Lo que comemos siendo bebés condiciona nuestra salud futura

Un correcto manejo de la microbiota en edades tempranas, junto con una dieta adecuada, es esencial para la promoción de la salud futura del niño. Lo que cuesta más no es saber cuándo empezar sino qué alimentos incluir en la alimentación del bebé.

Por:
Sonia González y Miguel Gueimonde* / The Conversation.
Rebecca Hanks, representante del Departamento del Trabajo, afirma que todas las madres lactantes en Estados Unidos tienen derecho a tomar descansos por el tiempo que necesiten para extraerse la leche materna. "Este derecho lo tienen por un año después de que nazca su bebé y el empleador tiene la obligación de darle ese tiempo", dice. Para más información, puedes visitar la página web www.dol.gov.
Video Tener un espacio adecuado y tomar descansos para extraerse la leche: algunos derechos de las madres lactantes

La llegada de un nuevo miembro a la familia siempre es una fuente de felicidad y de nuevas preocupaciones, entre ellas cómo proporcionarle la mejor alimentación posible. En los primeros momentos de la vida, esta decisión es relativamente sencilla puesto que la lactancia materna o, en su defecto, las fórmulas de inicio son las únicas alternativas posibles.

Desde el punto de vista científico, tanto la Organización Mundial de la Salud como las diferentes sociedades pediátricas recomiendan la utilización de lactancia materna exclusiva hasta los 6 meses de vida, siempre que sea posible y la madre desee amamantar. ¿Hay justificación para ese empeño?

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Leche y microbiota

Además de los nutrientes, la leche humana es fuente de otros componentes bioactivos, como las inmunoglobulinas o los oligosacáridos. Y, aunque es menos conocido, contiene también bacterias que pasan de la madre al lactante, entre ellas las bifidobacterias.

Para intentar reproducir este efecto natural, y parecerse lo máximo posible a la leche materna, algunas fórmulas de inicio han optado por enriquecer sus productos con oligosacáridos de la leche materna (HMO) y es frecuente encontrar fórmulas de continuación con microorganismos probióticos.

La mayoría de las bacterias que tenemos en el organismo viven en el intestino, principalmente en el colon. Los primeros microorganismos llegan al tracto digestivo del recién nacido en el momento del parto y comienzan a establecer una microbiota intestinal que irá evolucionando a medida que el tubo digestivo va madurando. A diferencia de lo que ocurre en los adultos, que tienen un composición bacteriana más estable y variada, en los recién nacidos la microbiota es bastante simple y en evolución.

Mientras los niños están lactando, su intestino está poblado principalmente por bifidobacterias.

Varios factores ambientales, como la edad gestacional, el tipo de parto, el modo de alimentación del lactante, el uso de antibióticos, el consumo de prebióticos y probióticos o la dieta materna, tienen capacidad de influir sobre el establecimiento de la microbiota intestinal del bebé.

No es baladí: resulta que las alteraciones en la microbiota intestinal, denominadas disbiosis, se han relacionado con un mayor riesgo de sufrir alteraciones en el correcto funcionamiento del sistema inmunológico, como el asma o la alergia. Además de con trastornos metabólicos, como la obesidad o la diabetes.

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Algunas de estas patologías pueden persistir a lo largo de la vida, por lo que un correcto manejo de la microbiota en edades tempranas (y una dieta adecuada) es esencial para la promoción de la salud futura del niño.

¿Y después qué?

A partir de los 6 meses, la leche materna puede ser insuficiente para garantizar todas las necesidades nutricionales del bebé, por lo que es necesaria la introducción de nuevos alimentos. La alimentación complementaria representa una etapa crucial en la que se debe alcanzar un equilibrio para garantizar los requerimientos energéticos y nutricionales del niño, permitiéndole que tenga un desarrollo adecuado a su edad y teniendo en cuenta su limitada capacidad digestiva.

En relación al tiempo, la Sociedad Europea de Gastroenterología Pediátrica Hepatología y Nutrición (ESPGHAN) establece que la introducción de alimentos complementarios no debe producirse antes de las 17 semanas, ni retrasarse más allá de las 26.

Lo que cuesta más no es saber cuándo empezar sino qué alimentos incluir. Qué productos se han de incorporar en la dieta, en qué momento hacerlo o qué textura es la más adecuada son cuestiones que nos abren un amplio repertorio de posibilidades. Desde el campo de la investigación en nutrición sería estupendo poder recomendar un patrón ideal. Sin embargo, es posible que no tenga demasiado sentido buscar una dieta estándar que sirva para todos ya que cada uno es diferente.

Existen tantas dietas como personas

¿Y qué pasa con la microbiota intestinal cuando los alimentos sólidos entran en escena? Es una pregunta clave.

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En un trabajo llevado a cabo por nuestro grupo de investigación en los últimos años se ha descrito el cambio de la alimentación de casi 100 niños desde el momento del nacimiento hasta los 3 años de edad. A pesar de que, como se comentó previamente, existe una alta variabilidad en los patrones dietéticos, también hay características comunes.

Nuestros resultados confirman que el periodo de destete supone un paso clave para la transición de la microbiota intestinal y para la promoción de patrones dietéticos más afines a la dieta mediterránea a la edad de 1 y 2 años. Hemos observado que aquellos niños que a los 6 meses de edad tienen un consumo de energía moderado y han introducido los vegetales en su dieta tienen mayor probabilidad de un patrón dietético de tipo mediterráneo. Estos alimentos son fuente de fibras o hidratos de carbono complejos, como la inulina, oligofructosa o el almidón resistente, que sirven de “alimento” para que crezcan determinados grupos bacterianos como los Clostridios, que podrían ser beneficiosos para la futura salud del recién nacido.

Un trabajo pionero, en el que se comparó la microbiota de niños europeos que vivían en ciudades y de niños africanos de una zona rural, puso de manifiesto que posiblemente el exceso de azúcar, grasa animal y alimentos densos en calorías en los países industrializados esté cambiando la actividad metabólica de la microbiota.

De hecho, la microbiota de los niños de Burkina Faso, que consumían básicamente una dieta rica en cereales, les permitía extraer más energía de los polisacáridos complejos generando compuestos con acciones antiinflamatorias. Y menos inflamación, claro, implica mejor salud.

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*Sonia González Solares es profesora titular e investigadora de la Universidad de Ovideo. Miguel Gueimonde Fernández es un investigador científico.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original aquí.

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Los niños, en especial los más pequeños, son muy propensos a enfermarse. Su cuerpo se enfrenta a un mundo lleno de bacterias y virus de los cuales deberán protegerse. La enfermedad forma parte del crecimiento también. Es importante igual siempre hablar con el médico y conocer cuáles son las 15 más comunes en los bebés. Conjuntivitis neonatal. Esta enfermedad en los recién nacidos se genera cuando se tapa el conducto lacrimal o cuando hay una infección en la zona. Síntomas: mucha secreción líquida y a veces con sangre en los ojos. Pus en los ojos del bebé y párpados inflamados y enrojecidos. Puede provocar ceguera.
Infecciones en los oídos: Esta es una de las enfermedades más comunes en los recién nacidos y en los niños en general, dicen los Institutos Nacionales para la Salud de los Estados Unidos. Generalmente se la llama otitis y pueden desaparecer espontáneamente. Siempre es importante ir al médico. Síntomas: en los bebés que no hablan se da mucho el llanto inespecífico y las dificultades para dormir. También secreciones en el oído, problemas en el equilibrio y auditivos. Se puede tratar con antibióticos si no desaparece espontáneamente.
La temida anemia: La Sociedad Argentina de Pediatría explica que la anemia es el descenso de hemoglobina en la sangre (glóbulos rojos) y que generalmente se produce por falta de hierro. Síntomas: palidez en la piel y las mucosas (labios, párpados, etcétera), cansancio y en algunos niños irritabilidad e hiperactividad. Puede afectar el desarrollo del cerebro del niño.
Constipación: La padecen casi el 3 por ciento de los niños. Y se trata de bebés o pequeños que van poco al baño a hacer materia fecal o que, cuando lo hacen, lloran del dolor. ¿Cuándo está constipado? Cuando hace menos de 3 veces por semana “popó” o cuando sus evacuaciones son dolorosas. Síntomas: fisuras en la cola, rechazo a hacer caca, ausencia de fibras en su dieta, baja cantidad de deposiciones, dolor en la pancita, ensucia su ropa interior, falta de apetito, infección urinaria e incontinencia urinaria.
Diarrea: La opuesta a la constipación. El niño hace más deposiciones de las que debería. Además, la caca se torna líquida. En los más pequeños puede ser peligrosa ya que genera que los bebés y niños pierdan una gran cantidad de agua lo que los expone a una posible deshidratación. Síntomas: se trata de una urgencia si el niño tiene diarrea y es un lactante, si está muy decaído e irritable, si perdió su humor habitual y si tiene la lengua y la boca seca ya que esto es uno de los síntomas de la deshidratación.
Padres desvelados = bebés con fiebre: La fiebre más que una enfermedad es una forma que tiene el cuerpo humano para protegerse de las infecciones y así sobrevivir. Se trata entonces de una defensa del cuerpo. Sin embargo cuando las temperaturas son muy altas hay que preocuparse y ocuparse. Para eso deberás consultar a un médico. En especial si tu bebé es menor de 3 años. Síntomas: temperatura elevada. Si la fiebre baja se presentan los escalofríos y transpiración. No desabrigues a tu bebé en este momento. Debes mantenerlo en un ambiente cálido. Tampoco caliente.
Convulsiones febriles: Cuando los padres ven las líneas del termómetro subir abruptamente temen siempre que su bebé haga convulsiones. Estas son espasmos de los músculos no voluntarios y pérdida de la conciencia, dice la organización Nacer Sano. En general no producen daño al niño pero sí asustan y mucho a sus padres. Síntomas: las convulsiones febriles se caracterizan por ser breves, se da una sola cada 24 horas y atacan sólo un lado del cuerpo. Cuidado, si las convulsiones son diferentes puede tratarse de otra enfermedad. Si estos espasmos duran más o si el bebé tiene dificultades respiratorias debes ir urgente al hospital más cercano.
Deshidratación: Un bebé está deshidratado cuando su cuerpo perdió parte del líquido fundamental para vivir. Esto ocurre más en los pequeños cuando se combina la fiebre con la diarrea o los vómitos. Te precaución y respecto porque la deshidratación puede provocar la muerte de un niño. Síntomas: no moja el pañal en un lapso mayor a 6 horas, el bebé tiene la boca y los labios secos, llora sin lágrimas, su pis es demasiado oscuro y tiene los ojos hundidos. En los casos más graves sus pies y manos estar frías y sufre de mareos.
Ictericia: Los famosos y conocidos bebés amarillos. Esta enfermedad aparece con mucha frecuencia en los bebés recién nacidos. Se trata de bebés que tienen altos niveles de bilirrubina. ¿Qué es esto? Un componente de la sangre que normalmente elimina el hígado. Síntomas: piel amarilla en el bebé. Esta enfermedad generalmente es pasajera pero algunos casos son muy peligrosos para su salud.
Gripe: Cuando comienza la temporada de la gripe las madres tiemblan. Sólo el hecho de pensar en un bebé afiebrado espanta, en especial en el caso de la gripe. Esta enfermedad se transmite por el virus de la Influenza. Existe una vacuna y es muy recomendada en bebés. Síntomas: son muy amplios. Fiebre, catarro, cansancio, tos seca, irritación, dolor en la garganta y los ganglios inflamados.
El bendito calor: En el verano el calor puede ser uno de los enemigos. A las altas temperaturas estivales se les suman los padres que a veces arropan más de la cuenta a sus niños. El golpe de calor genera un sarpullido en la piel que a veces tienen coloración roja. Síntomas: sarpullido en la piel. En especial en las zonas más protegidas o expuestas al calor. Esta enfermedad no es grave pero sí alerta sobre que el bebé está recibiendo más calor de lo que puede soportar.
Vómitos: Los vómitos tienen muchas causas. Desde alimentación excesiva en los bebés hasta virus que afectan su estómago. También pueden estar relacionados con una enfermedad respiratoria. Además pueden ser indicio de que el bebé tragó alguna sustancia tóxica. Síntomas: expulsión de la comida, moco o líquidos. El vómito es indicio de alguna enfermedad y puede generar deshidratación.
Costra láctea: Es como una caspa que crece entre el cabello del bebé. Una enfermedad muy común en los niños que, además, es inofensiva. Hay pequeños que la tienen muchos años. Síntomas: costras grasosas en la cabeza. Se pueden presentar también en las cejas o axilas. En ese caso se llaman dermatitis seborreica.
Roséola: Este virus es muy contagioso en niños. Y es aún más usual en los menores de 2 años. Se contagia cuando el niño inhala o tiene contacto con gotas o saliva de otro pequeño enfermo. Por esto es muy difícil controlar el contagio. Síntomas: fiebre muy alta, falta de apetito, diarrea pero leve, dolor en la garganta, ganglios inflamados y malestar durante una semana.
Atención con el rotavirus: Es muy común en bebés pequeños y se trata de una diarrea muy contagiosa. Se da en todo el año pero el verano es el momento de mayor contagio. El problema mayor con esta enfermedad es la deshidratación lo que la convierte en muy peligrosa en todos los pequeños menores de 3 años. Existe una vacuna. Síntomas: diarrea, fiebre muy alta, vómitos y náuseas. Llama al médico si sospechas que tu hijo o hija la padece.
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Los niños, en especial los más pequeños, son muy propensos a enfermarse. Su cuerpo se enfrenta a un mundo lleno de bacterias y virus de los cuales deberán protegerse. La enfermedad forma parte del crecimiento también. Es importante igual siempre hablar con el médico y conocer cuáles son las 15 más comunes en los bebés. Conjuntivitis neonatal. Esta enfermedad en los recién nacidos se genera cuando se tapa el conducto lacrimal o cuando hay una infección en la zona. Síntomas: mucha secreción líquida y a veces con sangre en los ojos. Pus en los ojos del bebé y párpados inflamados y enrojecidos. Puede provocar ceguera.
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