Las voces de 'las hieleras': testimonios inéditos de menores que pasaron por centros de detención de la Patrulla Fronteriza

Univision Noticias accedió al relato de puño y letra de menores migrantes detenidos en la frontera con México y que piden asilo en EEUU. Sus testimonios, inéditos, denuncian abusos, malos tratos, miedos y, sobre todo, la falta de capacidad de respuesta del gobierno de Donald Trump para atender una crisis humanitaria sin precedentes.

Jorge Cancino
Por:
Jorge Cancino.
Mientras el presidente Trump busca a toda costa cerrar la puerta a quienes huyen de sus países desesperados por la violencia y la falta de oportunidades, la frontera está saturada por la llegada masiva de familias y organizaciones civiles y religiosas tratan de atender la emergencia humanitaria.
Video "El niño es el pasaporte para cruzar", cuando los menores se convierten en el mejor recurso para migrar a EEUU

Univision Noticias se puso en contacto con activistas que tienen acceso a menores no acompañados (UAC) en centros de detención de la Oficina de Inmigración y Aduanas (ICE) y, a través de ellos, les pedimos que, de puño y letra, nos contaran cómo fueron tratados por la Patrulla Fronteriza en los días que estuvieron detenidos y luego entregados para continuar con sus procesos migratorios.

Los testimonios son “crudos” y cuentan experiencias traumáticas. Sienten que los tratan como criminales siendo que no han cometido crimen alguno: llegaron a la frontera para entregarse y solicitar un beneficio legal disponible. Se trata de niños y jóvenes, todos menores de edad, algunos de ellos separados forzosamente de los familiares con quienes viajaron.

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Las cartas denuncian amenazas, gritos, torturas como falta de sueño, frío, condiciones de trato inhumano y desolación. Pero en todas ellas asoma un reclamo de justicia y muestran que, a pesar del sufrimiento que vivieron en la tierra que dejaron atrás y que experimentan en el país que buscan, no pierden la esperanza.

Estas son las "voces de las hieleras":

Nota editorial: Los testimonios fueron transcritos y editados para facilitar su lectura.

La crisis actual

El jueves, poco después de que la Casa Blanca anunciara sorpresivamente que el gobierno de Donald Trum impondrá un nuevo arancel del 5% sobre todas las importaciones de México, el secretario interno del Departamento de Seguridad Nacional (DHS), Kevin McAleenan, amplió detalles sobre la actual política en la frontera.

Dijo que las autoridades federales de inmigración “ahora tienen más de 80,000 personas bajo custodia, un nivel récord que está más allá de la capacidad sostenible con los recursos actuales” y que más de 7,500 adultos solteros “están bajo custodia en la frontera y la Agencia de Inmigración y Aduanas (ICE) tiene más de 50,000”.

Según el gobierno de Trump, la frontera vive “tanto una situación de crisis humanitaria como se seguridad nacional que se ha convertido en emergencia nacional”. Y que las oleadas de migrantes que huyen de sus países están integradas por “extranjeros ilegales” víctimas de organizaciones criminales transnacionales” que se aprovechan de los “migrantes vulnerables y se benefician de esas empresas de contrabando”.

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La medida unilateral del nuevo arancel busca presionar al vecino del sur a que tome acciones más agresivas para detener la oleada de migrantes centroamericanos que tratan de pedir asilo en Estados Unidos.

Del tema del asilo, McAleenan solo dijo que “tenemos la oportunidad de asociarnos con México para alinear nuestros esfuerzos de asilo” y garantizar que los solicitantes de este beneficio “sean procesados y protegidos en el primer espacio seguro que alcancen”. Es decir, que si llegan a México sde quedarán en México porque Estados Unidos no los recibirá.

¿Y los que ya están aquí?

Abogados consultados por Univision Noticias explicaron que el gobierno de Trump insinúa certificar a México como tercer país seguro y con ello cerrar las puertas del asilo en la frontera, medida que “probablemente” será demandada en los tribunales porque “México no es una nación segura” para los inmigrantes debido a los altos niveles de violencia registrados en los últimos años.

De hecho, Tijuana, donde hay más de 19,000 inmigrantes aguardando una oportunidad para entrar a Estados Unidos y pedir asilo, es considerada como una de las ciudades más peligrosas del mundo.

El gobierno de Trump conoce el escenario, sabía de antemano que la oleada de migrantes se encontraba en constante aumento desde mediados de 2014 y no incrementó su capacidad de respuesta para atender sus responsabilidades descritas en la Ley de Asilo, y otras leyes y acuerdos judiciales aprobados para resguardar los derechos de los menores migrantes. Entre ellos, que son los jueces de inmigración quienes deben decidir sus futuros y que el gobierno federal no debe privarlos de libertad por ser niños.

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Todos los niños que escribieron las cartas permanecieron semanas en centros de detención de ICE y ya fueron entregados a familiares en Estados Unidos para continuar en libertad sus casos de deportación y asilo. Sus nombres se mantendrán en reserva por que sus casos están pendientes. Y los nombres de los activistas que los consiguieron tampoco serán divulgados.

Ve también:

Solo en el mes de marzo, más de 53,000 unidades familiares entraron al país de esta manera, un máximo histórico. El sector del Valle del Río Grande es desde hace años el que registra el mayor número de aprehensiones de migrantes indocumentados de toda la frontera. En marzo llegaron casi 21,000. 
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Lo que permite que la mayoría de migrantes que llegan a EEUU con un niño no sean deportados de manera inmediata son dos normas de protección de la infancia: una ley de 2008 para la prevención del tráfico humano (TVPRA) y el Acuerdo Judicial Flores de 1997, que prohíbe al gobierno privar de libertad a menores de edad en centros de detención. Gracias a ellas, venir de la mano de un niño se convierte prácticamente en una garantía para la liberación del padre o tutor que lo acompaña.
Mario, de 26 años, y su hija Sindy, de 3, cruzaron la frontera sur de EEUU después de más de dos meses y medio en el camino. “Lo más duro ha sido el hambre, pero tomé esta decisión por mi hija que tiene una enfermedad de corazón”, afirma este hondureño, que es padre soltero. Dice que en su país, su empleo en fincas de banano no le daba ni para comprar la leche de la niña. Salió de Honduras con sólo 1,000 lempiras (unos 40 dólares) y le tocó pararse a trabajar en Guatemala y México para conseguir más dinero y poder así continuar el camino.
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En un viernes reciente de marzo en que Univision Noticias acompañó a la Patrulla Fronteriza, los oficiales procesaron a más de 1,100 personas solo en ese sector denominado 'Valle del Río Grande', según datos de esa agencia federal. Fue un día típico, dicen, que refleja la tendencia de la llegada masiva de unidades familiares. En la foto, la hondureña Roxi Xiomara Hernández (con camisa verde) posa junto a su hijo y a un grupo de madres migrantes que conoció en el camino. "Mi esposo vino aquí hace cuatro meses. Está en Tennessee. Él se vino por la delincuencia. Yo me arriesgué porque el niño no soportaba estar lejos del papá", cuenta.
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Algunos padres viajan con bebés tan pequeños que tienen que cargarlos todo el camino en brazos, como hizo esta migrante hondureña que llegó a Estados Unidos con su hijo de 10 meses.
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La mayoría de familias que llegan a este punto de la frontera son de Honduras, Guatemala y El Salvador. Sienten que huir es la única manera de ofrecer un futuro a sus hijos ante los problemas que los agobian, que van de la violencia de las pandillas y la pobreza a los efectos que el cambio climático está teniendo en algunas zonas del corredor seco de Centroamérica.
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"Cuando llegan estas cantidades de migrantes en esos grupos tan grandes se requieren más agentes para poder procesarlos y prepararlos para el transporte", afirma el portavoz de la Patrulla Fronteriza del sector del Río Grande, Carlos Ruiz. "Esto causa que nosotros tengamos que sacar a gente de un área (...) lo cual abre las puertas en otras áreas de la frontera".
Una vez que los migrantes se entregan a la Patrulla Fronteriza, los agentes procesan a los recién llegados: los cuentan y les dan unas bolsas de plástico para que metan los cordones de los zapatos, cinturones, cadenas y cualquier objeto con el que se puedan hacer daño.
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María cruzó el Río Grande con sus hijos Victoria Alejandra, de 17 años, y Juan, de 13. La mujer, que en Honduras trabajaba indicando las rutas de autobuses a los viajeros en la estación de Tegucigalpa, le dijo al agente de la Patrulla Fronteriza que se fue por la falta de oportunidades y la violencia.“Si no quitan a los gobiernos que están, nos vamos a ir todos”, aseguró.
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Carlos Humberto y Nubia Alejandra proceden de la aldea de Coral en Lempira (Honduras) y, una vez procesados, planeaban juntarse con un familiar que vive en Houston. “¿Han visto Houston en la televisión?”, les preguntó el agente de la Patrulla Fronteriza. “No señor. No tenemos ese privilegio. En mi comunidad no hay ni luz”, le contestó el padre. En Honduras, Carlos Humberto era agricultor cafetalero, pero dice que su cosecha se vio fuertemente afectada por la epidemia de roya y la sequía.
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Susely Álvarez tiene 27 años, es de Escuintla (Guatemala) y cruzó la frontera con sus dos hijos Alexander y Justin. La mujer asegura huir de la violencia de género y quiere buscar un tratamiento para su hijo mayor que padece de autismo. Mientras esperan a la Patrulla Fronteriza, el niño se impacienta. “Quiero ir a casa”, le dice a su mamá.
Muchos migrantes aseguran no haber tenido que pagar coyotes hasta que llegaron al lado mexicano del Río Grande. Este grupo de salvadoreños dice haber llegado “a puro jalón” (de bus en bus). “Somos la familia peluche”, afirma Ever, de 7 años, al bromear con su madre sobre cómo habían salido ellos dos solos y acabaron cruzando el río como junto a este grupo de salvadoreños con los que hicieron piña. La mayoría de ellos vienen de Usulután y dicen huir de la violencia.
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Entre los salvadoreños que llegan escapando de la violencia también hay menores no acompañados como Alfonso, de 16 años, que dice huir de las amenazas de las pandillas. “Al salir del colegio, me agarraron y me amenazaron porque no quise andar con drogas. Nosotros somos de una iglesia y me llamaron marica por no querer coger la droga”, asegura. En EEUU espera poder reencontrarse con su abuela que vive en Los Ángeles.
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A lo largo de todo el día no paran de llegar adultos acompañados de niños a esta zona conocida como Rincon Landing, cerca de la ciudad de McAllen. "En su país de origen les dicen que es mucho más fácil cruzar la frontera y poder ser quizás liberados por la Patrulla Fronteriza si vienen con un niño o menor”, asegura el agente Ruiz.
En la orilla del Río Grande es fácil encontrarse con vestigios de los cientos de centroamericanos que lo cruzan cada día. El verde y el marrón de la naturaleza de la zona se ven interrumpidos por los colores de las prendas de ropa que dejan los migrantes cuando llegan a Estados Unidos.
Algunos de los objetos que dejan los migrantes tras cruzar el río hablan por si solos, como este libro roto llamado 
<i>'Consuelo en tiempos de prueba'</i> que Rossmery Saravia le dedica a José Lenny Hernández.
Entre las cosas que los migrantes dejan atrás también hay documentos que dan fe de su procesamiento por las autoridades migratorias mexicanas, como este certificado de nacionalidad de un adolecente hondureño.
También hay muchas prendas de niños y bebés, una muestra de la nueva ola migratoria en la que los hombres adultos han dejado de ser mayoría entre los capturados por la Patrulla Fronteriza.
Además de las familias, también continúan creciendo los números de los menores no acompañados que llegan al país. En marzo fueron casi 9,000 los aprehendidos por la Patrulla Fronteriza.
A Génesis Antonia, de 6 años, y a su mamá Reyna Vega les tomó algo más de una semana para llegar de El Salvador a Texas. “Tuve que sacar a la niña del kínder porque yo trabajaba ahí en el comedor y me estaban pidiendo dinero y me amenazaron con hacerle algo si no les entregaba el dinero”, asegura la madre. Su objetivo tras ser procesada era encontrarse con un tío suyo que vive en Virginia.
Unas horas después de que llegaran los primeros migrantes a la zona de Rincon Landing, aparecen varios autobuses y camionetas de una empresa subcontratada. Después de cachear a los hombres y a los niños varones, los empleados pasan lista de los próximos que llevarán al centro de procesamiento de la Patrulla Fronteriza.
Mientras trasladan a los primeros que se entregaron, siguen apareciendo grupos de decenas de centroamericanos. Una vez que la Patrulla Fronteriza los procesa, algo que no debería tomar más de 72 horas, la mayoría de migrantes que llegan con niños son liberados en un albergue de Caridades Católicas de McAllen donde les asisten hasta que pueden viajar a la ciudad de Estados Unidos donde les patrocina algún familiar.
Los migrantes suelen ser liberados con un documento que indica la fecha en la que deben presentarse en una corte en la que un juez decidirá su futuro en el país; un proceso que, con las cortes de migración saturadas, puede tardar meses o incluso años.
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Solo en el mes de marzo, más de 53,000 unidades familiares entraron al país de esta manera, un máximo histórico. El sector del Valle del Río Grande es desde hace años el que registra el mayor número de aprehensiones de migrantes indocumentados de toda la frontera. En marzo llegaron casi 21,000.

Imagen Lorena Arroyo
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