La Patrulla Fronteriza pide ayuda al gobierno federal para responder a una "crisis humanitaria sin precedentes" en la frontera

El comisionado de la Patrulla Fronteriza, Kevin K. McAleenan, urgió este miércoles desde El Paso al Congreso y al gobierno a actuar para responder al creciente flujo de familias y niños no acompañados que está llegando a la frontera. Aseguró que mientras no haya soluciones, "tomaremos todas las acciones que estén en nuestro poder" para atender la crisis.

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Por:
Patricia Clarembaux.
En promedio, 570 migrantes son detenidos cada día en El Paso, Texas. La situación es tan crítica que están cerrando los puestos de control temporal en las autopistas del oeste de Texas y en el estado de Nuevo México para que los agentes vayan a ayudar con la llegada masiva de migrantes centroamericanos. Este reportaje es parte de la cobertura especial de Univision Noticias en la frontera sur.
Video Decenas de migrantes fueron detenidos por la Patrulla Fronteriza debajo de un puente en El Paso

La frontera sur de Estados Unidos llegó a un "punto de quiebre" esta semana. Eso dijo el comisionado de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), Kevin McAleenan, desde el sector el Paso, uno de los puntos más calientes de la frontera en los últimos meses por el número creciente de unidades familiares y menores no acompañados que se están entregando a las autoridades para pedir asilo.

"Hace dos semanas hice un resumen a los medios y testifiqué en el Congreso que el sistema migratorio estaba en un punto de quiebre. Ese punto de quiebre ha llegado esta semana a la frontera. CBP está enfrentando una crisis humanitaria y de seguridad fronteriza sin precedentes a todo lo largo de la frontera sur", dijo el comisionado, que explicó que justo momentos antes de que iniciara la rueda de prensa, un grupo de padres e hijos salvadoreños se entregaron a agentes de CBP.

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En cifras, McAleenan dijo que actualmente tienen más de 12,000 migrantes en custodia en sus instalaciones. Lo atribuye a las "debilidades" del sistema migratorio que, dice, hace que los inmigrantes sepan que una vez que son atrapados serán dejados en libertad mientras esperan su audiencia con un juez. Estima que para marzo alcanzarán las 100,000 detenciones, el número más alto alcanzado en un mes en una década.

"4,000 es un número alto (...) 6,000 es un nivel crítico. 13,000 no tiene precedentes", aseguró McAleenan.

En el segundo sector más activo de la frontera de EEUU y México, decenas de familias se entregan diariamente a las autoridades migratorias en una zona cruzada por el muro fronterizo.
Video Así recibe la patrulla fronteriza a migrantes que se entregan en la frontera de El Paso

"La única forma de fundamentalmente resolver este flujo es que el Congreso actúe y que se restituya la integridad de nuestro sistema migratorio", dijo al enfatizar que mientras esto no se lleve a cabo "tomaremos todas las acciones que estén en nuestro poder" para atender la crisis en la frontera. "Necesitamos asistencia y recursos adicionales para atender este flujo", aseguró al pedir a la Oficina de Inmigración y Aduanas (ICE) y al Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS) agilizar los procesos para recibir a las familias y a los niños no acompañados en sus centros, también afectados por la crisis que ha llevado a una escasez de camas para recibirlos.

El punto en el que el comisionado dio su rueda de prensa, El Paso, en el segundo con más cruces en la frontera sur de Estados Unidos, después del Valle del Río Grande, también en el sur de Texas. En enero, en las 268 millas que contempla este sector, más de 25,000 familias fueron arrestadas, una cifra que escaló 1,588% en relación con el mismo mes de 2018 y que sola sumó más detenciones que los nueve sectores de la frontera sur juntos en ese mismo mes del año pasado. Y en febrero los números no cedieron: 36,298 familias fueron aprehendidas.

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Este miércoles, los periodistas que cubrieron la noticia en el terreno, mostraron imágenes de decenas de inmigrantes esperando ser procesados por la Patrulla Fronteriza agrupados en un espacio improvisado por las autoridades en El Paso.

Las soluciones temporales a la crisis

Como consecuencia del flujo creciente, McAleenan dijo que las estaciones de la Patrulla Fronteriza que están procesando a esos inmigrantes los están liberando a Estados Unidos —por primera vez en una década, precisó— mientras esperan ser llamados por un juez para iniciar sus casos de asilo, dado que las instalaciones de ICE tampoco tienen camas disponibles para albergar al número de personas que están siendo procesadas.

Además, advirtió que los agentes de la Patrulla Fronteriza comenzarán a asumir tareas de ICE, como decidir a discreción quién puede ser liberado con o sin grillete, quién debe permanecer detenido y quién deportado. "No es algo que queremos hacer", dijo McAleenan, "es algo que nos toca hacer dada la sobrepoblación en nuestras instalaciones".

"Estamos haciendo lo que podemos para simplemente evitar una tragedia en nuestras instalaciones, pero con estos números que vemos creo que es una asunto de tiempo", agregó.

También están redireccionando indefinidamente a 780 agentes de la Patrulla Fronteriza con responsabilidades de chequeo en puertos de entrada para cooperar en el procesamiento y transporte de inmigrantes, y en la vigilancia en hospitales, lo que cree "generará un impacto en el tráfico en la frontera", así como un aumento en el tiempo en los cruces a pie y vehiculares. Explicó que han pedido la cooperación de la misión de apoyo de CBP, con voluntarios que puedan asistir en áreas desde recursos humanos hasta tecnología, así como de los albergues y organizaciones no gubernamentales.

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Además, dijo que han pedido apoyo general al gobierno federal para aumentar la capacidad de respuesta de CBP. Eso incluye a la Guardia Nacional, al Departamento de Defensa y a dependencias en materia de salud. Y aunque los cruces han aumentado, aseguró que el apoyo voluntario que piden en la comunidad no incluye que los ciudadanos patrullen la frontera.

Sin embargo, estas acciones que aplicará la Patrulla Fronteriza pueden estar sujetas a demandas en tribunales para que sean las cortes quienes resuelvan hasta dónde pueden llegar los poderes de esta agencia.

¿Quiénes son?

La mayoría de las detenciones en la frontera sur son de familias y menores no acompañados procedentes de Guatemala, Honduras y El Salvador, que en algunos casos buscan con su migración salir de la pobreza que viven en sus países por la falta de trabajo y oportunidades. Otros huyen de la violencia generalizada que han generado las pandillas.

A diferencia de años anteriores, cuando quienes cruzaban en su mayoría eran mexicanos solos que huían de las autoridades y podían ser deportados rápidamente, ahora los centroamericanos se entregan sin ninguna resistencia y pueden pasar entre dos y cinco años esperando una respuesta a sus solicitudes de asilo.


En el caso de los menores no acompañados, el Congressional Research Service (CRS) ha dicho en distintas ocasiones que un alto porcentaje de ellos son detenidos en puestos fronterizos y procesados bajo diversas leyes, entre ellas una aprobada por el Congreso en 2008 conocida como Ley William Wilberforce de Reautorización para la Protección de Víctimas del Tráfico de Personas (TVPRA, en sus siglas en inglés). Ella impide la deportación inmediata de los menores a sus países de origen, con excepción de los que vienen de países fronterizos como México, que sí son repatriados.

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La legislación establece que los niños deben ser procesados y que un juez de inmigración debe decidir su futuro en Estados Unidos.

En entrevistas con inmigrantes, cuentan que el primer interrogatorio con la Patrulla Fronteriza suele ser muy rápido y que incluso en muchos casos ni siquiera les dejan explicar por qué vinieron a Estados Unidos. Los funcionarios alegan que esto se debe justamente a la sobrepoblación que llega a la frontera versus su capacidad de respuesta. Algunos centroamericanos dicen que duermen apiñados en celdas pequeñas con hasta cinco personas, que comen el mismo burrito frío en cada comida y que son recluidos en condiciones insalubres.

En un recorrido que hizo el martes en las instalaciones de El Paso del Norte, McAleenan encontró celdas en cuarentena con personas enfermas. Y en los últimos cuatro días, contó, han tenido en sus centros niños con 45 grados de fiebre, una niña de dos años con convulsiones, una mujer de 19 años que requirió una operación urgente de corazón y un hombre de 40 años que llegó con falla en varios órganos y se negó a ser atendido. "Estamos salvando vidas, pero eso viene con un alto costo para nuestra labor", aseguró.

En los últimos meses, cuatro personas han muerto en custodia de la Patrulla Fronteriza, entre ellos, un mexicano de 40 años y otro de 45, los niños guatemaltecos Felipe Gómez Alonso, de 8 años, y Jakelin Caal, de 7.

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Tres meses y medio después de ser separada de su padre en la frontera sur de Estados Unidos tras ingresar ilegalmente al país, Adayanci Pérez Chávez, de 6 años, llegó a Ciudad de Guatemala el 30 de agosto. En la capital la esperaban sus padres, su hermano Dimaria Leonel, de 3 años, y algunas tías y primos.
Las autoridades entregaron a Adayanci a sus padres tras un vuelo desde Michigan, donde la niña estaba bajo custodia de Bethany Christian Services, una agencia contratada por la Oficina de Reubicación de Refugiados estadounidense que la asignó a dos familias de acogida. Según su padre, Hugo Leonel Pérez Mazariegos, lo primero que la niña le dijo al verle fue: "¿Por qué me dejaste?".
Adayanci es abrazada por su tío Edgar Chavez. Tras un viaje de más de seis horas entre la capital y Santa Ana, la localidad natal de la familia Pérez Chávez en el departamento de San Marcos, a la niña le esperaba una cena familiar para celebrar su regreso. Entre lágrimas de emoción por el reencuentro y abrazos a la pequeña, el abuelo encendió fuegos artificiales.
A la mañana siguiente de su llegada, a Adayanci le esperaba la que debía ser una jornada de celebración: sus profesoras y compañeras le habían preparado una fiesta de bienvenida en el colegio. Su madre, Alma Lucerito Chávez, baña a la niña antes de llevarla a la escuela.
Al llegar a su colegio y ver a sus antiguos compañeros esperándola, Adayanci se escondió detrás de su madre y no quería entrar a la escuela. Una de sus profesoras, Corina, la cargó para meterla en la clase. La niña no quería hablar con sus los otros estudiantes y, aunque había compartido las aulas con ellos hacía unos meses, decía que no los conocía.
Dentro de la escuela, la niña se quedó con la mirada perdida y sin hablar, mientras el resto de niños y profesoras trataban de animarla y expresarle palabras de aliento. "Ya no es la niña que dejé de ver hace cinco meses", lamentaba su maestra Claudia al recordar que antes era mucho más activa.
Adayanci es una de las más de 2,500 menores que fueron separados de sus padres en la frontera como parte de la 'política de tolerancia cero' de Donald Trump. La reunificación de la niña con su familia se aceleró después de que una psicóloga le diagnosticara con "estrés postraumático agudo" como consecuencia de la separación.
Alma Lucerito Chávez sostiene en brazos a su hija que se ha quedado dormida en medio de su fiesta de bienvenida en el colegio. "Yo siento mucho coraje porque cómo es posible que le hicieron esto", lamenta. "Lo que yo estoy viviendo con mi hija a los demás no les gustaría eso de sus hijos porque los niños ya no vienen igual. Vienen espantados".
En Michigan, Adayanci vivió con dos familias de acogida. A Guatemala llegó con una maleta y una mochila llena de ropa y juguetes que le regalaron, además fotos de su estancia en Estados Unidos, como esta en la que la pequeña aparece con sus padres de acogida que fue colocada junto al altar de la familia.
Además de no reconocer a algunos compañeros y miembros de su familia y de tener la mirada perdida en ocasiones, Adayanci llora más de lo habitual y se muestra más rebelde de antes de su partida. Sus padres aseguran que se despierta por la noche, a menudo en medio de pesadillas, y, aunque ha vuelto a la escuela, a veces sale antes de la hora. Los especialistas que vieron a la niña en Michigan atribuyen esos comportamientos al trauma de la separación. De no ser tratada adecuadamente, los psicólogos advierten que podría tener secuelas para toda la vida.
Adayanci posa con su abuelo delante de su casa en Santa Ana. Por sus bajos recursos de la familia y por vivir en un lugar alejado de la capital, a los Pérez Chávez les resulta casi imposible tener acceso a un tratamiento psicológico y terapia.
Por el momento, Alma y Hugo, los padres, solo cuentan con la ayuda de su familia y profesoras para que, con cariño y paciencia, Adayanci vuelva a ser la de antes. Ellos tratan de hacerla sentir cómoda preparándole la comida que más le gusta como los tamales.
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Imagen Cindy Karp
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