Donald Trump está decidido a montar una política proteccionista y de restricción de importaciones para rescatar la industria y los trabajos estadounidenses, una promesa que aunque puede haber resonado bien en los eventos de campaña es vista como innecesariamente riesgosa por muchos, incluidos cercanos colaboradores del presidente, por las consecuencias de desatar una guerra comercial global.
Así puede afectar a los agricultores y consumidores de EEUU la guerra comercial de Trump contra China
El presidente asegura que sus medidas contra los chinos buscan proteger trabajos y producción estadounidense. Sin embargo, la respuesta desde China puede terminar afectando a muchos en EEUU.

Con el anuncio de tarifas y restricciones a productos proveniente de China, el presidente está abriendo un segundo frente en esa guerra ( el primero fue el que creó dos semanas atrás con el anuncio de tarifas al acero y el aluminio) que bien puede convertirse en el campo más importante de una batalla cuyas consecuencias las sentirán no solo los chinos, sino muchos dentro de EEUU, incluso muchos que votaron por Trump confiados en que defendería sus intereses.
El comportamiento de los mercados de valores el jueves, que cerraron a la baja, preocupados por lo que pueda venir a partir de ahora en el comercio global, es una muestra de que en el mundo de los negocios muchos consideran que la estrategia no es la adecuada, aunque estén de acuerdo en que la protección de la propiedad intelectual en China representa un problema.
Las acciones contra China surgen del trabajo llevado a cabo el año pasado por la oficina del representante comercial de EEUU, Robert Lighthizer, quien a pedido de la Casa Blanca, inició una investigación para determinar si “acciones, políticas y prácticas del gobierno de China relacionadas con la transferencia de tecnología, propiedad intelectual e innovación son irrazonables o discriminatorias y restringen o pesan sobre el comercio de EEUU”.
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La última década el gigante asiático ha ido transformando su economía de ensambladora a creadora de tecnología, algo que muchos aseguran que logró en buena medida por espionaje, el robo de secretos corporativos y las reglas que fuerzan a empresas extranjeras a compartir licencias y otros secretos de negocio a cambio de acceso a sus mercados.
En ciertos sectores, como energía, transporte, telecomunicaciones y autos, las leyes chinas exigen a las firmas extranjeras formar compañías conjuntas con capitales nacionales que implican que se produzca una trasferencia de tecnología y conocimientos a los socios locales.
Y aunque desde que hace quince años, cuando Pekín se sumó a la Organización Mundial del Comercio (OMC), el gobierno chino ha adoptado leyes para reforzar la defensa de la propiedad intelectual, la Casa Blanca señala que el gobierno promueve la piratería y el contrabando.
Productores afectados
China y EEUU tienen un intercambio comercial de bienes y servicios de 648,500 millones de dólares. EEUU exporta 169,900 millones e importa 478,800 millones, lo que implica que tiene un déficit de 385,000 millones de dólares, según datos de la oficina de Lighthizer. Al considerar solo el sector servicios, EEUU tiene un superávit de 38,000 millones.
Ese intercambio genera en EEUU casi un millón de puestos de trabajo, de acuerdo con los datos del Departamento de Comercio de EEUU.
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Ya antes de que se conociera detalles de las medidas de Trump que alcanzan un 10% del comercio binacional, el gobierno chino advirtió que tomará represalias contra Washington, aunque en principio no dejó claro cuáles podrían ser. Con seguridad esperará el lapso de 15 días que la Casa Blanca se dio para definir la lista de productos que se verán afectados.
"Beijing está extendiendo una rama de olivo y urgiendo a Estados Unidos a resolver las disputas comerciales a través del diálogo, en lugar de los aranceles", dijo el economista Vishnu Varathan del Banco Mizuho en un informe. "Sin embargo, la primera ronda de disparos ha comenzado".
Dentro de esos primeros disparos, el Ministerio de Comercio de China dijo estar considerando un arancel de 25% sobre el cerdo y el aluminio y otro de 15% sobre el vino, las manzanas, el etanol y los tubos de acero inoxidable ('stainless steel'). Los porcentajes son idénticos a los que usó el presidente Trump al imponer aranceles de 25% sobre el acero importado y de 15% sobre el aluminio. Los aranceles afectarían a productos con un valor cercano a 3,000 millones de dólares.
China es el principal comprador de productos agrícolas estadounidenses. Rubros como sorgo y soya podrían verse afectados golpeando la producción en estados del centro y el oeste del país donde se concentran las áreas de cultivo. El mercado chino representó ventas por 12,000 millones de dólares a productores estadounidenses.
A principios de la semana, una delegación de Asociación de Productores de Soya de Iowa estuvo en Pekín para hablar, entre otros, con el embajador estadounidense y exgobernador de Iowa Terry Brandstad, quien les aseguró que no había razones para el pánico y que las cosas se arreglarían mediante el diálogo.
Sin embargo, el diario China Global Times, un órgano del gobierno que frecuentemente amplifica sentimientos nacionalistas, indicó en un editorial que China puede responder con acciones que perjudicarán a los estadounidenses y puso el caso específico de la soya.
“Si China corta a la mitad la proporción de suya estadounidense que importa, eso no tendrá mayor impacto en China, pero los granjeros estadounidenses se quejarán. Ellos eran mayormente partidarios de Trump. Dejemos que ellos confronten a Trump”.
En cuanto a tecnología, la aeronáutica Boeing, que es la mayor empresa exportadora de EEUU, puede quedar expuesta a perder pedidos en el mercado chino, el más grande y de más rápido crecimiento del mundo, donde está cerrada en una férrea disputa con la europea Airbus y otras empresas.
Se espera que las aerolíneas chinas inviertan más de 1 billón de dólares para la compra de unos 7,200 aviones nuevos en las próximas dos décadas, algo que representa cerca de un cuarto de la demanda global de nuevas aeronaves.
Y aunque por la naturaleza del negocio, no será tan sencillo para los chinos suspender órdenes de compra a empresas estadounidenses y hacerlas a la competencia europea, es posible que las aerolíneas del gigante asiático reduzcan sus compras durante un tiempo.
Consumidores amenazados
Mientras muchos comparten la queja sobre la falta de protección de la propiedad intelectual, no todos consideran que la estrategia de imponer restricciones al comercio sea la mejor manera de lidiar con el problema, visto el impacto potencialmente dañino que pueden sufrir los consumidores estadounidenses acostumbrados a accesibles productos 'Made in China'.
En ese sentido, las principales cadenas de tiendas del país, como Walmart, Costo, Target, enviaron esta semana una carta al poder ejecutivo advirtiéndole que acciones punitivas contra China podrían terminar pagándola la población que compra en sus tiendas.
“Mientras siguen investigando las dañinas prácticas de tecnología y propiedad intelectual, pedimos que cualquier remedio considere cuidadosamente el impacto en los precios al consumidor. Debemos hacer lo mejor para las familias estadounidenses al tiempo que atacamos las dañinas prácticas tecnológicas”, se lee en la carta.
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La Cámara de Comercio de EEUU, junto a asociaciones empresariales de industrias como agricultura, tecnología, vestimenta y autopartes también suscribieron un comunicado en el que advierten que la imposición de tarifas no va a corregir las malas prácticas chinas.
“La administración no debería responder a las injustas prácticas y políticas chinas imponiendo tarifas u otras medidas que dañarán a compañías, trabajadores, granjeros, consumidores e inversionistas estadounidenses”, expresa la misiva firmada por 45 grupos empresariales que aseguran que apoyan otros esfuerzos para atacar el desafío chino.
Es posible que de desatarse una guerra económica, los consumidores empiecen a ver cómo cambian las etiquetas de esos productos a veces asombrosamente baratos que están disponibles en las grandes tiendas del país.
Aunque en general, el mensaje de 'Compre Estadounidense' resuena bien entre el público, sobre todo entre la base del presidente Trump, en una encuesta online de la agencia AP de 2016 el 67% de los consultados dijo que prefería pagar menos, aunque fuera importado, que comprar el mismo producto 'Made in USA' si les resulta más caro.




















