Evan Gershkovich, corresponsal de 'The Wall Street Journal' en Rusia, un país que se volvió en su contra

El corresponsal de The Wall Street Journal, cuyos padres huyeron de la Unión Soviética, hizo de Moscú su segundo hogar. Fue detenido por el FSB y acusado de espionaje, cargo que el periódico niega categóricamente.

Por:
Joe Parkinson y Drew Hinshaw (The Wall Street Journal).
El periodista estadounidense Evan Gershkovich, de The Wall Street Journal, fue arrestado en Rusia bajo sospecha de espionaje. Autoridades rusas aseguraron que tuvieron que detener las actividades que Gershkovich desarrollaba en una zona montañosa donde, al parecer, Rusia cuenta con plantas militares y donde se crean municiones y tanquetas. Por su parte, The Wall Street Journal ha negado las acusaciones y solicitó la liberación inmediata del reportero. Puedes ver en ViX más noticias gratis.
Video Arrestan en Rusia a un periodista estadounidense: lo acusan de “espionaje”

El móvil dejó de sonar. La última vez que el personal de The Wall Street Journal tuvo noticias de Evan Gershkovich fue el miércoles 29 de marzo, poco antes de las cuatro de la tarde, cuando había llegado a una parrilla en la ciudad rusa de Ekaterimburgo. Era el segundo viaje del corresponsal de Rusia a los Montes Urales en un mes.

Poco antes de comer, un colega le envió un mensaje de texto: “Hola amigo, buena suerte hoy”.

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“Gracias, hermano”, respondió Gershkovich: “Ya te contaré cómo me va”.

Horas más tarde, la redacción del Journal se esforzaba por localizar a sus contactos en Ekaterimburgo, Moscú y Washington. Un mensaje poco preciso en el servicio de mensajería Telegram decía que agentes de seguridad habían encapuchado y apresado a un individuo que se encontraba comiendo en una parrilla de Ekaterimburgo.

Evan Gershkovich, a la derecha, en Moscú, fotografiado en 2019 junto a Polina Ivanova, a la izquierda, y Pjotr Sauer, al centro, amigos que también son corresponsales en Rusia.
Evan Gershkovich, a la derecha, en Moscú, fotografiado en 2019 junto a Polina Ivanova, a la izquierda, y Pjotr Sauer, al centro, amigos que también son corresponsales en Rusia.
Imagen Francesca Ebel

A las 10:35 de la mañana del jueves, hora de Moscú, un reporte de la Agencia Estatal Rusa de Noticias dejó trascender que Gershkovich había sido detenido y acusado de espionaje por el Servicio Federal de Seguridad, sucesor de la KGB. Era la primera vez que Rusia presentaba un caso de espionaje contra un periodista extranjero desde la Guerra Fría. Las imágenes de la televisión estatal rusa mostraban a Gershkovich siendo escoltado por agentes del FSB vestidos de civil, con unos vaqueros azules desgastados y zapatillas deportivas, y una mano con guante negro alrededor de su cuello encorvado.

Gershkovich, estadounidense de 31 años, es hijo de judíos nacidos en la Unión Soviética y exiliados en Nueva Jersey. Se enamoró de Rusia, de su idioma, de la gente con la que charlaba durante horas en las capitales de la región, de las bandas punk que solía disfrutar en los bares de Moscú. Ahora, los cargos de espionaje lo enfrentan a una posible pena de prisión de hasta 20 años.

Su jefe, sus colegas y el gobierno de Biden rechazan la afirmación rusa de que espiaba para Estados Unidos y piden su liberación inmediata. Diplomáticos y juristas ven pocas esperanzas de que Gershkovich, reportero acreditado por el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, sea liberado inmediatamente, dado que los juicios por espionaje en Rusia se llevan a cabo en secreto y casi siempre terminan en condena.


Gershkovich llegó a Rusia hace cinco años y medio, cuando las libertades de los medios de comunicación comenzaban a desaparecer. Pasaba sus fines de semana conversando sobre música, política y noticias en la banya, o sauna, y siempre estaba dispuesto a ayudar a los periodistas de la competencia. Sus amigos rusos no lo conocían como Evan, sino como Vanya.

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Cuando los incendios forestales arrasaron la remota región siberiana de Yakutia en 2021, pasó cuatro días en una tienda de campaña en el bosque, mucho tiempo después de que otros reporteros volaran de regreso a la capital. Se ganó la confianza de estudiantes de medicina de primer año que, sentados junto a él en las salas de Covid-19, le revelaban que habían sido reclutados tras sólo unas semanas de formación para tratar a una avalancha de pacientes.

“Solo quiero contar bien la historia”, les decía a sus amigos.

Gershkovich podría verse atrapado en una estrategia geopolítica cada vez más habitual: estadounidenses en manos de gobiernos que buscan intercambiarlos en negociaciones.

En diciembre, Estados Unidos liberó al traficante de armas ruso convicto Viktor Bout a cambio de la estrella del baloncesto femenino estadounidense Brittney Griner, a quien las autoridades rusas habían detenido en los días previos a la invasión de Ucrania en febrero de 2022. Griner había sido condenada a nueve años de reclusión en una colonia penal tras ser descubierta transportando aceite de hachís en su equipaje. Posteriormente, fue declarada culpable de contrabando y posesión de drogas.

El jueves, el Coordinador Estratégico del Consejo de Seguridad Nacional, John Kirby, dijo que no estaba claro si la detención de Gershkovich estaba coordinada con los dirigentes rusos o era una represalia por otros agravios. La semana pasada, un ciudadano ruso fue acusado en el Tribunal de Distrito de EE.UU. en Washington, D.C., de actuar como agente de una potencia extranjera, fraude de visado, fraude bancario, fraude electrónico y otros cargos, según el Departamento de Justicia.

Con el fin de cubrir los incendios de Siberia, Gershkovich se quedó mucho tiempo después de que otros reporteros regresaran a la capital. Arriba, una imagen de los incendios publicada en su cuenta de Instagram en julio de 2021.
Con el fin de cubrir los incendios de Siberia, Gershkovich se quedó mucho tiempo después de que otros reporteros regresaran a la capital. Arriba, una imagen de los incendios publicada en su cuenta de Instagram en julio de 2021.
Imagen Evan Gershkovich

La detención de Griner marcó el fin de décadas de cooperación deportiva entre Rusia y Estados Unidos. El encarcelamiento de Gershkovich pone en tela de juicio la idea de que reporteros, autores e investigadores estadounidenses puedan trabajar en Rusia para informar sobre este vasto y complicado país y su creciente conflicto con Occidente. Casi todos los periodistas occidentales ya se han retirado de Rusia, y la detención de Gershkovich aceleró el éxodo.

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El viernes, el Journal retiró a su jefe de la oficina de Moscú, una experimentada corresponsal que informaba desde los últimos años de la Guerra Fría. Muchas agencias de noticias occidentales que enviaban reporteros a Moscú en la época de Stalin hoy afirman que la Rusia del presidente Vladimir Putin es demasiado peligrosa para los periodistas.

Gershkovich está detenido en la prisión Lefortovo del FSB, donde Rusia retiene a la mayoría de los sospechosos de espionaje. Paul Whelan, exmiembro de los marines estadounidenses encarcelado en 2020 y condenado a 16 años en una prisión rusa por cargos similares, también fue enviado allí.

Este relato de la vida y la carrera de Gershkovich se basa en conversaciones con colegas, familiares y personas con las que se vinculó en el ámbito profesional. Su biografía explora los esfuerzos de Putin por reconstruir un imperio en la antigua Unión Soviética, patria de la que sus padres huyeron y a la cual su hijo estadounidense regresó para acabar en el tipo de prisión que les habían enseñado a temer.

Refugiados soviéticos

La fascinación de Gershkovich por Rusia se remonta a su niñez, cuando en su casa de Nueva York y Nueva Jersey hablaba en ruso.

Cuando su madre, Ella, tenía 22 años, huyó de la Unión Soviética utilizando documentos israelíes. Fue llevada al otro lado de la Cortina de Hierro por su propia madre, una enfermera ucraniana y superviviente del Holocausto que lloraba cuando hablaba de los supervivientes de los campos de exterminio que ella misma asistió en un hospital militar polaco al final de la Segunda Guerra Mundial. Antes de huir, oyeron rumores de que los judíos soviéticos estaban a punto de ser deportados a Siberia.

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El padre del Gershkovich, Mikhail, abandonó la Unión Soviética en la misma oleada migratoria judía. Se conocieron en Detroit y se trasladaron a Nueva Jersey, donde crecieron Evan y su hermana mayor, Dusya.

En distintas notas de revistas, Gershkovich reflexionó sobre las supersticiones rusas que su madre practicaba en casa, como no silbar o abrir paraguas en interiores y no poner llaves o carteras sobre la mesa.

En 2018 escribió sobre comer macarrones con mantequilla en lugar de queso, sobre ver “Nu, pogodi!”, un dibujo animado soviético sobre un lobo y una liebre, en lugar de “Hey Arnold!”, y sobre hablar ruso en lugar de inglés.

Aquella vida rusa “era solo una réplica, pero me aferraba a ella con desesperación”, afirma Gershkovich.

Durante la secundaria, en Princeton, Gershkovich era uno de los mejores alumnos y un gran jugador de fútbol, que fue capitán de su equipo y lo llevó al campeonato estatal en su último año escolar. Wayne Sutcliffe, el profesor de educación física y entrenador de fútbol, dijo que no para de recibir mensajes de los compañeros de equipo de Gershkovich. “Todos quieren encontrar la manera de ayudar a la familia de Evan”, cuenta.

Gershkovich se graduó en Bowdoin, una universidad de artes liberales de Maine, en 2014, y se mudó a Nueva York para iniciarse en el periodismo. Para pagar su deuda estudiantil, trabajaba como cocinero para una empresa de catering y después de su turno se iba por los bares con unos siete cuchillos de cocina encima. En 2016, fue contratado por el New York Times como asistente, un trabajo soñado para todo debutante. Un día, un empleado del Times le preguntó por qué no utilizaba sus conocimientos de ruso para descifrar uno de los temas más difíciles del mundo.

Gershkovich en Moscú, en agosto de 2019. Ganó premios por su trabajo en el Moscow Times y luego se pasó a la Agence France-Presse.
Gershkovich en Moscú, en agosto de 2019. Ganó premios por su trabajo en el Moscow Times y luego se pasó a la Agence France-Presse.
Imagen Francesca Ebel

Gershkovich dudó, temeroso de dejar un trabajo en la sede del New York Times, pero luego fue tras su aventura.

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Los inicios de su carrera

Al llegar a Rusia, se incorporó al Moscow Times, un periódico en lengua inglesa que, aunque con dificultades, había sido durante mucho tiempo un campo de entrenamiento para algunos de los corresponsales más destacados en Rusia. Gershkovich se unió a un equipo de jóvenes periodistas que llenaron de vida el periódico. “Amaba Rusia y quería informar desde aquí”, dijo Pjotr Sauer, un colega del Moscow Times que ahora trabaja en The Guardian.

La Sra. Gershkovich dijo que este período hizo que su hijo se interesara aún más por sus raíces rusas y judías. Un día, décadas después de la caída del comunismo, lo llevó a un edificio que a ella le había dado miedo visitar de adolescente: una sinagoga. Le habían dicho que cualquiera que entrara en ella sería fotografiado y detenido por el servicio secreto.

“Fue entonces cuando Evan empezó a entendernos mejor”, relata. El padre y la hermana de Gershkovich visitaron Moscú más tarde, y juntos visitaron el nuevo Museo Judío.

Gershkovich ganó premios por su trabajo en el Moscow Times, y luego pasó a la Agence France-Presse. Viajó por todo el país abordando temas poco conocidos, entre ellos cuestiones medioambientales como la desaparición del salmón del río Amur. En otro artículo, relató los esfuerzos por rescatar las lenguas minoritarias de Rusia.

Nataliya Vasilyeva, corresponsal del diario británico Telegraph, recuerda haber visto a Gershkovich en una rueda de prensa de un candidato que se enfrentó a Putin en las elecciones presidenciales de 2018. Sentado en el suelo, planteó una pregunta al antiguo jefe de una granja colectiva en un lenguaje informal, un paso en falso en las peculiaridades del habla rusa, provocando sonrisas del candidato y de otros periodistas presentes en la sala.

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Vestido con vaqueros holgados y desteñidos, Gershkovich se reunía con amigos y colegas en Veladora, un restaurante mexicano del centro, y también en una cafetería kitsch cercana conocida por servir la mejor tarta de queso de la ciudad y que ya se había convertido en su segundo hogar.

En el apartamento que compartía con sus compañeros de piso rusos, ponía a todo volumen canciones de rock ruso de los años 90 y provocaba risas cuando pedía himnos de rock de nicho de grupos como DDT.

A finales de 2021, recordó más tarde Gershkovich, un colega lo encontró en una cafetería, postulándose para un puesto en The Wall Street Journal. Gershkovich inclinó su portátil para mostrarle el formulario de solicitud y animarlo a presentarse. Fue contratado en enero de 2022.

Un mes después, Rusia invadió Ucrania y Gershkovich viajó a la frontera entre Bielorrusia y Ucrania, lo cual lo convirtió en el único reportero estadounidense que pudo ver cómo volvían a casa los primeros heridos de las fuerzas rusas.

Evan Gershkovich durante una entrevista de Journal. Mayo del 2022.
Evan Gershkovich durante una entrevista de Journal. Mayo del 2022.
Imagen The Wall Street Journal

Rusia se tiñe de sombrasSu Moscú adoptivo empezaba a llenarse de miedo y paranoia. “Informar sobre Rusia ahora también implica ver cómo encierran durante años a gente que conoces”, tuiteó en julio. Sus visitas periódicas a la sauna moscovita reflejaban el estado de ánimo cada vez más sombrío del país. Un día, a finales de 2022, otro bañista lo oyó hablar en inglés y le dijo: “Ya deja de hablar ese p— idioma”.

Gershkovich lo pensó por un minuto y luego, en ruso, contestó: “Este es un país multilingüe”.

El otro hombre hizo una pausa y luego respondió: “pero el inglés no es uno de ellos”.

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Moscú, pensaba, se parecía cada vez más a la Rusia caótica y plagada de delincuencia de la década de 1990, mientras las sanciones impuestas por Estados Unidos restringían las partes de la economía más orientadas a Occidente. Discutía con colegas y amigos hasta altas horas de la noche sobre cómo cubrir un país en guerra con su vecino al oeste. Consideró la posibilidad de informar sobre la utilización por parte de Rusia de prisioneros estadounidenses como moneda de cambio.

“Es una crisis moral constante. Analizas cada historia”, dijo Polina Ivanova, corresponsal del Financial Times y amiga. “Evan hablaba de… lo que significa cubrir Rusia en lugar de Ucrania. Es algo muy difícil de entender, y dónde te sitúas en relación con eso en términos de tu propia identidad”.

En una de sus misiones, Gershkovich fue seguido por varios agentes de seguridad rusos, algunos de los cuales grabaron sus movimientos con una cámara y presionaron a las fuentes para que no hablaran con él. Supuso que su teléfono estaba vigilado. En otro viaje, fue seguido hasta la región occidental de Pskov y filmado por hombres no identificados.

El miércoles 29 de marzo, cuando viajó a Ekaterimburgo, ciudad de los Urales situada a casi 900 millas al este de Moscú, el teléfono de Gershkovich, como el de muchos corresponsales extranjeros del Journal, tenía una aplicación de seguimiento por GPS que permitía a sus colegas ver sus movimientos.

“Llegué, fuera del aeropuerto,” escribió a la 1:59 p.m.

Thomas Grove, reportero del Journal especializado en Rusia desde hace tiempo y que ahora cubre Polonia, se dirigía a una cena en Varsovia cuando se dio cuenta de que Evan llevaba horas sin enviarle un mensaje de texto. A las 19.12 envió un mensaje a un responsable de seguridad de Journal: “¿Te has puesto en contacto con Evan?”

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“Estoy en ello”.

“Su teléfono está apagado”.

Grove tenía el contacto de un conocido de Gershkovich y lo llamó para pedirle que pasara por el apartamento donde se alojaba Gershkovich. Las luces estaban apagadas. Mientras Grove hablaba por teléfono, el hombre detuvo el coche y tocó el timbre. Y volvió a tocar.

“No está”, dijo. “Esperemos que todo esté bien”.

La mañana siguiente, los medios rusos lograron captar cómo escoltaban a Gershkovich por una escalera, con la cabeza cubierta con una capucha, vistiendo sus amplios vaqueros.

Jared Malsin contribuyó con este artículo.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en WSJ.com el 31 de marzo de 2023.

<h2 class="cms-H2-H2">FEBRERO</h2>
<br>
<br>El 24 de febrero, el presidente ruso, Vladimir Putin, lanza la invasión de Ucrania desde el norte, este y sur. No habla de guerra sino de 
<a href="https://www.univision.com/noticias/mundo/guerra-rusia-ucrania-errores-putin">una “operación militar especial”</a> que tiene como objetivo la “desmilitarización” y la “desnazificación” de su vecino, proteger a los rusos étnicos, evitar la entrada del país en la OTAN y mantenerlo en la “esfera de influencia” de Rusia.
Ucrania y Occidente denunciaron un acto ilegal de agresión contra un país con un gobierno elegido democráticamente y un presidente, Volodymyr Zelensky, que es judío con familiares asesinados en el Holocausto para responder a la "desnasificación" que adujo Putin como justificación de la invasión.
Las tropas rusas llegan rápidamente a las afueras de Kiev, pero sus intentos de capturar la capital y otras ciudades en el noreste encuentran una fuerte resistencia.
<h2 class="cms-H2-H2">MARZO</h2>
<br>
<br>El 2 de marzo, Rusia proclama el control de la ciudad sureña de Jersón. En los primeros días de marzo, las fuerzas rusas también se apoderan del resto de la región y 
<a href="https://www.univision.com/noticias/mundo/ataques-planta-nuclear-zaporiyia-rusia-ucrania-mundo-organizacion-energia-peligros-desastre-alarma-global">ocupan gran parte de la región vecina de Zaporiyia, incluida su central nuclear,</a> la más grande de Europa.
Tras fracasar en su intento de tomar Kiev y el ridículo hecho por el kilométrico atasco que sufrieron sus tropas al norte de la capital ucraniana, Moscú anuncia la retirada de las fuerzas de la zona y otras áreas el 29 de marzo, diciendo que se centrará en el corazón industrial oriental del Donbas, donde los separatistas respaldados por Rusia han luchado contra las fuerzas ucranianas desde 2014 tras la anexión ilegal de Crimea.
<h2 class="cms-H2-H2">ABRIL </h2>
<br>
<br>La retirada rusa de Kiev revela cientos de cuerpos de civiles en fosas comunes o abandonados en las calles de la ciudad de Bucha, muchos de ellos con signos de tortura en escenas que llevan a los líderes mundiales a decir que Rusia debería rendir cuentas por posibles crímenes de guerra.
El 9 de abril, un ataque con misiles rusos en una estación de tren en la ciudad oriental de Kramatorsk mató a 52 civiles y hirió a más de 100.
Se libran intensas batallas por el puerto estratégico de Mariupol en el Mar de Azov, y los ataques aéreos rusos y el bombardeo de artillería reducen gran parte a ruinas.
El 13 de abril, el crucero ruso Moskva, el buque insignia de la flota rusa del Mar Negro, fue alcanzado por misiles ucranianos y se hudió al día siguiente. Un duro golpe para el orgullo nacional ruso.
<h2 class="cms-H2-H2">MAYO</h2>
<br>
<br>El 16 de mayo, los defensores ucranianos de la acería gigante Azovstal, el último bastión ucraniano que quedaba en Mariupol, aceptan rendirse a las fuerzas rusas después de un asedio de casi tres meses.
La caída de Mariupol separa a Ucrania de la costa de Azov y asegura un corredor terrestre desde la frontera rusa hasta Crimea.
El 18 de mayo, Finlandia y Suecia presentan sus solicitudes para unirse a la OTAN en un gran golpe a Moscú por la expansión de la alianza militar.
<h2 class="cms-H2-H2">JUNIO</h2>
<br>
<br>Más armas occidentales fluyen hacia Ucrania, incluidos los lanzacohetes múltiples HIMARS suministrados por Estados Unidos.
El 30 de junio, las tropas rusas se retiraron de la Isla de las Serpientes, ubicada frente al puerto de Odesa en el Mar Negro y capturada en los primeros días de la invasión.
<h2 class="cms-H2-H2">JULIO</h2>
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<br>El 22 de julio, Rusia y Ucrania, con la mediación de Turquía y las Naciones Unidas, alcanzan un acuerdo para desbloquear los suministros de cereales atascados en los puertos ucranianos del mar Negro, poniendo fin a un enfrentamiento que amenazaba la seguridad alimentaria mundial.
El 29 de julio, un ataque con misiles alcanza una prisión en la ciudad oriental de Olenivka, controlada por Rusia, donde estaban detenidos los soldados ucranianos capturados en Mariupol, matando al menos a 53. Ucrania y Rusia intercambian culpas por el ataque.
<h2 class="cms-H2-H2">AGOSTO</h2>
<br>
<br>El 9 de agosto, fuertes explosiones golpearon una base aérea en Crimea. Más explosiones se sintieron en una subestación eléctrica y depósitos de municiones allí una semana después, dejando en evidencia la vulnerabilidad de la península del mar Negro anexada por Moscú que Rusia ha utilizado como un importante centro de suministro para la guerra.
El 20 de agosto, Darya Dugina, la hija del ideólogo nacionalista ruso Alexander Dugin, muere en la explosión de un coche bomba en las afueras de Moscú. Las autoridades rusas atribuyen el ataque a Ucrania.
<h2 class="cms-H2-H2">SEPTIEMBRE</h2>
<br>
<br>El 6 de septiembre, las fuerzas ucranianas lanzan una contraofensiva sorpresa en la región nororiental de Jarkov, lo que obliga rápidamente a Rusia a retirarse de amplias áreas que habían tenido controladas durante meses.
El 21 de septiembre, Putin ordena la impopular movilización de 300,000 reservistas, una medida que lleva a cientos de miles de hombres a huir a países vecinos para evitar el reclutamiento. Al mismo tiempo, Rusia organiza apresuradamente votaciones ilegales para anexarse las regiones ucranianas de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia. El 30 de septiembre, firma documentos para incorporar a la Federación Rusa las cuatro regiones en una ceremonia en el Kremlin.
<h2 class="cms-H2-H2">OCTUBRE</h2>
<br>
<br>El 8 de octubre, un camión cargado de explosivos deja parcialmente destruido el puente que une Crimea con Rusia continental en un ataque que Putin atribuye a Ucrania. Rusia responde con ataques con misiles contra las centrales eléctricas de Ucrania y otras infraestructuras clave.
Después de la primera ola de ataques del 10 de octubre, el bombardeo continúa de forma regular en los meses siguientes, lo que provoca apagones y racionamientos de energía en todo el país.
<h2 class="cms-H2-H2">DICIEMBRE</h2>
<br>
<br>El 5 de diciembre, el ejército ruso dice que Ucrania usó drones para atacar dos bases para bombarderos de largo alcance en lo profundo del territorio ruso. Otro ataque tiene lugar más adelante en el mes, lo que subraya la disposición de Ucrania para subir la apuesta y revela las brechas en las defensas rusas.
El 21 de diciembre, Zelensky visita Estados Unidos en su primer viaje al exterior desde que comenzó la guerra, se reúne con el presidente Joe Biden para asegurar los sistemas de misiles de defensa aérea Patriot y otras armas, y se dirige al Congreso.
<h2 class="cms-H2-H2">ENERO</h2>
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<br>El 1 de enero, apenas unos momentos después del Año Nuevo, decenas de soldados rusos recién movilizados mueren a causa de un ataque con misiles ucranianos en la ciudad de Makiivka. El Ministerio de Defensa de Rusia dice que 89 soldados murieron, mientras que las autoridades ucranianas cifran el número en cientos.
Después de meses de feroces combates, Rusia declara la captura de la ciudad minera de sal de Soledar el 12 de enero, aunque Kiev no lo reconoce hasta días después. Moscú también presiona con su ofensiva para apoderarse del bastión ucraniano de Bakhmut.
El 14 de enero, cuando Rusia lanza otra ola de ataques contra las instalaciones energéticas de Ucrania, un misil ruso alcanza un edificio de apartamentos en la ciudad de Dnipro y mata a 45 personas.
Una sola clínica privada en Kiev atiende de forma gratuita a los soldados que optan por criopreservar su esperma para que sus parejas puedan optar por quedar embarazadas en el futuro. 
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Biden realiza una visita sorpresa a Kiev para expresar su "apoyo inquebrantable" a Ucrania en la guerra contra Rusia.
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FEBRERO



El 24 de febrero, el presidente ruso, Vladimir Putin, lanza la invasión de Ucrania desde el norte, este y sur. No habla de guerra sino de una “operación militar especial” que tiene como objetivo la “desmilitarización” y la “desnazificación” de su vecino, proteger a los rusos étnicos, evitar la entrada del país en la OTAN y mantenerlo en la “esfera de influencia” de Rusia.
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