LOS ÁNGELES, California.- José Prado dejó los campos de su natal Michoacán en la década de 1950 y se vino a Estados Unidos. Era un veinteañero cargado de sueños que cruzó la frontera como un ‘bracero’, como les decían a los agricultores mexicanos que emigraban legalmente gracias a un contrato laboral.
Este abuelo migrante limpiaba la universidad en la que ahora su nieto estudia un doctorado
El michoacano José Prado trabajó como intendente de los laboratorios de la Universidad de Stanford, en California. Varias décadas después, su nieto Daniel José Navarrete Prado es un estudiante de doctorado en esa escuela y hace experimentos en los mismos laboratorios que limpió su abuelo.

Un tiempo cultivó en el norte de California, pero terminó renunciando por las duras condiciones y los bajos salarios. Buscando una mejor oportunidad se mudó a San Francisco, donde consiguió empleo lavando platos en un restaurante y limpiando los laboratorios de la Universidad de Stanford.
Su nieto, Daniel José Navarrete Prado, cuenta la anécdota con un sentimiento de satisfacción, porque ahora él hace experimentos en los mismos laboratorios que aseó su abuelo materno. Setenta años después, este joven es fruto del esfuerzo de ese migrante que se rompió la espalda por su familia.
My grandfather was telling me stories of when he worked as a janitor for @Stanford labs, including almost getting radioactive contamination! He didn't understand the facility warnings because they were in English. I'm excited to apply for Ph.D. this year!
— Daniel José (@dani_jnp) August 23, 2018
“Me siento muy orgulloso y tengo que decir que mucho de lo que he logrado es gracias a mis padres y a mi abuelo, quien fue el primero de mi familia que vino a Estados Unidos. Si no fuera por él tal vez yo habría crecido en Aguililla (Michoacán) sin tantos recursos”, dice en una entrevista con Univision Noticias.
Daniel José, de 22 años, es el segundo miembro de su familia en asistir a la universidad. Su hermano mayor estudió en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) y él tomó clases en la prestigiosa Universidad de Princeton de Nueva Jersey, en la cual obtuvo un título en microbiología.
Interesado en las ciencias, decidió regresar estudiar un doctorado en la Escuela de Medicina de Stanford, a la cual siempre quiso asistir. “La curiosidad científica es mi motivación”, explica el joven.
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Su abuelo apenas estudió unos años de primaria y los padres de Daniel José llegaron hasta la escuela secundaria. Su madre nació en California y, por los vaivenes de su padre, pasó su infancia en Michoacán. Ella, la más pequeña de 12 hermanos, ha sido ama de casa y ahora trabaja como cajera en una tienda. Su padre, quien también es de origen michoacano, fue albañil y actualmente es empleado de una productora de azúcar en Florida. A ese estado se mudaron hace unos años.
El abuelo José Prado ahora tiene 94 años, vive en Michoacán y solo viene a California a citas médicas.
“Le contamos cuando decidí estudiar en Stanford y me dijo que estaba muy orgulloso. Me dijo que jamás conoció a un científico en México y que estaba muy contento de que el primero que conoce es su nieto”, dice emocionado Daniel José.
Los recuerdos de José Prado limpiando los laboratorios de la prestigiosa Stanford podrían ser los de cualquier otro migrante que trata de asimilar una nueva cultura. Su nieto cuenta que una vez tiró una rata que diseccionó un científico porque erróneamente creyó que era un animal que ya no les servía.
En otra ocasión no comprendió lo que decía un letrero en la puerta de un salón y terminó bajo un proceso de desinfección. “No podía leer en inglés y no entendió que no tenía que entrar sin el equipo adecuado. Alguien se dio cuenta que entró, lo sacaron, lo bañaron y lo regañaron. Por eso a él nunca se le olvidó esa palabra: ‘radioactivity’”, relata Daniel José.
Un siglo después, su nieto está en una posición mucho más favorable en Stanford. El estudiante de doctorado actualmente desarrolla un proyecto enfocado en la malaria, una enfermedad producida por parásitos.
“Todo el proceso es lo que me da energía. Hacer una pregunta, diseñar un experimento para responderla y ver el resultado. Ese proceso me hace decir: guau, estoy haciendo ciencia”, describe el joven.
Su sueño es que su familia lo vea trabajando en el campo de la biotecnología, como un profesor universitario o siendo el encargado de un laboratorio que hace investigaciones.
Su abuelo ya cumplió el suyo: ver a sus retoños florecer en Estados Unidos desde su querido Michoacán. “Él solo vino a trabajar, siempre quiso vivir en México”, dice Daniel José.


















