El dolor de los golpes y el trauma de ser etiquetado como delincuente: un venezolano cuenta las cicatrices que le dejó el Cecot

Sin importar el estatus de su caso migratorio en EEUU, Fritzgeralth Cornejo fue expulsado del país y pasó más de 100 días encerrado en el Centro de Confinamiento del Terrorismo en El Salvador. En entrevista exclusiva con Univision Noticias cuenta cómo opera esta prisión, los castigos que recibieron, y cómo pese al trauma que acumuló durante 125 días de encierro y golpes, busca rehacer su vida en Venezuela.

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Por:
Patricia Clarembaux.
Video Los 4 meses que vivió Fritzgeralth Cornejo en el Cecot: "Me desmayaron en varias ocasiones ahorcado"

Fritzgeralth Cornejo llegó a su casa en Caracas, Venezuela, luego de un año detenido. Los primeros nueve meses los pasó en centros del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) tras ser detenido al pisar suelo estadounidense para cumplir con su cita de CBP One. Ahí esperaba por su audiencia de corte para pelear por su caso de asilo. Pero sin explicarle a dónde lo llevarían, el 15 de marzo lo sacaron de su celda en el centro de detención del Valle, en Texas.

Ese día, en un acuerdo político del que aún se desconocen detalles, EEUU lo envió a El Salvador, al Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot) con otros 238 venezolanos, todos señalados de ser miembros de la banda criminal Tren de Aragua por sus tatuajes. En su caso, por una rosa en su cuello y unos querubines que agentes de inmigración relacionaron con esa pandilla sin mayores evidencias.

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A cambio de estos hombres, Estados Unidos recibió de regreso a una decena de estadounidenses y residentes permanentes encarcelados en Venezuela.

Univision Noticias entrevistó a este venezolano de 26 años por videollamada el viernes 25 de julio. Al final de la conversación, su madre apareció para darle un abrazo. Lo siguiente es la conversación completa en la que él cuenta su historia, apenas editada para una mejor lectura.

Foto cortesía de Fritzgeralth Cornejo con su madre.
Foto cortesía de Fritzgeralth Cornejo con su madre.

—Empecemos hablando de cómo se sintió el regreso a casa. ¿Cómo fue?

Bueno, fue una alegría inexplicable cuando nos enteramos de que nos veníamos. Nos llegó la noticia de sorpresa. Ellos llegaron allá y nos dijeron: 'Vístanse, que se van a ir. Báñense, ya les vamos a entregar ropa, les vamos a traer comida y, obviamente, empezamos a imaginar que nos veníamos, pero igual seguía la incertidumbre de no saber a dónde íbamos. No sabíamos si íbamos de regreso a Estados Unidos a seguir detenidos, no sabíamos si íbamos a otro lugar, ni si veníamos a Venezuela. Cuando llegamos al aeropuerto, era una base militar, no era un aeropuerto comercial. Los autobuses llegaron todos allá. Estaban los medios, estaban los guardias salvadoreños y se veía que estaban haciendo como un trato, una negociación a lo lejos. Cuando caminaron hacia el autobús donde estábamos nosotros, de hecho estaba yo en el primer autobús de los ocho que había, vemos a un muchacho que viene con una gorra, una chaqueta roja y decía 'migración' en la gorra y por el costado tenía la bandera de Venezuela. Ahí fue donde todos caímos en cuenta de que veníamos a Venezuela. La alegría en el autobús fue inexplicable, todos llorando. Nos empezamos a abrazar. Incluso los guardias seguían metiéndonos terror, psicoterror, que nos quedáramos tranquilos, que nos sentáramos, que no podíamos estar celebrando, que nos iban a pegar. Pero ya estábamos como a un paso de la gloria e igual seguimos celebrando. No podíamos contener esa alegría.

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—¿Qué día les dicen a ustedes 'vístanse' y cuéntame más de cómo ocurrió eso? ¿Quién llegó? ¿Era un guardia?

Ese fue el mismo día viernes, pero en la madrugada. Eran alrededor de la una y media de la madrugada. Fue ese mismo día en la madrugada. En las noches siempre nos mantenían las luces a un nivel. Pero ese día lo subieron completo de nivel y alumbraron todo el pabellón, donde estábamos. Al nosotros notar que alumbran todo el pabellón percibimos que iba a entrar alguien o que nos iban a dar algo o a decir alguna noticia. Todos nos paramos en los barrotes, empezaron a entrar los guardias. Entró primero el subdirector, que le dicen 'Tigre'. Luego atrás venía el director y venían los demás. Estaba supuestamente era un ministro, no sé cómo se llama, no sé nada, pero siempre que él iba decían que era el ministro y él estaba ahí en ese momento. Él fue el que nos dijo: 'Necesito que se bañen bien y que se cepillen bien. Ya les vamos a traer ropa'. Y ahí fue que percibimos que ya nos íbamos.

—¿Y cómo estaban ustedes físicamente en ese momento?

Bueno, nos mandan a bañarnos porque ellos nos tenían prohibido el baño. Cada vez que nos daban un baño era porque eran órdenes de ellos y nos lo daban a las tres de la madrugada. Por ejemplo, nosotros en las tardes para distraernos, liberar la mente, algunos hacíamos ejercicio, trotábamos, porque nada hacemos si nos echamos en una cama a morir, a desesperanzarnos. Entonces, obviamente el día anterior muchos de nosotros habíamos hecho ejercicio y estábamos todos sudados, quizás mal olorosos, porque no teníamos nada. Ese mismo día fue que nos dieron un kit que traía un champú Head & Shoulders, un desodorante Speed Stick y un jabón de marca de Estados Unidos. Eso nos lo habían dado ese último día. Y esa fue la única vez que lo pudimos usar, porque lo usamos y allí quedó todo. Pero al igual que cuando iba a la Cruz Roja, siempre que iba la Cruz Roja nos daban ropa o nos daban crema dental o nos daban algo. De resto ellos no nos daban nada.

"Durábamos 10, 15 días sin cepillarnos, con la boca con mal olor. En el cuerpo nos salían demasiadas ronchas. Me imagino que por el mismo sudor, de dormir en la lata con el mismo sudor y después volver a dormir ahí con el mismo sudor que dejamos; más el agua, que era cero pulcra".

—¿Cómo era el agua?

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El agua nos dimos cuenta de dónde la sacaban el día que salimos del Cecot. Del lado de la cárcel había tipo una procesadora, una destiladora, algo así. Se veían varias piscinas donde el agua estaba marrón. Y a medida que iba pasando la piscina se iba como que aclarando más, ellos la limpiaban, ellos mismos adentro hasta que ya quedaba como cristalina y era la que ingresaban al pabellón. Con el misma agua que nos bañábamos, nos lavábamos cuando hacíamos nuestras necesidades; con esa misma agua, con esa misma taza, nos tocaba tomar agua a nosotros.

—Fritzgeralth, vamos a hablar del 15 de marzo. Tú estabas en Texas y quiero que me cuentes qué pasó ese día. ¿Cuándo te enteras de que vas al Cecot?

Yo antes de estar allá en Texas, estaba en la detención de Louisiana (...) Yo estaba tranquilo. Estaba a la espera de mi corte, porque yo sé la persona que soy y sé lo que he hecho en mi vida y no tenía ningún temor, ningún miedo a pesar de que ya me estaban juzgando por ser supuestamente del Tren del Aragua. Yo desde que ingresé a los Estados Unidos estuve en uniforme azul, que es clasificación 'low'. De un día a otro, allá en Louisiana, un personal de ICE me vio mis tatuajes y supuestamente me pide mi ID para tomarle una foto para ayudar con mi caso. Yo esperanzado le doy mi ID, él le toma una foto y resulta que al otro día llegaron los de seguridad de la detención a buscarme y a cambiarme de clasificación a naranja. Eso fue un día muy horrible para mí, porque yo me sentí muy señalado. No sé, no hallaba cómo sentirme. Lloré mucho. Tuve miedo, porque ahí los naranjas son los que han tenido récord criminal en Estados Unidos, han cometido delito, personas que vienen de la (detención) federal y esperan su deportación y están en ese nivel. Entonces me fui acoplando y seguí mi estadía ahí. Ya cuando estaba esperando mi última corte, tenía corte pautada para el 10 de abril...

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—Disculpa que te interrumpa, pero ¿qué explicación te dan para el cambio de tu uniforme de azul a naranja?

Yo obviamente no sabía, no sé hablar inglés y un compañero que estaba ahí, hondureño, me empieza a traducir con el de seguridad. Me dice que fueron órdenes de ICE, directas, de cambiar de clasificación. Ya en ese momento yo me encontraba llorando por la preocupación y el oficial solamente decía que tranquilo, que iba a ser lo mismo, que iba a seguir mi caso e iba a seguir peleando mi caso, que lo único que cambiaba era el color del uniforme, pero yo sabía que obviamente era algo malo...

—Para este momento ¿cuánto tiempo tenías detenido?

Eso fue alrededor de... no recuerdo muy bien. ¿Mediados de noviembre? Llevaría yo cinco meses detenido apenas. Ya había estado en Otay Mesa, en San Diego, California. Estuve en Mississippi, también estuve en clasificación baja. Y luego llegué allá a Louisiana de igual manera, en clasificación baja. De hecho, en Mississippi hice mi (entrevista de) miedo creíble y me entregaron el positivo. Los agentes de ICE me dijeron que solamente tenía que esperar mi salida, porque ya con el positivo yo tenía una fecha de corte, la cual estaba apuntada para el 2026, abril si no me equivoco. Yo me tenía que presentar en Memphis. Me dijeron: 'Solamente tienes que esperar tu salida, porque ya hiciste tu miedo creíble, ya tienes tu positivo, ya aquí no puedes seguir detenido'. Y estaba tranquilo. Estaba esperanzado en salir cualquier día. No me desesperé hasta que llegué a Louisiana y le indiqué a los agentes de ICE, les enseñé mi positivo y el oficial de ICE lo agarró, lo vio, lo rompió y me dijo: 'Esto aquí no te sirve de nada, aquí te vamos a cambiar la corte'. Ahí fue donde me enteré de que me iban a poner a pelear el caso de asilo detenido. Luego que me cambian la clasificación naranja y todo eso, seguí esperando, tuve la segunda corte, tuve conversaciones con mi abogado, me dijo que todo estaba saliendo bien, que todo iba bien. Para mi tercera corte me cambian el juez (...) Mi abogado me vuelve a llamar y me pone al tanto de que cambiaron la jueza y que posiblemente todo podría salir bien, porque esta jueza era un poquito más flexible que el juez que yo tenía, que era muy racista (...). Ahí me volvió la esperanza nuevamente de volver a ver a mi familia, de poder estar allá con mi esposa, mi hermana. Siete días antes de que nos trajeran a El Salvador, el 8 de marzo, me dicen que voy transferido. Y yo pensé: cómo me van a transferir a mí, si yo no tengo deportación, yo estoy peleando mi caso, cuando había muchos venezolanos que habían firmado deportación y estaban esperando deportación. Yo me extraño, llamo a mi hermana, le empiezo a decir que qué pasaría, que para dónde me van a enviar. Mi hermana me dice que tranquilo, que quizás iba a otra detención donde iba a pelear mi caso y bueno, me fui confiado. Le pregunté igual a los de seguridad que a dónde iba, me indican que iba a Alexandria, a otra detención allí en Louisiana y que de ahí de seguro sería transferido a otro lugar. Me fui con mis compañeros, tranquilo. Cuando llegamos a Alexandria nos montan en los aviones y nos llevan allá, a Texas, a la detención del Valle, se llama. Ahí solamente duré unas semanas y nunca nos enteramos de que íbamos a El Salvador. Empecé yo a llamar a mi abogado y no pude contactarme con él mientras estuve en el Valle. Ellos nos dicen que vamos a ir deportados a Venezuela. Y yo me extraño nuevamente y empiezo a hablar con oficiales de ICE de cómo voy a ir deportado si yo no he firmado ninguna deportación, yo estoy peleando mi caso y tengo corte el 10 de abril, yo tengo mi última corte el 10 de abril, yo no puedo ser deportado. Les empecé a decir que eso que ellos estaban haciendo es ilegal y ellos solo respondían de mala manera y me decían, si lo puedo decir, recuerdo muy claramente que el oficial de ICE me dijo: 'Allá en tu puto país vas a seguir peleando tu caso'. (...) Allí llamo a mi hermana, le explico lo que está pasando y me dice que no, que cómo va a ser, cómo me van a sacar deportado si yo estoy peleando mi caso. Trata ella de comunicarse con el abogado a ver qué se puede hacer. En mi mente estaba no montarme en ningún avión, pero obviamente el oficial de ICE me dijo que si no lo hacía por las buenas, lo iban a hacer por las malas. (...) Tanto fue que estaba ya también como que cansado de estar detenido, estar pasando por esa situación, ya que nunca en mi vida había estado detenido o alejado de mi familia. Y con la esperanza de venir a Venezuela y estar con mi familia, yo le dije a mi hermana: 'Tranquila, yo me voy a Venezuela, empiezo de nuevo. Hago las cosas desde cero'. Y ella se puso a llorar, tanto que habíamos peleado, de esperar con la esperanza de poder entrar y no pudimos. Pero igual venía como con alegría porque iba a estar con mi familia. Cuando nos sacan de ahí del Valle, nos llevan al aeropuerto, están tres aviones de la aerolínea Global X, nos empiezan a subir en los aviones y nos dicen que no podemos subir las ventanillas de los aviones cuando despegamos, que las ventanillas tenían que estar abajo. De hecho, un compañero subió la ventanilla, lo vieron. Los oficiales de ICE lo golpearon, le colocaron una especie de franela de fuerza en la que él quedó atado y lo sentaron en los últimos puestos y ahí le iban diciendo cosas, él les decía groserías, los de ICE le respondían con groserías. Los oficiales de ICE también nos maltrataron en el avión.

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—¿Qué pasó en el avión? Hubo denuncias de personal del avión sobre cosas irregulares que estaban ocurriendo allí. Hubo incluso azafatas que, sin decir su nombre, de forma anónima, dijeron que vieron violaciones de derechos humanos.

Empezamos a preguntarle a los oficiales de ICE que a dónde nos llevaban, porque cuando nos suben a nosotros en el avión, de último suben a un salvadoreño y nosotros lo vemos pasar, él iba con uniforme naranja y nosotros le preguntamos que de dónde es y él nos dice: 'Yo soy de El Salvador'. Ahí, obviamente nos entra inquietud a todos, porque ya habíamos visto por las noticias que (Nayib) Bukele le había ofrecido a Donald Trump detener, custodiar a personas allá a mitad del
precio de lo que él gastaba. Y nos entró esa inquietud a todos, empezamos a sentirnos como que incómodos, con miedo, que qué vamos a hacer en El Salvador.

"Nosotros empezamos a decirle a los de ICE: '¿Por qué vamos a El Salvador?'. (Nos dijeron:) 'Lo van a llevar a él, ahí lo dejan, echamos gasolina y seguimos con ustedes'".

Cosa que obviamente nunca creí. Desde que vi a esa persona de El Salvador no se me salió el mal pensamiento de la cabeza en ningún momento. Nos empezaron a decir que no podíamos subir las ventanillas del avión. El compañero que le indiqué empezó a subirla, decía que no le importaba, que quería ver. Las personas empezaron a subirlas, golpearon a varios. A ese compañero que le colocaron una especie de camisa de fuerza le empezaron a insultar con insultos xenofóbicos, que gracias a Dios que nos estábamos yendo de su puto país. Había algunos que hablaban español, otros no. Nos decían insultos, que sólo estábamos allá haciendo las cosas malas, que solamente éramos unos ladrones. Y yo hablando con uno, que era como uno de los más flexibles. Él hablaba inglés, recuerdo, y yo le hablaba un inglés machucado, con lo poco que aprendí en la detención. Me preguntó que dónde había vivido en Estados Unidos. Le expliqué que nunca había entrado en los Estados Unidos. Se sorprendió, me preguntó que cuánto tiempo llevaba yo detenido y le dije que en ese momento recuerdo que llevaba nueve meses detenido. Y se le veía como que la cara de decepción, porque como todo, en todos losentes, en todos los países, en todos lugares hay personas buenas como personas malas. Unas que son coherentes y otras que no. Los compañeros de él nos trataban mal, cuando alguien se paraba a decir algo o a gritar algo porque nos estaban tratando mal, el de atrás de nosotros nos halaba por el pelo y nos sentaba, nos decían insultos, ese tipo de cosas. Lo cierto era que no nos dejaban subir las ventanillas del avión. Primero hicimos una parada, cuando dejaron al salvadoreño. Le preguntamos a dónde estábamos, porque supuestamente estábamos en Honduras en ese momento, pero el salvadoreño dijo: 'No, no estamos en Honduras. Esta es mi tierra, este es el aeropuerto' en una base militar, no me acuerdo cuál fue el nombre que dijo, y ahí lo bajaron a él. Creo que llenaron algo de gasolina y volvimos a despegar. Ahí volvió como que la esperanza a nosotros, porque ya dejaron al salvadoreño y nos estamos yendo, quizás ahora sí vamos a un tercer país que nos reciba y nos envíen a Venezuela (...) Y nos volvieron a mandar a bajar las ventanillas, las bajaron. Cuando sentimos que el avión aterriza alrededor de los diez minutos que pasamos en el aire. Sentimos que aterriza y volvemos a subir las ventanillas del avión.

"Cuando subimos las ventanillas del avión nos damos cuenta de que estamos rodeados por más de 500 policías, tanquetas, drones, helicópteros, motos y un sinfín de cosas que nosotros nos quedamos súper sorprendidos porque dijimos qué es esto, ni al Chapo Guzmán lo reciben así".


Ahí vimos grandote el nombre del aeropuerto, Aeropuerto Internacional, decía el nombre, de El Salvador. Y allí, obvio que todos nos sorprendimos, nos pusimos a pelear y a discutir con los oficiales de ICE, que no nos íbamos a bajar, a menos de que se subiera un representante del gobierno de Venezuela a decirnos que nos bajáramos. Ahí se suben dos policías de la Policía Salvadoreña, de la Policía Civil, los de uniformes negros. No, perdón, antes se suben uno oficiales de migración que tenían chaleco de migración pero al revés.

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—Pero ¿de Migración de Estados Unidos o de El Salvador?

De El Salvador. Se suben con unos chalecos naranja, pero los tenían al revés, ¿por qué? No sé, pero se le lograban ver las letras en la espalda que decían 'Migración'. Ellos se suben con unas listas y empiezan a decir que van a pasar una lista para que vayamos bajando. Nosotros les dijimos que no, obviamente nadie se quería bajar, que no nos íbamos a bajar del avión, que no nos íbamos a bajar del avión. Y ellos salen. Ahí suben dos de la Policía Civil de El Salvador y nos dicen: '¿No se quieren bajar? ¿No se quieren bajar por las buenas?'. Nosotros (dijimos): 'Nadie se va a bajar hasta que nos traigan a un representante del gobierno de Venezuela, que nos dé la seguridad de que nosotros vamos para Venezuela o que vamos a hacer aquí un proceso de migración para luego pasar a Venezuela'. Porque nos decían eso, que iban a pasar una lista de migración y ya después nos iban a entregar al gobierno de Venezuela. 'Okey, si aquí está el gobierno de Venezuela que venga alguien, que nos ponga en claro qué es lo que vamos a hacer aquí' (dijimos). Ellos se bajan y suben después cuatro más y empiezan a hablar con groserías, malas palabras, empezaron a agitar una bombas lacrimógenas y dijeron que si no nos bajábamos por las buenas iba a ser por las malas. Y nosotros seguimos diciendo que no, que no, que no.

—¿Eran bombas lacrimógenas con pistolas o cómo era?

Eran unas bombas lacrimógenas que tenían. Entraron diciendo que las iban a lanzar en el avión para que nosotros bajáramos. Obviamente, al asfixiarnos ahí íbamos a salir todos corriendo. Igual seguíamos con que no, con que las lanzaran, que las lanzaran, que no nos íbamos a bajar. Y recuerdo bien que el que iba en el primer asiento, un compañero de Miranda (estado de Venezuela), se llama Robert, lo fueron a agarrar a él de primero y le dieron muchos golpes, le empezaron a dar patadas y lo sacaron arrastrado del avión. Cuando vimos la fuerza bruta que usaron con él, obviamente nos asustamos y empezamos a decir que sí, que sí nos íbamos a bajar. Nos empezamos a bajar uno por uno. Recuerdo la persona de ICE que iba hablando conmigo, que le comenté, que se veía que era buena persona, me dijo al verla, cuando iba bajando yo, ya yo iba llorando porque obviamente me imaginaba a lo que íbamos, y el oficial de ICE cuando me agarra en la puerta del avión, me dice: 'Cuando te entreguemos a ellos, hazles caso porque ellos son muy diferentes a nosotros'. Y me imagino que vio los videos de cómo nos bajan del avión, arrastrados casi por las escaleras, ya me iban dando golpes o halando por el cabello, diciéndome cantidad de cosas, que 'bienvenido al infierno', que 'aquí te vas a morir', 'mata niñas'. Me decían 'viola niñas'. Me imagino que era por lo que había pasado en Estados Unidos, con los venezolanos que se metieron en problemas con las niñas. Obviamente yo no tenía nada que ver con eso porque nunca ingresé al país. Pero de igual manera me estaban diciendo esas cosas y se siente horrible que te digan esas cosas cuando la verdad nunca has participado en nada que tenga que ver con eso.

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Ahí nos ingresan en los autobuses. Los oficiales de ICE ya nos llevaban esposados, con las esposas que van de mano, que nos rodean la barriga y la otra es la de los pies. Cuando nos agarran los oficiales de El Salvador, ellos no colocan dos pares de esposas más en las manos, en los pies con una cadena que va bajando, nos montan al autobús. En el autobús nos vuelven a esposar con otras esposas de los pies a un tubo del autobús. Y yo estaba súper sorprendido porque qué tantas esposas nos colocan, qué creen ellos que somos nosotros. Nos estaban tratando horrible, de la peor manera. Ya en el autobús nos empezaron a dar por la cabeza, que bajáramos la mirada.

"A mitad de camino, cuando vamos al Cecot, hacen una parada. El autobús se frena en medio de las montañas, todo oscuro, no se veía nada y nos empiezan a dar golpes y a bajarnos a todos. Cuando nos bajan no hay nada en la carretera. Nos arrodillan en la orilla de la carretera y lo que pasó por mi mente fue que nos iban a matar y nos iban a dejar ahí, tirados a todos".

Éramos alrededor de 10, 11 que íbamos en ese autobús. Nosotros nos mirábamos a la cara así, sorprendidos, porque estábamos arrodillados en la carretera, atrás del autobús y lo que se veía era monte de este lado y monte de este lado de la carretera, eran puras montañas. Lo único que pasó por mi mente fue: 'Cuida a mi familia, Dios, y que estén bien siempre'. Todo eso pensando que me iba a pasar lo peor. Ahí fue que empezaron a hablar por radio, como que: '¿Dónde vienen, dónde vienen?'. Y era que estaban esperando a otro autobús para cambiarnos. Ahí llegó el otro autobús, nos volvieron a subir a golpes. Nos seguían dando golpes hasta que llegamos al Cecot. Cuando llegamos, que yo veo las luces, no nos dejaron alzar la mirada, nos tenían así en el asiento (con la cabeza hacia abajo). Yo medio alzo la mirada y veo que estamos en el Centro de Confinamiento del Terrorismo. Ahí fue cuando sentí devastada mi alma. Algo dentro de mí me daba una esperanza de que nos llevaran a otro lugar, pero ya estábamos ahí. Aún estando yo en el autobús, veo que están sacando como de una oficina a personas vestidas de blanco, ya pelones (sin cabello). Y yo en mi inocencia digo: 'Oye, están como desalojando un lugar o un pabellón de los Mara', yo dije 'no, esos son Mara'. O sea, están como desalojando un pabellón de los Maras para albergarnos a nosotros, para detenernos a nosotros ahí. Se lo están llevando a ellos a otro lado. No, resulta que éramos nosotros mismos. Eran mis compañeros venezolanos que ya estaban adelante de mí, que ya habían llegado, que estaban siendo rapados y todo eso. En ese momento me bajan del autobús y cuando entro a la primera estación, que era donde nos iban a afeitar, el policía que me llevaba me tira al piso y como entre tres o cuatro policías me empezaron a dar muchas patadas en el piso diciéndome insultos, que me parara y ahí me logran parar y me arrodillan de frente al barbero. Yo tenía mi cabello larguísimo, tenía más de un año dejándomelo crecer. Y recuerdo que cuando me van a pasar la máquina, yo quito la cabeza porque no, por qué me van a afeitar. Y ahí me volvieron a dar muchísimos golpes en la cabeza los guardias, como 'pon tu cabeza'... cantidades de insultos. Me afeitan. Obviamente me dolió mucho cuando veía a mi cabello caer así, por lo que estábamos pasando, cómo nos estaban tratando y todo eso. En serio fue horrible, es una experiencia muy horrible que no se la desearía ni siquiera a mi peor enemigo. Ese fue el primer día que llegamos. Ahí nos desnudaron, después de que nos afeitaron. Nos despojan de todas nuestras pertenencias, lo que llevábamos de dinero, llevábamos cadenas, ese tipo de cosas. Todo eso nos lo quitaron y nos dan la ropa blanca. Nos hacen pasar por un escáner, nos escanearon completamente.

16 de marzo de 2025, fecha en la que Frizgeralth Cornejo, de 26 años, fue fotografiado por el gobierno de El Salvador mientras era procesado con otros 200 venezolanos en el Cecot.
16 de marzo de 2025, fecha en la que Frizgeralth Cornejo, de 26 años, fue fotografiado por el gobierno de El Salvador mientras era procesado con otros 200 venezolanos en el Cecot.
Imagen Gobierno de El Salvador, vía Getty Images

De ahí nos ingresan a los autobuses nuevamente y nos llevan al módulo ocho, que fue donde estuvimos los cuatro meses detenidos. Cuando llegamos ahí me topo con otro policía. Obviamente, yo no controlaba mi llanto por todo lo que estaba pasando y él me dijo: 'Ya, ya casi, ya casi. Tranquilo, ya llegaste, ya te falta poco. Camina rápido y ya para no golpearte'. Él me estaba llevando así como nos llevaban todos los oficiales y yo iba un poco rápido porque ya no aguantaba las piernas ni las muñecas. Las muñecas duré como dos meses y medio que no las sentía, que no tenía sensibilidad en las manos. De hecho, en el dedo gordo de acá, el dedo pulgar, a veces si yo me doy así, toquecitos, me corre corriente todavía porque las esposas estaban apretadísimas, a más no poder.

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—¿Por ese día? ¿Por la forma en que te las apretaron el día en que los trasladaron?

Las esposas tanto de manos como de pies estaban apretadísimas. De hecho, en las piernas todavía había pasado como un mes y y algo, y teníamos la canal de las esposas que nos dejaron marcadas. Ahí fue cuando nos sientan a todos en el pasillo principal del módulo ocho y estaban los drones, los camarógrafos. No nos dejaban alzar la mirada de igual manera, a pesar de los golpes que me daban, yo cada vez que pasaba el dron volteaba la cara para que me grabara o algo para que si mi familia veía un video o algo, supieran que yo estaba ahí; para que mi familia se enterara. Y sí fue así: a mi familia le llegó una imagen mía allá en ese lugar y ahí fue que se enteraron de que estaba ahí. Cuando nos ingresan a las celdas nos quitan las franelas, las medias. El director nos dijo que eso era lo único a lo que teníamos derecho nosotros en ese lugar. Nos dejaron en boxers. Y esa primera noche, cuando ingresamos ahí, que ellos se fueron del pabellón, pudimos empezar a hablar entre venezolanos. El primer día recuerdo que caí en la celda cinco. Empiezo a hablar con los venezolanos que estaban ahí conmigo, como que qué onda, qué es esto que nos están haciendo, por qué estamos aquí. Me partieron la cabeza de hecho ese día. Un compañero me dice que estaba botando sangre por la cabeza y ahí fue que me la lavé.

En esta foto suministrada por la oficina de la Presidencia de El Salvador, se ve a carceleros trasladando a los venezolanos entrando en el Cecot en marzo de 2025.
En esta foto suministrada por la oficina de la Presidencia de El Salvador, se ve a carceleros trasladando a los venezolanos entrando en el Cecot en marzo de 2025.
Imagen AP

—¿Por aquí atrás o por dónde?

Aquí, en el medio de la cabeza, aquí arriba, del lado izquierdo. Empezamos como que a ver la realidad, empezamos a ver la celda, que no tenía nada, absolutamente nada de colchones; el higiene, horrible, cero higiene. Había dos tazas: una la agarramos para orinar y la otra para hacer necesidades. Igual que el tanque de agua, en mal estado, sucio, se veía como con hongo. Y de esa misma agua teníamos que tomar nosotros.

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—¿De esa misma agua bebían?

Sí, del mismo tanque de agua de donde agarrábamos para lavarnos cuando hacíamos nuestras necesidades, con la misma agua que nos bañábamos, con la misma taza teníamos que beber agua de allí. Recuerdo que los primeros días muchos estuvimos mal del estómago, con diarrea, como 10, 11 días, 12, una semana, dos semanas. Me imagino que ya luego, el estómago como que creó anticuerpos, se acostumbró y ya recibía las cosas que teníamos que comer allí.

—Fritzgeralth, ya me has ido contando algunas de las preguntas que te iba a hacer, pero yo quisiera que me describieras antes de entrar en los siguientes cuatro meses, cómo es el Cecot, desde que lo ves en el autobús todos los espacios que recorriste hasta tu módulo.

Bueno, cuando llegamos, llegamos en autobuses, ahí está uno en el portón principal. Pero como le digo, cuando nos montaban en los autobuses nos daban golpes y nos metían de cabeza en los asientos como para que no viéramos las instalaciones. Ahí yo sé que transitamos como unas dos, tres cuadras para llegar al módulo ocho, donde estábamos, porque es algo grande. Ellos están divididos en módulos, son ocho módulos donde tienen detenidos, pero hay más módulos donde los agarran para el trabajo, ese tipo de cosas, porque las personas que nos repartían la comida son detenidos salvadoreños. Ellos nos decían que tenían para trabajar de todo: costura, carpintería, plomería, herrería, que ellos trabajaban de todo ahí. En el módulo donde nosotros estábamos, que es el módulo ocho, está compuesto por 32 celdas. Nos metían de a ocho, 10, 12 por celda para tenernos divididos. La celda tiene capacidad para 80 personas. Son 80 latas que hay, 80 catres. Y en la mitad del módulo están dos islas de castigo que son las celdas de aislamiento, está la clínica, que es donde está el médico. Y hay otro cuarto que decía "careo, notificación", que es supuestamente donde los detenidos allá veían como que cortes.

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—Quiero que me hables de esas islas. No sé si tú estuviste en ellas, pero el testimonio de varios de tus compañeros habla de que ahí los trasladaban para castigarlos, para golpearlos. ¿Estuviste en esas islas?

Sí. Estuve en tres ocasiones ahí dentro del cuarto de castigos. Pero cuando nos iban a golpear y ese tipo de cosas, igual nos llevaban allá. Porque la isla es como la misma estructura. Cuando uno entra es un pasillo que tiene las islas a los lados, pero ahí solamente hay seis cuartos de aislamiento.

"Entonces en ese pasillo, como no dan las cámaras del pasillo principal, ahí nos metían a golpearnos y ya a los que iban a dejar en la isla los metían a los cuartos".

La isla, me imagino que en el cuarto debe ser como un cuarto de cuatro por cuatro (metros), algo pequeño, muy cerrado, que solamente tiene un diminuto hoyo arriba en el techo para que nos entre oxigenación. Uno cuando estaba ahí, ya a la hora, cuando había pasado una hora, ya empezábamos a sentirnos como exhaustos, como cansados, porque obviamente no nos entraba el oxígeno suficiente. No se podía dormir porque no hay nada. Es un solo banquito de cemento que hay y la taza que está ahí al lado.

—¿Y tenías agua para tomar o para lavarte?

Igual o en peor condiciones que en la celda principal.

—Pero ¿qué había? ¿Había una taza para tus necesidades y una taza con agua?

Está la taza aquí del lado izquierdo y aquí al lado derecho de la taza hay una taza con capacidad para uno 50 litros, 100 litros. Pero obviamente en mal estado el agua, como emposada, porque esos tanques no tenía como desagüe para uno cambiar el agua o algo.

—¿Y por qué te llevan allí a ti?

Por la misma desobediencia. No podíamos hablar entre nosotros, no podíamos estar uno en la cama del otro. Si pasaban y nos veían caminando en el pasillo de noche, nos llevaban, nos golpeaban. Por cualquier cosa. Nos teníamos que bañar escondidos. Al que conseguían bañándose lo llevaban a la isla a golpearlo, a castigarlo, a dejarlo ahí 24 horas.

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—Y a ti específicamente, cuéntame las tres ocasiones en las que te llevaron y por qué.

Una me llevaron con toda mi celda porque nos pusieron en posición de requisa, que son como dos, tres horas, el tiempo que a ellos les dé la gana dejarnos arrodillados con las manos en la cabeza. Otra fue porque me vieron bañándome y otra por responderle al guardia. Ellos nos querían estar humillando, decirnos cosas, venían a insultar a nuestra madre (...) Y obviamente el venezolano es muy contestón y le dije: 'La tuya', y me llevó a la isla.

—Y ¿qué pasaba en la isla?

Como le indico, en el pasillo principal, cuando uno entra, que están las tres celdas aquí y acá, primero nos arrodillaban ahí y nos empezaban a dar golpes, nos torturaban. Cuando uno está así arrodillado con las manos atrás, aquí en los oídos nos daban así, con las manos, durísimo, ¡tan! Y eso lo dejaba a uno como aturdido.

"A mí me desmayaron en varias ocasiones ahorcado. Cuando me despertaba estaba con la doctora y la doctora nos preguntaba: '¿Qué tienes? ¿Qué duele?'. Nos pasó la primera vez que le dije lo que me dolía y me volvieron a llevar a la isla a golpearme".

Ya las otras veces, cuando me despertaba y estaba ahí, lo que me quedaba decirle era: 'No, no tengo nada'. Y ahí era que me llevaban a mi celda. Nos golpeaban delante de los doctores y las doctoras y ellos solamente lo que hacían era reírse: 'Estos bichitos sí son llorones, estos cheles sí que son llorones'. Nos daban en los huesos con los garrotes que ellos tenían; en las canillas, en los tobillos, en las rodillas. Usaban cualquier tipo de cosas para torturarnos. Nos exponían a luces LED las 24 horas del día, nos hacían sudar, sofocarnos todo el día por la fuerza de las luces LED. Teníamos como seis lámparas encima de nosotros.

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—Te quiero pedir, si es posible para ti, que me describas cómo se sentía tu cuerpo en el Cecot. ¿Era caliente de día? ¿Era frío de noche?

Cuando llegamos, estábamos en época de frío. Me recuerdo que los primeros días, cuando nos acostábamos, me bajaba el short para poder meter las piernas, los pies. Me acurrucaba como un bebé buscando estar caliente. De hecho tuvimos que dormir todos juntos para darnos calor, uno al lado del otro, pegaditos, espalda con espalda, para que nos diera calor. Eso fue en los tiempos cuando llegamos. Ya después, como a los 20, 30 días, al mes, ya obviamente cambió la estación y empezó el calor. Ahí fue que más o menos podíamos dormir bien de noche, pero ahora la tortura era de día, porque era horrible. Sudábamos mucho, estábamos todos pegostosos y teníamos que dormir así. Uno no puede conciliar el sueño. Los huesos dolían demasiado por la condición en la que estábamos durmiendo en la lata. Me dolían los huesos, dolía la cabeza, pero como todo, obviamente el cuerpo poco a poco se fue acostumbrando, al igual que a los golpes que ellos nos daban. Llegó un momento en que nosotros les decíamos, ellos se molestaban más porque nosotros les decíamos que pegaran como hombres, no como niñas. Se molestaban más, se les notaba en la cara el odio que nos tenían, como con ganas de matar a alguno de nosotros.

—¿Cuál fue el peor día que viviste en el Cecot?

No recuerdo la fecha, pero está entre el primer día y cuando hicimos el motín, que nos salimos de las celdas.

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—Cuéntame ese día.

Ese día nosotros nos salimos de las celdas, les lanzamos cosas. Fue cuando nos dispararon gomas con escopetas que son calibre 12. A varios compañeros les pegaron y los rompieron mucho. Uno tenía una herida en la ceja, otro en la frente, otro amigo en la pierna. Y así, a muchos les dispararon y lograron pegarles. Pero después de ese día, duramos siete días recibiendo golpes de todos los guardias, seguidos, seguidos, sin falta. Le daban todos los días celda por celda. Sacaban una celda y le daban golpe, sacaban otra celda y le daban golpes. Todos los días. Esa fue una semana de infierno. Recuerdo que el último día llevaron a como alrededor de 30 mujeres oficiales, nos las pararon al frente y nos decían: '¿Te gusta ella?'. 'No', les decíamos. Y ellas venían y nos decían: 'Ah, ¿no te gusto? ¿Soy fea?', y nos pegaba por la cara, nos pegaba en nuestras partes íntimas, nos pateba. Todas las mujeres. Las 30, nos pasaban en fila por ellas y todas nos daban garrotazos, patadas en la cara, ese tipo de cosas. Esa fue una de las peores semanas allí.

—¿Por qué fue la huelga?

La huelga de hambre la hicimos antes del motín. La huelga fue porque obviamente estábamos aislados del mundo, no sabíamos nada, no sabíamos qué era de nosotros. Le preguntamos a ellos qué hacíamos ahí y nos decían que no sabían, que íbamos a durar ahí alrededor de 90 años, que ahí nos íbamos a morir, que de ahí no íbamos a salir. Pero nosotros obviamente como que sabíamos que estábamos a la orden de Estados Unidos, que Estados Unidos estaba a cargo de nosotros, que supuestamente eso era lo que habíamos escuchado. Entonces, para saber algún tipo de información, algo sobre nuestro caso, nos pusimos de acuerdo todas las celdas: 'Vamos a hacer una huelga de hambre, si les hacemos una huelga de hambre, les dañamos todo esto. Ellos van a tener que llamar a Estados Unidos, que nos vengan a buscar. No van a poder con nosotros'. Y así hicimos.

"Comenzamos una huelga de hambre, no recibimos los alimentos, no dejábamos entrar a los oficiales. Recuerdo que los oficiales nos tenían que pedir permiso para entrar a atender a los enfermos porque había personas que se estaban desmayando".

Pero cuando ellos entraban, les lanzábamos cualquier cantidad de cosas que encontrábamos adentro de la celda. Hicimos piedra de los tanques, los tanques son de cemento y nosotros los rompimos. Arrancamos unos tubos que estaban arriba en las literas. Como que en el último piso, para que la persona que está durmiendo no se caiga al suelo, hay unos tubitos que son como una especie de baranda. Esos tubos los arrancamos y los teníamos ahí. Los guardias no entraban porque decían que nosotros estábamos armados. Hicimos la huelga como por tres días. Luego de eso, nosotros les dijimos que ya, que íbamos a dejar de hacer la huelga porque vimos que no resultaba nada, se nos estaban desmayando compañeros; teníamos compañeros diabéticos, hipertensos, que obviamente el diabético necesita su insulina a diario y no se la estaban entrando a colocar. Muchos decían: 'No, hay que terminarla, porque se nos puede morir. Si llegamos 252, la lucha es de todos. Tenemos que irnos 252 de aquí, completos'. (...) Entonces la mayoría decidió terminar la huelga, pero aún así que nosotros dijimos que ya íbamos a terminar la huelga, que iban a entrar ellos, ellos nos castigaron y nos dejaron otros días más sin comida, jugaban con nosotros, nos decían: 'Ya va a venir la comida', y no nos llevaban nada. Me acuerdo que fue como el quinto, sexto día que nos llevaron la comida como a la una de la madrugada, y fue la cena.

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—Hazme otra vez la línea de tiempo para tenerla clara.

Primero hicimos la huelga. La huelga la hicimos llegandito, tendríamos como qué, como 15 días. Recuerdo yo, porque cuando hicimos la huelga no había llegado el segundo avión allá. Porque cuando nosotros llegamos allá no éramos 252. Llegamos creo que 240 y algo, porque a los 15 días llegaron siete más y a los otros 15 días, o sea, al mes llegaron siete detenidos. Ahí fue que completamos los 252.

Nosotros no éramos 252 desde el principio. Llegaron dos aviones luego. Y obviamente ya nosotros habíamos vivido lo peor. Cuando llegaron nuestros otros compañeros, nosotros les gritábamos desde la celda: 'No le llores, no le llores. Tranquilo, tranquilo, ya todo terminó. Ya llegaste, ya llegaste, ya estás aquí'. Dándoles fuerza a nuestros hermanos, porque obviamente ahí fue cuando le vi los rostros a ellos y dije: 'Oye, así como él tiene su rostro, como de miedo, de desesperación, imagino que así llegamos todos nosotros'. Y es horrible cuando una persona está pasando por eso, cuando no sabe qué va a ser de su vida, qué va a pasar con él. Nosotros tratábamos de darles fuerza. Igualmente cuando llegaron los últimos siete también hicimos lo mismo. Ellos estaban llorando. Les dimos fuerza desde adentro, nosotros desde las celdas. Me acuerdo que el primer día que llegaron, cuando llegaron los primeros siete, nosotros sí estábamos calladitos en las celdas, porque todavía le teníamos el terror a los guardias. Ya cuando pasó el mes, que llegó el segundo avión, ya estábamos como que no nos importa que nos peguen, ya estábamos acostumbrados. Le empezamos a gritar vainas a los guardias, como que 'no les peguen, desgraciados' y cantidad de insultos. Ellos nos respondían con insultos, nos echaban gas. (...) Pero le dábamos fuerza a nuestros hermanos que estaban llegando.

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—Y entonces a ellos los distribuyeron en las celdas de ustedes.

No, a ellos siete, del primer vuelo, los metieron a los siete completos en una celda. Y a los otros siete también los metieron completos en la (celda) 12 cuando ellos llegaron.

—¿Con quiénes estabas tú en la celda? ¿Te sabes los nombres de los que compartieron la celda contigo?

Lo que le agradezco a Dios es que siempre estuve con un cristiano evangélico que fue el que me dio mucha fuerza para poder soportar esta prueba. Es de Valencia, se llamaba Edwin Rodríguez. De él me sé el nombre. Y de un amigo que es de Oriente. Se llama Henrry José Albornoz. Y ya los otros me los sé por los estados. Le decía Valencia al otro; al otro le decía Guarenas, Guanare. Y así.

—Justo te quería preguntar ¿cómo esa red que se fue creando los mantuvo con esperanza? ¿Cómo se conectaron ustedes emocionalmente en medio de esta situación que estaban viviendo para mantenerse esperanzados? Mientras te dicen que vas a pasar ahí 90 años, ¿cómo fluyó la amistad o la camaradería entre ustedes que les permitió mantenerse con el espíritu alto, en lo que se puede, y también retando a guardias en un espacio en el que no tienes control de nada?

Entre nosotros mismos empezamos como a debatir sobre el tema. Unos decían: 'No, esto lo alquilaron por un año, de un año no podemos pasar aquí. Si es un año, nos vamos al año'. Otros decían: 'No, Trump va a durar cuatro en el mandato. Nosotros vamos a durar aquí cuatro años. Cuando él salga obviamente nos tienen que sacar de aquí porque viene el otro gobierno'. Otros decían: 'No vale, nosotros no podemos durar aquí un año'. Y así nos poníamos a debatir todos los días. Y con el pastor, obviamente él nos decía y nos daba fuerza, decía: 'No piensen en eso, quédense tranquilos. Solamente Dios va a decidir cuánto tiempo vamos a durar aquí. Él es el que va a decidir. Todo está en las manos de él'. Y fue así, porque al final ni siquiera fue un año, ni fueron tres meses, como los otros decían, ni fueron cuatro años, sino que fueron cuatro meses. Nadie había dicho cuatro meses. Él nos ponía a orar mucho, hacíamos culto. De hecho, nos pegaban, nos castigaban por hacer cultos. (...) Nos fuimos dando fuerzas siempre nosotros mismos, dándonos esperanza. La esperanza ciega, la fe, porque la fe es la certeza de lo que se espera y que no se ve. Siempre tuvimos la fe de que no íbamos a durar mucho tiempo ahí. Y así fue. Gracias a Dios que no estamos en ese lugar. Estamos hoy en día en nuestros hogares, con nuestras familias.

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—Volviendo un poquito atrás en la isla. ¿Ese nombre se lo ponen ustedes o era como los guardias le llamaban?

Así le decían ellos: área de aislamiento.

—Pero ¿le decían la isla? ¿O no?

Sí, 'allá te voy a zampar, a la isla', decían.

—Ok. Y por ejemplo, a ti te llevaron tres veces. ¿Por cuántos días estuviste ahí?

En ningún día duré las 24 horas. Siempre me sacaban a las 12 horas, 16 horas. Pero tuve compañeros que sí duraron días, dos días, tres días.

—¿En algún momento tú pedías hablar con tu familia, con abogados? ¿Cuál era la respuesta que les daban?

Ellos nos decían que eso no lo había allá, que ni siquiera los salvadoreños tenían derecho a hablar con sus familias o abogados, que allá estábamos así, bajo sus órdenes y no teníamos derecho a nada. De hecho, una vez la celda de al lado, recuerdo, tenía una queja, tenían una inquietud y pidieron hablar con el director. Al director lo llamaron y él fue. Los mandó sacar a todos y los arrodilló y les empezó a pegar uno por uno, diciéndoles que qué querían hablar ellos con él, que si eran muy importantes para ellos citar al director. O sea, el director no fue a hablar con ellos; fue a darles palazos porque lo habían mandado a llamar. No teníamos derecho de absolutamente nada.

—¿Y que sabían ustedes del mundo exterior?

Los detenidos, los presos que nos repartían la comida, les decíamos 'los amarillos' porque ellos estaban vestidos de amarillo, ellos son supuestamente los que tienen delitos leves, ellos tienen oportunidad de trabajar en El Salvador (...) El que nos repartía la comida nos decía cosas, como de las noticias: 'No van a durar un año, no van a durar un año, tranquilos'. Y la Cruz Roja, cuando fue la primera vez, también nos dijo que el contrato, el pacto ese que habían hecho por un año, no se había dado y que no íbamos a durar un año allí.

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—¿Qué comían? Cuéntame qué comían en un día en el Cecot.

La comida que ellos nos daban era arroz con frijoles, nosotros les decimos caraotas. Frijoles negros, arroz y tortillas de harina. Nos daban eso de desayuno. En el almuerzo era arroz, pasta y tortillas. Y en la cena nuevamente arroz con frijoles y tortillas.

"Nosotros sabíamos que estábamos bajo la orden de Estados Unidos porque nos mandaban una comida, que esa sí tenía proteína, tenía pollo, a veces era chuleta; a veces eran pizza y hamburguesa".


Pero ellos no las daban siempre, nos las daban de vez en cuando, nos tomaban una foto y ya. Lo hacían era como para tomar la foto y enviarla a los Estados Unidos para que ellos vieran que sí nos las estaban dando, pero nos las quitaban, no nos daban los jugos, se comían ellos la comida. Veíamos cuando los guardias se estaban comiendo las papitas, las tortas que nos mandaban ellos.

—Cuando tú miras tu cuerpo después de estos cuatro meses, ¿qué cicatrices te dejó el Cecot físicamente?

Bueno, yo tengo un problema en la columna. Recuerdo que la segunda vez que me llevaron a la isla, recuerdo que yo le dije al oficial que no me pegara en la columna porque tenía un problema en la columna. Fue como si le hubiera dicho que me pegara solamente en la columna, porque me daba solamente allí. Ahorita, así a la vista, no tengo ya moretones ni nada. Me imagino que solamente tengo la marca de la cabeza, porque eso sí fue una herida abierta. Pero la columna la tengo mucho peor, me duele demasiado y cuando respiro profundo tengo un dolor en la costilla. De hecho tengo que ir a hacerme los rayos x, lo que pasa es que no puedo ni salir, ni nada, porque no tengo absolutamente nada y me la he pasado con mi mamá todos estos días.

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—¿Qué cicatrices emocionales tienes ahora? ¿Cómo te sientes emocionalmente? ¿Qué te quitó el Cecot, qué le quitó al Fritzgeralth que estaba en Estados Unidos buscando un mejor futuro?

Emocionalmente, mi energía, mi esencia, la recuperé. Allá adentro yo sí decía que qué me estaba pasando a mí. Los primeros días me recuerdo que yo pensaba en mi mamá, mi familia, en mi pareja, y lloraba demasiado, lloraba mucho. A medida que me fueron golpeando y golpeando y golpeando, por la vivencia que estaba pasando, llegó un momento en que yo pensaba en mi mamá, pensaba en mi pareja, mis hermanos, mi familia, mis amigos y ya no me venían como sentimientos, así como afectivos hacia ellos.

"Pensaba mucho en mi mamá y ya no lloraba".

Y yo como, ¿qué está pasando? ¿Será que estoy perdiendo el amor? ¿Estoy perdiendo el sentimiento? Llegué a pensar en un momento así como que ya no me importaba mi pareja, que haga lo que le dé la gana. Igual que mi familia. Pensaba en no sé, llegar a Venezuela e inmediatamente irme a otro país. Se siente horrible cuando uno está así como que sin sentimiento, sin afecto, sin nada, porque uno siente que está viviendo así como por vivir, sin ningún propósito, porque sin amor, ¿qué es una persona? Una persona no es nada sin amor. Soñaba con mi mamá y cuando me despertaba ni recordaba el sueño, se me olvidaba de inmediato, no lloraba ya. Yo no hallaba explicación para eso. (...) Y allá de adentro, por el entorno en el que estaba, porque no le voy a decir que habíamos 252 ángeles allá, porque obviamente sí había personas que habían hecho cosas malas y ese tipo de cosas, pero por el entorno donde estaba viviendo, discusiones, peleas, el mismo estrés de nosotros mismos, peleábamos entre nosotros mismos, llegó un momento en que de tanto golpe que nos daban los guardias, a veces cuando no nos pegaban, nos empezábamos a dar golpes entre nosotros mismos. Para distraernos nos poníamos a hacer ejercicios y luego nos caíamos a golpes entre nosotros mismos. O sea, era algo que nos estaba afectando psicológicamente, que en ese momento no lo veíamos. Pero yo ahorita estando en este lugar me pongo a pensar en por qué yo me daba golpes con mis compañeros y, obviamente, que es algo que nos estaba afectando psicológicamente tanto a mí como a todos los demás.

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—¿Y qué pasó cuando viste a tu familia? ¿Te cambió esa perspectiva?

Desde el momento que me recibieron, obviamente me empezaron a llegar esos sentimientos nuevamente, ese sentir el dolor y que extrañaba a mi familia, todo eso. Obviamente ahí como que empezó a revivir mi yo anterior, que una sonrisa para allá, una sonrisa para acá, siempre contento. Pero cuando ya venía en el Jeep con las autoridades que me entregaron aquí, a mi familia, yo venía como con miedo. Antes de mí dejaron a cuatro compañeros que vivían antes de llegar a mi casa. Yo veía que ellos abrazaban a su familia, se ponían a llorar contentos, y yo en mi mente decía: '¿Será que yo voy a llorar cuando yo vea a mi mamá, a mi familia? ¿Será que sí voy a tener ese sentimiento?¿Cómo me voy a sentir en ese momento? ¿Qué va a pasar?

Fritzgeralth Cornejo, de franela gris claro, en su fiesta de bienvenida junto a sus padres y hermano en su casa en Caracas.
Fritzgeralth Cornejo, de franela gris claro, en su fiesta de bienvenida junto a sus padres y hermano en su casa en Caracas.
Imagen Foto cortesía de Fritzgeralth Cornejo

—Claro, es que estabas como roto, Fritzgeralth. ¿Sientes que estabas roto?

Sí, horriblemente. Entonces ya cuando me encontraba con mi familia me di cuenta de que volvió a mí todo ese sentimiento anterior, cómo yo era, risa, disfrutar. Empecé a contarle a mi familia las cosas, no como tal, porque no quería hacer sentir mal a mi mamá ni nada de eso, pero sí le empecé a contar algunas de las cosas (...) Evitaba contarle los maltratos que sufrimos, sino más bien las experiencias que me había dejado y lo que cambió en mí, como persona. A pesar de todo eso, sí le doy gracias a Dios por haberme hecho pasar por ese momento, por esa experiencia, porque me enseñó a valorar más a mi familia, a las personas, a valorar más las acciones, a tener mejores sentimientos, a cambiar muchas cosas en mí como persona y muchas cosas más que quiero yo trabajar en mí, en mí, en mi yo pasado. A pesar de que fue una pesadilla y fue una mala experiencia para todos, nunca está de más que todas las cosas que pasen, sean buenas o malas, siempre te van a dejar algún aprendizaje.

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—¿Volverías a Estados Unidos?

Me quedaron cero ganas. Después de lo que me hicieron, en serio me quedó ese miedo encima. Y me duele porque yo tenía la esperanza de ver a mi hermana.

—¿Qué daño les causó Estados Unidos con todo esto?

El daño físico lo sufrimos en El Salvador por todos los golpes y todo lo que nos hicieron. Pero el psicológico: yo ahorita tengo el trauma de salir de aquí, de este país, porque ellos supuestamente nos rayaron a nivel mundial diciendo que éramos unos delincuentes, unos terroristas, cuando yo nunca he tenido nada que ver con delincuencia ni nada. Yo toda mi infancia me dediqué solamente a jugar fútbol y ya luego cuando crecí empecé mi emprendimiento, que me imagino que ya lo vio por las redes sociales. Y yo me dedicaba a trabajar y a pasar tiempo con mi pareja, que ahorita me hace mucha falta, porque ha sido como mi compañera de vida por ocho años. Con ella era que yo me desahogaba, podía contarle todo tipo de cosas y tenía el apoyo de ella en todo y está en Estados Unidos. Y ese miedo de ir a verla o ir a estar con ella está ahí presente, porque siento que voy a pasar por lo mismo.

"Obviamente es un trauma que le deja a uno psicológicamente, el miedo de volver a pisar los Estados Unidos y estar allá".


Mi hermana habló con mi abogado, que es de allá también, y él me dijo que parte de la demanda era que posiblemente me podrían regresar a allá. Pero ya, obviamente sin detención. Algo en mi mente dice: 'Está bien, es sin detención. Qué bueno. Así sí iría'. Pero algo muy dentro de mi mente, mi corazón, me dice: 'No lo hagas, vas a pasar por lo mismo, esta vez va a ser peor. Ya te escapaste una vez de eso, quizás esta no logres escaparte'. Obviamente está ese miedo ahí.

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—Es decir que vas a proceder con una demanda.

Sí, mi hermana está en eso.

—No sé si llegaste a leer las historias que escribí sobre tu caso, pero Pedro, tu tatuador, me contó todas las historias sobre tus tatuajes y me mandó fotografías. Quiero que me cuentes un poco esos tatuajes. ¿Qué significan los tatuajes para ti? Quiero que me los vayas mostrando, incluyendo la rosa de Justin Bieber.

Sí, de hecho ese fue por eso, porque mi mujer es fan número uno de Justin. De hecho, mi marca, en el emprendimiento, también hay ropa de la marca de él, que es Drew. Ella siempre ha sido fan de él. Ella siempre me decía que yo era su Justin y por ella fue que me hice esa rosa. Al igual que la galaxia que tengo en el brazo izquierdo. No está terminada, pero todo el brazo izquierdo tiene que ver con una galaxia, que es por referencia a ella también, porque ama todo lo que tenga que ver con la galaxia, los ovnis y todo ese tipo de cosas. Lo estudia mucho, lo lee mucho, y siempre le ha gustado mucho. Algunos los saqué de internet porque me gustaron. El que tengo en el medio del estómago, que es el querubín con el arma, lo sacamos de internet. De hecho, Pedro me ayudó a elegirlo y tiene un significado como de fuerza, de valor y por esas cosas. Para mí no tiene ningún significado referente a una pandilla, una banda, ni nada de eso. El que tiene la rosa, que tengo aquí en la clavícula, obviamente es por mi madre, dice 'Mom'. Tampoco me quise hacer una rosa en alusión a alguna pandilla. El querubín que tengo en el otro pectoral es un diseño propio de mi tatuador. Él lo había dibujado y había publicado que necesitaba un lienzo y obviamente yo le dije 'házmelo a mí', y me lo hice. En la pierna también tengo una geisha que también es diseño de él. Él la había dibujado y quería hacerla y yo también le dije que me la hiciera. La mayoría de los tatuajes son hechos por él. Creo que solamente tengo dos que no, pero me los hicieron otras personas. Este que tengo en el brazo es un tótem. Lo usan como las tribus de allá, de Hawaii. Este fue dibujado por una pareja que él tenía en su momento. Ella dibujaba y ese tipo de cosas. Ella lo dibujó, me gustó mucho y le dije que me lo hiciera. La verdad, han sido por gusto, porque me han gustado los tatuajes siempre y como también hacían sesiones de fotos, yo mismo hacía sesiones de fotos de mí mismo para publicarlas en la página. Siempre me ha gustado el mundo así como del modelaje, el estilismo. Nunca fue nada pensando en pertenecer a una banda o algo así.

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—Es decir, que te los hiciste por gusto, porque te gustan los tatuajes.

Y me los seguiría haciendo.

—¿Te volverías a hacer tatuajes?

Sí, obviamente. Me gustan los tatuajes. No voy a dejar que eso que pasé me vaya a frenar a hacer algo, porque yo sé que lo estoy haciendo por un gusto mío, no por hacerle daño a alguien.

—¿Tú sabías que era el Tren de Aragua?

Yo lo que sabía del Tren Aragua lo había visto en televisión, que si una o dos veces. No sabía cómo operaba, cómo trabajaban, a qué se dedicaban. (...) Nunca he estado rodeado de personas que hagan cosas malas, ni nunca me he rodeado de personas que se dediquen a ese tipo de cosas. Siempre estuve rodeado, cuando fui pequeño, mi ambiente era todo deportivo. Ya cuando fui creciendo, a raíz de mi emprendimiento, me fui rodeando de puras personas que se dedican a la costura, estilismo, diseño, diseño gráfico, todo ese tipo de cosas. O sea, soy fiel creyente de que si te rodeas con personas que te suman y te van a dejar cosas buenas, obviamente vas a seguir sumando cosas buenas, pero si obviamente te rodeas de personas borrachas, adictas o algo, obviamente te vas a convertir en uno más de ellos.

—Mientras estabas en Cecot, ¿cómo veías tu futuro?

No desperdicié ningún día. Solamente maquinaba nuevos diseños, nuevas prendas, nuevas cosas que hacer (...) De hecho nos daban unos jaboncitos, que nos daban que si dos días para bañarnos, y yo me ponía en las latas a dibujar prendas como que con nuevas cosas. Al igual que tenía muchos compañeros que eran cantantes y todo eso, y también se ponían a escribir canciones. No dejamos en serio que en ningún momento nos afectara, no nos dejamos llevar por la situación en la que estábamos.

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—¿Y cómo ves el futuro ahora, que ya estás en tu casa, con tus seres queridos?

Ya me toca dedicarme, empezar desde cero nuevamente. Esta vez con más ganas, nuevas ideas. Ya aprendí varias cosas de cómo hacerlo. También conocí a personas allá que me dieron nuevas ideas y nada, me toca ponerlas en práctica, para ver qué frutos me van a dar estas nuevas cosas que he aprendido.