Las adolescentes hispanas son el grupo con más intentos de suicidio

El 15% de las jóvenes latinas de Estados Unidos ha intentado quitarse la vida, porcentaje que supera el de las blancas y afroamericanas en la misma situación.

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Por:
Mílitza Zúpan .
Es necesario crear programas de prevención de suicidios en adolescentes y campañas informativas sobre el tema.
Es necesario crear programas de prevención de suicidios en adolescentes y campañas informativas sobre el tema.
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En Estados Unidos el 15% de las adolescentes hispanas ha intentado quitarse la vida, según el Youth Risk Behavior Surveillance, un informe de los CDC que se publica cada dos años. El 9.8% de las adolescentes blancas y el 10.2% de las afroamericanas también lo ha hecho.

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La situación no se limita al intento: 25.6% de las adolescentes hispanas ha considerado seriamente el suicidio; 22.8% de blancas y 18.7% de afroamericanas también. 46.7% de jóvenes hispanas dice haberse sentido tristes y sin esperanzas durante dos semanas o más, hasta el punto de abandonar actividades diarias; mientras que 37.9% de las blancas y 33.9% de las afroamericanas ha sentido lo mismo.

El informe elaborado por los CDC a partir de sondeos a estudiantes de escuelas públicas y privadas del país, deja clara una tendencia, a pesar de que las causas no están del todo claras. Luis Zayas, decano de la facultad de trabajo social de la Universidad de Texas en Austin, se ha dedicado a investigar el tema y explicó a Univision Noticias que los hallazgos apuntan a tres factores que confluyen.

Los programas de apoyo deben enfocarse en entender el desarrollo físico, social, y emocional de la adolescente.
Los programas de apoyo deben enfocarse en entender el desarrollo físico, social, y emocional de la adolescente.
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En primer lugar está el desarrollo natural de los adolescentes, quienes quieren más autonomía. Le siguen las diferencias culturales: los padres inmigrantes de Latinoamérica quieren mantener las costumbres de sus tierras natales, pero las hijas quieren adaptarse a la nueva cultura.

Por último, se debe considerar si la dinámica familiar se ajusta o no a las necesidades de la adolescente. “¿Buscan la manera de que la hija pueda involucrarse y elaborar su propia identidad bicultural? ¿O es la familia rígida que no permite que la adolescente experimente con la búsqueda de autonomía que es parte de ser teenager?”.

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Si coinciden estos factores de forma negativa, las condiciones están dadas para que surja la desesperanza y el impulso de la chica a intentar acabar con su vida.

Invertir más en salud mental

Las jóvenes hispanas no mueren por suicidio en cantidades más altas que otras mujeres del país, sin embargo, las cifras divulgadas por los CDC evidencian importantes problemas de salud mental. El doctor Luis Zayas asegura que es necesario tomar medidas, ya que ningún programa a escala nacional está enfocado en la prevención del intento de suicidio.

El experto considera que estos programas deberían comenzar durante los años de la escuela intermedia y deben enfocarse en informar a las jóvenes latinas sobre su desarrollo y sus sentimientos, así como establecer canales de comunicación que permitan cambiar sus perspectivas y lograr empatizar con sus padres. Los grupos para padres también serían útiles para reducir las cifras de intentos de suicidio, así como otros esfuerzos comunicacionales ( public service announcements).

Por cada dólar invertido en desarrollar tratamientos contra la depresión y la ansiedad, se producen cuatro dólares de retorno, según la OMS.
Por cada dólar invertido en desarrollar tratamientos contra la depresión y la ansiedad, se producen cuatro dólares de retorno, según la OMS.
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Pero los problemas de salud mental van mucho más allá de las fronteras estadounidenses: en abril de este año la Organización Mundial de la Salud hizo una recomendación a los gobiernos de todos los países para que inviertan más dinero en estos tratamientos. El organismo se basa en que durante los últimos 25 años la cantidad de personas diagnosticadas con ansiedad y depresión pasó de 416 millones a 615 millones.

“La OMS tiene mucha razón, pero es algo que Estados Unidos tendría que apoyar sinceramente. Es verdad que con mejores programas de diagnósticos e intervenciones se puede ayudar muchísimo, pero el gobierno tiene que financiar estudios y programas de prevención eficaces”, dijo Zayas.

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El punto de partida del análisis de la OMS es el notable aumento de las patologías mentales en el mundo: solo en Estados Unidos se estima que 16 millones de adultos sufren de depresión y que 40 millones tienen desórdenes de ansiedad, según la National Alliance of Mental Illness.

Si se totaliza, alrededor del 10% de la población mundial padece de algún tipo de trastorno mental, y estos representan el 30% de la carga de enfermedades no mortales. Las emergencias humanitarias y conflictos que se viven en diversas partes del planeta han influido en este aumento, pues se estima que una de cada cinco personas que se encuentran atravesando situaciones de emergencia se ven afectadas por ansiedad o depresión.

Sus argumentos se basan en que siempre habrá un retorno de esa inversión que superará al esfuerzo financiero inicial y ese rendimiento se podría traducir en más años de vida saludable para los individuos y gran aumento de la productividad económica para las naciones.

<b>Anita Estrada, enfermera</b>: “Creo que siempre he tenido pensamientos suicidas, incluso en la niñez. Nunca lo intenté de pequeña pero recuerdo pensar: bueno, espero acostarme a dormir y no despertar. Crecí en un hogar cristiano y el suicidio era un pecado, así que nunca se lo conté a nadie. Todo se hizo más obvio en mis veintes cuando me diagnosticaron depresión con ansiedad atípica, y después de mi primer intento lo cambiaron a desorden bipolar. Mi último intento fue en 2011 y fue muy feo. En esa época yo no quería estar medicada por el resto de mi vida, así que, contra la voluntad de mi médico, dejé de tomar las pastillas. Dejé de comer y de dormir y después intenté quitarme la vida. Estuve hospitalizada casi dos semanas. Pero con la terapia y la medicación todo mejoró. Lo que no quiero decirle a nadie que amo es que nunca lo haré de nuevo porque no lo sé. No puedo predecir el futuro, ni saber si los medicamentos dejarán de funcionar o si cambiarán mis circunstancias y ya no podré pagarlos”.
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<b>Abel Ibarra, estudiante de la Universidad de Texas</b>: “Soy el tipo de persona que siempre tenía una sonrisa. Pero estaba escondiendo todo. Llegué a un punto en el que empecé a tener pensamientos suicidas y luego decía: 'No, eso es loco. Yo nunca haría eso'. Pero no era yo mismo. Pasaba por puentes y pensaba: puedo saltar ahora mismo, y por alguna razón algo siempre me contenía. Hubo un tiempo en el que me paraba ahí y pensaba: '¿De verdad quiero hacer esto ahora?' Siempre tenía esa lucha interna: '¿Merezco estar en este mundo ahora? ¿Me extrañarán?' Fui a terapia y luego hasta llamé a líneas de ayuda telefónica porque a veces necesitaba que alguien me escuchara. Siempre es así, estás feliz y de pronto, en segundo, ya no lo estás. Cuando comencé a tener mayor control me dije: tengo que luchar contra esto y comencé a buscarle un propósito a mi vida, por eso cuento mi historia”.
<b>Chris Agudo, activista</b>: “Por algún motivo, de la nada, pensé: 'Déjame encender el teléfono de nuevo'… Lo encendí y vi muchas llamadas perdidas, mensajes de texto y mensajes de voz. Y los revisé y eran de mis papás, mi hermano, mis amigos. Eso me afectó. Me llegó al corazón y fue como si hubiera nacido de nuevo. Fue algo tremendo, lo peor que he llorado en mi vida”.
<b>Andy Grant, coach y conferencista</b>: “He sobrevivido varios intentos de suicidio. Vengo de un linaje de suicidio, depresión y alcoholismo. Dos generaciones antes de mí habían cometido suicidio y hubo un tiempo en mi vida en el que sentí que era mi destino y que tenía esos pensamientos porque se suponía que debía que actuar en ellos. Incluso los intentos fallidos eran motivo para sentirme mal conmigo mismo, ni siquiera podía hacer eso bien”.
<b>Alisa Orber, comediante</b>: “Llega un punto donde simplemente hay absoluta desesperanza. Simplemente no hay nada. Lo que ocurre cuando me deprimo es que tengo esa sensación de desapego, como si no estuviera dentro de mi cuerpo. Como si viera mi vida por televisión, como si yo no estuviera ahí y me desprendo también por completo de los demás. Recuerdo decirle a alguien que no estaba saliendo porque estaba deprimida y me respondían que era una excusa, luego le dije a otra persona y alegaron que era porque no hacía ejercicio. Nadie te está escuchando y la gente te juzga por eso. No tienes ningún lugar al que ir y tienes tanto dolor que llega un punto en el que es abrumador. Cuando se indigna o te dice egoísta se trata de alguien que jamás ha sufrido una depresión clínica. Creo que usamos la palabra depresión con demasiada ligereza”.
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<b>Cecelia Markow, estudiante y músico</b>: “En un Día de San Valentín mi novio en ese entonces me violó. Después la relación se deterioró y luego tuve problemas de memoria, lo que hizo que mis calificaciones en la universidad empeoraran. Justo antes del intento estaba tratando de no pensar en todas las cosas malas cuando todas explotaron. Horriblemente. Decidí que ya no quería manejarlo porque no podía. Los medicamentos no funcionaban. A quienes pueden estar atravesando una situación similar les digo que por más que cueste, salgan del agua. Recuerden a todos los que los aman y a quienes ustedes aman. Es asombroso porque a mí me cuesta tanto pensar de forma positiva, pero quiero que la gente sepa que no importa cuán dura sea una situación, siempre hay alguien allí que te ama y que te quiere aquí”.
<b>Megan Rotatori, estudiante de la Universidad de Vermont</b>: “Creo que hay un gran estereotipo de cómo se ve alguien que sufre de enfermedades mentales. Siento que la mayoría de mis amigos y familiares, incluso quienes conocen lo que me ha pasado, no me ven como alguien que sufre de enfermedades mentales. Pasé por muchos diagnósticos, no podían descifrar qué era lo que tenía. Creo que mi vida ha sido mucho más dura de la de otras personas. Me violaron a los 14 años y nunca lo dije a nadie. Lo reprimí en mi mente, ni siquiera pensé en eso. En ese momento la depresión empeoró. Ya en la secundaria comencé a auto-infligirme daño. Todo se fue de control. Estaba medicada contra la depresión pero creo que abusé de ella para intentar sentirme mejor. Nunca pensé que era adicta a las drogas, pero creo que fue eso. Llegó un punto en que sentí que no me quedaba nada y fue ahí cuando terminé en la sala de emergencia debido a una sobredosis de medicinas”.
<b>René Severin, herrero</b>: “Un tipo me golpeó y me decía: ‘Hey, despiértate’. Y luego escuché: ‘Está respirando’. Llamaron a una ambulancia y me desperté por completo en ella, con mucho, mucho dolor. Lo único que podía pensar era en mi mamá. Me preguntaron a quién llamar y dije que a ella, de inmediato. Yo no era cercano a mi familia, pero es familia. Siguen ahí para mí todavía. Mi tía, al verme, me dijo: ‘No puedo creer que hicieras eso, hemos debido apoyarte más’. Odio cuando la gente hace eso, intentar culparse ellos. No, no es tu culpa. Es mi culpa y soy el único culpable. No quiero que nadie cargue esa cruz”.
<b>Natasha Winn, estilista</b>: “De verdad sentía que no valía nada y que no merecía estar viva y que… no lo sé. Sólo pensaba que era una persona horrible y la única forma de no ser horrible era morir. Incluso si tu amigo o tu amiga dice: voy a matarme, deberías tomarla en serio y no decir: eso es algo que siempre dices”.
<b>Carlton Davis, escritor</b>: “No puedo creer que haya vivido tanto tiempo, para ser honesto. No pensé que llegaría a los 30 o 40. Es un milagro que esté aquí todavía. Una noche decidí que me iba a ir. Fui a un puente de una autopista cerca de cada y estaba decidido a saltar. Lo único que me contuvo fue que no quería matar otra persona. No podía hacerlo. Quería, pero no podía. Esperaba que viniera la policía y que tuviéramos un altercado y que así fuera como muriera, pero no ocurrió. Regresé a casa y me pusieron en un hospital mental donde me diagnosticaron con desorden bipolar. Siempre pensé que mis problemas en mi vida venían por traumas en la infancia donde fui abusado sexualmente, pero mi psiquiatra pensó que había un componente algo biológico. Me medicaron con psicotrópicos y todo se fue. Ya no tenía pensamientos suicidas, aunque cuando me deprimo todavía vuelvo a ese lugar en mi mente y debo obligarme a mí mismo a no hacerlo. Eso me preocupa hasta el día de hoy”.
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Anita Estrada, enfermera: “Creo que siempre he tenido pensamientos suicidas, incluso en la niñez. Nunca lo intenté de pequeña pero recuerdo pensar: bueno, espero acostarme a dormir y no despertar. Crecí en un hogar cristiano y el suicidio era un pecado, así que nunca se lo conté a nadie. Todo se hizo más obvio en mis veintes cuando me diagnosticaron depresión con ansiedad atípica, y después de mi primer intento lo cambiaron a desorden bipolar. Mi último intento fue en 2011 y fue muy feo. En esa época yo no quería estar medicada por el resto de mi vida, así que, contra la voluntad de mi médico, dejé de tomar las pastillas. Dejé de comer y de dormir y después intenté quitarme la vida. Estuve hospitalizada casi dos semanas. Pero con la terapia y la medicación todo mejoró. Lo que no quiero decirle a nadie que amo es que nunca lo haré de nuevo porque no lo sé. No puedo predecir el futuro, ni saber si los medicamentos dejarán de funcionar o si cambiarán mis circunstancias y ya no podré pagarlos”.
Imagen Cortesía Dese’Rae L. Stage
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