90% de los estadounidenses coinciden en que EEUU enfrenta una crisis de salud mental, revela una encuesta

Ya no es un secreto para nadie que el suicidio, ansiedad, abuso de sustancia, depresión y otros trastornos han alcanzado índices alarmantes en el país. Un nuevo sondeo refleja hasta qué medida la población está consciente de ello y lo padece.

Por:
Univision
A partir de este sábado 16 de junio se habilitará en EEUU una línea nacional de emergencia para apoyar a quienes tengan una urgencia psicológica. Llamando al 988, quienes atraviesen por una crisis de salud mental podrán hablar con un consejero entrenado para asistirlos en medio de esa situación. No importa el estatus migratorio para recibir la ayuda. Más información enUnivision Noticias.
Video Así funcionará la nueva línea nacional de ayuda psicológica en EEUU: estos son los servicios que brindarán

Las señales de la aguda crisis de salud mental que enfrenta Estados Unidos están por todas partes. Poco después del lanzamiento del 988 -la nueva línea de apoyo ante el suicidio y otros trastornos- y de que se recomendara por primera vez que se hagan pruebas de ansiedad a todos los adultos en el país, una nueva encuesta sigue dibujando un panorama desolador.

A dos años de la pandemia y en medio de un contexto inflacionario 90% de los 2,000 adultos entrevistados en el verano como parte del sondeo realizado por la Fundación Familiar Kaiser y CNN consideran que EEUU enfrenta una crisis de salud mental.


La mitad de ellos ha vivido de cerca una crisis de salud mental grave en su familia con parientes que han requerido atención profesional por representar una amenaza para ellos mismos o los demás o participar en comportamientos autodestructivos.

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1 de cada 5 describe su propia salud mental como ‘regular’ o ‘mala’, especialmente aquellos menores de 30 años, que se identifican como LGBT y personas de bajos ingresos, que fueron el doble de propensas a hacerlo que aquellas que ganan 90,000 dólares o más anuales.

“Coincidentemente, ese grupo tiene menos acceso al tratamiento”, comenta a Univision Noticias, Ludmila De Faria, miembro de la Academia Estadounidense de Psiquiatría.

Aunque en esta categoría no hubo grandes distinciones por etnicidad o raza, la experta infiere que esto es extrapolable a los hispanos que “no sólo son una población minoritaria, sino que, debido al estigma y la cultura suelen subutilizar los servicios de salud mental, lo que conduce a peores resultados”.

Algo en lo que sí los hispanos fueron más propensos a reportar mayor preocupación dentro de la encuesta fue en lo referido a problemas de salud mental de los jóvenes.

58% de los hispanos se sienten “muy angustiados” por la amenaza del abuso de drogas o alcohol en sus hijos, en contraste con el 30% de los blancos; y una mayor proporción de padres hispanos también manifestó gran inquietud por las heridas auto infringidas y el aislamiento causado por la pandemia.

Pero la ansiedad o la depresión no discriminan. Un tercio de todos los adultos encuestados admitieron sentirse ansiosos siempre o con frecuencia y 1 de cada 5 se han sentido deprimidos o solos a menudo.

Falta de acceso a tratamientos de salud mental

Entre las principales razones de estrés, según el sondeo, están las finanzas personales y los acontecimientos políticos, seguidas por relaciones personales y laborales.

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Para la psiquiatra Ludmila De Faria, la pandemia y sus secuelas han contribuido, pero están muy lejos de ser el detonante de esta crisis. “ El problema existía desde antes. Esto tiene un gran impacto económico y social. Una persona que sufre de depresión, ansiedad o consumo de sustancias tiene dificultades para funcionar en a la vida diaria, en la sociedad”, explica y recalca que “el sistema de salud necesita prepararse para acomodar la demanda”.

A juzgar por los resultados de la encuesta, queda mucho trabajo por hacer en esta materia.

La mitad de los encuestados considera que la mayoría de las personas en EEUU no pueden recibir los tratamientos de salud mental que necesitan.

En cuanto a las barreras que impiden el acceso a servicios de salud mental, el precio y el acceso al seguro médico encabezan la lista, con 8 de cada 10 y 3 de cada 4 personas que respectivamente los describen como un “gran problema”, seguidos por el estigma o vergüenza y la insuficiencia de proveedores en esta área.

Al menos un tercio de los hispanos indicaron que en el último año no pudieron recibir la atención o fármacos que necesitaban para atender sus problemas de salud mental cuando consideraban que los necesitaban.

Para el 53% de los hispanos y el 55% de los negros la falta de diversidad entre trabajadores de salud mental también empeora las cosas.

"Uno creería que esto debería crear un sentido de urgencia, pero no es el caso"

¿Sobre quién recae la responsabilidad de solucionar la crisis de salud mental en EEUU? La amplia mayoría de los encuestados considera que las personas y las familias, así como los proveedores médicos deben tener un papel crucial en el abordaje de estos problemas, y les dan mayor peso a estos grupos que a otros como el gobierno, empleadores, escuelas o iglesias.

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La Línea Nacional de Prevención del Suicidio, la adjudicación de miles de millones de dólares a programas de salud mental y consumo de sustancias a través del Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS) han sido algunas de las iniciativas emprendidas por Biden para atacar estos problemas.

Pero hasta ahora las estadísticas no dan tregua. Las muertes por sobredosis alcanzaron cifras récord en 2021 y las tasas de suicidio volvieron a subir tras dos años en descenso, revelan datos de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades.

El claro consenso de la población sobre la aguda crisis de salud mental estadounidense que queda reflejado en la encuesta es otro motivo más para que las autoridades tomen cartas en el asunto, pero, tal y como advierte en su cuenta de Twitter Larry Levitt, vicepresidente ejecutivo de la Fundación Kaiser, no está garantizadot: "Uno creería que esto crearía un sentido de urgencia para los legisladores y candidatos, pero todavía no es el caso".

<b>Anita Estrada, enfermera</b>: “Creo que siempre he tenido pensamientos suicidas, incluso en la niñez. Nunca lo intenté de pequeña pero recuerdo pensar: bueno, espero acostarme a dormir y no despertar. Crecí en un hogar cristiano y el suicidio era un pecado, así que nunca se lo conté a nadie. Todo se hizo más obvio en mis veintes cuando me diagnosticaron depresión con ansiedad atípica, y después de mi primer intento lo cambiaron a desorden bipolar. Mi último intento fue en 2011 y fue muy feo. En esa época yo no quería estar medicada por el resto de mi vida, así que, contra la voluntad de mi médico, dejé de tomar las pastillas. Dejé de comer y de dormir y después intenté quitarme la vida. Estuve hospitalizada casi dos semanas. Pero con la terapia y la medicación todo mejoró. Lo que no quiero decirle a nadie que amo es que nunca lo haré de nuevo porque no lo sé. No puedo predecir el futuro, ni saber si los medicamentos dejarán de funcionar o si cambiarán mis circunstancias y ya no podré pagarlos”.
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<b>Abel Ibarra, estudiante de la Universidad de Texas</b>: “Soy el tipo de persona que siempre tenía una sonrisa. Pero estaba escondiendo todo. Llegué a un punto en el que empecé a tener pensamientos suicidas y luego decía: 'No, eso es loco. Yo nunca haría eso'. Pero no era yo mismo. Pasaba por puentes y pensaba: puedo saltar ahora mismo, y por alguna razón algo siempre me contenía. Hubo un tiempo en el que me paraba ahí y pensaba: '¿De verdad quiero hacer esto ahora?' Siempre tenía esa lucha interna: '¿Merezco estar en este mundo ahora? ¿Me extrañarán?' Fui a terapia y luego hasta llamé a líneas de ayuda telefónica porque a veces necesitaba que alguien me escuchara. Siempre es así, estás feliz y de pronto, en segundo, ya no lo estás. Cuando comencé a tener mayor control me dije: tengo que luchar contra esto y comencé a buscarle un propósito a mi vida, por eso cuento mi historia”.
<b>Chris Agudo, activista</b>: “Por algún motivo, de la nada, pensé: 'Déjame encender el teléfono de nuevo'… Lo encendí y vi muchas llamadas perdidas, mensajes de texto y mensajes de voz. Y los revisé y eran de mis papás, mi hermano, mis amigos. Eso me afectó. Me llegó al corazón y fue como si hubiera nacido de nuevo. Fue algo tremendo, lo peor que he llorado en mi vida”.
<b>Andy Grant, coach y conferencista</b>: “He sobrevivido varios intentos de suicidio. Vengo de un linaje de suicidio, depresión y alcoholismo. Dos generaciones antes de mí habían cometido suicidio y hubo un tiempo en mi vida en el que sentí que era mi destino y que tenía esos pensamientos porque se suponía que debía que actuar en ellos. Incluso los intentos fallidos eran motivo para sentirme mal conmigo mismo, ni siquiera podía hacer eso bien”.
<b>Alisa Orber, comediante</b>: “Llega un punto donde simplemente hay absoluta desesperanza. Simplemente no hay nada. Lo que ocurre cuando me deprimo es que tengo esa sensación de desapego, como si no estuviera dentro de mi cuerpo. Como si viera mi vida por televisión, como si yo no estuviera ahí y me desprendo también por completo de los demás. Recuerdo decirle a alguien que no estaba saliendo porque estaba deprimida y me respondían que era una excusa, luego le dije a otra persona y alegaron que era porque no hacía ejercicio. Nadie te está escuchando y la gente te juzga por eso. No tienes ningún lugar al que ir y tienes tanto dolor que llega un punto en el que es abrumador. Cuando se indigna o te dice egoísta se trata de alguien que jamás ha sufrido una depresión clínica. Creo que usamos la palabra depresión con demasiada ligereza”.
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<b>Cecelia Markow, estudiante y músico</b>: “En un Día de San Valentín mi novio en ese entonces me violó. Después la relación se deterioró y luego tuve problemas de memoria, lo que hizo que mis calificaciones en la universidad empeoraran. Justo antes del intento estaba tratando de no pensar en todas las cosas malas cuando todas explotaron. Horriblemente. Decidí que ya no quería manejarlo porque no podía. Los medicamentos no funcionaban. A quienes pueden estar atravesando una situación similar les digo que por más que cueste, salgan del agua. Recuerden a todos los que los aman y a quienes ustedes aman. Es asombroso porque a mí me cuesta tanto pensar de forma positiva, pero quiero que la gente sepa que no importa cuán dura sea una situación, siempre hay alguien allí que te ama y que te quiere aquí”.
<b>Megan Rotatori, estudiante de la Universidad de Vermont</b>: “Creo que hay un gran estereotipo de cómo se ve alguien que sufre de enfermedades mentales. Siento que la mayoría de mis amigos y familiares, incluso quienes conocen lo que me ha pasado, no me ven como alguien que sufre de enfermedades mentales. Pasé por muchos diagnósticos, no podían descifrar qué era lo que tenía. Creo que mi vida ha sido mucho más dura de la de otras personas. Me violaron a los 14 años y nunca lo dije a nadie. Lo reprimí en mi mente, ni siquiera pensé en eso. En ese momento la depresión empeoró. Ya en la secundaria comencé a auto-infligirme daño. Todo se fue de control. Estaba medicada contra la depresión pero creo que abusé de ella para intentar sentirme mejor. Nunca pensé que era adicta a las drogas, pero creo que fue eso. Llegó un punto en que sentí que no me quedaba nada y fue ahí cuando terminé en la sala de emergencia debido a una sobredosis de medicinas”.
<b>René Severin, herrero</b>: “Un tipo me golpeó y me decía: ‘Hey, despiértate’. Y luego escuché: ‘Está respirando’. Llamaron a una ambulancia y me desperté por completo en ella, con mucho, mucho dolor. Lo único que podía pensar era en mi mamá. Me preguntaron a quién llamar y dije que a ella, de inmediato. Yo no era cercano a mi familia, pero es familia. Siguen ahí para mí todavía. Mi tía, al verme, me dijo: ‘No puedo creer que hicieras eso, hemos debido apoyarte más’. Odio cuando la gente hace eso, intentar culparse ellos. No, no es tu culpa. Es mi culpa y soy el único culpable. No quiero que nadie cargue esa cruz”.
<b>Natasha Winn, estilista</b>: “De verdad sentía que no valía nada y que no merecía estar viva y que… no lo sé. Sólo pensaba que era una persona horrible y la única forma de no ser horrible era morir. Incluso si tu amigo o tu amiga dice: voy a matarme, deberías tomarla en serio y no decir: eso es algo que siempre dices”.
<b>Carlton Davis, escritor</b>: “No puedo creer que haya vivido tanto tiempo, para ser honesto. No pensé que llegaría a los 30 o 40. Es un milagro que esté aquí todavía. Una noche decidí que me iba a ir. Fui a un puente de una autopista cerca de cada y estaba decidido a saltar. Lo único que me contuvo fue que no quería matar otra persona. No podía hacerlo. Quería, pero no podía. Esperaba que viniera la policía y que tuviéramos un altercado y que así fuera como muriera, pero no ocurrió. Regresé a casa y me pusieron en un hospital mental donde me diagnosticaron con desorden bipolar. Siempre pensé que mis problemas en mi vida venían por traumas en la infancia donde fui abusado sexualmente, pero mi psiquiatra pensó que había un componente algo biológico. Me medicaron con psicotrópicos y todo se fue. Ya no tenía pensamientos suicidas, aunque cuando me deprimo todavía vuelvo a ese lugar en mi mente y debo obligarme a mí mismo a no hacerlo. Eso me preocupa hasta el día de hoy”.
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Anita Estrada, enfermera: “Creo que siempre he tenido pensamientos suicidas, incluso en la niñez. Nunca lo intenté de pequeña pero recuerdo pensar: bueno, espero acostarme a dormir y no despertar. Crecí en un hogar cristiano y el suicidio era un pecado, así que nunca se lo conté a nadie. Todo se hizo más obvio en mis veintes cuando me diagnosticaron depresión con ansiedad atípica, y después de mi primer intento lo cambiaron a desorden bipolar. Mi último intento fue en 2011 y fue muy feo. En esa época yo no quería estar medicada por el resto de mi vida, así que, contra la voluntad de mi médico, dejé de tomar las pastillas. Dejé de comer y de dormir y después intenté quitarme la vida. Estuve hospitalizada casi dos semanas. Pero con la terapia y la medicación todo mejoró. Lo que no quiero decirle a nadie que amo es que nunca lo haré de nuevo porque no lo sé. No puedo predecir el futuro, ni saber si los medicamentos dejarán de funcionar o si cambiarán mis circunstancias y ya no podré pagarlos”.
Imagen Cortesía Dese’Rae L. Stage
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