“Le pedí a los guardias que me mataran para que no me pegaran más”: las torturas que sufren los detenidos por protestar en Venezuela

Un joven manifestante torturado, su madre y la doctora que lo atendió en un hospital de Caracas relatan en primera persona los abusos de militares y policías sobre quienes protestan contra el presidente Nicolás Maduro.

Prodavinci
Por:
Valentina Oropeza - Prodavinci.
Un policía nacional dispara a quemarropa contra un manifestante en Caracas.
Un policía nacional dispara a quemarropa contra un manifestante en Caracas.
Imagen Juan Barreto / AFP / Getty Images

I

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“El lunes me levanté con ganas de manifestar. Quería saber qué se siente. Tengo veintidós años y era la primera vez que salía a protestar. Como en los días anteriores hubo tanto gas y plomo, me fui con dos amigos para no andar solo.

Yo estaba parado cerca del puente y entonces no me fijé bien que los policías y guardias estaban montándose en las motos y que las tenían prendidas para emboscarnos. Cuando vi que ya venían, salí corriendo pero lanzaron muchas bombas lacrimógenas, una me cayó casi en toda la cara y me asfixié, no pude correr más.

Cuando agarré aire y pude correr, ya los tenía encima. Entonces uno de los guardias se bajó de la moto corriendo y me emboscó tipo jugador de rugby, me emboscó violento y pegué contra el escalón de un negocio que está ahí. La costilla la pegué del maldito escalón ese.

En el piso empezaron a darme coñazo (golpes) pero salvaje. Lo que hice fue taparme la cabeza. Me dieron por la espalda, las costillas, los brazos, las piernas. Me dieron con el rolo ese por todos lados. Hasta con la peinilla y con el casco también me dieron por la cara. Me daban puñetazos, patadas y me golpearon con la culata del lanzabombas, me halaron el pelo durísimo, y uno de ellos intentó meterme el dedo por el trasero. Eran como 20 guardias y también había dos PNB (Policía Nacional Bolivariana). A mis panas no los vi más.

Un contigente de la Guardia Nacional se alinea para en una autopista de Caracas para controlar una propuesta de oposición.
Un contigente de la Guardia Nacional se alinea para en una autopista de Caracas para controlar una propuesta de oposición.
Imagen Getty Images

Entonces me llevaron para donde ellos se estaban refugiando y ahí me hicieron un poco de mierdas: me taparon la cara con una camisa, me echaron gas pimienta de cerquita en la cara y me amarraron. Una maldita guardia me quitó la cadena. Como yo no la quería soltar, la maldita me pellizcó con las uñas para arrancármela. Ella me amarró las manos hacia atrás con una trenza y me apretó burda ‘e feo. Mírame las marcas, sentía que me estaba cortando.

Lo más arrecho no fueron los coñazos sino el psicoterror. Mientras me pegaban me decían: ‘Te vamos a matar, mamagüevo’, ‘te vamos a violar’, ‘vamos a acabar con tu familia, maldito’, ‘¿quién te manda a meterte en esto?’. Eso mismo pensé yo: ¿quién me manda a meterme en eso? Pero es que la vaina está muy jodida. El dinero no alcanza, no hay medicinas y la calle está llena de malandros. ¿Y encima no me vas a dejar protestar?

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Ya cuando estaba sentado en el piso, ellos empezaron con una mamadera de gallo. Me decían: ‘párate’. Y cuando me paraba, me daban coñazos. Me decían: ‘siéntate’. Y vuélvete a parar. Así estaban a cada ratico. En lo que agarraron a otro chamo, que empezaron a ensañarse con él, los policías se agüevonearon y ahí fue cuando me paré y salté la defensa de la autopista y me lancé para el (contaminado) río Guaire.

Rodé por un barranco ahí burda ‘e feo y caí como de una pared de dos metros, que fue cuando me escoñeté las nalgas y la mano. Cuando me golpee con el piso, se me soltaron las manos. Salí corriendo por la orilla del Guaire pero cuando vi que venía un guardia detrás mío, crucé esa mierda y empecé a subir por un barranco que está ahí.

Un soldado de la Guardia Nacional apunta a un periodista con una escopeta de perdigones durante una protesta en la autopista Francisco Fajardo de Caracas.
Un soldado de la Guardia Nacional apunta a un periodista con una escopeta de perdigones durante una protesta en la autopista Francisco Fajardo de Caracas.
Imagen Getty Images

Te juro que ni pensé en que era agua de mierda. Estaba tan desesperado que fue lo único que se me ocurrió. No llegué a meter la cabeza pero sí tuve el agua hasta el cuello. Y la corriente es durísima. Entonces salí y cuando iba subiendo el barranco ya venían los malditos esos otra vez en las motos y me dispararon a quemarropa una bomba lacrimógena. Y me volvieron a agarrar.

Me batuquearon contra el piso y me empezaron a dar coñazos otra vez. Me montaron en la moto y como no me quería dejar, los bichos me arrastraron por el piso y me daban coñazo, no joda, a cada rato. Le pedí a los guardias que me mataran para que no me pegaran más, para que no me torturaran más.

Luego a otros chamos y a mí nos trasladaron en moto: un guardia iba manejando, yo iba en el medio y otro iba atrás. Los tumbé de la moto como tres veces. Tres veces me montaron, tres veces tumbé a los malditos esos. Pero tanto dieron que terminaron llevándome. Ahí fue cuando nos empezaron a ruletear.

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Primero nos llevaron para el puente que conecta la urbanización El Recreo con Bello Monte y después para la sede de la PTJ (el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas) en Parque Carabobo. De allí nos llevaron a la avenida Urdaneta (donde está la sede de la Fiscalía) y ahí les dijeron que no, que estábamos muy coñaciaos (golpeados), que nos tenían que llevar al hospital para chequear que estuviéramos bien y que luego nos llevaran otra vez para allá.

Las manifestaciones de calle contra el gobierno actual de Venezuela continúan creciendo, pero en igual medida también lo hace la represión del régimen madurista. El caos se refleja en las decenas de comercios saqueados, los detenidos por protestar y los muertos en las concentraciones. Una iniciativa oficialista para tratar de terminar con las movilizaciones fue rechazada hoy por la oposición.
Video Seis muertos y más de cien detenidos en protestas contra el Presidente Nicolás Maduro

En el hospital nos recibieron los doctores y los guardias se pusieron muy payasos y los médicos les dijeron que no nos iban a sacar más del hospital, que no nos iban a llevar presos. Ahí fue cuando llegó mi papá y empezó a lidiar con los tipos.

Los médicos no hallaban por dónde tocarme porque me dolía todo. Empezaron a quitarme la ropa y a revisarme las heridas. No sé cuánto tiempo pasó pero cuando ya estaba acostado, uno de los guardias volvió a entrar y dijo que tenía que llevarme a la Fiscalía para presentarme, que me prepararan, que me tenían que llevar.

Mi mamá luego me contó que la doctora que me atendió se le plantó al guardia y le dijo que no me podían sacar porque yo era un paciente. Me dijo que las enfermeras, otros médicos, todo el mundo se metió para que no nos sacaran del hospital. Si no, quién sabe qué hubiese pasado.

Después los guardias regresaron e hicieron que mi papá firmara un papel que decía que yo estaba bien y que la guardia no me había hecho nada. No tenemos copia de ese papel, no sabemos qué pueden hacer, por eso no te puedo echar este cuento con nombre y apellido. Y habrá detalles que no puedes poner porque no sé si luego van a querer buscarnos para jodernos.

Además de pedir elecciones generales, los venezolanos protestan contra la escasez de alimentos y la inseguridad en las calles.
Además de pedir elecciones generales, los venezolanos protestan contra la escasez de alimentos y la inseguridad en las calles.
Imagen Getty Images

Al final no me presentaron ni en el CICPC ni en la Fiscalía. Dicen que nos querían imputar por terrorismo, que a todos los chamos que agarren en las marchas los van a condenar por terrorismo. Dicen que hay gente a la que le ponen régimen de presentación y a otra que le dan diez años de cárcel. No sé bien cómo es eso, lo que sí puedo decirte es una cosa: después de esto, ni de vaina vuelvo a salir a protestar”.

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II


“Me enteré de que mi hijo estaba metido en este lío porque uno de sus amigos le tomó una foto cuando lo agarraron los guardias y la puso en Facebook. Yo salí en la mañana a trabajar y escuché cuando le dijo al papá que él quería salir a ‘guarimbear’ y el papá le dijo que se dejara de cosas, que se fuera a dormir o a jugar Play con sus amigos.

Resulta que mi muchacho salió a protestar y yo ni sabía. En la tarde, cuando llego del trabajo, una vecina me para en la puerta del edificio, me muestra el teléfono y me dice: ¿éste no es tu hijo? A mí se me iba a salir el corazón por la boca. Al principio tuve que verlo bien, no quise creerlo. Pero cuando vi que fue uno de sus amigos quien publicó la foto, entendí que mi muchacho estaba en problemas.

Su hermana tiene muchos contactos y empezó a buscar por aquí y por allá hasta que nos dijeron que estaba en el hospital. Le dieron golpes por todas partes. ¿Tú tienes idea de lo que nos ha costado a nosotros, a su papá y a mí, sacar adelante a ese muchacho? Para que vengan unos desgraciados a malograr lo que tú has visto crecer durante 22 años.

Un grupo de manifestantes auxilia a un compañero herido durante las protestas.
Un grupo de manifestantes auxilia a un compañero herido durante las protestas.
Imagen Carlos Becerra / AFP / Getty Images

¿Por qué les pegan? ¿Quién les da derecho a esos tipos de pegarle a esos muchachos? ¿Qué clase de democracia es ésta en la que uno no puede protestar y quejarse? Además, nos hicieron firmar ese papel de que no le hicieron nada pero ni sabemos bien qué dice. Nos friegan la vida todos los días y ¿también tenemos que quedarnos callados? Esto ha sido una pesadilla.

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Además de que le pegaron, entonces se devolvieron a buscarlo para llevárselo herido como está. ¿Para qué? ¿Qué iban a hacerle? Si no es porque la doctora que lo atendió se embragueta y se le enfrenta al guardia, se me pierde mi muchacho. Por eso fue bueno que sacaran la información por Facebook, de lo contrario lo perdemos y después no íbamos a tener a quién reclamarle.

Esta es la primera vez que él nos hace esto. Él es un muchacho muy tranquilo, uno de los pocos de su grupo que sirvió. La mayoría de los muchachitos que estudiaron con él en la escuela y el liceo se perdieron, se metieron a malandros o usan drogas. Mi muchacho no, mi muchacho sí salió adelante. ¿Tú sabes lo difícil que es tener un hijo varón tranquilo en esta época y que no se meta en problemas? A mi hijo lo salvaron los médicos y las enfermeras que no dejaron entrar a esos guardias.

En la noche lo bañé, estaba sucísimo por el agua del Guaire. ¿Tú te imaginas eso? Mi hijo metido en el Guaire. Ahora lo que me preocupa es buscarle los antibióticos para que no se le infecten esas heridas. Las doctoras me dijeron que lo limpiaron bien, pero ahora solo quiero que se quede en casa para cuidarlo”.

III


“Él tenía traumatismo toracoabdominal cerrado no complicado y un traumatismo craneoencefálico leve. El muchacho me comentó que tenía lesiones en el tórax y en el abdomen, en vista de que lo habían golpeado en múltiples oportunidades, lo habían pateado. Yo intenté preguntarle al guardia nacional cómo se llamaba el rolo que ellos utilizan. Él se negó a decirme el nombre pero sí me comentó que le dispararon a quemarropa en distintas oportunidades, es decir, le pegaron las bombas lacrimógenas ahí mismo. Él tenía una lesión que fue a quemarropa.

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Él llegó con otros muchachos y cuando los recibimos, los guardias me dijeron: ‘No, doctora, es simplemente para que ustedes los evalúen’. Cuando los vimos, inmediatamente buscamos la manera de contactar a los familiares para que se llegasen al hospital.

Una pareja de policías nacionales trata de llevarse a un manifestante detenido.
Una pareja de policías nacionales trata de llevarse a un manifestante detenido.
Imagen Juan Barreto / AFP / Getty Images

Les comenté a los guardias que los muchachos se tenían que quedar hospitalizados. Ellos me dijeron que eso era imposible, que era nada más para evaluarlos, hacer un informe y que se los iban a llevar. Yo les dije que los muchachos tenían múltiples contusiones y que en ese caso, con pacientes con ese tipo de lesiones, los dejamos aproximadamente entre doce y veinticuatro horas, les hacemos estudios de rayos X, varios controles de hematología y posteriormente, si todo está bien, les damos de alta.

El guardia lo primero que me dijo fue que eso no se iba a poder hacer. Tuve que llamar al jefe de la guardia para comentarle esto y hablé también con el jefe de Anestesiología. Ahí fue cuando todo el hospital se dio cuenta de lo que estaba pasando y la actitud que tomaron los guardias fue bastante agresiva, ellos no querían que se les diese la atención médica, querían llevárselos así de todas formas. Se les explicó muchas veces que no podían abandonar el hospital en las condiciones en las que estaban y el argumento de ellos fue que pertenecían a una jurisdicción distinta, que los iban a llevar a un lugar cercano a su jurisdicción.

Se los iban a llevar a la fuerza pero el personal médico y el de enfermería se impuso y no se los llevaron. Simplemente nos paramos en la parte de afuera de la Emergencia. Eran cuatro guardias, de unos treinta o treinta cinco años, no eran jovencitos. Ellos estaban armados cuando llevaron a los muchachos, pero no utilizaron las armas en ningún momento. Lo que hicieron posiblemente fue llamar a sus superiores.

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Nos consultaron un poco y mi adjunto habló muy claro con ellos y les dijo que no se los iban a llevar. Todos los residentes se opusieron. Hablamos de hospitalizarlos por lo menos hasta que ellos se pudiesen retirar de la institución. Se alzó mucho la voz y había gente que no era ni médicos ni enfermeras, sino pacientes que estaban observando la situación y les preguntaban que si no tenían hijos o sobrinos. La respuesta de los guardias no fue buena, su actitud fue hostil.

No dijeron a dónde se los iban a llevar. No recuerdo cuánto tiempo tenían los muchachos con los guardias ya pero tengo entendido que sus familiares desconocían si ellos estaban bajo algún tipo de arresto. Nos comunicamos con las familias a escondidas de los guardias nacionales porque teníamos miedo de que se los llevaran de forma brusca. La actitud del guardia siempre fue: ‘Mírelos rapidito que me los tengo que llevar’.

Ellos me pidieron un informe y yo me negué a firmar o a hacer cualquier informe médico. Les expliqué que solamente iba a firmar la historia médica. No estoy autorizada para firmar ningún tipo de informe. Claro, es verdad que existe la opción legal de que el médico sirva como perito, pero en este caso yo hice la historia para describir cómo pasaron los hechos.

Hemos recibido delincuentes que vienen con la policía, con el CICPC, y ellos permiten que se les haga toda la evaluación y se les ponga tratamiento. Pero en ningún momento la actitud es como esto, nunca había visto algo así. Esto nunca nos había pasado antes con heridos en manifestaciones.

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Le pregunté a un guardia por qué los habían detenido y él me comentó que estaban siendo solicitados por terrorismo. Los muchachos estaban severamente golpeados y los guardias como si nada. Me dijeron: ‘es que ellos son unos terroristas, doctora’. Esa fue la palabra que él usó: terroristas”.

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Imagen Carlos García Rawlins/Reuters
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