De Nueva York a Washington a pie: Trump impulsa a estos dreamers a luchar por sus derechos y los de 11 millones de indocumentados

El día en que el presidente eliminó el programa DACA fue el día en que algunos jóvenes decidieron dejar atrás sus vidas cotidianas y tomar acciones extraordinarias, como caminar desde Nueva York hasta Washington para luchar por sus derechos y el de todos los indocumentados.

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Por:
Melvin Félix.
La decisión de Trump de eliminar DACA impulsó a un grupo de dreamers a convertirse en activistas y a recorrer a pie las 250 millas que separan Nueva York y Washington, DC para exigir al Congreso una solución que legalice su situación de manera permanente.
Video Estos dreamers caminaron de Nueva York a Washington, DC para darle voz a once millones de indocumentados

WASHINGTON, DC.- Aunque el sistema de inmigración de Estados Unidos le separó de su madre hace varios años, el colombiano Héctor Jairo Martínez confiesa que nunca había querido ser activista en defensa de los inmigrantes.

Sentado dentro de una iglesia en la capital estadounidense, donde dormiría esa noche junto a los otros 10 jóvenes con los que caminó 250 millas desde Nueva York para exigir protección de la deportación, Martínez cuenta que siempre se mantuvo al margen de este tipo de manifestaciones. Le preocupaba atraer cualquier tipo de atención de agentes de inmigración.

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Su vida se complicó hace media década, cuando el gobierno rechazó su petición para ajustar su estatus migratorio a través de su padre ciudadano. "Nos llegó una carta a nuestro hogar que decía: 'Usted tiene 90 días para salirse del país o va a ser enfrentado a removal proceedings'. (...) Mi mamá en ese momento decidió irse (a Colombia) y yo me quedé con mi papá y mi hermana. Para protegerme, nos cambiamos de dirección. Yo vivía en una casa de la que nadie sabía la dirección y mi papá vivía en otro lugar, cosa de que si Inmigración iba a buscarme o algo, no me iban a encontrar", dice el joven de 27 años, quien hoy cuenta con la protección temporal del programa de Acción Diferida para Llegados en la Infancia (DACA).

Héctor Jairo Martinez.
Héctor Jairo Martinez.
Imagen Luis Velarde / Univision

Por años Martínez vivió a escondidas en Nueva Jersey, el estado donde creció: "En 2012, cuando nos dieron DACA gracias al esfuerzo de tantos activistas, yo me quedé sentado porque quería vivir tranquilo. (...) Pero cuando Trump finalmente quitó el DACA el famoso septiembre 5 de 2017, yo no sabía qué hacer. Ese día yo le dije a mi patrón: ‘No puedo ir a trabajar’. Entonces fui a la Torre de Trump porque sabía que había una manifestación. Y vi a un amigo mío, a Li (...) y al verlo a él sentado ahí, defendiéndome a mí, y al ver que yo no estaba haciendo nada, eso como que me activó. Me dio una energía de luchar. Y desde ese 5 de septiembre, he cambiado totalmente mi personalidad".

El 5 de septiembre también cambió la vida de Bárbara Hernández, una maestra de preescolar de origen mexicano que vive en el condado Orange, en California. El miedo de perderlo todo llevó a esta dreamer de 26 años a dejar su trabajo y convertirse en activista.

Bárbara Hernández.
Bárbara Hernández.
Imagen Luis Velarde / Univision

"Cuando se hizo el repeal de DACA, yo dije, ‘¿Qué estoy haciendo con mi vida? Estoy aquí trabajando, regresando a casa. No siento que estoy ayudando a la sociedad de ninguna manera. No siento que estoy ayudando a mi comunidad’. Y estaba en ese punto donde tenía el privilegio de ayudar", afirma la dreamer, cuya madre también "se autodeportó" a México ante la dificultad de vivir sin papeles en Estados Unidos.

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El anuncio de que el presidente Donald Trump eliminaría el programa DACA fue un duro golpe para cientos de miles de jóvenes indocumentados que han vivido en Estados Unidos la mayor parte de sus vidas. El programa, establecido mediante acción ejecutiva por el expresidente Barack Obama en 2012, permitió que estos inmigrantes trabajen legalmente y vivan sin miedo a ser expulsados del país.

Con la eliminación de DACA el pasado 5 de septiembre –y ante la inacción del Congreso para codificar el programa en una ley– algunos dreamers se han visto obligados a dejar atrás sus vidas cotidianas para salir a contar sus historias, uniéndose a las marchas y las manifestaciones que cada vez cobran más urgencia.

María Fernanda Madrigal.
María Fernanda Madrigal.
Imagen Luis Velarde / Univision

"(El 5 de septiembre) fue cuando yo dije que era tiempo de que yo tenía que luchar", dice María Fernanda Madrigal, una dreamer costarricense de 29 años. "Desafortunadamente yo no participé en los primeros eventos del Dream Act en 2007 porque en ese tiempo estaba en la universidad y la verdad no sabía cómo luchar. Pero esta vez dije que yo no iba a ser de las que me iba a quedar sentada y no hacer nada".

El anuncio de Trump le hizo desviar en parte la ruta que había trazado para convertirse en abogada: "Yo en ese tiempo estaba estudiando para tomar el (examen) LSAT y aplicar a la Escuela de Leyes. Precisamente tenía el examen el 16 de septiembre, y el 5 de septiembre fue que recibimos la noticia. Empieza uno a cambiar los planes, verdad, pensando en qué va a pasar. Tengo un hijo y tengo que trabajar para apoyar a mi hijo. Tengo que pensar en que se me vence DACA en marzo del 2019. Sé que ya no tendré la protección o la tranquilidad. Si un agente de ICE o de Border Patrol me para, no habrá ninguna protección".

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Con eso en mente, Madrigal ayudó a coordinar la caminata desde Nueva York hasta Washington con el grupo Seed Project. Los once caminantes salieron el 15 de febrero desde el sur de Manhattan, en representación de los 11 millones de indocumentados en Estados Unidos.

Por dos semanas enfrentaron la nieve, el frío y el lodo, cruzando por Nueva Jersey, Pennsylvania, Delaware y Maryland. Muchos eran de distintos estados y habían nacido en diferentes países.

Pero todos llevaban una misma convicción: que la protección de un inmigrante no puede llegar a cuestas del otro. Insisten en que cualquier solución para los dreamers debe ser "limpia", que no debe incluir dinero para más agentes de inmigración o nuevos límites a la reunificación de inmigrantes que viven en el país con sus familiares en el exterior.

"A los dreamers nos tienen en este pedestal, pero mucha de la gente que construye nuestras comunidades son indocumentados que no tienen DACA", dice Martínez, el colombiano. "Y al yo dejar que me den algo a mí perjudicando a los que me han apoyado, eso sería como acuchillarlos en la espalda".

Los jóvenes cruzando a través de la nieve durante el cuarto día de su caminata desde Nueva York hasta Washington.
Los jóvenes cruzando a través de la nieve durante el cuarto día de su caminata desde Nueva York hasta Washington.
Imagen Cortesía / Valentín Ortiz

El joven dice que una de las partes más difíciles del viaje fue atravesar la ciudad de Elizabeth en Nueva Jersey: "Cuando pasas por el restaurante donde comías con tu familia y recuerdas eso, y después también en ese mismo sitio estaba el lugar de procesamiento de USCIS (el Servicio de Ciudadanía e Inmigración), el último donde nos tomaron las huellas dactilares a mi mamá y a mí. Y cuando ves tu relación a esos espacios y te vienen esas memorias..."

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Martínez pausa un segundo, antes de decir: "Mas sin embargo seguimos. Seguimos luchando".

Los caminantes culminaron su larga odisea el pasado jueves en el Capitolio, donde cuatro fueron arrestados tras bloquear una calle gritando consignas a favor de los dreamers.

El grupo de caminantes al llegar al Capitolio en Washington.
El grupo de caminantes al llegar al Capitolio en Washington.
Imagen Luis Velarde / Univision

Tras el largo viaje, los jóvenes comparten un mismo cansancio. No solo están cansados físicamente, sino también cansados de repetir sus historias, de seguir tratando de probarle al resto del país que son tan estadounidenses como ellos.

"Cuando no haya cámaras, cuando se acaben las protestas, será muy difícil", confiesa Hernández, la maestra de California. "Porque todas estas historias que tenemos que revivir día a día para decirle a la gente y al Congreso que somos humanos, que necesitamos algo, it drains us (nos drena). Nos da un cansancio mental. Día a día tenemos que usar ese cansancio y guardarlo y ponernos fuertes. Y seguir, porque eso es lo que tenemos que seguir haciendo".

Javier Hernández Kistte tiene 27 años y vive en Los Ángeles. Llegó a EEUU desde la Ciudad de México cuando tenía ocho años y se graduó en la Universidad de California en Irvine. Contó a la agencia Reuters que ser beneficiario de DACA le ayudó a trabajar para pagar sus estudios. "Mis padres todavía son indocumentados y como familia luchamos con la ansiedad de que puedan ser deportados en cualquier momento”, agregó.
Hernández Kistte en su lugar de trabajo, una empresa producción de efectos especiales de Los Ángeles. “La ansiedad ha aumentado con la incertidumbre de que mi hermano y yo regresemos a un estatus de indocumentados. No se trata solo de nosotros. Sé que hay personas que están dispuestas a negociar por nuestro derecho a estar aquí, pero que harían de la vida de otros una pesadilla. No quiero eso", concluyó.
Martha Valenzuela tiene 23 años y llegó a los dos años desde Sinaloa, México. Se graduó en la Universidad del Estado de California. Sobre el fin del programa DACA del cual es beneficiaria dijo a Reuters: “Me rompió, es traumático porque he vivido en este país durante 21 años. Todos queremos un camino hacia la ciudadanía, todos queremos protección permanente para nosotros y nuestras familias”.
Valenzuela trabaja en una empresa en Orange, California. “La razón por la que este país nos etiquetó como ‘soñadores’ es porque queremos algo que parece que fuera inalcanzable. Si podemos soñarlo, podemos lograrlo. Se necesitan agallas para soñar y se necesitan agallas para luchar por ello", concluyó Valenzuela.
Bárbara Hernández tiene 26 años, vive en Santa Ana y se graduó en la Universidad Comunitaria de Orange Coast en California. Llegó a EEUU desde la Ciudad de México cuando tenía seis años. Trabajaba como maestra de educación especial hasta que DACA fue derogado por el nuevo gobierno. "Ese fue el trabajo más gratificante y amoroso que he tenido, pero con este gobierno y el fin de DACA estaba muy asustada ”, aseguró la dreamer.
Hernández participa en las protestas en Los Ángeles a favor de una legislación para los dreamers. "Tuve una etapa de pánico y estaba deprimida", agregó. "Me preocupa cómo se sienten los beneficiarios de DACA y su estado mental. Me gustaría ver una protección permanente no solo para nosotros, sino también para los otros 11 millones de inmigrantes sin documentos".
Karla Estrada tiene 26 años, vive en Los Ángeles y es graduada de la Universidad de California. Es asistente legal y se prepara para ingresar a la Escuela de Leyes. Llegó a EEUU desde Morelos, México, cuando tenía cinco años. "DACA siempre ha sido muy problemático y temporal, no es lo ideal. Nos ha dado la libertad de trabajar, legalmente, sin temor a que en tres meses nos despidan porque no tenemos un número de seguridad social”, afirmo la soñadora.
Estrada vive en un apartamento en Los Ángeles y su familia permanece en México. “Tengo que cuidarme en este país, pero también tengo que cuidar de mi mamá, mi papá y mi hermano que están en México. Lo que más me asusta es no poder cuidar a mi familia (…)”, concluyó.
Brian Caballero tiene 25 años y está a punto de graduarse en el Politécnico de California en Pomona. Llegó a Estados Unidos cuando tenía seis años desde Guadalajara, México. Asegura que está preocupado por el fin de DACA: "Me aterroriza que cuando finalmente me gradúe no pueda ser empleado en EEUU”.
Caballero en una clase de laboratorio del último año de la carrera de Ingeniería Eléctrica. “La gran mayoría de las personas indocumentadas vinieron para tener una vida mejor. La mayoría de las personas están aquí igual que yo, tratando de obtener educación para mejorar sus vidas ", concluyó.
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Javier Hernández Kistte tiene 27 años y vive en Los Ángeles. Llegó a EEUU desde la Ciudad de México cuando tenía ocho años y se graduó en la Universidad de California en Irvine. Contó a la agencia Reuters que ser beneficiario de DACA le ayudó a trabajar para pagar sus estudios. "Mis padres todavía son indocumentados y como familia luchamos con la ansiedad de que puedan ser deportados en cualquier momento”, agregó.
Imagen Lucy Nicholson/Reuters
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