Servicio de inmigración prevé un aumento “sin precedentes” de peticiones de visa H-2B para el segundo semestre del año fiscal 2018

Este tipo de visa es usada por trabajadores temporales no profesionales tales como obreros que vienen a EEUU a laborar en hoteles, complejos turísticos, circos, la industria forestal, balnearios...

Jorge Cancino
Por:
Jorge Cancino.
Los trabajadores agrícolas laboraban en la empresa Sarbanand Farm, en Sumas, Washington. Y fueron despedidos luego de realizar una huelga a manera de protesta por mejoras laborales.
Video En video: Despiden a más de 80 hispanos con visas H2A luego de exigir derechos laborales

El servicio de inmigración estadounidense advirtió que prevé un aumento “sin precedentes” de solicitudes de visa H-2B para trabajadores extranjeros no profesionales y que por ello la cuota disponible de 33,000 permisos podría ser distribuida al azar.

La agencia dijo que el aumento en el número de peticiones fue confirmado por el Departamento de Trabajo, ministerio encargado de procesar las certificaciones laborales, el principal requisito que deben cumplir los trabajadores extranjeros que postulan para este tipo de visado.

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“Como resultado de esta demanda, se podrían recibir más peticiones de trabajadores no inmigrantes H-2B que la cuota disponible para la segunda mitad del año fiscal 2018”, dijo la Oficina de Ciudadanía y Servicios de Inmigración (USCIS) en un comunicado.

La distribución al azar, un mecanismo que el gobierno emplea para garantizar una distribución equitativa, evita que se entreguen más visados que la cuota asignada por el Congreso para cada año fiscal, que alcanza las 66,000 (33,000 para cada semestre).

La visa H-2B es usada por trabajadores temporales no profesionales tales como obreros que vienen a Estados Unidos a laborar en hoteles, complejos turísticos, circos, la industria forestal, balnearios y ciertas actividades agrícolas como el pastoreo, entrenadores y atletas. También la utilizan trabajadores domésticos y jardineros.

El año fiscal estadounidense arranca el 1 de octubre y vence el 30 de septiembre del año siguiente.

En 2017 agregaron visas

A mediados de julio del año pasado el gobierno de Donald Trump agregó 15,000 visas H-2B a la cuota del segundo semestre de 2017. La medida se tomó para responder a la demanda de compañías que dependen de los inmigrantes durante el verano.

Funcionarios del Departamento de Seguridad Nacional (DHS) dijeron a periodistas en esa ocasión que la extensión fue tomada para evitar “daños irreparables” a este tipo de industria por la escasez de mano de obra.

La visa H-2B dura un año y pueden solicitarse dos extensiones por el mismo período de tiempo, al término de las cuales el portador está obligado a salir del país, advierte la USCIS.

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El gobierno de Trump no ha aclarado si la ampliación de la cuota de visas es compatible con las políticas migratorias del presidente, quien desde su campaña declaró la guerra a los inmigrantes y prometió que los puestos de trabajo disponibles primero deben ser ofertados a estadounidenses.

Trump también firmó una orden ejecutiva ordenando a cuatro de sus secretarios (ministros) que revisen los programas de trabajadores extranjeros, a efecto de priorizar la contratación de extranjeros.

El pasado 21 de diciembre la USCIS anunció que había recibido un número suficiente de peticiones H-2B para alcanzar la cantidad máxima reglamentaria establecida por el Congreso correspondiente a la primera mitad del año fiscal 2018.

Javier Hernández Kistte tiene 27 años y vive en Los Ángeles. Llegó a EEUU desde la Ciudad de México cuando tenía ocho años y se graduó en la Universidad de California en Irvine. Contó a la agencia Reuters que ser beneficiario de DACA le ayudó a trabajar para pagar sus estudios. "Mis padres todavía son indocumentados y como familia luchamos con la ansiedad de que puedan ser deportados en cualquier momento”, agregó.
Hernández Kistte en su lugar de trabajo, una empresa producción de efectos especiales de Los Ángeles. “La ansiedad ha aumentado con la incertidumbre de que mi hermano y yo regresemos a un estatus de indocumentados. No se trata solo de nosotros. Sé que hay personas que están dispuestas a negociar por nuestro derecho a estar aquí, pero que harían de la vida de otros una pesadilla. No quiero eso", concluyó.
Martha Valenzuela tiene 23 años y llegó a los dos años desde Sinaloa, México. Se graduó en la Universidad del Estado de California. Sobre el fin del programa DACA del cual es beneficiaria dijo a Reuters: “Me rompió, es traumático porque he vivido en este país durante 21 años. Todos queremos un camino hacia la ciudadanía, todos queremos protección permanente para nosotros y nuestras familias”.
Valenzuela trabaja en una empresa en Orange, California. “La razón por la que este país nos etiquetó como ‘soñadores’ es porque queremos algo que parece que fuera inalcanzable. Si podemos soñarlo, podemos lograrlo. Se necesitan agallas para soñar y se necesitan agallas para luchar por ello", concluyó Valenzuela.
Bárbara Hernández tiene 26 años, vive en Santa Ana y se graduó en la Universidad Comunitaria de Orange Coast en California. Llegó a EEUU desde la Ciudad de México cuando tenía seis años. Trabajaba como maestra de educación especial hasta que DACA fue derogado por el nuevo gobierno. "Ese fue el trabajo más gratificante y amoroso que he tenido, pero con este gobierno y el fin de DACA estaba muy asustada ”, aseguró la dreamer.
Hernández participa en las protestas en Los Ángeles a favor de una legislación para los dreamers. "Tuve una etapa de pánico y estaba deprimida", agregó. "Me preocupa cómo se sienten los beneficiarios de DACA y su estado mental. Me gustaría ver una protección permanente no solo para nosotros, sino también para los otros 11 millones de inmigrantes sin documentos".
Karla Estrada tiene 26 años, vive en Los Ángeles y es graduada de la Universidad de California. Es asistente legal y se prepara para ingresar a la Escuela de Leyes. Llegó a EEUU desde Morelos, México, cuando tenía cinco años. "DACA siempre ha sido muy problemático y temporal, no es lo ideal. Nos ha dado la libertad de trabajar, legalmente, sin temor a que en tres meses nos despidan porque no tenemos un número de seguridad social”, afirmo la soñadora.
Estrada vive en un apartamento en Los Ángeles y su familia permanece en México. “Tengo que cuidarme en este país, pero también tengo que cuidar de mi mamá, mi papá y mi hermano que están en México. Lo que más me asusta es no poder cuidar a mi familia (…)”, concluyó.
Brian Caballero tiene 25 años y está a punto de graduarse en el Politécnico de California en Pomona. Llegó a Estados Unidos cuando tenía seis años desde Guadalajara, México. Asegura que está preocupado por el fin de DACA: "Me aterroriza que cuando finalmente me gradúe no pueda ser empleado en EEUU”.
Caballero en una clase de laboratorio del último año de la carrera de Ingeniería Eléctrica. “La gran mayoría de las personas indocumentadas vinieron para tener una vida mejor. La mayoría de las personas están aquí igual que yo, tratando de obtener educación para mejorar sus vidas ", concluyó.
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Javier Hernández Kistte tiene 27 años y vive en Los Ángeles. Llegó a EEUU desde la Ciudad de México cuando tenía ocho años y se graduó en la Universidad de California en Irvine. Contó a la agencia Reuters que ser beneficiario de DACA le ayudó a trabajar para pagar sus estudios. "Mis padres todavía son indocumentados y como familia luchamos con la ansiedad de que puedan ser deportados en cualquier momento”, agregó.
Imagen Lucy Nicholson/Reuters
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