Dejar Venezuela sin los hijos: el trauma familiar de una migración forzada por la crisis

Desde 2015, hay padres que han decidido salir de Venezuela sin sus niños. Para 2020, eran más de 800,000 los menores que se quedaron con sus madres o sus abuelos. El éxodo seguirá al menos mientras la crisis económica siga su escalada. (Read this article in English)

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Por:
Patricia Clarembaux.
Paola Osorio, una niña venezolana de 7 años, cuyos padres emigraron en 2019. Ella quedó bajo el cuidado de sus abuelos, que vivían en un barrio del oeste de Caracas.
Paola Osorio, una niña venezolana de 7 años, cuyos padres emigraron en 2019. Ella quedó bajo el cuidado de sus abuelos, que vivían en un barrio del oeste de Caracas.
Imagen Federico Parra/AFP vía Getty Images

Hace exactamente dos años Oswaldo salió de su casa en Caracas, Venezuela, sin abrazar a sus dos niños, que dormían. No quería despertarlos y dejarlos con el mal sabor de esa despedida. Esa madrugada le dio un beso a su esposa y comenzó en solitario la migración hacia Estados Unidos.

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"Estoy desesperado", dice Oswaldo, que logró pedir asilo y vive en Dallas, Texas, en un apartamento compartido con dos venezolanos que también dejaron atrás a sus familias. "Mi hijo menor, de 5 años, siempre me dice que quiere que vaya con él a jugar béisbol. La última vez que lo vi, cuando me fui, él tenía 3 años".

Un informe de Cecodap, una organización venezolana sin fines de lucro que trabaja en la defensa de los derechos de niños y adolescentes, viene estudiando el fenómeno de la "niñez dejada atrás" desde hace al menos cinco años. Creen que ha empeorado en los últimos tres. Para 2020, estiman que 15.4% de los migrantes de ese país sudamericano se separaron de sus hijos para poder irse. Eso representa una población aproximada de entre 793,451 y 839,059 niños y adolescentes que quedaron sin el cuidado de uno o de ambos padres debido a la migración forzada. Y aunque la crisis económica es el actual motor de la diáspora, la separación de padres e hijos está ocurriendo en hogares pobres pero también en los de clase media. Todos han sido golpeados.

En el caso de esta familia, con la partida del padre los niños quedaron al cuidado de la madre. Para 2020, 50% de los menores que fueron dejados en Venezuela también permanecieron con las mamás. Los siguientes cuidadores, según el reporte de Cecodap, fueron los abuelos (en 41.7%). En muy pocos casos fueron personas que no eran del entorno familiar.

Cuando Oswaldo se fue, la pareja pensó que desde Estados Unidos él podía juntar un dinero para sacarlos a todos de Venezuela. El plan A era reunificarse en México. Oswaldo trabajó en un autolavado, ahorró y planificaron el viaje, pero cuando la esposa y los hijos llegaron al aeropuerto de Cancún, las autoridades migratorias los regresaron después de varias horas de arresto. Tocó empezar de cero y activar el plan B, que no podía ser Estados Unidos porque ella no tenía visa de turista.

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Oswaldo ahorró otra vez y unos meses después el destino final de la esposa y los hijos fue Argentina, donde ella tiene un hermano. La familia sigue separada. Desde entonces, las llamadas de WhatsApp se hacen considerando las tres horas de diferencia entre ambos para que al padre no solo le dé tiempo de conversar sino también de hacer trucos de magia, ver películas y ayudar a su hijo mayor a armar legos.

"El menor siempre me dice: 'Papi, estoy cansado de verte por aquí'" — cuenta el padre. "Tranquilo, que cuando vaya jugamos juntos" — le responde Oswaldo. "Sí, claro, en 100 años" — replica el hijo, y con eso deja al papá sin respuesta. "Cuando me dijo eso, me pegó muchísimo. Uno dice: 'Diosito, por favor, no me cambies los planes'".

"No teníamos ni granos"

Para Oswaldo, la decisión de dejar a su familia atrás no fue fácil. Él y su esposa habían intentado casi todo para quedarse juntos, pero la crisis económica en Venezuela los arrastró a la quiebra. Años atrás habían tenido una posición económica que les permitía comer, dormir en un apartamento alquilado y comprarse un carro y una moto. Pero a partir de 2015 comenzó un declive sin freno, recuerda, cuando la escasez de productos básicos arreció y los precios de los alimentos escalaron sin parar hasta hacerse impagables.

El país se vaciaba y Oswaldo, que era corredor de seguros, se iba quedando sin clientes. Para pagar las cuentas, tuvieron que vender casi todo lo que tenían y aún así no les alcanzaba.

"Un martes no tenía dinero ni para comprar comida. Nunca había vivido eso. En la casa no teníamos ni granos", recuerda Oswaldo. Ese día fue a un banco a pedir un avance de efectivo, pero se lo negaron porque sus tarjetas estaban al límite: "Lloré de la frustración y le pedí a Dios".

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En plena crisis, la familia tuvo que salirse de su apartamento. Tampoco podían pagar la renta. Se mudaron con la suegra. Y cuando nació su hijo menor, tuvieron que pagar la clínica con dinero prestado porque ni siquiera habían podido seguir pagando las cuotas del seguro médico.

A pocos días de la Navidad, las calles de las principales ciudades de Venezuela lucen con cientos de tiendas cerradas y numerosos grupos de personas haciendo largas filas para poder obtener alimentos con el poco dinero que logran conseguir. Quienes por la hiperinflación y la crisis del coronavirus perdieron sus trabajos, en la mayoría de casos, han tenido que ir a vivir en las calles y a la espera de donaciones que hagan organizaciones comunitarias. Más noticias aquí.
Video “El pueblo está muriendo de hambre”: la crisis económica en Venezuela obliga a miles a vivir en la indigencia

El detonante final para que la familia tomara la decisión de separarse fue un robo a mano armada que incluso presenciaron los niños. "Mi esposa estaba en crisis, mis chamos estaban en crisis", recuerda. Un amigo le prestó 9,000 dólares para poder justificar su entrada a Estados Unidos como un turista que iba de compras. "Al entrar, rompí el cheque. Yo solo traía 150 dólares en efectivo (...) Llegué a Estados Unidos a la casa de mi hermano y empecé a trabajar", recuerda.

Univision Noticias conversó con otros tres padres que salieron de Venezuela sin sus hijos. En dos de los casos, la migración fue un escape obligado tras la represión política que habían sufrido. Ellos habían logrado reencontrarse con sus familias en Perú, pero aseguran que fueron amenazados en esos países por seguidores del chavismo que los hallaron y, de nuevo, tuvieron que huir solos. Ahora están en la frontera entre México y Estados Unidos esperando que la pandemia sea controlada, se reabran las cortes y puedan continuar con sus casos de asilo. Fueron puestos bajo los Protocolos de Protección de Migrantes durante el gobierno de Donald Trump.

El sufrimiento de la separación

Abel Saraiba, coordinador del servicio de atención psicológica de Cecodap y quien lideró el informe sobre la niñez dejada atrás, asegura que la migración forzada de los venezolanos ha dejado "un gran sufrimiento" que se mueve en cadena por toda la familia. "El papá está triste porque deja al niño, el niño porque pierde a sus papás y el abuelo porque son sus hijos los que se han ido. Es un trauma familiar completo".

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En sus estimaciones, menos del 3% de los niños recibe algún tipo de apoyo psicosocial para mitigar el daño, que será mayor o menor según el proceso que siga la familia hasta la partida de los padres: "No es lo mismo cuando una familia se planifica para emigrar y hay proceso de digestión (...) Cuando no se considera la opinión del niño se produce más malestar y sufrimiento".

La consecuencia, dice Saraiba, son niños de llanto fácil, irritables, con bajo rendimiento escolar, más desobedientes y confrontativos, decaídos, con retroceso en comportamientos que habían superado, como el de hacerse pipí en la cama.

Además ocurre que apenas 10% de los padres han dejado a los niños protegidos jurídicamente. Casi 60% se marcha sin hacer los trámites de custodia, lo que imposibilita a los abuelos para, por ejemplo, inscribir a sus nietos en la escuela, llevarlos al médico o sacarles un pasaporte.

Saraiba estima que mientras persista la crisis económica en Venezuela, la migración va a seguir siendo una constante. Cecodap proyecta que para este año 1,200,000 personas más se irán, a pesar de las restricciones fronterizas por la pandemia de coronavirus.

A Oswaldo le quedan ocho meses de renta en el apartamento en el que se encuentra. En ese tiempo ha logrado ahorrar dinero trabajando como electricista, un oficio que nunca había hecho en su país.

Esos ocho meses son el plazo que dará al gobierno de Joe Biden para tomar decisiones sobre los venezolanos en Estados Unidos. La migración sin su familia ha significado mucho dolor, llanto y soledad: "Me hace falta mi pilar", se lamenta. Y esa carencia no le ha permitido echar raíces en Estados Unidos, montar una empresa propia o activar su código para vender seguros en Dallas: "Este inmigrante este año estará en otro lado porque mi familia está primero".

Cada día, unos 25,000 venezolanos cruzan la frontera entre Cúcuta y San Antonio para comprar comida, juntar algún dinero en el trabajo informal o buscar servicios médicos, según datos de las autoridades migratorias colombianas. El 90% de ellos regresa a su país.
El gobierno de Colombia que calcula que el número de venezolanos que permanecen actualmente en Colombia sin documentos es tres veces mayor a la cifra de migrantes venezolanos que tienen un estatus legal: unos 150,000 entraron al país como turistas y se quedaron más de los tres meses permitidos, mientras que 47,000 venezolanos poseen visas o residencia para quedarse en el país.
El paso fronterizo más transitado entre los dos países es el puente internacional Simón Bolívar, que une a las ciudades de San Antonio del Tachira, estado Táchira, con la ciudad de Cúcuta, en el departamento del Norte de Santander.
Para agilizar el paso diario de miles de personas, las autoridades colombianas anunciaron la implementación de una Tarjeta de Movilidad Fronteriza (TMF), para que aquellos que viven en la zona limítrofe puedan ingresar y circular sin dificultad.
"Desde un comienzo concebimos este documento como un medio para facilitar la movilidad en frontera sin descuidar la seguridad", señaló el director de Migración Colombia, Christian Krüger, citado en un comunicado de su despacho.
La tarjeta comenzará a ser entregada el 1 de agosto a quienes hayan completado un registro previo, por un cosro de 15,000 pesos colombianos, que equivalen a unos cinco dólares. Hasta ahora, 560,000 venezolanos ya la han solicitado.
La afluencia de venezolanos hacia Colombia ha aumentado en 5% durante esta semana previa a la realización de las elecciones convocadas por el presidente Nicolás Maduro para este domingo 30 de julio, con la finalidad de elegir a los miembros de la asamblea que reescribirá una Constitución a su medida. 
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En la imagen, tomada este 25 de julio de 2017, se ve a decenas de venezolanos cargados con maletas, descansando en una plazoleta de Cúcuta.
Según las autoridades colombianas, no se trata de un éxodo, sino que la mayoría de estas personas regresan a su país, llevando los bienes o el dinero que necesitan.
En la imagen se ve a decenas de los que regresaron a San Antonio del Táchira este martes 25.
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Cada día, unos 25,000 venezolanos cruzan la frontera entre Cúcuta y San Antonio para comprar comida, juntar algún dinero en el trabajo informal o buscar servicios médicos, según datos de las autoridades migratorias colombianas. El 90% de ellos regresa a su país.
Imagen LUIS ACOSTA/Getty Images'
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