¿Existe un gen del suicidio? Un macro estudio muestra patrones genéticos entre los que lo intentan

¿Podría ser que las ideaciones suicidas estén en nuestro ADN? Un macro estudio genético, el mayor hasta la fecha, así parece indicarlo. La investigación abre la puerta a una mejor comprensión de los mecanismos biológicos que subyacen a las tendencias suicidas.

Por:
Univision
Tras narrar cómo sobrevivió al salto que hizo del Golden Gate con el que pretendía terminar su vida, Kevin Hines confiesa estar agradecido de tener una segunda oportunidad para ayudar a todos aquellos que lidian con su salud mental. Si tú o alguien que conoces tiene pensamientos suicidas, puedes encontrar ayuda inmediata en inglés y español en la Línea Nacional de Prevención del Suicidio, entrando a suicidepreventionlifeline.org o llamando al 1-800-273-8255.
Video "Un camino difícil": hombre relata cómo fue su recuperación a 20 años de saltar del Golden Gate y vivir de milagro

Si estás deprimido o tienes pensamientos suicidas busca ayuda. Contacta de inmediato a la National Suicide Prevention Lifeline por teléfono: 1-800-273-8255.

Los investigadores han identificado una región del genoma en el cromosoma 7 que contiene variaciones del ADN que aumentan el riesgo de que una persona intente suicidarse. Esta es la principal conclusión del mayor estudio genético sobre esta cuestión hasta la fecha.

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El estudio, liderado por un equipo de la Escuela de Medicina del Hospital Mount Sinai de Nueva York, tomó en cuenta más de 7,5 millones de variaciones comunes en la secuencia de ADN de más de medio millón de personas, de las cuales casi 30,000 habían intentado quitarse la vida en algún momento.

La investigación también descubrió un solapamiento en la base genética de los intentos de suicidio y la de los trastornos psiquiátricos relacionados, en particular la depresión mayor, y también con la de los factores de riesgo no psiquiátricos (entre otros el tabaquismo, las conductas de riesgo, los trastornos del sueño y una peor salud general).

Los resultados del estudio, publicados el 30 de noviembre en la revista Biological Psychiatry, sugieren que los fundamentos genéticos de los intentos de suicidio son parcialmente compartidos y parcialmente distintos de los de los trastornos psiquiátricos relacionados.


La asociación entre las variaciones genéticas del cromosoma 7 y el riesgo de intento de suicidio se replicó mediante un análisis independiente de más de 14,000 veteranos que habían hecho un intento de suicidio del Programa del Millón de Veteranos, un programa nacional de investigación para conocer cómo los genes, el estilo de vida y las exposiciones militares afectan a la salud y la enfermedad.

Las variaciones del ADN en esta región se habían relacionado anteriormente con el insomnio, el tabaquismo y las conductas de riesgo, y aunque es necesario realizar trabajos futuros para descubrir el mecanismo biológico subyacente, hallazgos como éste acercan a los investigadores a la comprensión de la neurobiología del suicidio.

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"Los resultados del estudio también señalan la importancia de estudiar las posibles vías causales directas entre estos factores de riesgo y el intento de suicidio en pacientes con y sin enfermedad psiquiátrica", dijo Douglas Ruderfer, doctor y profesor asociado de Medicina Genética, Psiquiatría e Informática Biomédica en el Centro Médico de la Universidad de Vanderbilt, cofundador y copresidente del consorcio, y autor principal del artículo.

Casi 800,000 muertes al año por suicidios

El suicidio es un problema de salud pública en todo el mundo, que provoca casi 800,000 muertes al año. Se calcula que los intentos de suicidio no mortales se producen más de 20 veces por cada muerte por suicidio y son una fuente importante de discapacidad, reducción de la calidad de vida y carga social y económica.

Los pensamientos y comportamientos suicidas pueden reducirse con el apoyo y el tratamiento de salud mental adecuados. Por lo tanto, es fundamental conocer las vías biológicas subyacentes que intervienen en los intentos de suicidio o en los pensamientos suicidas, lo que podría proporcionar posibles vías de tratamiento y estrategias de prevención.

En EEUU, la tasa de suicidios entre todos los estadounidenses disminuyó un 3% de 2019 a 2020, pero aumentó un 5% entre hispanos y afroaestadounidenses, según informaron hace unos días los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC).

Todas las comunidades en EEUU encararon el año pasado importantes retos para la salud mental vinculados al contagio y la mortalidad del covid-19, así como al aislamiento y demás restricciones de actividades para contener la pandemia.

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La tasa general de suicidios bajó de 13.9 por cada 100,000 personas en 2019 a 13.5/100,000 en 2020. En ese periodo la tasa de suicidios entre todos los hombres bajó de 22.4/100,000 a 21.9/100,000, y de 6/100,000 a 5.5/100,000 entre las mujeres.

En cambio, la tasa de suicidios entre los hombres hispanos subió de 11.6 por cada 100,000 en 2019 a 12.2/100,000 en 2020, mientras que entre las latinas bajó de 3/100,000 a 2.8/100,000.

Si estás deprimido o tienes pensamientos suicidas busca ayuda. Contacta de inmediato a la National Suicide Prevention Lifeline por teléfono: 1-800-273-8255.

<b>Anita Estrada, enfermera</b>: “Creo que siempre he tenido pensamientos suicidas, incluso en la niñez. Nunca lo intenté de pequeña pero recuerdo pensar: bueno, espero acostarme a dormir y no despertar. Crecí en un hogar cristiano y el suicidio era un pecado, así que nunca se lo conté a nadie. Todo se hizo más obvio en mis veintes cuando me diagnosticaron depresión con ansiedad atípica, y después de mi primer intento lo cambiaron a desorden bipolar. Mi último intento fue en 2011 y fue muy feo. En esa época yo no quería estar medicada por el resto de mi vida, así que, contra la voluntad de mi médico, dejé de tomar las pastillas. Dejé de comer y de dormir y después intenté quitarme la vida. Estuve hospitalizada casi dos semanas. Pero con la terapia y la medicación todo mejoró. Lo que no quiero decirle a nadie que amo es que nunca lo haré de nuevo porque no lo sé. No puedo predecir el futuro, ni saber si los medicamentos dejarán de funcionar o si cambiarán mis circunstancias y ya no podré pagarlos”.
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<b>Abel Ibarra, estudiante de la Universidad de Texas</b>: “Soy el tipo de persona que siempre tenía una sonrisa. Pero estaba escondiendo todo. Llegué a un punto en el que empecé a tener pensamientos suicidas y luego decía: 'No, eso es loco. Yo nunca haría eso'. Pero no era yo mismo. Pasaba por puentes y pensaba: puedo saltar ahora mismo, y por alguna razón algo siempre me contenía. Hubo un tiempo en el que me paraba ahí y pensaba: '¿De verdad quiero hacer esto ahora?' Siempre tenía esa lucha interna: '¿Merezco estar en este mundo ahora? ¿Me extrañarán?' Fui a terapia y luego hasta llamé a líneas de ayuda telefónica porque a veces necesitaba que alguien me escuchara. Siempre es así, estás feliz y de pronto, en segundo, ya no lo estás. Cuando comencé a tener mayor control me dije: tengo que luchar contra esto y comencé a buscarle un propósito a mi vida, por eso cuento mi historia”.
<b>Chris Agudo, activista</b>: “Por algún motivo, de la nada, pensé: 'Déjame encender el teléfono de nuevo'… Lo encendí y vi muchas llamadas perdidas, mensajes de texto y mensajes de voz. Y los revisé y eran de mis papás, mi hermano, mis amigos. Eso me afectó. Me llegó al corazón y fue como si hubiera nacido de nuevo. Fue algo tremendo, lo peor que he llorado en mi vida”.
<b>Andy Grant, coach y conferencista</b>: “He sobrevivido varios intentos de suicidio. Vengo de un linaje de suicidio, depresión y alcoholismo. Dos generaciones antes de mí habían cometido suicidio y hubo un tiempo en mi vida en el que sentí que era mi destino y que tenía esos pensamientos porque se suponía que debía que actuar en ellos. Incluso los intentos fallidos eran motivo para sentirme mal conmigo mismo, ni siquiera podía hacer eso bien”.
<b>Alisa Orber, comediante</b>: “Llega un punto donde simplemente hay absoluta desesperanza. Simplemente no hay nada. Lo que ocurre cuando me deprimo es que tengo esa sensación de desapego, como si no estuviera dentro de mi cuerpo. Como si viera mi vida por televisión, como si yo no estuviera ahí y me desprendo también por completo de los demás. Recuerdo decirle a alguien que no estaba saliendo porque estaba deprimida y me respondían que era una excusa, luego le dije a otra persona y alegaron que era porque no hacía ejercicio. Nadie te está escuchando y la gente te juzga por eso. No tienes ningún lugar al que ir y tienes tanto dolor que llega un punto en el que es abrumador. Cuando se indigna o te dice egoísta se trata de alguien que jamás ha sufrido una depresión clínica. Creo que usamos la palabra depresión con demasiada ligereza”.
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<b>Cecelia Markow, estudiante y músico</b>: “En un Día de San Valentín mi novio en ese entonces me violó. Después la relación se deterioró y luego tuve problemas de memoria, lo que hizo que mis calificaciones en la universidad empeoraran. Justo antes del intento estaba tratando de no pensar en todas las cosas malas cuando todas explotaron. Horriblemente. Decidí que ya no quería manejarlo porque no podía. Los medicamentos no funcionaban. A quienes pueden estar atravesando una situación similar les digo que por más que cueste, salgan del agua. Recuerden a todos los que los aman y a quienes ustedes aman. Es asombroso porque a mí me cuesta tanto pensar de forma positiva, pero quiero que la gente sepa que no importa cuán dura sea una situación, siempre hay alguien allí que te ama y que te quiere aquí”.
<b>Megan Rotatori, estudiante de la Universidad de Vermont</b>: “Creo que hay un gran estereotipo de cómo se ve alguien que sufre de enfermedades mentales. Siento que la mayoría de mis amigos y familiares, incluso quienes conocen lo que me ha pasado, no me ven como alguien que sufre de enfermedades mentales. Pasé por muchos diagnósticos, no podían descifrar qué era lo que tenía. Creo que mi vida ha sido mucho más dura de la de otras personas. Me violaron a los 14 años y nunca lo dije a nadie. Lo reprimí en mi mente, ni siquiera pensé en eso. En ese momento la depresión empeoró. Ya en la secundaria comencé a auto-infligirme daño. Todo se fue de control. Estaba medicada contra la depresión pero creo que abusé de ella para intentar sentirme mejor. Nunca pensé que era adicta a las drogas, pero creo que fue eso. Llegó un punto en que sentí que no me quedaba nada y fue ahí cuando terminé en la sala de emergencia debido a una sobredosis de medicinas”.
<b>René Severin, herrero</b>: “Un tipo me golpeó y me decía: ‘Hey, despiértate’. Y luego escuché: ‘Está respirando’. Llamaron a una ambulancia y me desperté por completo en ella, con mucho, mucho dolor. Lo único que podía pensar era en mi mamá. Me preguntaron a quién llamar y dije que a ella, de inmediato. Yo no era cercano a mi familia, pero es familia. Siguen ahí para mí todavía. Mi tía, al verme, me dijo: ‘No puedo creer que hicieras eso, hemos debido apoyarte más’. Odio cuando la gente hace eso, intentar culparse ellos. No, no es tu culpa. Es mi culpa y soy el único culpable. No quiero que nadie cargue esa cruz”.
<b>Natasha Winn, estilista</b>: “De verdad sentía que no valía nada y que no merecía estar viva y que… no lo sé. Sólo pensaba que era una persona horrible y la única forma de no ser horrible era morir. Incluso si tu amigo o tu amiga dice: voy a matarme, deberías tomarla en serio y no decir: eso es algo que siempre dices”.
<b>Carlton Davis, escritor</b>: “No puedo creer que haya vivido tanto tiempo, para ser honesto. No pensé que llegaría a los 30 o 40. Es un milagro que esté aquí todavía. Una noche decidí que me iba a ir. Fui a un puente de una autopista cerca de cada y estaba decidido a saltar. Lo único que me contuvo fue que no quería matar otra persona. No podía hacerlo. Quería, pero no podía. Esperaba que viniera la policía y que tuviéramos un altercado y que así fuera como muriera, pero no ocurrió. Regresé a casa y me pusieron en un hospital mental donde me diagnosticaron con desorden bipolar. Siempre pensé que mis problemas en mi vida venían por traumas en la infancia donde fui abusado sexualmente, pero mi psiquiatra pensó que había un componente algo biológico. Me medicaron con psicotrópicos y todo se fue. Ya no tenía pensamientos suicidas, aunque cuando me deprimo todavía vuelvo a ese lugar en mi mente y debo obligarme a mí mismo a no hacerlo. Eso me preocupa hasta el día de hoy”.
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Anita Estrada, enfermera: “Creo que siempre he tenido pensamientos suicidas, incluso en la niñez. Nunca lo intenté de pequeña pero recuerdo pensar: bueno, espero acostarme a dormir y no despertar. Crecí en un hogar cristiano y el suicidio era un pecado, así que nunca se lo conté a nadie. Todo se hizo más obvio en mis veintes cuando me diagnosticaron depresión con ansiedad atípica, y después de mi primer intento lo cambiaron a desorden bipolar. Mi último intento fue en 2011 y fue muy feo. En esa época yo no quería estar medicada por el resto de mi vida, así que, contra la voluntad de mi médico, dejé de tomar las pastillas. Dejé de comer y de dormir y después intenté quitarme la vida. Estuve hospitalizada casi dos semanas. Pero con la terapia y la medicación todo mejoró. Lo que no quiero decirle a nadie que amo es que nunca lo haré de nuevo porque no lo sé. No puedo predecir el futuro, ni saber si los medicamentos dejarán de funcionar o si cambiarán mis circunstancias y ya no podré pagarlos”.
Imagen Cortesía Dese’Rae L. Stage
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