"He usado la legislación fiscal de forma brillante", asegura Trump sobre sus impuestos

El republicano intenta mostrarse como un empresario de éxito luego de que el periódico 'The New York Times' revelara días atrás que en 1995 el magnate declaró pérdidas de casi mil millones de dólares y que podría haber no pagado impuestos durante años.

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Por:
Eduardo Suárez.
El magnate republicano aseguró que ha pagado impuestos "lo mínimo legalmente posible", en beneficio de su empresa y sus trabajadores.
Video Donald Trump: "He usado brillantemente los impuestos a mi beneficio"

Donald Trump se presentó este lunes en Colorado como un empresario capaz de exprimir la legislación fiscal a su favor. El argumento lo habían usado unas horas antes sus portavoces Chris Christie y Rudy Giuliani y lo desarrolló de nuevo el candidato republicano: "Como hombre de negocios y como constructor, he usado de forma legal la legislación fiscal en mi beneficio y en el beneficio de mi compañía, mis inversores y mis empleados. He usado esas leyes de forma brillante".

El New York Times publicó este fin de semana que el candidato republicano había declarado unas pérdidas de casi 1.000 millones de dólares en su declaración de impuestos de 1995. Según los expertos, esas pérdidas podrían haber permitido al candidato no pagar impuestos en las últimas dos décadas.

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Es imposible saber hasta qué punto Trump ha utilizado la legislación fiscal de forma brillante. Es el primer candidato que no publica sus declaraciones de impuestos desde 1980. La mayoría de sus votantes cree que debería hacerlo antes de la jornada electoral.

Temeroso de que las últimas revelaciones dañen su imagen de empresario de éxito, Trump subrayó de nuevo el argumento central de su campaña: que su carrera como la prueba de que es la persona mejor preparada para presidir el país.

“Dijeron que estaba acabado pero todavía estoy aquí”, proclamó Trump sobre la quiebra de varias de sus empresas a principios de los años 90, que presentó como una consecuencia inevitable de la crisis económica y no como el fruto de su mala gestión.

Los expertos consultados por el New York Times aseguran que es probable que esas pérdidas hayan permitido a Trump no pagar impuestos durante las últimas dos décadas pero el candidato no aclaró si ese extremo es cierto. Si publicara sus declaraciones fiscales, los votantes podrían saber cuánto ha pagado. Pero Trump asegura que no puede hacerlo porque se lo impide una auditoría del Gobierno federal.

Trump optó por decir que conocía mejor que nadie de las injusticias del sistema fiscal de Estados Unidos y que por eso era la persona mejor preparada para eliminarlas. “Ahora trabajo para ustedes”, dijo a la multitud en Colorado. “No trabajo para Trump”.

El candidato aseguró que tenía “la responsabilidad fiduciaria” de pagar a Hacienda la menor cifra posible. Pero esa “responsabilidad fiduciaria” la tienen los ejecutivos con respecto a los impuestos que pagan las compañías que gestionan y en ningún caso con respecto a sus impuestos personales, que no tienen relación con su actividad empresarial.

Trump exageró en Colorado el impacto de la crisis económica de principios de los años 90. Aseguró que había reconstruido sus empresas “de las profundidades de una depresión inmobiliaria” y presentó así su actuación durante la crisis: “Tengo un temperamento ganador. Me crezco cuando las cosas van mal”.

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La verdadera historia

La realidad es bien distinta. Aquella crisis fue mucho más suave que la que sacudió el sistema financiero global en 2008 y Trump llevó a cuatro de sus empresas a la quiebra por sus propios errores de gestión.

El republicano se endeudó para adquirir el hotel Plaza, una aerolínea con problemas y tres casinos en Atlantic City. Ninguna de esas operaciones funcionó y sufrió la presión de sus acreedores.

Entidades como Citigroup o Chase se reunieron con él para intentar recuperar una parte de los 3.200 millones de dólares que adeudaba y le obligaron a firmar un acuerdo de dos mil páginas. Impusieron a Trump una paga mensual de 450.000 dólares y lo dejaron al frente de la empresa mientras iban liquidando sus activos por un solo motivo: creyeron que expulsarlo podría espantar a quienes visitaban sus casinos y reducir aún más su valor.

Unos años después de las quiebras, Trump sacó su empresa a Bolsa. Miles de pequeños accionistas creyeron que merecía la pena invertir. Al principio la cotización subió pero empezó a desplomarse por algunas decisiones del magnate, que endeudó a la empresa para volver a comprar por 100 millones de dólares uno de sus casinos y se embolsó casi un millón de dólares por la operación.

Los títulos desplomaron de 35 dólares a 17 centavos y en 2004 Trump declaró la bancarrota de la empresa, la quinta de su carrera empresarial. Entonces el magnate no cumplió con su responsabilidad fiduciaria: en apenas una década cobró 44 millones de la empresa y la obligó a pagar casi 1,7 millones de dólares en productos con su nombre. Entre ellos, 1,2 millones en agua embotellada con el nombre de Trump.

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Estos y otros detalles no han impedido que el candidato presente su condición de empresario como uno de los grandes activos de su campaña. Sus seguidores suelen decir que es uno de los motivos por los que votarán por él.

“Mi adversaria no ha ganado un dólar de forma honrada en su vida”, dijo el candidato este lunes en Pueblo. Ese contraste con una política de carrera es precisamente lo que busca Trump.

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