“Es un problema en ascenso”: recientes suicidios de estudiantes encienden las alarmas de una universidad de California

En los últimos cuatro meses, ocho estudiantes de la Universidad del Sur de California han muerto. Al menos tres de ellos se quitaron la vida. Para los jóvenes de entre 18 y 24 años, el suicidio es ahora la segunda causa de muerte. Los estudiantes LGBTQ son los más vulnerables.

Foto Isaias Alvarado
Por:
Isaías Alvarado.
La Universidad del Sur de California (USC) es una institución privada que tiene más de 45,000 alumnos.
La Universidad del Sur de California (USC) es una institución privada que tiene más de 45,000 alumnos.
Imagen David McNew/Getty Images

LOS ÁNGELES, California.- Durante la madrugada del 4 de septiembre, varios policías llegaron a la casa de la fraternidad Tau Kappa Epsilon de la Universidad del Sur de California (USC), un colegio privado que se localiza en el centro de Los Ángeles. En el lugar encontraron sin vida al estudiante Benjamin Garrett Duma. La investigación concluyó que el joven se suicidó por un motivo que no ha sido revelado.

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“Ben tocó a mucha gente durante su vida”, expresaron directivos del plantel en una carta, informó el medio Daily Trojan.

Desde el inicio del ciclo escolar en agosto, al menos tres alumnos de USC se han quitado la vida y otros cinco fallecieron por causas que la institución dice desconocer. Ocho en total. Ese número encendió las alarmas porque en solo cuatro meses ya se rebasó la cifra de estudiantes que murieron en todo el año académico anterior: seis.

Los padres de más de 45,000 alumnos recibieron una carta este fin de semana en la cual se subraya que no todas las ocho muertes recientes se debieron a suicidios.

“Estas trágicas pérdidas son el resultado de varias causas. En algunos casos todavía no se ha determinado la causa de muerte y en otros los familiares no quieren que los detalles sean revelados”, señala la misiva con fecha del 10 de noviembre y firmada por la presidenta de la universidad Carol L. Foltz y otros directivos.

Sin embargo, la falta de información sobre esos fallecimientos provocó precisamente lo que la carta trataba de evitar: crear especulaciones en torno a esos hechos.

La madre de un estudiante que cursa el quinto semestre de una carrera de ingeniería en USC dijo a Univision Noticias que su hijo le ha comentado que muchos estudiantes muestran síntomas de depresión y angustia psicológica, pero no reciben ayuda “sino que permanecen solos y aislados en los dormitorios”. Una amiga de su hijo estaba en esa situación, afirmó.

Su hijo, aseguró, ha perdido peso, duerme poco y estudia al menos 16 horas diarias para ser competitivo en su clase. Tiene 19 años y vive muy lejos de su familia.

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“Como madre me siento preocupada por el incremento de la tasa de muertes juveniles en USC. Debe hacerse un esfuerzo por atender y prevenir el problema mejorando los servicios de bienestar emocional de los estudiantes”, dijo la madre, quien pidió el anonimato para evitar represalias de la escuela.

La doctora Sarah Van Orman, encargada de la salud de los alumnos de USC, dijo que los administradores del plantel están angustiados por las muertes registradas en los primeros meses del año escolar, además por el impacto emocional en su comunidad. Por ello, han desplegado todos los recursos a su alcance para atender a los alumnos y empleados que pudieran verse afectados.

“Es un problema en ascenso en todas las universidades, incluyendo USC, y estamos tratando de saber qué pasa para ayudar a los estudiantes”, comentó Van Orman en una entrevista con este medio. “Sabemos que el número de estudiantes que experimentan problemas de salud mental, incluyendo pensamientos suicidas, ha estado al alza desde hace un tiempo”, advirtió.

Notas Relacionadas

Muertes en universidades de la Costa Este

El suicidio, en efecto, es un problema con el que siguen lidiando los administradores de universidades en todo el país. El Centro de Investigaciones de Nueva Inglaterra descubrió un alarmante incremento de estudiantes de la Costa Este que se quitan la vida.

Al analizar datos estatales de salud pública, obituarios y registros públicos, el centro encontró que al menos 18 alumnos de la universidad de Massachusetts Amherst se suicidaron entre 2007 y 2016, el mayor número de muertes por esa causa de cualquier universidad en dicho estado durante ese período.

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Por su parte, el Massachusetts Institute of Technology (MIT) y Harvard registraron el segundo número más alto de suicidios de la región en ese tiempo. Mientras que tres estudiantes de la Universidad de Boston se quitaron la vida en 2016 y otros tres del Instituto de Tecnología de Wentworth lo hicieron en 2015.

“Los estudiantes sufren de aislamiento y ansiedad, enfrentando presión académica, social y financiera”, advirtió la autora de la investigación, Jenifer McKim.

El reportaje de McKim cita el caso del estudiante asiático Luke Tang, quien se mató en el sótano de su dormitorio en el otoño de 2015. Era su primer año en la universidad Harvard.

La American College Health Association alertó en 2018 que el 41.4% de los estudiantes universitarios se sentía deprimido y el 11.3% consideraba seriamente quitarse la vida.

De hecho, para los jóvenes de entre 18 y 24 años el suicidio es la segunda causa más común de muerte en EEUU, según el Instituto Nacional de Salud Mental (NIH).

“Esta es una fase de la vida en la que los jóvenes se enfrentan a las expectativas de nuevas relaciones y situaciones de vida y otros encuentros que son estresantes”, indicó Cindy Liu, profesora asistente de pediatría de la Escuela de Medicina de Harvard y autora principal del estudio ‘Depresión y Ansiedad’, publicado en septiembre de 2018.

El reporte realizó entrevistas a más de 67,000 universitarios de más de 100 escuelas y encontró que si bien las minorías son especialmente vulnerables, todos los grupos eran susceptibles a estrés crónico, problemas de salud mental y el riesgo de suicidio o pensamientos suicidas.

De acuerdo a datos del Centro de Control y Prevención de Enfermedades las mujeres hispanas tienen casi dos veces más probabilidades de intentar quitarse la vida que cualquier otro grupo en el país. La situación motivó a legisladores del estado a pasar una ley para prevenir este flagelo entre la población hispana. Jessica Ramos, vocera de la propuesta, expresó que este “es un tema muy serio que desafortunadamente en las familias latinas se vuelve tabú”. La medida entrará en vigor cuando el gobernador Andrew Cuomo la firme.
Video Suicidio, segunda causa de muerte entre jóvenes latinas en Nueva York, según CDC

Estudiantes LGBTQ, los más vulnerables

Estos son algunos hallazgos del estudio de la Escuela de Medicina de Harvard.

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  • Uno de cada cuatro estudiantes informó haber sido diagnosticado o tratado por un trastorno de salud mental en el año anterior. El 20% de todos los estudiantes encuestados había pensado en el suicidio, el 9% informó haber intentado matarse y casi el 20% reportó que se autolesionó.
  • Más del 20% de los encuestados informó haber experimentado seis o más eventos estresantes en el último año, lo cual se asocia con problemas de salud mental, autolesiones y tendencias suicidas.
  • Alrededor del 66% de los estudiantes transgénero reveló que se autolesionaba y más del 33% reconoció que había tratado de matarse.
  • Más de la mitad de los estudiantes bisexuales confesaron que había tenido ideas suicidas y más del 25% contestó que había tratado de quitarse la vida.

La doctora Van Orman, de la Universidad del Sur de California, afirmó que han realizado charlas grupales y actividades religiosas con alumnos que conocen a compañeros que han muerto por suicidio o por otras causas.
Desde 2016, cada ciclo escolar ha finalizado con entre 4 y 12 fallecimientos. La escuela no dio cifras sobre cuántos alumnos se quitaron la vida, señalando que en ocasiones no logran confirmarlo o los deudos piden que no se revelen detalles de las muertes.

“Estamos tratando de tener la habilidad de proteger a los estudiantes, reconocer quiénes tienen problemas y ofrecerles ayuda”, dijo Van Orman.

“¿El estrés académico es la causa de eso? No lo sabemos. Lo que sabemos es que cuando los estudiantes tienen problemas de ese tipo podemos estar preparados para ayudarlos”, enfatizó.

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Si tienes pensamientos suicidas o conoces a alguien que los tiene, llama a la Línea Nacional de Prevención de Suicidios al 1-800-273-8255. El servicio es gratuito y está disponible todo el tiempo. Las llamadas son confidenciales. También puedes visitar la página: http://www.suicidepreventionlifeline.org

<b>Anita Estrada, enfermera</b>: “Creo que siempre he tenido pensamientos suicidas, incluso en la niñez. Nunca lo intenté de pequeña pero recuerdo pensar: bueno, espero acostarme a dormir y no despertar. Crecí en un hogar cristiano y el suicidio era un pecado, así que nunca se lo conté a nadie. Todo se hizo más obvio en mis veintes cuando me diagnosticaron depresión con ansiedad atípica, y después de mi primer intento lo cambiaron a desorden bipolar. Mi último intento fue en 2011 y fue muy feo. En esa época yo no quería estar medicada por el resto de mi vida, así que, contra la voluntad de mi médico, dejé de tomar las pastillas. Dejé de comer y de dormir y después intenté quitarme la vida. Estuve hospitalizada casi dos semanas. Pero con la terapia y la medicación todo mejoró. Lo que no quiero decirle a nadie que amo es que nunca lo haré de nuevo porque no lo sé. No puedo predecir el futuro, ni saber si los medicamentos dejarán de funcionar o si cambiarán mis circunstancias y ya no podré pagarlos”.
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<b>Abel Ibarra, estudiante de la Universidad de Texas</b>: “Soy el tipo de persona que siempre tenía una sonrisa. Pero estaba escondiendo todo. Llegué a un punto en el que empecé a tener pensamientos suicidas y luego decía: 'No, eso es loco. Yo nunca haría eso'. Pero no era yo mismo. Pasaba por puentes y pensaba: puedo saltar ahora mismo, y por alguna razón algo siempre me contenía. Hubo un tiempo en el que me paraba ahí y pensaba: '¿De verdad quiero hacer esto ahora?' Siempre tenía esa lucha interna: '¿Merezco estar en este mundo ahora? ¿Me extrañarán?' Fui a terapia y luego hasta llamé a líneas de ayuda telefónica porque a veces necesitaba que alguien me escuchara. Siempre es así, estás feliz y de pronto, en segundo, ya no lo estás. Cuando comencé a tener mayor control me dije: tengo que luchar contra esto y comencé a buscarle un propósito a mi vida, por eso cuento mi historia”.
<b>Chris Agudo, activista</b>: “Por algún motivo, de la nada, pensé: 'Déjame encender el teléfono de nuevo'… Lo encendí y vi muchas llamadas perdidas, mensajes de texto y mensajes de voz. Y los revisé y eran de mis papás, mi hermano, mis amigos. Eso me afectó. Me llegó al corazón y fue como si hubiera nacido de nuevo. Fue algo tremendo, lo peor que he llorado en mi vida”.
<b>Andy Grant, coach y conferencista</b>: “He sobrevivido varios intentos de suicidio. Vengo de un linaje de suicidio, depresión y alcoholismo. Dos generaciones antes de mí habían cometido suicidio y hubo un tiempo en mi vida en el que sentí que era mi destino y que tenía esos pensamientos porque se suponía que debía que actuar en ellos. Incluso los intentos fallidos eran motivo para sentirme mal conmigo mismo, ni siquiera podía hacer eso bien”.
<b>Alisa Orber, comediante</b>: “Llega un punto donde simplemente hay absoluta desesperanza. Simplemente no hay nada. Lo que ocurre cuando me deprimo es que tengo esa sensación de desapego, como si no estuviera dentro de mi cuerpo. Como si viera mi vida por televisión, como si yo no estuviera ahí y me desprendo también por completo de los demás. Recuerdo decirle a alguien que no estaba saliendo porque estaba deprimida y me respondían que era una excusa, luego le dije a otra persona y alegaron que era porque no hacía ejercicio. Nadie te está escuchando y la gente te juzga por eso. No tienes ningún lugar al que ir y tienes tanto dolor que llega un punto en el que es abrumador. Cuando se indigna o te dice egoísta se trata de alguien que jamás ha sufrido una depresión clínica. Creo que usamos la palabra depresión con demasiada ligereza”.
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<b>Cecelia Markow, estudiante y músico</b>: “En un Día de San Valentín mi novio en ese entonces me violó. Después la relación se deterioró y luego tuve problemas de memoria, lo que hizo que mis calificaciones en la universidad empeoraran. Justo antes del intento estaba tratando de no pensar en todas las cosas malas cuando todas explotaron. Horriblemente. Decidí que ya no quería manejarlo porque no podía. Los medicamentos no funcionaban. A quienes pueden estar atravesando una situación similar les digo que por más que cueste, salgan del agua. Recuerden a todos los que los aman y a quienes ustedes aman. Es asombroso porque a mí me cuesta tanto pensar de forma positiva, pero quiero que la gente sepa que no importa cuán dura sea una situación, siempre hay alguien allí que te ama y que te quiere aquí”.
<b>Megan Rotatori, estudiante de la Universidad de Vermont</b>: “Creo que hay un gran estereotipo de cómo se ve alguien que sufre de enfermedades mentales. Siento que la mayoría de mis amigos y familiares, incluso quienes conocen lo que me ha pasado, no me ven como alguien que sufre de enfermedades mentales. Pasé por muchos diagnósticos, no podían descifrar qué era lo que tenía. Creo que mi vida ha sido mucho más dura de la de otras personas. Me violaron a los 14 años y nunca lo dije a nadie. Lo reprimí en mi mente, ni siquiera pensé en eso. En ese momento la depresión empeoró. Ya en la secundaria comencé a auto-infligirme daño. Todo se fue de control. Estaba medicada contra la depresión pero creo que abusé de ella para intentar sentirme mejor. Nunca pensé que era adicta a las drogas, pero creo que fue eso. Llegó un punto en que sentí que no me quedaba nada y fue ahí cuando terminé en la sala de emergencia debido a una sobredosis de medicinas”.
<b>René Severin, herrero</b>: “Un tipo me golpeó y me decía: ‘Hey, despiértate’. Y luego escuché: ‘Está respirando’. Llamaron a una ambulancia y me desperté por completo en ella, con mucho, mucho dolor. Lo único que podía pensar era en mi mamá. Me preguntaron a quién llamar y dije que a ella, de inmediato. Yo no era cercano a mi familia, pero es familia. Siguen ahí para mí todavía. Mi tía, al verme, me dijo: ‘No puedo creer que hicieras eso, hemos debido apoyarte más’. Odio cuando la gente hace eso, intentar culparse ellos. No, no es tu culpa. Es mi culpa y soy el único culpable. No quiero que nadie cargue esa cruz”.
<b>Natasha Winn, estilista</b>: “De verdad sentía que no valía nada y que no merecía estar viva y que… no lo sé. Sólo pensaba que era una persona horrible y la única forma de no ser horrible era morir. Incluso si tu amigo o tu amiga dice: voy a matarme, deberías tomarla en serio y no decir: eso es algo que siempre dices”.
<b>Carlton Davis, escritor</b>: “No puedo creer que haya vivido tanto tiempo, para ser honesto. No pensé que llegaría a los 30 o 40. Es un milagro que esté aquí todavía. Una noche decidí que me iba a ir. Fui a un puente de una autopista cerca de cada y estaba decidido a saltar. Lo único que me contuvo fue que no quería matar otra persona. No podía hacerlo. Quería, pero no podía. Esperaba que viniera la policía y que tuviéramos un altercado y que así fuera como muriera, pero no ocurrió. Regresé a casa y me pusieron en un hospital mental donde me diagnosticaron con desorden bipolar. Siempre pensé que mis problemas en mi vida venían por traumas en la infancia donde fui abusado sexualmente, pero mi psiquiatra pensó que había un componente algo biológico. Me medicaron con psicotrópicos y todo se fue. Ya no tenía pensamientos suicidas, aunque cuando me deprimo todavía vuelvo a ese lugar en mi mente y debo obligarme a mí mismo a no hacerlo. Eso me preocupa hasta el día de hoy”.
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Anita Estrada, enfermera: “Creo que siempre he tenido pensamientos suicidas, incluso en la niñez. Nunca lo intenté de pequeña pero recuerdo pensar: bueno, espero acostarme a dormir y no despertar. Crecí en un hogar cristiano y el suicidio era un pecado, así que nunca se lo conté a nadie. Todo se hizo más obvio en mis veintes cuando me diagnosticaron depresión con ansiedad atípica, y después de mi primer intento lo cambiaron a desorden bipolar. Mi último intento fue en 2011 y fue muy feo. En esa época yo no quería estar medicada por el resto de mi vida, así que, contra la voluntad de mi médico, dejé de tomar las pastillas. Dejé de comer y de dormir y después intenté quitarme la vida. Estuve hospitalizada casi dos semanas. Pero con la terapia y la medicación todo mejoró. Lo que no quiero decirle a nadie que amo es que nunca lo haré de nuevo porque no lo sé. No puedo predecir el futuro, ni saber si los medicamentos dejarán de funcionar o si cambiarán mis circunstancias y ya no podré pagarlos”.
Imagen Cortesía Dese’Rae L. Stage
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