“Nosotros seguimos en pie como grupo”; más de 500 migrantes se aferran a la cercanía con la zona del cruce fronterizo

A pesar de las pésimas condiciones, el grupo de migrantes que acampa afuera de la unidad deportiva Benito Juárez en Tijuana, aseguran que permanecerán en ese lugar por la proximidad con la frontera. El grupo se aferra todavía a la idea de que juntos pueden seguir ejerciendo presión para que las autoridades estadunidenses den celeridad a la recepción de las solicitudes de asilo, aunado que muchos de ellos ya tienen ficha para turno y quieren seguir cerca del cruce fronterizo para no perder sus turnos.

Manuel Ayala
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Manuel Ayala.
Delegados locales advirtieron a los centroamericanos que permanecen en tiendas de campaña en las inmediaciones de la Unidad Deportiva Benito Juárez que tendrán que dejar el lugar en las próximas 48 horas o serán desalojados por la fuerza.
Video Autoridades dan ultimátum a los migrantes que permanecen afuera de un albergue en Tijuana

Tijuana, México - Sin baños donde hacer sus necesidades y su aseo personal, sin servicios de comida, sin atención médica, sin apoyos de gobierno y con constantes altercados con la autoridad que les bloquea las ayudas que les llevan las personas, así viven los casi 500 migrantes que decidieron deslindarse del gran grueso de la caravana migrante y quedarse a acampar afuera de la unidad deportiva Benito Juárez, en la Zona Norte de la ciudad, donde anteriormente se encontraban albergados.

Llevan una semana completa instalados en la calle, desde que las autoridades municipales decidieron cerrar completamente el albergue el día sábado 1 de diciembre, luego de una fuerte lluvia que cayó en Tijuana y que dejó en condiciones insalubres e inhabitables la unidad deportiva.

Las lluvias que azotan este jueves la ciudad fronteriza han agravado la situación de los centroamericanos que decidieron quedarse en las cercanías de la Unidad Deportiva Benito Juárez, refugio que fue cerrado luego de que las autoridades habilitaran otro.
Video Las difíciles condiciones que enfrentan los migrantes que permanecen afuera de un albergue en Tijuana


Este grupo de migrantes se aferra todavía a la idea de que como grupo pueden seguir ejerciendo presión para que las autoridades estadunidenses den celeridad a la recepción de las solicitudes de asilo, aunado que muchos de ellos ya tienen ficha para turno y quieren seguir cerca del cruce fronterizo para no perder sus turnos.

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También están los que ya consiguieron algún trabajo cerca de la zona y que no quisieron irse al nuevo albergue en El Barretal, en la Zona Este, por la lejanía del sitio y el gasto y las complicaciones que ello les significaría.

Pero entre ellos existe también demasiada incertidumbre sobre las condiciones y la situación de tenerlos tan alejados de todo en la ciudad, lo que les ha llevado a pensar que a quienes se están yendo al otro albergue los están deportando, no tienen buenas condiciones y que no les dan la atención adecuada, ideas infundidas por supuestos activistas que se han dado cita en el lugar.


Los sanitarios portátiles desbordados y un enorme charco de agua sucia que crece cada vez que alguien se ducha refleja las condiciones en las que se encuentran los más de 6,000 migrantes que están albergados en La Unidad Deportiva Benito Juárez, al norte de Tijuana.
Las pésimas condiciones del refugio, la incertidumbre sobre el tiempo que deberán esperar, las tensiones con las autoridades y la época de Navidad que se avecina han provocado que cada vez más centroamericanos tomen la decisión de regresar.
María Meza, hondureña de 40 años, aplica spray para la garganta a su hija Saira. Hace una semana su familia fue el foco central de una imagen difundida en decenas de medios en EEUU y el mundo, tomada cuando recibieron los gases disparados por la Patrulla Fronteriza junto a la barda.
Este espacio fue preparado por el gobierno de la ciudad para albergar a la tercera parte de las personas que ha llegado. Las autoridades calculan que los migrantes podrían estar meses esperando en Tijuana por una entrevista con las autoridades de EEUU.
La Unidad Deportiva Benito Juárez se convirtió en una ciudad de tiendas de campaña, muy cerca de la valla fronteriza. Algunos migrantes han decidido pedir ayuda para regresar a sus países, otros aseguran que esperarán hasta el final.
No hay cifras precisas sobre la cantidad de personas que han decidido retornar a sus comunidades de origen, pero se sabe que aún son más los que siguen llegando a Tijuana. La fotografia muestra la enorme fila que los migrantes deben hacer frente al refugio para obtener comida.
La autoridades de Tijuana han instalado servicios de salud frente a la Unidad Deportiva Benito Juárez. Funcionarios de la ciudad citados por la agencia Reuters explicaron que entre la multitud se han propagado afecciones respiratorias, piojos y un brote de varicela.
Según el Ministerio de Relaciones Exteriores de México el pasado martes más de 600 migrantes solicitaron permiso para trabajar, lo que indica que planean estar en Tijuana por más tiempo.
En las instalaciones del centro deportivo los migrantes cargan las baterías de sus teléfonos y conectan sus aparatos eléctricos en extensiones de cable. Los centroamericanos siguen llegando a Tijuana y con este espacio abarrotado algunos han tenido que dormir en las calles y aceras adyacentes.
Los funcionarios mexicanos están trabajando contrarreloj para abrir un espacio interior más adecuado para albergar a los migrantes durante varias semanas.
Para la solicitud de asilo los migrantes primero deben registrarse en una lista de espera antes de ser atendidos por funcionarios de EEUU. Esta lista ya tenía semanas de retraso antes de que llegara la caravana.
Dentro del complejo los hombres se bañan usando cubos de agua junto a los baños portátiles y añaden más agua a un gran charco de barro. Las mujeres se duchan vestidas a unos metros de distancia.
"Me costó mucho caminar casi de 15 a 20 horas por día y volver ahora no está planteado", dijo a Reuters Anabell Pineda, de 26 años, quien se instaló en una tienda de campaña junto a un montón de bolsas y mantas enrolladas dentro del centro deportivo.
"Me voy derrotado porque no hay nada de ayuda. Hay que esperar seis meses para que te den asilo. Tienes que aguantar hambre y frío aquí", dijo a Univision Noticias el hondureño Melvin Villanueva, uno de los que decidió regresar a su país después de varios días en Tijuana.
Donald Trump amenazó con cerrar "permanentemente" la frontera y el ministro de Relaciones Exteriores de México, Luis Videgaray, respondió que los migrantes centroamericanos son bienvenidos en su país. El sábado toma posesión Andrés López Obrador, a quien corresponderá a nombre de México negociar con EEUU el destino de los migrantes.
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Los sanitarios portátiles desbordados y un enorme charco de agua sucia que crece cada vez que alguien se ducha refleja las condiciones en las que se encuentran los más de 6,000 migrantes que están albergados en La Unidad Deportiva Benito Juárez, al norte de Tijuana.
Imagen Anadolu Agency/Getty Images


Rosa Dubon, originaria de Honduras, considera que el hecho de que la gran mayoría de los integrantes de la caravana se hayan ido a El Barretal ha sido como una “traición” al principio de unión que desde un principio se había establecido entre todos los caravaneros, porque decidieron quedar a las expectativas de las autoridades.

Además cree que allá en el nuevo albergue ya todos están viendo por su propia cuenta para salir adelante, y no tienen la misma visión de ejercer presión como grupo y que se les acabó la unión.

“Nosotros seguimos en pie como grupo, bien unidos y con el firme propósito de que nos den el asilo también en grupo”, dijo convencida la señora, quien hizo el viaje con su esposo y sus dos hijos pequeños con la idea de entrar a Estados Unidos.

“Aquí no tenemos las condiciones adecuadas, no tenemos baños, ni medicina, nos quitaron todo y ahora hasta nos bloquean las ayudas que nos trae la gente”, secundó y denunció el señor José Florentino, quien agrega que “esta no es una queja”, sino “un llamado de atención” para que las autoridades “si no nos van a ayudar, que no nos quiten”.

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Ello en referencia a que en constantes ocasiones se han generado pequeños alegatos y altercados, debido a que los elementos de la policía municipal suele bloquear a toda persona que pretende llegar a donarles algo o brindarles alguna ayuda, con el propósito y bajo el discurso de que vayan mejor a donarlo a El Barretal.

Amenaza de desalojo


El pasado viernes, el delegado de la Zona Centro de Tijuana, Genaro López Moreno, anunció que a los migrantes centroamericanos ya no se les permitiría pernoctar afuera de la unidad deportiva, por lo que durante los posteriores tres días estarían arribando camiones a la zona para trasladarlos a El Barretal, de lo contrario amenazó con emprender un desalojo.

El padre Alejandro Solalinde, también activista promigrantes, visitó el campamento de los migrantes en la Zona Norte, con la intención de conocer la problemática que ahí se tienen y de buscar algunas alternativas para darle una solución sin que los derechos de los migrantes sean vulnerados.

Resaltó que antes que un desalojo, se debe empezar a buscar un diálogo con los centroamericanos desde el punto de vista de lo humano, es decir, que las autoridades lo primero que tienen que hacer es sentarse con ellos y preguntarles si tienen ganas de trabajar, qué saben hacer, emplearlos, darles confianza y “hablarles con la verdad” porque es un grupo que todavía tiene “muchos temores y dudas”.

El padre mencionó que ya sostuvo una reunión con el presidente municipal Juan Manuel Gastélum, para hablar de la problemática, y posteriormente lo haría con autoridades migratorias y con Marcelo Ebrard, el nuevo secretario de Relaciones Exteriores, para plantearles la idea de ser él quien se encargue de esa labor de convencimiento para que los migrantes puedan ir a El Barretal u otros albergues y sean atendidos como se debe.

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Aunado a esa posibilidad, la activista pro migrante Lourdes Lizaldi, compartió que habían revisado un predio cercano a la unidad deportiva, para tenerlo en cuenta como opción para que ahí puedan ser también alojados mientras se resuelve su situación, acción de la que no reveló más detalles hasta que “se tome una decisión” en la que incidiría el propio Alejandro Solalinde.

David León Romero, nuevo coordinador nacional de Protección Civil, dijo este sábado en su visita a El Barretal que como acciones inmediatas con este grupo de migrantes acordaron generar una brigada de Protección Civil Federal, Estatal y Municipal para “invitar a los hermanos migrantes que se encuentran fuera del Benito Juárez a trasladarse a El Barretal”.

Además de “convencerlos de que es un espacio seguro”, ya que la postura de la coordinación nacional de Protección Civil “será siempre agotar todas las vías de diálogo, por la fuerza nada y darles una opción donde puedan vivir más seguros, cualquier opción que se pueda antes de la confrontación”.


<b>La pareja de ingenieros.</b> Melany Murillo tiene 30 años y es ingeniara agrónoma. Su esposo Yonari Perdomo, de 25 años, estudiaba la misma carrera en la Universidad Nacional de Agricultura de Honduras, pero la dejó por falta de dinero. La pareja se unió a la caravana migrante por la falta de oportunidades laborales en su país. "Estuve dos años buscando empleo y jamás encontré", lamentó Melany, quien ahora tiene cinco meses de embarazo. "Quizás algún país valore cuánto me he esforzado estudiando y me admita", dice.
<b>El migrante en silla de ruedas.</b> El 15 de octubre partió de su natal Honduras apoyado por un par de muletas, pero en la Ciudad de México no pudo más. Desde entonces, Rafael Peralta, de 33 años, usa una silla de ruedas. Cuenta que nació con una malformación en los pies, que era campesino y que su objetivo es trabajar en un restaurante en Estados Unidos. 
<b>"Yo le diría al presidente Trump que no nos juzgue. Él dice que somos pandilleros, asesinos… Cómo voy a ser eso, así como estoy",</b> advierte.
<b>El padre y su hija de 4 años.</b> Antes de integrarse al éxodo de migrantes centroamericanos, Marvella, de 4 años, lloró para que su padre, Carlos Vázquez, la llevara. Los dos emprendieron un periplo de más de un mes y ahora han quedado varados en la ciudad fronteriza de Tijuana. "Yo quisiera encontrar un trabajo y dejarla en una guardería", dice Vázquez, un hondureño de 34 años. "Ella se quiso venir conmigo, me dio lástima dejarla. No me arrepiento. Es mi hija y la tengo que cuidar", explica.
<b>La familia en pobreza extrema.</b> Con un escaso sueldo que obtenía lavando ropa y limpiando casas, Rosa Dubón mantenía a sus seis hijos en Honduras. Hasta la frontera de EEUU llegó con los más pequeños, Walter, de 2 años, y José, de 4. 
<b>"Mi sueño es que tengan un buen estudio y que sean mejores personas, lo que yo no tuve", </b>expresa Rosa, de 34 años, entre sollozos. "Estamos aquí por la violencia, la pobreza y la delincuencia", explicó su esposo, Walter, de 28.
<b>Una víctima de las Maras.</b> Hace dos años, cuatro pandilleros le cortaron una parte del dedo pulgar a Carlos Flores, un hondureño de 25 años. "Tuve un negocio y casi me matan a cuchilladas porque no les daba dinero", relata este joven que tiene varias cicatrices por los navajazos que recibió en el antebrazo izquierdo y el hombro derecho. Logró huir y unos parientes lo encontraron agonizando. "Me estaba muriendo", recuerda. Llegó hasta Tijuana con sus dos hijos, de 1 y 5 años.
<b>La mujer de las dos caravanas.</b> En un año, Sandra Pérez, quien nació en Honduras hace 44 años, recorrió dos veces el territorio mexicano a pie, en tren, en bus y pidiendo aventón. La primera vez se unió a la caravana en marzo y llegó a Tijuana. Al final decidió quedarse en esa ciudad cuando supo que los solicitantes de asilo pasaban largos períodos en cárceles migratorias. Hace dos meses volvió a Chiapas para acompañar a este nuevo éxodo y una prima le encargó que se llevara a su hija Génesis, de 5 años. "Espero que les den asilo a todos, porque la mayoría no quiere quedarse en México", dice ella.
<b>El que huye con su hijo tras una amenaza de muerte.</b> Jesús Chávez huyó de Honduras porque los amenazó de muerte un vecino que asesinó a un pariente, según su relato. "Pasaba armado, despacio en su carro. Decía que también nos iba a matar a nosotros, porque somos los únicos varones de la familia y creía que nos íbamos a vengar". Una copia del acta de defunción del pariente y otra de la investigación de los fiscales hondureños son las principales pruebas que presentarán en su solicitud de asilo.
<b>El joven que emigró por el hambre. </b>Tiene 22 años, pero sus anécdotas parecen las de alguien mayor. Cristopher Zepeda se acabó los zapatos caminando gran parte del trayecto entre su natal Honduras y la ciudad fronteriza de Tijuana. "En mi país hay sufrimiento, mucha hambre, no hay trabajo", asegura. Su plan es trabajar, ya sea en México o en Estados Unidos.
<b> "Hago lo que sea para no pasar hambre", </b>insiste.
<b>El albañil que busca empleo.</b> "Mi sueldo no me alcanzaba", dice José Enrique Solís Morales, un guatemalteco de 21 años que se ganaba la vida como albañil y lavacarros. Dice que le pagaban 350 quetzales cada semana, equivalente a unos 45 dólares. Se unió a la caravana el 17 de octubre cuando pasó por su comunidad. Salió prometiendo ayudar a su familia. "No me arrepiento de haber venido", dijo en un campamento en Tijuana.
<b>El muchacho que regresa derrotado.</b> Junior Amaya acompañó la caravana desde el 17 de octubre, soñando con trabajar en EEUU. Soportó todo tipo de dificultades: lluvias, frío, hambre, maltratos… Pero el jueves pasado pensó en los suyos, en la Navidad, en que cree que tiene pocas posibilidades de lograr su meta. Y así decidió que ya no valía la pena seguir luchando. "Me voy derrotado, pero 
<b>aquí es como estar preso, mejor me voy", </b>expresó afuera del segundo albergue habilitado en la ciudad de Tijuana.
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La pareja de ingenieros. Melany Murillo tiene 30 años y es ingeniara agrónoma. Su esposo Yonari Perdomo, de 25 años, estudiaba la misma carrera en la Universidad Nacional de Agricultura de Honduras, pero la dejó por falta de dinero. La pareja se unió a la caravana migrante por la falta de oportunidades laborales en su país. "Estuve dos años buscando empleo y jamás encontré", lamentó Melany, quien ahora tiene cinco meses de embarazo. "Quizás algún país valore cuánto me he esforzado estudiando y me admita", dice.
Imagen Isaias Alvarado
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