cada vez hay más padres estadounidenses que le escriben a las maestras de esta escuela de Durham para sumarse a los grupos de voluntarios en Whatsapp. Uno de ellos, padre de un niño que cursa el tercer grado, es abogado de migración y organizó una charla en el comedor para responder preguntas y aconsejarle a las madres sin documentos qué hacer si ICE llega a sus casas o las detiene en las calles.

Una de las profesoras que trabaja como vínculo e intérprete entre el departamento de escuelas públicas del condado y la comunidad hispana dijo a Univision Noticias que la organización en torno al tema de las redadas, que se dio espontáneamente entre los padres y el personal de la escuela del hijo menor de Teresa, no es común encontrarla en otros planteles a los que asisten incluso más estudiantes hispanos, con urgencias todavía mayores.

“Visito escuelas donde el 50% de la población es latina, pero donde no hay esa fuerza de parte de la administración o del personal que quiere hacer algo. Allí no consigues esta organización que hay acá, donde hay grupos de Whatsapp de padres y vecinos que se unieron para ayudar”, explica la docente, que pidió mantener su nombre en reserva.

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Hay escuelas de Durham donde estudian hasta 380 estudiantes latinos y que solo cuentan con un profesor de origen hispano. “Y allí no hay tanto apoyo para la población; no porque los profesores no quieran, sino porque no se dan abasto”.

Esta maestra está poniendo especial atención en dos casos de niños hispanos que han dejado de asistir a la escuela: el primer caso es el de una niña de sexto grado que ya no quiso volver cuando a su padre lo deportaron; y el segundo es el de dos hermanas que pierden semanas enteras de clases cada vez que a su mamá le toca presentarse en las cortes de migración de otro estado.

En medio de tanta dificultad que enfrentan los alumnos hispanos, de padres con documentos o sin ellos, Bastidas confía en que las cargas estarán más balanceadas en el futuro: “Yo siento que mañana o pasado, cuando seamos unas ancianas, voy a estar contenta de ver a la mitad de la población de este país con nuestros rostros, ubicados en puestos a los que hoy no tenemos derecho”.

* Teresa es un pseudónimo, el personaje de este historia pidió expresamente no revelar su nombre por temor a ser identificado y detenido por las autoridades migratorias.

La abuela llora en su casa en una zona rural de El Salvador. Ni ella ni los miembros de su familia que siguen aquí pueden salir a trabajar. Viven con constante temor a las amenazas y la muerte. "A nosotros nos ha pasado de todo. Solo falta que nos muramos ya", solloza, describiendo palizas, "pero que no sea así, ¿verdad? Cruelmente".
La cama donde dormía el padre de la familia, fuera de la casa que abandonaron de un día para otro. El padre dejaba que sus hijos durmieran dentro de la casa, demasiado pequeña para todo, para protegerlos: ser joven en El Salvador significa ser objeto de reclutamiento de las pandillas. Después de que el hijo de 17 años desapareciera y nunca encontraran el cuerpo, al padre de familia le amenazaron con que tenía que entregar al siguiente hijo, de 13 años, a la mara. 
<a href="https://www.univision.com/noticias/animacion-un-hijo-muerto-otro-amenazado-por-las-maras-el-drama-de-un-padre-huyendo-de-la-violencia-en-centroamerica-1-video1">Más de la historia de este padre y esta familia en esta animación. </a>
La abuela puso un candado para cerrar la puerta de la humilde casa donde la familia vivía después de que vinieran los ladrones. "Dejé mi casita con todo y hasta las cacerolas se llevaron", dice el padre de la familia. "¡Salimos así como estamos! Tres primero y los otros tres, después, con bolsitas plásticas, chiquititas, una cobijita para arropar al niño nada más".
La abuela muestra una foto de su nieto desparecido. Describe al nieto como un muchacho fuerte, al que le gustaba el deporte, sonriente, servicial. "¡Bien parecido, el jodido! ¡Bien parecido!".
Los tacos de fútbol del nieto desaparecido. La familia sospecha que lo asesinaron y su cuerpo yace en el fondo de un pozo vecino.
El pozo, a poca distancia de la casa abandonada, fue sellado por orden de la Fiscalía después de que vecinos denunciaron que olía a muerto y había cadáveres dentro.
Uno de los hijos de la abuela fue golpeado en su casa durante un allanamiento de la policía. "A ellos los golpearon, los tiraron al suelo, les ponían una cosa que tiene electricidad", explica su madre. "Venían uniformados, pero también los pandilleros así andan, uniformados, pues para que la gente salga y solo la matan".
La puerta de la casa abandonada tiene dibujos hechos por las niñas. "Se han ido obligados por salvar la vida de sus hijos, y las de ellos mismos también. Es duro ver a sus hijas, sus nietos que se van", dice la abuela.
Al padre de familia le encantaba la música de Los Tigres del Norte y la abuela guarda sus CDs. "Los Tigres del Norte siempre cantan la verdad", dice el padre dese México, donde a la familia le han otorgado refugio.
Los utensilios de trabajo del padre. La familia se ganaba la vida con la recolección y venta de fruta.
Las bicicletas de los hijos, abandonadas al lado de la casa.
Una cuerda deshilachada cuelga fuera de la puerta de la casa abandonada. Ya hace más de un año que la familia se marchó.
La abuela tiene estampas de Monseñor Arnulfo Romero y La Santísima Trinidad bajo la luz de una vela, las 24 horas del día. Desde que su hija, su yerno y sus nietos se fueron, ya ha recibido numerosas amenazas de pandilleros para que revele el paradero de sus familiares. "Para mí, pues, están lejos, pero están vivos", dice, sin esperanza de volver a verlos.
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La abuela llora en su casa en una zona rural de El Salvador. Ni ella ni los miembros de su familia que siguen aquí pueden salir a trabajar. Viven con constante temor a las amenazas y la muerte. "A nosotros nos ha pasado de todo. Solo falta que nos muramos ya", solloza, describiendo palizas, "pero que no sea así, ¿verdad? Cruelmente".
Imagen Almudena Toral
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