¿Por qué nos atraen las malas noticias? La biología del cerebro lo explica

El hábito de chequear constantemente las redes sociales y los medios en busca de las últimas actualizaciones sobre malas noticias y datos preocupantes creció durante la pandemia (es la acción denominada "doomscrolling" en inglés). ¿Qué papel juega la biología de nuestro cerebro en ello? Un nuevo estudio lo analiza e identifica áreas cerebrales que se activan ante la elección de conocer sucesos negativos.

Natalia Martín Cantero
Por:
Natalia Martín Cantero.

Confieso que durante varios días a principios de este mes, antes de que se conociese el desenlace, lo primero que hice nada más sentarme en mi computadora por la mañana fue actualizar la información sobre el tremebundo caso de las dos niñas arrojadas al mar por su padre en las islas Canarias (España).

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De la misma manera, cuando el pequeño Julen, de dos años, cayó a un pozo de varios metros de profundidad, recuerdo refrescar una y otra vez mis redes sociales para tener la actualización diaria de las tareas de búsqueda del pequeño hasta que finalmente hallaron su cuerpo sin vida.

El trágico final de ambos eventos era más que previsible, dada la información de la que disponíamos en los dos casos desde el principio. ¿Por qué me sometí a este mal trago durante varios días nada más comenzar mi jornada? En parte porque mi cerebro, nuestro cerebro, está configurado para ello.

Lo confirman investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington en San Luis que, con sus trabajos con monos, han identificado áreas específicas en el cerebro que se activan cuando un individuo se enfrenta a la elección de aprender o esconderse de la información sobre un evento negativo no
deseado.

Los hallazgos de sus trabajos son preliminares pero podrían ayudar a comprender mejor los procesos que subyacen a afecciones como el trastorno obsesivo-compulsivo y la ansiedad, además de cómo nos enfrentamos al diluvio de información que caracteriza la vida moderna.


Los cerebros no están bien preparados

" Los cerebros de las personas no están bien equipados para hacer frente a la era de la información", afirma el autor principal, el doctor Ilya Monosov, profesor de neurociencia, neurocirugía e ingeniería biomédica. " La gente está constantemente comprobando, comprobando, comprobando las noticias, y algunas de esas comprobaciones son totalmente inútiles”, señala Monosov. “Nuestro estilo de vida moderno podría estar reestructurando los circuitos de nuestro cerebro que han evolucionado durante millones de años para ayudarnos a sobrevivir en un mundo incierto y siempre cambiante."

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En investigaciones anteriores, estos expertos habían estudiado en monos dos zonas del cerebro involucradas en el seguimiento de la incertidumbre sobre eventos anticipados positivamente, como las recompensas. El incremento de actividad en dichas áreas impulsó la motivación de los monos para encontrar información sobre las cosas buenas que pueden suceder.

Lo que no tenían claro los investigadores era si estos mismos circuitos se activaban en el caso de información sobre eventos anticipados negativamente.

Como sucede con los seres humanos, los resultados de su investigación muestran que los monos tienen diferentes actitudes ante las malas noticias: uno de ellos quería saber mientras que el otro prefirió evitar esta información. En cambio, tenían la misma opinión en el caso de ser buenas noticias. "Cuando se les dio la opción de averiguar si estaban a punto de recibir algo que les gustaba, como jugo, ambos decidieron averiguarlo", explican.


"Empezamos este estudio porque queríamos saber cómo codifica el cerebro nuestro deseo de saber lo que nos depara el futuro", dijo Monosov. "Vivimos en un mundo para el que nuestro cerebro no ha evolucionado. La disponibilidad constante de información es un nuevo reto con el que tenemos que lidiar. Creo que entender los mecanismos de búsqueda de información es muy importante para la sociedad y para la salud mental de la población".

Velcro para lo malo, Teflón para lo bueno

¿Por qué nos fijamos más en lo negativo? Porque en el pasado, cuando nos alojábamos en cuevas, era fundamental para nuestra supervivencia tener bien presentes amenazas cotidianas como los depredadores. Mientras que el olvido de una experiencia positiva no es crucial –siempre se puede recordar al día siguiente–, ignorar experiencias negativas podía conducir a la muerte. Por tanto, a diferencia de lo negativo, lo positivo no pasa de forma automática a esa zona de almacenamiento de nuestro cerebro que reutilizará esas señales como advertencia. En palabras del psicólogo e investigador Rick Hanson, tenemos un “ Velcro para lo malo, Teflon para lo bueno”. Y esto explica por qué la información negativa sobre una persona se recuerda mejor que la información positiva, algo obvio en el mundo de la política, por ejemplo.

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El remedio propuesto por Hanson es “internalizar” el sentimiento de tener nuestras tres necesidades básicas cubiertas: seguridad, satisfacción, y conexión. Por ejemplo, las experiencias de relajación y calma, de sentirte protegido refuerzan nuestro sistema de seguridad. Quienes son capaces de internalizar una y otra vez la sensación de calma, tienen más posibilidades de enfrentarse a situaciones de estrés sin entrar en modo reactivo. Lo mismo sucede con nuestra necesidad de satisfacción y las experiencias de gratitud o logro, que nos llevan a ver las riquezas de nuestra vida y nos protegen frente a las pérdidas que experimentemos. De la misma forma, cuanto más cultivemos el sentimiento de compasión, bondad, de amor a otros y uno mismo, más protegidos estaremos frente a situaciones en las que nos den de lado.

“En mi opinión”, concluye Hanson, “si eres capaz de internalizar repetidamente lo bueno para cultivar tu fuerza interior, podrás lidiar con lo malo. Internalizar lo bueno está motivado por el reconocimiento de que la vida puede ser muy dura”.

<b>Un árbol marca la diferencia</b>
<br>Un simple árbol en medio de la ciudad puede marcar la diferencia y tener efectos positivos en los viandantes, según 
<a href="https://eurekalert.org/pub_releases/2017-11/uobc-scy110117.php">un reciente estudio</a> que documenta el vínculo entre la exposición a la naturaleza y el bienestar. La investigación es llamativa porque no se refiere a acampadas, ni largos paseos por el campo, sino a algo tan simple como el beneficio que producen las plantas de casa, los pájaros o el sol a través de la ventana de nuestro hogar.
<b>Déficit de atención por naturaleza </b>
<br>Este término fue acuñado hace unos años por el periodista y escritor Richard Louv, preocupado por el impacto negativo que la creciente desconexión con la tierra tiene en nuestra mente y cuerpo. Las salidas al campo han constituido un remedio clásico para las enfermedades psiquiátricas, pero ahora se plantea de otra manera: 
<b>alejarse de la naturaleza es lo que crea trastornos como la hiperactividad o la obesidad</b>, argumenta Louv.
<b>La adicción a la pantalla comienza pronto</b>
<br>Louv, que también es autor del superventas 
<a href="http://richardlouv.com/">Los últimos niños en los bosques: salvar a nuestros hijos del trastorno de déficit de naturaleza</a>, está preocupado por la adicción temprana a las pantallas, lo que supone que haya un 
<a href="http://www.abc.net.au/radionational/programs/lifematters/nature-deficit-disorder/2963804">montón de energía bloqueando nuestros sentidos</a>. “Esto, para mí, es 
<b>la definición de estar menos vivos</b>. No creo que nadie quiera que sus hijos estén menos vivos".
<b>El derecho de los niños a experimentar la naturaleza</b>
<br>Numerosos estudios han probado las ventajas para la salud mental y física, la cognición, la habilidad para aprender e incluso para la productividad del contacto con la naturaleza. Los efectos son tan positivos que, en 2012, en su congreso mundial, la 
<a href="http://www.iucn.org/">Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza</a> aprobó 
<a href="https://portals.iucn.org/docs/2012congress/motions/en/M-132-2012-EN.pdf">una resolución</a> por el derecho de los niños a experimentar la naturaleza.
<b>Si alguien te da a elegir entre 10,000 dólares o diez árboles, escoge los árboles </b>
<br>Esta es la comparación que hacen los autores de un estudio de Toronto (Canadá) que muestra cómo los barrios con árboles son más saludables. Concretamente, 
<b>tener diez o más árboles en el vecindario mejora la percepción de la salud de forma comparable a como lo haría disponer de 10,000 dólares extra</b> (la percepción de la salud es un factor subjetivo, pero los autores señalan que correlaciona fuertemente con las medidas objetivas de salud). “La gente ha descuidado las ventajas psicológicas del medioambiente para la psique”, señala 
<a href="http://psychology.uchicago.edu/people/faculty/berman.shtml">Marc Berman</a>, psicólogo de la Universidad de Chicago y director del estudio.
<b>Desde la ventana del hospital</b>
<br>En 1984, 
<a href="http://www.majorhospitalfoundation.org/pdfs/View%20Through%20a%20Window.pdf">en uno de los más tempranos y llamativos estudios,</a> el investigador Roger Ulrich observó cómo los pacientes que se estaban recuperando de una operación quirúrgica de vesícula en un hospital de Pensilvania recibían el alta un día antes y pedían menos analgésicos para el dolor si desde la ventana de su habitación veían unos árboles, frente a aquellos que sólo podían contemplar una pared.
<b>Salir a la naturaleza mejora el estado de ánimo</b>
<br>Gregory Bratman, de la Universidad de Stanford, en California, reveló cómo los voluntarios que caminaban por una zona verde del campus 
<a href="http://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0169204615000286">se mostraban más atentos y felices</a> que aquellos que lo hacían, durante un tiempo equivalente, en una zona con tráfico denso.
<b>¿Por qué altera el parque el estado de ánimo? </b>
<br>Una de las razones es que la naturaleza reduce nuestra tendencia a rumiar las cosas, ese estado mental en el que no paramos de pensar en todo lo que puede ir mal, como un disco rayado. Esa es, en esencia, la conclusión de 
<a href="http://www.pnas.org/content/112/28/8567.abstract">otro estudio</a> que examina los mecanismos neurológicos que se producen cuando estamos en la naturaleza. “Salir a la naturaleza podría ser una forma fácil y casi inmediata de mejorar el estado de ánimo”, 
<a href="http://well.blogs.nytimes.com/2015/07/22/how-nature-changes-the-brain/?_r=0">resume Bratman</a>.
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<b>Shinrin-yoku, baños de bosque </b>
<br>Desde 1982 Japón hizo que la práctica del 
<i>shinrin-yoku</i>, o “baños de bosque”, forme parte de su programa de salud nacional. El objetivo es que la gente conecte con la naturaleza de la forma más natural.
<b>Más gente en el campo que en la ciudad</b>
<br>En 2008, por primera vez en la historia, había 
<b>más gente viviendo en las ciudades que en el campo. </b>Y 
<a href="http://www.pnas.org/content/105/7/2295.full">un estudio</a> de ese año encontró que el porcentaje de americanos que participan en actividades al aire libre como pescar o acampar ha decrecido un 1% al año desde finales de los 80.
<b>La ecoterapia frente a lo virtual </b>
<br>Nuestras
<b> </b>experiencias tienden a ser más virtuales que reales y eso tiene consecuencias negativas para la salud, como el incremento del estrés. Por esta razón, la “ecoterapia” es un campo de estudio en ebullición. Lo que recomienda, en esencia, es muy simple: nos conviene caminar descalzos en la tierra y consumir menos Netflix.
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