Antonio Alatorre tenía un largo historial criminal, aunque jamás se metió en problemas con la ley. Había en su récord un caso por agresión usando una pistola, dos por violencia doméstica y, el más grave, por conspiración para distribuir drogas, que fue sometido en una corte federal. Este hispano lidió por 30 años con los delitos que cometía un usurpador en algún lugar de Estados Unidos.
Antonio 'bueno' y Antonio 'malo': el caso de robo de identidad que duró 30 años
Un indocumentado convicto por narcotráfico y otros delitos usó otro nombre desde la década de 1990, poniendo en jaque a la persona de quien usurpó la identidad. Por ese caso fue condenado a 51 meses de prisión y es posible que lo deporten a México.

Una vez incluso lo detuvieron oficiales aduanales cuando ingresaba al país por una garita fronteriza en Brownsville, Texas. Lo colocaron en una celda de detención “porque los agentes pensaron que era un traficante de drogas” y fue liberado hasta verificar su identidad, señalan documentos judiciales.
También tuvo problemas en sus declaraciones fiscales, para obtener un seguro médico, le arruinó el crédito, perdió tiempo laboral y en algún momento el Servicio de Recaudación de Impuestos (IRS) estuvo a punto de embargarle su salario. Lo único que sabía era que el causante de todo esto vivía en Montana y que de alguna manera obtuvo sus datos personales desde la década de 1990.
Nacido en Texas y ahora radicado en Kansas, Alatorre les dijo a las autoridades que “comenzó a perder la esperanza y creyó que iba a tener que vivir con esta situación por el resto de su vida”.
El falso Antonio Alatorre se llama Hugo Javier Quiroga y tiene 47 años. Nació en Matamoros, en el estado mexicano de Tamaulipas, en 1973. Hijo de una madre soltera, él cruzó a nado el Río Grande a la edad de 14 años y se quedó a vivir sin documentos.
De su puño y letra, Quiroga relató en una carta que envió a una jueza de Montana que tenía 17 años cuando un compañero de trabajo le vendió la información de un familiar llamado Antonio Alatorre.
“Me preguntó si estaba interesado en comprar la identidad de su primo, lo cual hice sin saber el problema en el que me metía, debido a que era joven, inocente e ignorante”, contó en la carta. “De alguna manera yo sabía era indebido, pero en ese momento no entendía cuánto problema me iba a causar en el futuro. En lo único en que pensaba era tener un buen trabajo para ayudar a mi familia”.
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Los delitos del falso Antonio
Lo que la carta de Quiroga pasó por alto es el impacto negativo que, por sus múltiples convicciones a lo largo de 25 años, le causó al verdadero Antonio Alatorre.
En 1995, Quiroga fue declarado culpable de agresión agravada por un incidente en que este “sacó una pistola semiautomática y amenazó con matar” a una mujer, a quien le advirtió que el arma estaba cargada. También “le dio un puñetazo en la boca, la pateó y la estranguló”. Esto ocurrió en el condado de Yellowstone, en Montana.
En 2008, este hombre fue condenado por agresión a su pareja o familiar en el Tribunal Municipal de Billings, en el mismo estado. Testigos dijeron a la policía que el acusado agarró a la víctima por el cabello, la tiró al suelo y la pateó en la cabeza, según los fiscales federales.
Ese mismo año volvió a la corte por violencia doméstica. En ese caso, un policía descubrió “que el acusado causó lesiones corporales a la víctima al golpearla”, señala la acusación.
Sus líos legales no pararon ahí: en marzo de 2009 la Fiscalía federal en el Distrito de Montana lo acusó de dos cargos de conspiración para poseer metanfetamina con la intención de distribuirla. Cayó en un operativo encubierto en el cual un menor le compró droga en su casa. “Otro testigo que cooperó también observó que el acusado proporcionó al menor cocaína y metanfetamina”, citan los fiscales.
En 2010, lo condenaron a 80 meses de prisión por ese delito. Se volvió a meter en problemas cuando violó su libertad supervisada en dos ocasiones.
En esa acusación en particular dijo llamarse Antonio Alatorre. Más tarde el sistema PACER, que brinda información sobre casos judiciales federales, corrigió que el verdadero imputado es Quiroga, tras descubrirse el robo de identidad.
Las denuncias por robo de identidad registraron un récord en 2020, con 1.4 millones de quejas, el doble que un año anterior y 16 veces más que en 2001, informa la Comisión Federal del Comercio (FTC).
Fue ese el delito que más observó la dependencia. Dentro de esa categoría, hubo 6,161 casos por emisión y falsificación de licencias de manejo, y 9,508 por obtener y fabricar ilegalmente otros documentos gubernamentales (tarjetas de seguro social, green cards, identificaciones). Eso significó un incremento del 23% y 42% respectivamente, comparado con las denuncias de 2019.
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Así se descubrió el engaño
El caso relacionado a la usurpación del nombre de Antonio Alatorre comenzó a investigarse en abril de 2018, cuando este descubrió que el culpable de sus dolores de cabeza vivía en Billings, Montana.
Desde su domicilio en Kansas City, Alatorre llamó a la policía de aquella localidad para denunciar el delito. A un agente le dijo que se había enterado de que una persona “bajo supervisión federal” había usado su nombre, fecha de nacimiento y número de seguro social.
En julio de ese año, un policía entrevistó al falso Alatorre y él negó todo. Dijo que había vendido su identidad al menos cuatro veces, por eso muchas personas se hacían pasar por él. Pero no le pudo mostrar un documento que confirmara su versión.
El caso fue transferido al FBI, que entrevistó a la primera esposa de Quiroga. Ella lo delató mostrando un acta de matrimonio expedida en 1996, en la cual su expareja usó su verdadero nombre. Ella señaló que Antonio Alatorre era su “nombre de trabajo” y que había ingresado ilegalmente al país.
La mujer también proporcionó una copia del acta de nacimiento mexicana del usurpador, que se verificó con la ayuda del Consulado de EEUU en Monterrey, Nuevo León.
Otra expareja de Quiroga tampoco lo encubrió. Relató que lo conocía con el nombre falso, pero en 2007 o 2008 él le confesó su engaño porque trataron de presentar una declaración de impuestos conjunta mientras estaban casados. No pudieron porque el verdadero Alatorre ya lo había hecho.
A esta mujer le contó que ingresó ilegalmente a EEUU cuando tenía 11 años y que fue su madre quien le consiguió los “papeles chuecos” para que viviera sin problemas en este país.
El FBI no dejó piedras sin levantar: entrevistó a los excompañeros de trabajo de Quiroga y un líder del sindicato en el cual fue miembro. Descubrió que en algunas solicitudes de trabajo él puso falsamente que era un ciudadano estadounidense.
En la carta que Quiroga le escribió a la jueza federal Susan Watters relató otra historia de su infancia y evitó describir los delitos por los que ha estado tras las rejas. Le imploró que le permitiera quedarse en EEUU con sus tres hijos, uno de los cuales tenía dos años. “Nunca he sabido lo que es tener un padre”.
Su abogada defensora Megan M. Moore matizó los errores de su cliente y lo atribuyó a su juventud, la falta de una figura paterna, la “pobreza extrema” en la cual creció, una supuesta agresión sexual que sufrió siendo niño y al temor de que lo expulsaran a México, un lugar que “se volvió más peligroso”.
Moore pidió reconsiderar la deportación de Quiroga, ya que “sería simplemente catastrófica, no tiene a dónde ir en México… Para alguien que ha residido en Estados Unidos durante treinta años y no tiene vínculos con México, esa perspectiva es aterradora”.
El afectado, por su parte, pidió un castigo ejemplar para que “nadie vuelva a ser víctima de él”.
Acatando la recomendación de los fiscales, este miércoles la jueza Watters sentenció a Quiroga a pasar 51 meses en una prisión, seguido de tres años de libertad supervisada. Su deportación sigue en pie.


