Se entrega a las autoridades el supuesto autor del video sexual por el que se suicidó trabajadora en España

La expareja de la mujer, quien trabajaba en la misma fábrica, tenía en su poder desde hace varios años al menos cinco archivos de contenido sexual que la semana pasada llegaron a manos de cientos de sus compañeros. Este hombre es el principal sospechoso de la difusión del video por el que Verónica se habría quitado la vida y ahora enfrenta cargos por el "descubrimiento y revelación de secretos".

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Por:
Maria Luisa Tabares.
Vista de la sede de la empresa Iveco en San Fernando de Henares, Madrid, donde trabajaba la mujer que se suicidó tras viralizarse un video sexual suyo entre sus compañeros.
Vista de la sede de la empresa Iveco en San Fernando de Henares, Madrid, donde trabajaba la mujer que se suicidó tras viralizarse un video sexual suyo entre sus compañeros.
Imagen FERNANDO VILLAR/EFE

El suicidio de la empleada de una planta automotriz tras la viralización de un video sexual entre sus compañeros de trabajo ha conmocionado a la comunidad española. Aunque muchos hablan de que la responsabilidad es compartida entre los empleados que difundieron por Whatsapp las imágenes de la mujer y los que cuchichearon sobre ella en los pasillos de la fábrica, a los ojos de la justicia el principal culpable es quien difundió por primera vez ese contenido. Este jueves se entregó.

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El presunto autor de la difusión de ese contenido privado es la expareja de esta trabajadora, con quien ella tuvo una relación hace varios años antes de casarse y tener hijos. Los medios españoles señalan que se trata de un posible caso de despecho y que el hombre quería que la mujer volviera con él y al no conseguirlo usó esos archivos como venganza.

Él mismo se entregó esta tarde a las autoridades en el cuartel de la Guardia Civil en la localidad de Madrid en la que reside.

El principal sospechoso en la investigación de la muerte de esta empleada de Iveco, una planta de manufactura de automóviles, declaró en la Jefatura Superior de Policía de Madrid, según informó la agencia EFE citando fuentes policiales. De allí salió tras varias horas de interrogatorio y quedó en libertad con cargos, señala El Español.

También se dio a conocer hoy que Verónica, quien dejó un viudo y dos niños huérfanos de 1 y 4 años, venía soportando la presión por la difusión de estas imágenes desde hace más de un mes. Al menos cinco archivos de contenido sexual, donde ella era la única protagonista, circulaban en el WhatsApp de sus compañeros de trabajo y el viernes pasado llegó al teléfono de su cuñada, quien trabajaba en la misma fábrica.

Su mayor temor era que su esposo se enterara, aún cuando esto sucedió en una relación previa a su matrimonio, pero esto fue lo que acabó sucediendo y, según revelan sus más allegados, lo que terminó por colmar el vaso. La mujer entró en una crisis de ansiedad y al día siguiente se quitó la vida en su casa.

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Desde entonces las autoridades abrieron una investigación para averiguar sobre ese material que desencadenó la tragedia, quién lo compartió y cuántas personas lo reenviaron. Algo que aún no se ha podido resolver, pero que llevó a poner en la mira a la expareja de la víctima.

Este jueves el juzgado que hizo el levantamiento del cadáver abrió "diligencias previas por la presunta comisión de un delito de descubrimiento y revelación de secretos (artículo 197.7 del Código Penal)", según informó el diario El País.

La acusación está basada en el informe de las pesquisas que entregó la Policía. La Fiscalía también inició investigaciones "para determinar si hay hechos que pudieran ser constitutivos de delito y la Agencia Española de Protección de Datos inició las actuaciones de oficio", de acuerdo con ese medio.

Ahora muchos trabajadores dicen que no sabían nada

Este caso ha provocado una oleada de indignación contra los trabajadores de la planta donde trabajaba la mujer. Allí emplean a 2,500 personas, de las cuales muchas aseguraron que no sabían nada de lo ocurrido hasta después de la muerte de Verónica. "Somos muchísimos y este sitio es enorme. Muchos se enteraron el lunes de toda la historia, cuando ya había ocurrido todo", dijo un empleado al mismo diario español.

Pero en redes sociales los acusan de haber sido cómplices de quien compartió los videos que vulneraron la privacidad de la víctima. Este miércoles una usuaria se los recordó una vez más:

Pero los empleados de Iveco insisten en que no se debe generalizar y que se trata de una fábrica tan grande que no todos estaban enterados.

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"Aquí cada uno dirá lo que sabe, si no sabe, lo que cree, y si no, lo que ha oído por ahí. La única verdad es que eso corrió por algunos móviles, no se sabe por cuántos, y que la última semana sí que hubo corrillos y se extendió más toda esta historia", señaló otro de ellos.

"Tampoco creo que ahora, después de la que se ha montado, haya quien reconozca que lo tuvo o que lo vio", advirtió otro más.

Durante esta semana el personal de Iveco se ha reunido a las afueras de la empresa para manifestarse por lo ocurrido, han realizado homenajes en honor a Verónica y expresado su sentimiento de "solidaridad" con la familia. Aún así, la comunidad no ha dejado de señalarlos, por lo que ahora familiares de aquellos que dicen no haber sido partícipes también interceden por ellos.

Es por esto que además varios de ellos se unieron en una petición creada en la plataforma Stop Haters para pedir que no se generalice, pues no todos conocían esas imágenes ni sabían quién era Verónica. "Es cierto que a mediados de la semana pasada el asunto era conocido por la gran mayoría, pero era algo que estaba en manos de los Recursos Humanos y del comité de empresa por lo tanto esperábamos una solución que permitiera a nuestra compañera una mejor situación y la erradicación de la difusión de los vídeos", dice el documento firmado por los trabajadores.


Si estás deprimido o tienes pensamientos suicidas llama a la Línea Nacional de Prevención del Suicidio (1-800-273-8255) que está abierta las 24 horas del día.

<b>Anita Estrada, enfermera</b>: “Creo que siempre he tenido pensamientos suicidas, incluso en la niñez. Nunca lo intenté de pequeña pero recuerdo pensar: bueno, espero acostarme a dormir y no despertar. Crecí en un hogar cristiano y el suicidio era un pecado, así que nunca se lo conté a nadie. Todo se hizo más obvio en mis veintes cuando me diagnosticaron depresión con ansiedad atípica, y después de mi primer intento lo cambiaron a desorden bipolar. Mi último intento fue en 2011 y fue muy feo. En esa época yo no quería estar medicada por el resto de mi vida, así que, contra la voluntad de mi médico, dejé de tomar las pastillas. Dejé de comer y de dormir y después intenté quitarme la vida. Estuve hospitalizada casi dos semanas. Pero con la terapia y la medicación todo mejoró. Lo que no quiero decirle a nadie que amo es que nunca lo haré de nuevo porque no lo sé. No puedo predecir el futuro, ni saber si los medicamentos dejarán de funcionar o si cambiarán mis circunstancias y ya no podré pagarlos”.
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<b>Abel Ibarra, estudiante de la Universidad de Texas</b>: “Soy el tipo de persona que siempre tenía una sonrisa. Pero estaba escondiendo todo. Llegué a un punto en el que empecé a tener pensamientos suicidas y luego decía: 'No, eso es loco. Yo nunca haría eso'. Pero no era yo mismo. Pasaba por puentes y pensaba: puedo saltar ahora mismo, y por alguna razón algo siempre me contenía. Hubo un tiempo en el que me paraba ahí y pensaba: '¿De verdad quiero hacer esto ahora?' Siempre tenía esa lucha interna: '¿Merezco estar en este mundo ahora? ¿Me extrañarán?' Fui a terapia y luego hasta llamé a líneas de ayuda telefónica porque a veces necesitaba que alguien me escuchara. Siempre es así, estás feliz y de pronto, en segundo, ya no lo estás. Cuando comencé a tener mayor control me dije: tengo que luchar contra esto y comencé a buscarle un propósito a mi vida, por eso cuento mi historia”.
<b>Chris Agudo, activista</b>: “Por algún motivo, de la nada, pensé: 'Déjame encender el teléfono de nuevo'… Lo encendí y vi muchas llamadas perdidas, mensajes de texto y mensajes de voz. Y los revisé y eran de mis papás, mi hermano, mis amigos. Eso me afectó. Me llegó al corazón y fue como si hubiera nacido de nuevo. Fue algo tremendo, lo peor que he llorado en mi vida”.
<b>Andy Grant, coach y conferencista</b>: “He sobrevivido varios intentos de suicidio. Vengo de un linaje de suicidio, depresión y alcoholismo. Dos generaciones antes de mí habían cometido suicidio y hubo un tiempo en mi vida en el que sentí que era mi destino y que tenía esos pensamientos porque se suponía que debía que actuar en ellos. Incluso los intentos fallidos eran motivo para sentirme mal conmigo mismo, ni siquiera podía hacer eso bien”.
<b>Alisa Orber, comediante</b>: “Llega un punto donde simplemente hay absoluta desesperanza. Simplemente no hay nada. Lo que ocurre cuando me deprimo es que tengo esa sensación de desapego, como si no estuviera dentro de mi cuerpo. Como si viera mi vida por televisión, como si yo no estuviera ahí y me desprendo también por completo de los demás. Recuerdo decirle a alguien que no estaba saliendo porque estaba deprimida y me respondían que era una excusa, luego le dije a otra persona y alegaron que era porque no hacía ejercicio. Nadie te está escuchando y la gente te juzga por eso. No tienes ningún lugar al que ir y tienes tanto dolor que llega un punto en el que es abrumador. Cuando se indigna o te dice egoísta se trata de alguien que jamás ha sufrido una depresión clínica. Creo que usamos la palabra depresión con demasiada ligereza”.
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<b>Cecelia Markow, estudiante y músico</b>: “En un Día de San Valentín mi novio en ese entonces me violó. Después la relación se deterioró y luego tuve problemas de memoria, lo que hizo que mis calificaciones en la universidad empeoraran. Justo antes del intento estaba tratando de no pensar en todas las cosas malas cuando todas explotaron. Horriblemente. Decidí que ya no quería manejarlo porque no podía. Los medicamentos no funcionaban. A quienes pueden estar atravesando una situación similar les digo que por más que cueste, salgan del agua. Recuerden a todos los que los aman y a quienes ustedes aman. Es asombroso porque a mí me cuesta tanto pensar de forma positiva, pero quiero que la gente sepa que no importa cuán dura sea una situación, siempre hay alguien allí que te ama y que te quiere aquí”.
<b>Megan Rotatori, estudiante de la Universidad de Vermont</b>: “Creo que hay un gran estereotipo de cómo se ve alguien que sufre de enfermedades mentales. Siento que la mayoría de mis amigos y familiares, incluso quienes conocen lo que me ha pasado, no me ven como alguien que sufre de enfermedades mentales. Pasé por muchos diagnósticos, no podían descifrar qué era lo que tenía. Creo que mi vida ha sido mucho más dura de la de otras personas. Me violaron a los 14 años y nunca lo dije a nadie. Lo reprimí en mi mente, ni siquiera pensé en eso. En ese momento la depresión empeoró. Ya en la secundaria comencé a auto-infligirme daño. Todo se fue de control. Estaba medicada contra la depresión pero creo que abusé de ella para intentar sentirme mejor. Nunca pensé que era adicta a las drogas, pero creo que fue eso. Llegó un punto en que sentí que no me quedaba nada y fue ahí cuando terminé en la sala de emergencia debido a una sobredosis de medicinas”.
<b>René Severin, herrero</b>: “Un tipo me golpeó y me decía: ‘Hey, despiértate’. Y luego escuché: ‘Está respirando’. Llamaron a una ambulancia y me desperté por completo en ella, con mucho, mucho dolor. Lo único que podía pensar era en mi mamá. Me preguntaron a quién llamar y dije que a ella, de inmediato. Yo no era cercano a mi familia, pero es familia. Siguen ahí para mí todavía. Mi tía, al verme, me dijo: ‘No puedo creer que hicieras eso, hemos debido apoyarte más’. Odio cuando la gente hace eso, intentar culparse ellos. No, no es tu culpa. Es mi culpa y soy el único culpable. No quiero que nadie cargue esa cruz”.
<b>Natasha Winn, estilista</b>: “De verdad sentía que no valía nada y que no merecía estar viva y que… no lo sé. Sólo pensaba que era una persona horrible y la única forma de no ser horrible era morir. Incluso si tu amigo o tu amiga dice: voy a matarme, deberías tomarla en serio y no decir: eso es algo que siempre dices”.
<b>Carlton Davis, escritor</b>: “No puedo creer que haya vivido tanto tiempo, para ser honesto. No pensé que llegaría a los 30 o 40. Es un milagro que esté aquí todavía. Una noche decidí que me iba a ir. Fui a un puente de una autopista cerca de cada y estaba decidido a saltar. Lo único que me contuvo fue que no quería matar otra persona. No podía hacerlo. Quería, pero no podía. Esperaba que viniera la policía y que tuviéramos un altercado y que así fuera como muriera, pero no ocurrió. Regresé a casa y me pusieron en un hospital mental donde me diagnosticaron con desorden bipolar. Siempre pensé que mis problemas en mi vida venían por traumas en la infancia donde fui abusado sexualmente, pero mi psiquiatra pensó que había un componente algo biológico. Me medicaron con psicotrópicos y todo se fue. Ya no tenía pensamientos suicidas, aunque cuando me deprimo todavía vuelvo a ese lugar en mi mente y debo obligarme a mí mismo a no hacerlo. Eso me preocupa hasta el día de hoy”.
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Anita Estrada, enfermera: “Creo que siempre he tenido pensamientos suicidas, incluso en la niñez. Nunca lo intenté de pequeña pero recuerdo pensar: bueno, espero acostarme a dormir y no despertar. Crecí en un hogar cristiano y el suicidio era un pecado, así que nunca se lo conté a nadie. Todo se hizo más obvio en mis veintes cuando me diagnosticaron depresión con ansiedad atípica, y después de mi primer intento lo cambiaron a desorden bipolar. Mi último intento fue en 2011 y fue muy feo. En esa época yo no quería estar medicada por el resto de mi vida, así que, contra la voluntad de mi médico, dejé de tomar las pastillas. Dejé de comer y de dormir y después intenté quitarme la vida. Estuve hospitalizada casi dos semanas. Pero con la terapia y la medicación todo mejoró. Lo que no quiero decirle a nadie que amo es que nunca lo haré de nuevo porque no lo sé. No puedo predecir el futuro, ni saber si los medicamentos dejarán de funcionar o si cambiarán mis circunstancias y ya no podré pagarlos”.
Imagen Cortesía Dese’Rae L. Stage
Hace menos de un mes, Brandy Vela, de 18 años de edad, se suicidó por el acoso cibernético al que fue sometida en las redes sociales. Su muerte estremeció a la comunidad hispana de Texas City, y aunque sus padres han buscado justicia no la han encontrado. Lo increíble de este caso es que, después de la tragedia, han surgido páginas en internet en las que se burlan del suicidio de la chica.
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