Trump provoca una ola de críticas tras referirse a los inmigrantes como serpientes venenosas

El presidente volvió a utilizar la letra de una canción de los años sesenta para referirse a los inmigrantes y sus familias como serpientes venenosas que muerden y matan a quienes les tienden una mano.

Jorge Cancino
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Jorge Cancino.
Frente a la reunión de la Conferencia de Acción Política Conservadora CPAC, Trump retomó un clásico de la campaña electoral: leyó la letra de una canción escrita en 1963 llamada ‘La Serpiente’ para compararla con la entrada de inmigrantes a Estados Unidos. La canción cuenta la historia de una mujer que salvó a una víbora de morir congelada, para luego ser traicionada por la víbora con una mordida fatal.
Video Así comparó el presidente Trump a los inmigrantes con una serpiente

El presidente Donald Trump volvió a provocar una oleada de críticas este viernes al comparar de nuevo a los inmigrantes con serpientes venenosas.

Fue durante un discurso ante la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), un evento de la derecha que se celebra en el National Harbor, cerca de Washington. Allí, el presidente utilizó la analogía de la serpiente cuando defendía su política migratoria y culpaba a los demócratas de no respaldar sus principios, entre ellos acabar con la inmigración en cadena y permitir una inmigración basada en méritos.

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La analogía está contenida en la letra de una canción de los años sesenta. El mandatario la utilizó para referirse a los inmigrantes que llegan a Estados Unidos, al igual que lo hizo en abril de 2017 cuando cumplió 100 días en la Casa Blanca.


“Ella acariciaba su hermosa piel y la besaba y la abrazaba fuerte. Pero en vez de agradecerle, la serpiente le dio una brutal mordida”, dice la letra leída por Trump (en el video que encabeza esta nota se puede ver el completo el polémico extracto en el que compara a la inmigración con la serpiente). En este caso, el presidente utiliza esta referirse indirectamente a la inmigración en cadena, uno de sus pilares de su lista de principios migratorios que a finales de enero envió al Congreso con el propósito de agregarlos en el debate por el futuro de los dreamers.

“Realmente le digo que a este presidente le falta tanta clase, es una persona que no valora a su prójimo y que, honestamente, no tiene la capacidad de ser responsable por políticas migratorias, porque su instinto es racista”, dijo Angélica Salas, directora ejecutiva de la Coalición por los derechos humanos de los inmigrantes de Los Angeles (CHIRLA).

Para Salas, “el presidente Trump mal representa a nuestra comunidad y no valora la contribución de los inmigrantes a esta nación. Él quiere negarnos y denigrarnos. Es una situación horrible en la cual tenemos un presidente que representa los peores valores de este país por el cual muchas personas han dado su vida, entre ellos muchos inmigrantes”.

“La historia de Trump es viciosa, vergonzosa, completamente racista y profundamente antiamericana”, dice el consultor republicano Steve Schmidt en un tuit. “Si así es como un presidente estadounidense habla de inmigración es una tragedia”; agrega, advirtiendo que quienes usan este lenguaje son “los herederos de los Know-Nothing y los nativistas” [facción poítica de extrema derecha convencida de que la inmigración debe ser limitada de modo drástico].

En Virginia, Gustavo Salas, director ejecutivo de CASA de Maryland, dijo que el discurso de Trump “es totalmente inhumano, creo que nos está tratando de criminalizar y de deshumanizar para atacarnos mucho más cada día”.

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“Es un comentario, una analogía inaceptable que el presidente de los Estados Unidos utiliza para condenarnos. Sabemos que está desesperado, que le están encontrando hechos y tal vez crímenes que ha cometido, y por eso manifiesta su odio en contra de nuestra comunidad”, agregó.

La dreamer Greisa Martínez, de United We dream (UWD), dijo que se trataba de “otra muestra de que este presidente es racista, que sus políticas y la visión que tiene para esta nación es la de la supremacía blanca”.

“Las personas indocumentadas, de color, estamos en riesgo. Este país no puede voltear la cabeza y dejar de hacer algo para defender a nuestra nación y nuestra gente”, indicó.

“Estamos viendo la enfermedad de este presidente. Con esa analogía el olvida que su esposa también es una inmigrante”, dijo Francisco Moreno, de la Federación de Confederaciones Mexicanas de Los Angeles, en California.

“Donald Trump no respeta ni a su familia, ni a la comunidad, ni nada. Es un ser abominable en la presidencia. Hay que decirlo, sobre todo cuando nos trata de esa manera a todos nosotros, los inmigrantes”, apuntó.

Javier Hernández Kistte tiene 27 años y vive en Los Ángeles. Llegó a EEUU desde la Ciudad de México cuando tenía ocho años y se graduó en la Universidad de California en Irvine. Contó a la agencia Reuters que ser beneficiario de DACA le ayudó a trabajar para pagar sus estudios. "Mis padres todavía son indocumentados y como familia luchamos con la ansiedad de que puedan ser deportados en cualquier momento”, agregó.
Hernández Kistte en su lugar de trabajo, una empresa producción de efectos especiales de Los Ángeles. “La ansiedad ha aumentado con la incertidumbre de que mi hermano y yo regresemos a un estatus de indocumentados. No se trata solo de nosotros. Sé que hay personas que están dispuestas a negociar por nuestro derecho a estar aquí, pero que harían de la vida de otros una pesadilla. No quiero eso", concluyó.
Martha Valenzuela tiene 23 años y llegó a los dos años desde Sinaloa, México. Se graduó en la Universidad del Estado de California. Sobre el fin del programa DACA del cual es beneficiaria dijo a Reuters: “Me rompió, es traumático porque he vivido en este país durante 21 años. Todos queremos un camino hacia la ciudadanía, todos queremos protección permanente para nosotros y nuestras familias”.
Valenzuela trabaja en una empresa en Orange, California. “La razón por la que este país nos etiquetó como ‘soñadores’ es porque queremos algo que parece que fuera inalcanzable. Si podemos soñarlo, podemos lograrlo. Se necesitan agallas para soñar y se necesitan agallas para luchar por ello", concluyó Valenzuela.
Bárbara Hernández tiene 26 años, vive en Santa Ana y se graduó en la Universidad Comunitaria de Orange Coast en California. Llegó a EEUU desde la Ciudad de México cuando tenía seis años. Trabajaba como maestra de educación especial hasta que DACA fue derogado por el nuevo gobierno. "Ese fue el trabajo más gratificante y amoroso que he tenido, pero con este gobierno y el fin de DACA estaba muy asustada ”, aseguró la dreamer.
Hernández participa en las protestas en Los Ángeles a favor de una legislación para los dreamers. "Tuve una etapa de pánico y estaba deprimida", agregó. "Me preocupa cómo se sienten los beneficiarios de DACA y su estado mental. Me gustaría ver una protección permanente no solo para nosotros, sino también para los otros 11 millones de inmigrantes sin documentos".
Karla Estrada tiene 26 años, vive en Los Ángeles y es graduada de la Universidad de California. Es asistente legal y se prepara para ingresar a la Escuela de Leyes. Llegó a EEUU desde Morelos, México, cuando tenía cinco años. "DACA siempre ha sido muy problemático y temporal, no es lo ideal. Nos ha dado la libertad de trabajar, legalmente, sin temor a que en tres meses nos despidan porque no tenemos un número de seguridad social”, afirmo la soñadora.
Estrada vive en un apartamento en Los Ángeles y su familia permanece en México. “Tengo que cuidarme en este país, pero también tengo que cuidar de mi mamá, mi papá y mi hermano que están en México. Lo que más me asusta es no poder cuidar a mi familia (…)”, concluyó.
Brian Caballero tiene 25 años y está a punto de graduarse en el Politécnico de California en Pomona. Llegó a Estados Unidos cuando tenía seis años desde Guadalajara, México. Asegura que está preocupado por el fin de DACA: "Me aterroriza que cuando finalmente me gradúe no pueda ser empleado en EEUU”.
Caballero en una clase de laboratorio del último año de la carrera de Ingeniería Eléctrica. “La gran mayoría de las personas indocumentadas vinieron para tener una vida mejor. La mayoría de las personas están aquí igual que yo, tratando de obtener educación para mejorar sus vidas ", concluyó.
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Javier Hernández Kistte tiene 27 años y vive en Los Ángeles. Llegó a EEUU desde la Ciudad de México cuando tenía ocho años y se graduó en la Universidad de California en Irvine. Contó a la agencia Reuters que ser beneficiario de DACA le ayudó a trabajar para pagar sus estudios. "Mis padres todavía son indocumentados y como familia luchamos con la ansiedad de que puedan ser deportados en cualquier momento”, agregó.
Imagen Lucy Nicholson/Reuters
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