988: los tres dígitos que debes marcar para recibir apoyo ante cualquier crisis suicida o de salud mental

Cada segundo cuenta cuando hay riesgo de suicidio, abuso de sustancias y otras circunstancias de extrema vulnerabilidad emocional. A partir de este sábado, tres dígitos conectarán a las personas 24/7 y de forma gratuita con ayuda profesional.

María Isabel Capiello
Por:
María Isabel Capiello.
A partir de este sábado 16 de junio se habilitará en EEUU una línea nacional de emergencia para apoyar a quienes tengan una urgencia psicológica. Llamando al 988, quienes atraviesen por una crisis de salud mental podrán hablar con un consejero entrenado para asistirlos en medio de esa situación. No importa el estatus migratorio para recibir la ayuda. Más información enUnivision Noticias.
Video Así funcionará la nueva línea nacional de ayuda psicológica en EEUU: estos son los servicios que brindarán

A partir de este sábado, basta con marcar tres dígitos - 988- para recibir apoyo profesional ante cualquier crisis de salud mental -propia o de un ser querido-, sea por suicidio, abuso de sustancias u otros problemas.

Ese número, fácil de recordar, disponible 24/7 con operadores que hablan en español, de acceso gratuito -y al que también se pueden enviar mensajes de texto-, llega en el momento en que el país más lo necesita: la pandemia del coronavirus ha exacerbado una crisis de salud mental nacional que le antecedía.

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Antes de la pandemia, en 2019, 50 millones de adultos estadounidenses -el 20%- ya habían sido diagnosticados con algún trastorno de salud mental, según un informe de Mental Health America.

1 de cada 5 adolescentes ha contemplado el suicidio y 4 de cada 10 admite sentir tristeza y desesperanza persistente, revela una encuesta reciente de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades.

En 2020, cada 11 minutos hubo una fatalidad por suicidio, que fue la segunda causa de muerte en niños de 10 a 14 años y adultos de 25 a 34.

Las muertes por sobredosis también han aumentado. Más de 100 mil personas fallecieron por esta causa entre abril 2021 y abril de 2022.

“El 988 es más que un número”

El relanzamiento del 988 -una red de más de 200 call centers estadales y locales apoyados por el Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS)- forma parte del plan de la Casa Blanca para atender la creciente crisis de salud mental que aqueja a la nación.

El gobierno ha destinado 432 millones de dólares -18 veces más que su predecesor- a esta iniciativa.

“988 es más que un número; es un mensaje: estamos aquí para ti. A través de esta y otras acciones hacemos de la salud mental una prioridad”, dijo el secretario de salud, Xavier Becerra, aclarando que el éxito también depende de los estados que estarán a cargo de la gestión y administración de los centros locales.

La línea telefónica de atención telefónica de la Red Nacional de Prevención del Suicidio que existía hasta ahora -800-271-TALK, y que ahora pasa a ser el 988- ha venido experimentando un aumento drástico en el volumen de llamadas de personas que buscan ayuda en momentos de desesperación.

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En junio de 2022 lograron responder 17 mil llamadas más (un incremento del 13%), 37 mil (148%) más chats y 3 mil (77%) más textos que en el mismo mes el año anterior revelaron oficiales del Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS por sus siglas en inglés) en una conversación con periodistas.

En total, durante 2021 la Línea Nacional de Prevención del Suicidio recibió más de tres millones de llamadas, chats y mensajes de texto.

Esperan que esa cifra se duplique en el primer año después de la transición al 988, un número mucho más fácil de recordar que además pretende conectar a la persona con call centers en su área con la capacidad de orientarla sobre programas y recursos locales de servicios de salud mental.

988 no es lo mismo que el 911

Pese a su aparente semejanza al 911, el 988 suplirá una necesidad diferente: mientras el primero tiene propósitos de seguridad pública (con envío de policías, bomberos o médicos), este ofrece un apoyo especializado en salud mental que muchas veces no requiere de otras intervenciones más allá de la llamada.

“Cuando una persona que llama marca el 911, la policía, los bomberos y/o los servicios de emergencias médicas generalmente se despliegan para responder a la emergencia. Sin embargo, estos profesionales reciben poca (o ninguna) capacitación con respecto a las necesidades de alguien que experimenta una crisis de salud mental. Por el contrario, una persona que llame al 988 se conectará con un profesional de salud mental capacitado que escuchará, buscará comprender, ofrecerá apoyo y orientación compasivos y los ayudará a mantenerse a salvo”, explica a Univision Noticias Arianna Galligher, directora del STAR Trauma Recovery Center de la Ohio State University.

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La Línea de Crisis de los Veteranos ahora también será accesible mediante al 988. “El 988 ha tardado mucho en llegar y servirá como recurso fundamental durante una crisis en la que cada segunda cuenta. Este número más corto y nuevo ayudará a garantizar que veteranos tengan acceso más fácil a la línea de crisis de veteranos”, dijo el secretario de VA, Denis McDonough.

¿Por qué llamar al 988?

¿Realmente marca una diferencia hablar con un extraño entrenado en salud mental en momentos como estos? Hay evidencia de que sí.

Numerosos estudios demuestran que quienes llaman a estas líneas de atención tienden a sentirse menos deprimidos, suicidas o atormentados tras la conversación.

“Con frecuencia, cuando no tenemos esperanza, lo que necesitamos es sentirnos escuchados y validados, el tipo de apoyo que ofrecerá el 988”, cuenta a Univision Noticias Dese’Rae Stage, quien superó varios intentos de suicidio y ha documentado la experiencia de muchos que han enfrentado esa situación.

“Si bien la persona que contesta el teléfono es un extraño, también es un profesional de la salud mental que cuenta con capacitación especializada para ofrecer apoyo. Son un recurso confidencial y un apoyo sin prejuicios, por lo que las personas que llaman pueden sentirse más cómodas compartiendo sobre los factores estresantes de los que puede ser más difícil hablar con amigos o familiares”, aclara Galligher.

Al 988 también podrán recurrir familiares o personas que deseen saber cómo ayudar a alguien que atraviesa una crisis de salud mental.

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Las llamadas son completamente confidenciales, abiertas a cualquiera y en ningún momento se le pregunta a la persona sobre su estatus migratorio.

Si tienes más dudas sobre qué esperar al contactar al 988 o sobre cómo puede ayudarte, lee a continuación.

<b>Anita Estrada, enfermera</b>: “Creo que siempre he tenido pensamientos suicidas, incluso en la niñez. Nunca lo intenté de pequeña pero recuerdo pensar: bueno, espero acostarme a dormir y no despertar. Crecí en un hogar cristiano y el suicidio era un pecado, así que nunca se lo conté a nadie. Todo se hizo más obvio en mis veintes cuando me diagnosticaron depresión con ansiedad atípica, y después de mi primer intento lo cambiaron a desorden bipolar. Mi último intento fue en 2011 y fue muy feo. En esa época yo no quería estar medicada por el resto de mi vida, así que, contra la voluntad de mi médico, dejé de tomar las pastillas. Dejé de comer y de dormir y después intenté quitarme la vida. Estuve hospitalizada casi dos semanas. Pero con la terapia y la medicación todo mejoró. Lo que no quiero decirle a nadie que amo es que nunca lo haré de nuevo porque no lo sé. No puedo predecir el futuro, ni saber si los medicamentos dejarán de funcionar o si cambiarán mis circunstancias y ya no podré pagarlos”.
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<b>Abel Ibarra, estudiante de la Universidad de Texas</b>: “Soy el tipo de persona que siempre tenía una sonrisa. Pero estaba escondiendo todo. Llegué a un punto en el que empecé a tener pensamientos suicidas y luego decía: 'No, eso es loco. Yo nunca haría eso'. Pero no era yo mismo. Pasaba por puentes y pensaba: puedo saltar ahora mismo, y por alguna razón algo siempre me contenía. Hubo un tiempo en el que me paraba ahí y pensaba: '¿De verdad quiero hacer esto ahora?' Siempre tenía esa lucha interna: '¿Merezco estar en este mundo ahora? ¿Me extrañarán?' Fui a terapia y luego hasta llamé a líneas de ayuda telefónica porque a veces necesitaba que alguien me escuchara. Siempre es así, estás feliz y de pronto, en segundo, ya no lo estás. Cuando comencé a tener mayor control me dije: tengo que luchar contra esto y comencé a buscarle un propósito a mi vida, por eso cuento mi historia”.
<b>Chris Agudo, activista</b>: “Por algún motivo, de la nada, pensé: 'Déjame encender el teléfono de nuevo'… Lo encendí y vi muchas llamadas perdidas, mensajes de texto y mensajes de voz. Y los revisé y eran de mis papás, mi hermano, mis amigos. Eso me afectó. Me llegó al corazón y fue como si hubiera nacido de nuevo. Fue algo tremendo, lo peor que he llorado en mi vida”.
<b>Andy Grant, coach y conferencista</b>: “He sobrevivido varios intentos de suicidio. Vengo de un linaje de suicidio, depresión y alcoholismo. Dos generaciones antes de mí habían cometido suicidio y hubo un tiempo en mi vida en el que sentí que era mi destino y que tenía esos pensamientos porque se suponía que debía que actuar en ellos. Incluso los intentos fallidos eran motivo para sentirme mal conmigo mismo, ni siquiera podía hacer eso bien”.
<b>Alisa Orber, comediante</b>: “Llega un punto donde simplemente hay absoluta desesperanza. Simplemente no hay nada. Lo que ocurre cuando me deprimo es que tengo esa sensación de desapego, como si no estuviera dentro de mi cuerpo. Como si viera mi vida por televisión, como si yo no estuviera ahí y me desprendo también por completo de los demás. Recuerdo decirle a alguien que no estaba saliendo porque estaba deprimida y me respondían que era una excusa, luego le dije a otra persona y alegaron que era porque no hacía ejercicio. Nadie te está escuchando y la gente te juzga por eso. No tienes ningún lugar al que ir y tienes tanto dolor que llega un punto en el que es abrumador. Cuando se indigna o te dice egoísta se trata de alguien que jamás ha sufrido una depresión clínica. Creo que usamos la palabra depresión con demasiada ligereza”.
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<b>Cecelia Markow, estudiante y músico</b>: “En un Día de San Valentín mi novio en ese entonces me violó. Después la relación se deterioró y luego tuve problemas de memoria, lo que hizo que mis calificaciones en la universidad empeoraran. Justo antes del intento estaba tratando de no pensar en todas las cosas malas cuando todas explotaron. Horriblemente. Decidí que ya no quería manejarlo porque no podía. Los medicamentos no funcionaban. A quienes pueden estar atravesando una situación similar les digo que por más que cueste, salgan del agua. Recuerden a todos los que los aman y a quienes ustedes aman. Es asombroso porque a mí me cuesta tanto pensar de forma positiva, pero quiero que la gente sepa que no importa cuán dura sea una situación, siempre hay alguien allí que te ama y que te quiere aquí”.
<b>Megan Rotatori, estudiante de la Universidad de Vermont</b>: “Creo que hay un gran estereotipo de cómo se ve alguien que sufre de enfermedades mentales. Siento que la mayoría de mis amigos y familiares, incluso quienes conocen lo que me ha pasado, no me ven como alguien que sufre de enfermedades mentales. Pasé por muchos diagnósticos, no podían descifrar qué era lo que tenía. Creo que mi vida ha sido mucho más dura de la de otras personas. Me violaron a los 14 años y nunca lo dije a nadie. Lo reprimí en mi mente, ni siquiera pensé en eso. En ese momento la depresión empeoró. Ya en la secundaria comencé a auto-infligirme daño. Todo se fue de control. Estaba medicada contra la depresión pero creo que abusé de ella para intentar sentirme mejor. Nunca pensé que era adicta a las drogas, pero creo que fue eso. Llegó un punto en que sentí que no me quedaba nada y fue ahí cuando terminé en la sala de emergencia debido a una sobredosis de medicinas”.
<b>René Severin, herrero</b>: “Un tipo me golpeó y me decía: ‘Hey, despiértate’. Y luego escuché: ‘Está respirando’. Llamaron a una ambulancia y me desperté por completo en ella, con mucho, mucho dolor. Lo único que podía pensar era en mi mamá. Me preguntaron a quién llamar y dije que a ella, de inmediato. Yo no era cercano a mi familia, pero es familia. Siguen ahí para mí todavía. Mi tía, al verme, me dijo: ‘No puedo creer que hicieras eso, hemos debido apoyarte más’. Odio cuando la gente hace eso, intentar culparse ellos. No, no es tu culpa. Es mi culpa y soy el único culpable. No quiero que nadie cargue esa cruz”.
<b>Natasha Winn, estilista</b>: “De verdad sentía que no valía nada y que no merecía estar viva y que… no lo sé. Sólo pensaba que era una persona horrible y la única forma de no ser horrible era morir. Incluso si tu amigo o tu amiga dice: voy a matarme, deberías tomarla en serio y no decir: eso es algo que siempre dices”.
<b>Carlton Davis, escritor</b>: “No puedo creer que haya vivido tanto tiempo, para ser honesto. No pensé que llegaría a los 30 o 40. Es un milagro que esté aquí todavía. Una noche decidí que me iba a ir. Fui a un puente de una autopista cerca de cada y estaba decidido a saltar. Lo único que me contuvo fue que no quería matar otra persona. No podía hacerlo. Quería, pero no podía. Esperaba que viniera la policía y que tuviéramos un altercado y que así fuera como muriera, pero no ocurrió. Regresé a casa y me pusieron en un hospital mental donde me diagnosticaron con desorden bipolar. Siempre pensé que mis problemas en mi vida venían por traumas en la infancia donde fui abusado sexualmente, pero mi psiquiatra pensó que había un componente algo biológico. Me medicaron con psicotrópicos y todo se fue. Ya no tenía pensamientos suicidas, aunque cuando me deprimo todavía vuelvo a ese lugar en mi mente y debo obligarme a mí mismo a no hacerlo. Eso me preocupa hasta el día de hoy”.
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Anita Estrada, enfermera: “Creo que siempre he tenido pensamientos suicidas, incluso en la niñez. Nunca lo intenté de pequeña pero recuerdo pensar: bueno, espero acostarme a dormir y no despertar. Crecí en un hogar cristiano y el suicidio era un pecado, así que nunca se lo conté a nadie. Todo se hizo más obvio en mis veintes cuando me diagnosticaron depresión con ansiedad atípica, y después de mi primer intento lo cambiaron a desorden bipolar. Mi último intento fue en 2011 y fue muy feo. En esa época yo no quería estar medicada por el resto de mi vida, así que, contra la voluntad de mi médico, dejé de tomar las pastillas. Dejé de comer y de dormir y después intenté quitarme la vida. Estuve hospitalizada casi dos semanas. Pero con la terapia y la medicación todo mejoró. Lo que no quiero decirle a nadie que amo es que nunca lo haré de nuevo porque no lo sé. No puedo predecir el futuro, ni saber si los medicamentos dejarán de funcionar o si cambiarán mis circunstancias y ya no podré pagarlos”.
Imagen Cortesía Dese’Rae L. Stage
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