Cómo identificar si alguien tiene pensamientos suicidas: estas son 8 señales

La tasa de suicidios aumentó en un 30% entre 1999 y 2016 en Estados Unidos, hasta convertirse en una de las principales causas de muerte en el país. En el Día Mundial de Prevención del Suicidio, que se celebra el 10 de septiembre, repasamos las principales recomendaciones para frenar esta grave lacra.

Por:
Univision
Según el Centro de Control y Prevención de Enfermedades, más del 11,3% de los jóvenes hispanos en el país intentan quitarse la vida, ya sea por depresiones o casos de acoso escolar y cibernético. Raúl Vela, cuya hija se suicidó tras ser víctima de bullying comparte su historia en Edición Digital.
Video Alarmante incremento en el índice de suicidios de jóvenes hispanos en EEUU

Para prevenir las 800,000 muertes a causa del suicidio cada año, según los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), es importante eliminar el estigma que lo rodea y conocer más sobre un tema que todavía es considerado tabú, especialmente entre los hombres, los más afectados.

Es lo que se propone la campaña de la Asociación Internacional para Prevenir el Suicidio que desde que echó a andar en 2003 cada 10 de septiembre lanza un recordatorio. Los datos son alarmentes, y no solo en EEUU: el suicidio es la segunda causa de muerte entre las personas de entre 15 y 29 años de edad en todo el mundo. "Sé más consciente sobre el problema, edúcate a ti mismo y a otros sobre las causas del suicidio y las causas de alarma, muestra compasión y preocúpate por aquellos que pasan por dificultades en tu comunidad", señala la organización en un comunicado. "Cuestiona el estigma asociado con el suicidio, los comportamientos suicidas y los problemas de salud mental y comparte tus propias experiencias", añade la organización.


¿Cómo identificar si alguien está teniendo pensamientos suicidas? La mayoría (aunque no todas) de las personas que contemplan la posibilidad de quitarse la vida presentan algunos rasgos comunes. Según la Fundación Estadounidense de Prevención del Suicidio, mientras más de ellos notes, mayor es el riesgo de suicidio. Si crees que alguien conocido puede estar atravesando una situación de este tipo, no lo dejes solo en ningún momento y busca ayuda profesional de inmediato.

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  • Hablar de querer morirse.
  • Hablar de sentirse atrapado o de padecer una tristeza insoportable.
  • Hablar del ser una carga para los demás.
  • Un aumento en el uso de licor o drogas.
  • Buscar una forma de morirse.
  • Comportamiento ansioso, agitado o irresponsible.
  • Aislamiento.
  • Hablar de rabia o venganza.

El que cualquiera sepa identificar las señales de que alguien puede estar considerando quitarse la vida es tan importante como que se atreva a hacerle la pregunta difícil: "¿Estás pensando quitarte la vida?". La campaña #BeThe1To, de la Alianza Nacional contra el Suicidio busca exactamente eso, apoyándose en estos cinco pasos:

1. Pregunta

Hacerlo de forma abierta y directa ya derriba el tabú y demuestra que se está abierto a hablar del tema y apoyar a la persona sin juzgarla. Esto puede fomentar el diálogo sincero y permitir que se discutan los próximos pasos. Recomiendan que luego se pregunte por qué la persona está afligida y de qué manera se podría ayudarla. Muy importante: nunca prometer que se mantendrá el secreto de que el individuo está teniendo pensamientos suicidas. Igual de necesario es escuchar. "Asegúrate de tomar sus respuestas con seriedad y de no ignorarlas", insisten. "Ayúdalos a enfocarse en sus razones para vivir y no en las razones que tú consideras son las que deberían mantener a esa persona con vida". A diferencia de lo que comúnmente cree, plantear esta pregunta a alguien con pensamientos suicidas no aumenta las posibilidades de que se quite la vida, sino todo lo contrario.

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2. Mantén a esa persona a salvo

Tan pronto como se sepa que, en efecto, el individuo ha tenido pensamientos suicidas hay que averiguar algunas cosas para mantenerlo a salvo: ¿Ha intentado suicidarse en el pasado? ¿Ha pensando en métodos? ¿Tiene un plan detallado? ¿Qué acceso tienen al método? Con las respuestas a estas preguntas se sabrá la severidad e inminencia del peligro que enfrenta ese paciente de suicidarse. Mientras más se haya planificado y mayor sea el acceso al medio para conseguirlo, mayor es el riesgo. Estudios elaborados por la Escuela de Salud Pública de Harvard han determinado que al reducir el acceso de una persona a métodos letales, ayuda a prevenir el suicidio y que la creencia de que "si alguien quiere hacerlo, encontrará el modo" es falsa. La meta es interponer el tiempo y distancia física entre el paciente y el método escogido (como medicamentos y armas, por ejemplo).

3. Muéstrate disponible para ella

Sea físicamente, por teléfono o por otros medios, hay muchas formas de demostrarle apoyo a alguien. Siempre es recomendable que se le indique de qué modo se estará allí para ese pariente o amigo: no prometas nada que no podrás cumplir. La idea es limitar el aislamiento. Investigaciones han demostrado que la conectividad aminora el sentido de desesperanza y dolor psicológico.

4. Ayuda a buscar apoyo profesional

Averigua si la persona está consultando a un profesional de la salud mental y si contempla al menos la opción de hacerlo. Contribuye a darle recursos como las líneas de apoyo y centros a los que pueda acudir. Otra buena manera es ayudarlos a tener un plan se seguridad que incluya cómo identificar si están empezando a tener pensamientos suicidas y a quiénes contactar en ese caso. La app My3app puede ayudar en esto.

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5. No la abandones. Hazle seguimiento


Después de ese primer contacto con la persona que atraviesa pensamientos suicidas y de haberla conectada con apoyo inmediato, asegúrate de hacerle seguimiento para ver cómo evoluciona. Deja un mensaje, envía un mensaje de texto o llama.

<b>Anita Estrada, enfermera</b>: “Creo que siempre he tenido pensamientos suicidas, incluso en la niñez. Nunca lo intenté de pequeña pero recuerdo pensar: bueno, espero acostarme a dormir y no despertar. Crecí en un hogar cristiano y el suicidio era un pecado, así que nunca se lo conté a nadie. Todo se hizo más obvio en mis veintes cuando me diagnosticaron depresión con ansiedad atípica, y después de mi primer intento lo cambiaron a desorden bipolar. Mi último intento fue en 2011 y fue muy feo. En esa época yo no quería estar medicada por el resto de mi vida, así que, contra la voluntad de mi médico, dejé de tomar las pastillas. Dejé de comer y de dormir y después intenté quitarme la vida. Estuve hospitalizada casi dos semanas. Pero con la terapia y la medicación todo mejoró. Lo que no quiero decirle a nadie que amo es que nunca lo haré de nuevo porque no lo sé. No puedo predecir el futuro, ni saber si los medicamentos dejarán de funcionar o si cambiarán mis circunstancias y ya no podré pagarlos”.
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<b>Abel Ibarra, estudiante de la Universidad de Texas</b>: “Soy el tipo de persona que siempre tenía una sonrisa. Pero estaba escondiendo todo. Llegué a un punto en el que empecé a tener pensamientos suicidas y luego decía: 'No, eso es loco. Yo nunca haría eso'. Pero no era yo mismo. Pasaba por puentes y pensaba: puedo saltar ahora mismo, y por alguna razón algo siempre me contenía. Hubo un tiempo en el que me paraba ahí y pensaba: '¿De verdad quiero hacer esto ahora?' Siempre tenía esa lucha interna: '¿Merezco estar en este mundo ahora? ¿Me extrañarán?' Fui a terapia y luego hasta llamé a líneas de ayuda telefónica porque a veces necesitaba que alguien me escuchara. Siempre es así, estás feliz y de pronto, en segundo, ya no lo estás. Cuando comencé a tener mayor control me dije: tengo que luchar contra esto y comencé a buscarle un propósito a mi vida, por eso cuento mi historia”.
<b>Chris Agudo, activista</b>: “Por algún motivo, de la nada, pensé: 'Déjame encender el teléfono de nuevo'… Lo encendí y vi muchas llamadas perdidas, mensajes de texto y mensajes de voz. Y los revisé y eran de mis papás, mi hermano, mis amigos. Eso me afectó. Me llegó al corazón y fue como si hubiera nacido de nuevo. Fue algo tremendo, lo peor que he llorado en mi vida”.
<b>Andy Grant, coach y conferencista</b>: “He sobrevivido varios intentos de suicidio. Vengo de un linaje de suicidio, depresión y alcoholismo. Dos generaciones antes de mí habían cometido suicidio y hubo un tiempo en mi vida en el que sentí que era mi destino y que tenía esos pensamientos porque se suponía que debía que actuar en ellos. Incluso los intentos fallidos eran motivo para sentirme mal conmigo mismo, ni siquiera podía hacer eso bien”.
<b>Alisa Orber, comediante</b>: “Llega un punto donde simplemente hay absoluta desesperanza. Simplemente no hay nada. Lo que ocurre cuando me deprimo es que tengo esa sensación de desapego, como si no estuviera dentro de mi cuerpo. Como si viera mi vida por televisión, como si yo no estuviera ahí y me desprendo también por completo de los demás. Recuerdo decirle a alguien que no estaba saliendo porque estaba deprimida y me respondían que era una excusa, luego le dije a otra persona y alegaron que era porque no hacía ejercicio. Nadie te está escuchando y la gente te juzga por eso. No tienes ningún lugar al que ir y tienes tanto dolor que llega un punto en el que es abrumador. Cuando se indigna o te dice egoísta se trata de alguien que jamás ha sufrido una depresión clínica. Creo que usamos la palabra depresión con demasiada ligereza”.
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<b>Cecelia Markow, estudiante y músico</b>: “En un Día de San Valentín mi novio en ese entonces me violó. Después la relación se deterioró y luego tuve problemas de memoria, lo que hizo que mis calificaciones en la universidad empeoraran. Justo antes del intento estaba tratando de no pensar en todas las cosas malas cuando todas explotaron. Horriblemente. Decidí que ya no quería manejarlo porque no podía. Los medicamentos no funcionaban. A quienes pueden estar atravesando una situación similar les digo que por más que cueste, salgan del agua. Recuerden a todos los que los aman y a quienes ustedes aman. Es asombroso porque a mí me cuesta tanto pensar de forma positiva, pero quiero que la gente sepa que no importa cuán dura sea una situación, siempre hay alguien allí que te ama y que te quiere aquí”.
<b>Megan Rotatori, estudiante de la Universidad de Vermont</b>: “Creo que hay un gran estereotipo de cómo se ve alguien que sufre de enfermedades mentales. Siento que la mayoría de mis amigos y familiares, incluso quienes conocen lo que me ha pasado, no me ven como alguien que sufre de enfermedades mentales. Pasé por muchos diagnósticos, no podían descifrar qué era lo que tenía. Creo que mi vida ha sido mucho más dura de la de otras personas. Me violaron a los 14 años y nunca lo dije a nadie. Lo reprimí en mi mente, ni siquiera pensé en eso. En ese momento la depresión empeoró. Ya en la secundaria comencé a auto-infligirme daño. Todo se fue de control. Estaba medicada contra la depresión pero creo que abusé de ella para intentar sentirme mejor. Nunca pensé que era adicta a las drogas, pero creo que fue eso. Llegó un punto en que sentí que no me quedaba nada y fue ahí cuando terminé en la sala de emergencia debido a una sobredosis de medicinas”.
<b>René Severin, herrero</b>: “Un tipo me golpeó y me decía: ‘Hey, despiértate’. Y luego escuché: ‘Está respirando’. Llamaron a una ambulancia y me desperté por completo en ella, con mucho, mucho dolor. Lo único que podía pensar era en mi mamá. Me preguntaron a quién llamar y dije que a ella, de inmediato. Yo no era cercano a mi familia, pero es familia. Siguen ahí para mí todavía. Mi tía, al verme, me dijo: ‘No puedo creer que hicieras eso, hemos debido apoyarte más’. Odio cuando la gente hace eso, intentar culparse ellos. No, no es tu culpa. Es mi culpa y soy el único culpable. No quiero que nadie cargue esa cruz”.
<b>Natasha Winn, estilista</b>: “De verdad sentía que no valía nada y que no merecía estar viva y que… no lo sé. Sólo pensaba que era una persona horrible y la única forma de no ser horrible era morir. Incluso si tu amigo o tu amiga dice: voy a matarme, deberías tomarla en serio y no decir: eso es algo que siempre dices”.
<b>Carlton Davis, escritor</b>: “No puedo creer que haya vivido tanto tiempo, para ser honesto. No pensé que llegaría a los 30 o 40. Es un milagro que esté aquí todavía. Una noche decidí que me iba a ir. Fui a un puente de una autopista cerca de cada y estaba decidido a saltar. Lo único que me contuvo fue que no quería matar otra persona. No podía hacerlo. Quería, pero no podía. Esperaba que viniera la policía y que tuviéramos un altercado y que así fuera como muriera, pero no ocurrió. Regresé a casa y me pusieron en un hospital mental donde me diagnosticaron con desorden bipolar. Siempre pensé que mis problemas en mi vida venían por traumas en la infancia donde fui abusado sexualmente, pero mi psiquiatra pensó que había un componente algo biológico. Me medicaron con psicotrópicos y todo se fue. Ya no tenía pensamientos suicidas, aunque cuando me deprimo todavía vuelvo a ese lugar en mi mente y debo obligarme a mí mismo a no hacerlo. Eso me preocupa hasta el día de hoy”.
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Anita Estrada, enfermera: “Creo que siempre he tenido pensamientos suicidas, incluso en la niñez. Nunca lo intenté de pequeña pero recuerdo pensar: bueno, espero acostarme a dormir y no despertar. Crecí en un hogar cristiano y el suicidio era un pecado, así que nunca se lo conté a nadie. Todo se hizo más obvio en mis veintes cuando me diagnosticaron depresión con ansiedad atípica, y después de mi primer intento lo cambiaron a desorden bipolar. Mi último intento fue en 2011 y fue muy feo. En esa época yo no quería estar medicada por el resto de mi vida, así que, contra la voluntad de mi médico, dejé de tomar las pastillas. Dejé de comer y de dormir y después intenté quitarme la vida. Estuve hospitalizada casi dos semanas. Pero con la terapia y la medicación todo mejoró. Lo que no quiero decirle a nadie que amo es que nunca lo haré de nuevo porque no lo sé. No puedo predecir el futuro, ni saber si los medicamentos dejarán de funcionar o si cambiarán mis circunstancias y ya no podré pagarlos”.
Imagen Cortesía Dese’Rae L. Stage
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