Cómo este inmigrante pasó de guardar tarjetas de crédito en sobres a dirigir operaciones mundiales en American Express

En el mes de la herencia hispana contamos la historia de Paul Fabara, ecuatoriano, y responsable de supervisar que no hayan defectos en los sistemas en la empresa trasnacional. Que nunca se dejara "pisar el poncho" fue el consejo de vida que le dio su papá.

Olivia Liendo
Por:
Olivia Liendo.
Desde Fabara es presidente del Global Services Group de American Express, el más alto cargo que ostenta un latino en la compañía trasnacional.
Desde Fabara es presidente del Global Services Group de American Express, el más alto cargo que ostenta un latino en la compañía trasnacional.
Imagen Cortesía: Paul Fabara

Paul Fabara ha ejercido todas las funciones posibles dentro de un banco. En su primer trabajo metía tarjetas de crédito en sobres para mandárselas a los clientes.

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Después trabajó en la bóveda, a pesar de que todos sus colegas creían que era una mala idea. Esa inclinación a querer hacer de todo es uno de los factores a los que él le atribuye su éxito. Años después, esa experiencia en la bóveda le resultó ventajosa porque sabía cómo manejar cantidades gigantes de efectivo.

Desde febrero de 2018, Fabara es presidente del Global Services Group de American Express, el más alto cargo que ostenta un latino en la compañía trasnacional, donde es responsable de las operaciones mundiales de crédito, cobro y fraude. También es el único latino en la banca alrededor del mundo y en la lista de compañías Fortune 100 que ha tenido el cargo de Director de Riesgos.

" No hay trabajo que sea malo, no hay trabajo que sea pequeño, no hay trabajo que no ayude profesionalmente. Una de las cosas que en mi carrera me ayudó es que no estaba pensando en la oportunidad siguiente sino más en prepararme", dice en una conversación por skype desde su oficina.

"Me metía en todos los problemas para tratar de resolverlos. Si el banco tenía algún problema yo levantaba mi mano para ver si me lo daban a mí. Muchas veces me criticaban mucho porque pensaban: '¿por qué vas a hacer eso? Te vas a meter en un rollo' y yo lo tomaba como un chance para aprender. Las oportunidades que han sido las más importantes en mi carrera han sido las que vienen como problemas, no necesariamente como oportunidades positivas", agrega.

De formación autodidacta

Fabara nació en Cuenca, al sur de Ecuador, casi llegando a la frontera con Perú, pero vivió en Quito, la capital, desde pequeño, donde estudió la primaria y la secundaria. Llegó a Estados Unidos a los 17 años porque unos parientes de su papá que vivían en Los Ángeles tenían un negocio y le dieron la oportunidad de ayudar. "Yo pensaba que iba a ser un verano, máximo unos seis meses y poco a poco me di cuenta de que había muchas oportunidades. Hice muchos amigos, las cosas empezaron a salir bien y me gustó", recuerda.

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Toda su formación a partir de ahí fue autodidacta. Nunca fue a la universidad aquí en los Estados Unidos. Empezó trabajando en los negocios familiares y en RadioShack. No había pensado en entrar a la banca hasta que en una de las tiendas de teléfonos celulares y computadoras en las que trabajó conoció a un cliente que le preguntó si le interesaba el área y le comentó de un trabajo en un banco pequeño, de unas 50 personas.

"Mi mamá estaba visitándome ese día. Yo no tenía un terno, un traje, porque era muy joven, obviamente. Tuve que ir a comprar uno. Mi mamá me subió las bastas (ruedo) del terno", narra.

Fabara llegó a esa entrevista de trabajo cerca de las 9:00 am y regresó a su casa a la media noche. Inmediatamente lo pusieron a trabajar en el área de programación verificando que los cargos de intereses fueran hechos correctamente.

Ese primer día se llevó a su casa siete u ocho manuales, cada uno de 100-150 páginas, que estudió ávido en la primera semana.

"Mis padres me enseñaron desde muy pequeño que no me intimidara por las condiciones. Mi papá utiliza una frase que yo he utilizado muchas veces, y probablemente está hasta en el internet: que no me deje pisar el poncho. Básicamente es no dejarse intimidar por las condiciones, por la situación", dice.

Dice que en ese momento no se imaginaba "ni en un millón de años" lo mucho que le iba a atraer el mundo de la banca, pero a los 25 años ya era presidente de otro banco.

Por mucho, menciona Fabara, el mejor consejo que recibió es que el feedback (la retroalimentación) es un regalo. Tener personas que le den feedback ha sido vital para su éxito.

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"Esto me dijo mi madre una vez: si no recibes 'feedback' significa que la persona probablemente no tiene interés en tu desarrollo profesional. Es que piensan que no eras la persona correcta para el cargo o posiblemente ya perdieron interés en ti. Me encanta escuchar de la gente las cosas que he hecho bien, las cosas que tengo que mejorar y pienso que es lo más importante que puede uno recibir", dice.


Muy joven también tuvo la responsabilidad de vender un banco en Argentina, a raíz de la crisis financiera de la década de los noventa. "Fue muy difícil, pero al mismo tiempo me dio una oportunidad tremenda para desarrollar mis condiciones como líder. Haber estado expuesto a esas situaciones tan tempranamente en mi carrera y a tan baja edad me preparó para el futuro", añade.

Su rol actual

Fabara estaba trabajando como Director de Operaciones Globales de Barclays Credit Card Business en el Reino Unido, cuando en enero de 2011 lo llamó American Express para que se incorporara a la compañía en Nueva York.

En la actualidad, el ejecutivo supervisa un equipo de unas 2000 personas alrededor del mundo.

Dice: "tengo un cargo en el cual protejo el interés de nuestros clientes, de nuestros empleados y ayudo al crecimiento de la compañía. No soy directamente la persona que crea el beneficio de ganancias, pero me encargo que esas ganancias sean hechas de la forma correcta. Mis responsabilidades van desde crímenes financieros hasta los bancos que tenemos aquí en la compañía". "Obviamente", agrega, " donde probablemente paso la mayoría de mi tiempo es revisando que no haya existido ningún tipo de defecto en los sistemas y en los compromisos que hemos hecho a nuestros clientes".

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Es sponsor de Exec HOLA, la red de empleados latinos de la compañía y conduce foros y eventos para motivar a otros ejecutivos hispanos. "Los latinos somos muy felices", menciona, "llevamos un nivel de otro tipo de energía al trabajo. Yo pensaba inicialmente que tenía que portarme de una forma diferente y tener un tipo de carácter diferente y acoplarme a los sistemas y a los ambientes en los que he trabajado. No ha sido así, yo sigo siendo quien soy y una de las cosas que siempre, siempre digo a toda mi gente es: 'no cambies quien eres tú, nunca".

Javier Hernández Kistte tiene 27 años y vive en Los Ángeles. Llegó a EEUU desde la Ciudad de México cuando tenía ocho años y se graduó en la Universidad de California en Irvine. Contó a la agencia Reuters que ser beneficiario de DACA le ayudó a trabajar para pagar sus estudios. "Mis padres todavía son indocumentados y como familia luchamos con la ansiedad de que puedan ser deportados en cualquier momento”, agregó.
Hernández Kistte en su lugar de trabajo, una empresa producción de efectos especiales de Los Ángeles. “La ansiedad ha aumentado con la incertidumbre de que mi hermano y yo regresemos a un estatus de indocumentados. No se trata solo de nosotros. Sé que hay personas que están dispuestas a negociar por nuestro derecho a estar aquí, pero que harían de la vida de otros una pesadilla. No quiero eso", concluyó.
Martha Valenzuela tiene 23 años y llegó a los dos años desde Sinaloa, México. Se graduó en la Universidad del Estado de California. Sobre el fin del programa DACA del cual es beneficiaria dijo a Reuters: “Me rompió, es traumático porque he vivido en este país durante 21 años. Todos queremos un camino hacia la ciudadanía, todos queremos protección permanente para nosotros y nuestras familias”.
Valenzuela trabaja en una empresa en Orange, California. “La razón por la que este país nos etiquetó como ‘soñadores’ es porque queremos algo que parece que fuera inalcanzable. Si podemos soñarlo, podemos lograrlo. Se necesitan agallas para soñar y se necesitan agallas para luchar por ello", concluyó Valenzuela.
Bárbara Hernández tiene 26 años, vive en Santa Ana y se graduó en la Universidad Comunitaria de Orange Coast en California. Llegó a EEUU desde la Ciudad de México cuando tenía seis años. Trabajaba como maestra de educación especial hasta que DACA fue derogado por el nuevo gobierno. "Ese fue el trabajo más gratificante y amoroso que he tenido, pero con este gobierno y el fin de DACA estaba muy asustada ”, aseguró la dreamer.
Hernández participa en las protestas en Los Ángeles a favor de una legislación para los dreamers. "Tuve una etapa de pánico y estaba deprimida", agregó. "Me preocupa cómo se sienten los beneficiarios de DACA y su estado mental. Me gustaría ver una protección permanente no solo para nosotros, sino también para los otros 11 millones de inmigrantes sin documentos".
Karla Estrada tiene 26 años, vive en Los Ángeles y es graduada de la Universidad de California. Es asistente legal y se prepara para ingresar a la Escuela de Leyes. Llegó a EEUU desde Morelos, México, cuando tenía cinco años. "DACA siempre ha sido muy problemático y temporal, no es lo ideal. Nos ha dado la libertad de trabajar, legalmente, sin temor a que en tres meses nos despidan porque no tenemos un número de seguridad social”, afirmo la soñadora.
Estrada vive en un apartamento en Los Ángeles y su familia permanece en México. “Tengo que cuidarme en este país, pero también tengo que cuidar de mi mamá, mi papá y mi hermano que están en México. Lo que más me asusta es no poder cuidar a mi familia (…)”, concluyó.
Brian Caballero tiene 25 años y está a punto de graduarse en el Politécnico de California en Pomona. Llegó a Estados Unidos cuando tenía seis años desde Guadalajara, México. Asegura que está preocupado por el fin de DACA: "Me aterroriza que cuando finalmente me gradúe no pueda ser empleado en EEUU”.
Caballero en una clase de laboratorio del último año de la carrera de Ingeniería Eléctrica. “La gran mayoría de las personas indocumentadas vinieron para tener una vida mejor. La mayoría de las personas están aquí igual que yo, tratando de obtener educación para mejorar sus vidas ", concluyó.
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Javier Hernández Kistte tiene 27 años y vive en Los Ángeles. Llegó a EEUU desde la Ciudad de México cuando tenía ocho años y se graduó en la Universidad de California en Irvine. Contó a la agencia Reuters que ser beneficiario de DACA le ayudó a trabajar para pagar sus estudios. "Mis padres todavía son indocumentados y como familia luchamos con la ansiedad de que puedan ser deportados en cualquier momento”, agregó.
Imagen Lucy Nicholson/Reuters
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