¿Existe un "punto de quiebre" en la frontera? Así responden expertos y activistas en temas migratorios

La nueva alerta fue lanzada por Kevin McAleenan, comisionado de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza desde el sector de El Paso, Texas, uno de los puntos más calientes de la frontera en los últimos meses.

Jorge Cancino
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Jorge Cancino.
Este sector ha registrado el mayor aumento de casos de familias ingresando ilegalmente por la frontera en Arizona. Recorrimos el desierto para corroborar cómo los migrantes logran cruzar a EEUU y los peligros a los que se enfrentan. Este reportaje es parte de la cobertura especial de Univision Noticias en la frontera sur.
Video Yuma en Arizona, la zona fronteriza por la que cada vez más migrantes intentan llegar a EEUU

La crisis migratoria en la frontera sur volvió a escalar esta semana cuando la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) aseguró que "está enfrentando una crisis humanitaria y de seguridad fronteriza sin precedentes a todo lo largo de la frontera sur", lo que genera preocupación tanto en México como en Estados Unidos.

La nueva alerta fue lanzada por Kevin McAleenan, comisionado de la CBP, desde el sector de El Paso, Texas, uno de los puntos más calientes de la frontera en los últimos meses. “Hace dos semanas hice un resumen a los medios y testifiqué en el Congreso que el sistema migratorio estaba en un punto de quiebre”, dijo el funcionario.

La versión oficial

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McAleenan aseguró que la CBP actualmente tiene más de 12,000 migrantes bajo custodia en sus dependencias y proyecta que a finales de marzo alcanzarán las 100,000 detenciones, el número más alto alcanzado en un mes en una década.

Entre las recomendaciones sugeridas por el comisionado para atajar la crisis, se incluye que el Congreso “actúe y que se restituya la integridad de nuestro sistema migratorio", y para ello pide “asistencia y recursos adicionales para atender este flujo" de personas que está llegando, principalmente de Centroamérica.

Según datos del CBP, la mayoría de los detenidos corresponden a menores no acompañados y unidades familiares originarios del denominado Triángulo del Norte (El Salvador, Guatemala y Honduras). Para el gobierno de Donald Trump, se trata de "extranjeros ilegales", pero para abogados y organizaciones humanitarias son personas que huyen de sus países debido a la pobreza y la violencia, y que cuando llegan a la frontera se entregan y piden asilo, una vía legal disponible.

¿Cifra histórica?

“Con frecuencia, Trump clama que la situación en la frontera con México es una crisis que sólo se resolverá con la construcción de un muro fronterizo”, dice Rebeca Sánchez-Roig una abogada de inmigración que ejerce en Miami, Florida, y que durante 15 años fungió como fiscal de inmigración del Departamento de Justicia. “Sin embargo, los cruces de inmigrantes indocumentados en la frontera han disminuido durante casi dos décadas. En 2017, los arrestos de inmigrantes fronterizos estaban al punto más bajo desde el 1971. Es más, el número de inmigrantes indocumentados que cruzan la frontera sin ser detectados ha bajado aún más rápidamente que aquellos detenidos cruzando la frontera”, agrega.

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Sánchez-Roig precisa que “lo que sí ha aumentado es el número de familias pidiendo asilo en la frontera por temor en sus países. Y estas personas están haciendo lo que el gobierno les ha aconsejado que hagan durante años, que se entreguen y soliciten asilo”.

¿Hay una crisis?

Sí hay una crisis, pero humanitaria “que requiere una respuesta humanitaria”, dice Clara Long, investigadora principal de Human Rights Watch. “Si escuchamos al gobierno de Trump, podemos creer que hay una crisis sin precedentes y sin soluciones en la frontera. Pero la realidad, los hechos y los datos, muestran lo contrario”, añade.

“En lugar de quejarse sobre el problema, los funcionarios del gobierno deberían dar un paso atrás y darse cuenta de que su enfoque tiene todo mal. Estados Unidos se enfrenta a un problema humanitario que requiere y ha requerido por mucho tiempo una respuesta humanitaria, no una estrategia militar de mano dura”, precisa Long.

La investigadora precisa además que las soluciones que ha planteado el gobierno para enfrentar la crisis, entre ellas la construcción de un muro, además de constituir un desperdicio se trata de una manera poco “inteligente y efectiva” que aleja una solución humanitaria al problema.

Un cruce de El Paso, Texas, este 28 de marzo.
Un cruce de El Paso, Texas, este 28 de marzo.
Imagen Christ Chavez/Getty Images

¿Por qué lo hacen?

“Creo que Trump utiliza la misma receta que le funcionó en la elección de 2016”, dice Soraya Vásquez, vocera del Comité Estratégico de Ayuda Humanitaria de Tijuana, México, organización que desde octubre del año pasado atiende a miles de migrantes centroamericanos y mexicanos que buscan asilo en Estados Unidos. “Cuando se acerca una elección, se vuelve más agresivo porque eso le ha funcionado”, agrega.

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Vásquez subraya que “en la frontera hay una crisis humanitaria, no de violencia, sino de derechos humanos” y que las organizaciones de ayuda están recibiendo a las familias “que buscan una mejor vida” y que la mayoría “han sido amenazados en sus lugares de origen, no tienen una vida en paz, la situación para ellos es insostenible y se trata de personas honestas y trabajadoras. No son criminales”.

“Desgraciadamente los están criminalizando. El fenómeno de la migración es resultado de políticas económicas fallidas que generaron desigualdades, y el responsable principal es Estados Unidos. Son ellos los que deberían hacerse cargo de los problemas que generaron esta crisis humanitaria”, protesta.

Política “basada en el odio”

“La postura del gobierno de Trump en este punto no tiene sentido, es contradictoria, vergonzosa y violatoria de derechos fundamentales como el derecho a la vida y a la dignidad humana”, dice Karla Salas, abogada del Instituto de Derechos Humanos de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas en San Salvador, El Salvador.

Agrega que el discurso que está utilizando el gobierno de Estados Unidos en la frontera está dirigido a “crear espacios que motivan posturas basadas en el odio y la intolerancia que sólo traen consigo violencia y rechazo”, y que en todas las medidas hasta ahora adoptadas por Trump “no se observa en ninguna de ellas el lado humanitario” que proteja las causas verdaderas de las personas que llegan a la frontera buscando asilo.

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“Estamos hablando de personas que dejan su país con dolor, sintiendo su corazón chiquito al dejar a sus familiares atrás a causa de haber sido extorsionadas, abusadas sexualmente, amenazadas o, en el peor de los casos, haber dado sepultura a un ser querido por no aceptar la orden de un pandillero, un cártel u otro grupo de delincuencia organizado. Son muchas las causas por las cuales se ven forzados a huir para salvar sus vidas”, apunta.

El muro invisible

Para Matt Adams, director del departamento legal del Proyecto para los Derechos de los Inmigrantes del Noroeste, en Seattle, Washington, la política migratoria de Trump en la frontera y la declaración de la emergencia nacional, se trata de una estrategia “ridícula para justificar su agenta, no solo del muro, sino para seguir haciendo hincapié en su agenda antinmigrante y con ello reforzar sus esfuerzos para hacer de la inmigración un blanco primario en su campaña de reelección”.

“Hay una historia de oleadas de migrantes que suben y bajan. Pero el nivel donde estamos ahora no es algo sin precedentes, como tratan de hacernos ver. De hecho, están deteniendo menos personas ahora que hace 20 años. Pero sí están aumentando los que vienen principalmente de Centroamérica a causa de la crisis que surge especialmente en Honduras, Guatemala y El Salvador debido a la violencia en esos países que sus gobiernos no pueden controlar. Por eso la gente está huyendo”.

“El obstáculo principal es que ahora el gobierno de Trump, junto con el gobierno de México, están impidiendo que las personas lleguen y pidan asilo. Y cuando llegan, los devuelven a México, una situación que es bien difícil y peligrosa, porque no saben cuánto esperarán al otro lado. Bajo la ley esto es ilegal. Ellos tienen derecho a presentar una petición de asilo, pero el gobierno hace todo lo posible por evitar que los migrantes tengan esa oportunidad. Es un muro invisible”, advierte.

Estrategia para disuadir

Tras analizar las recientes declaraciones del comisionado del CBP sobre la situación en la frontera, Sánchez-Roig concluye al presidente y su gobierno “no les interesa mejorar el sistema legal de inmigración. Lo que les interesa es detener y arrestar a los inmigrantes como un elemento disuasorio para las personas pobres y de piel morena (brown skin people) de emigrar a Estados Unidos”.

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“Si los inmigrantes indocumentados fueran rubios y de ojos azules, no estaría haciendo énfasis en esta situación”, agrega. “El presidente cree que la encarcelación disuadirá a las personas que huyen de la persecución buscando asilo. Pero esa es una premisa falsa por muchas razones”, previene.

Y añade: “La postura del gobierno es intencional. En realidad, el gobierno de Trump no ha fallado en su aparente falta de preparación para los inmigrantes fronterizos. La verdadera política es arrestar, detener, enjuiciar y deportar. Esta funciona, hasta cierto punto”.

Futuro incierto

Los abogados también advierten que el futuro para los inmigrantes que llegan en busca de protección a la frontera no mejorará sustancialmente si el gobierno cambia de estrategia. “La mayoría de las personas que solicitan asilo no se les será concedido porqu,e simplemente, no califican por ese beneficio. Para calificar los solicitantes deben haber sufrido persecución a manos de un grupo que el gobierno no puede o no está dispuesto a controlar. Y los solicitantes también deben demostrar que están siendo atacados debido a su raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un grupo político u opinión política. Este es un estándar muy difícil de para cumplir”, recuerda Sánchez-Roig.

“Preparar estos casos toma una cantidad sustancial de evidencia y testimonio de expertos. Y la mayoría de los solicitantes no tiene fondos para armar adecuadamente un caso. Y aunque hay muchas organizaciones benéficas y abogados que lo hacen pro-bono, todavía se enfrentan los problemas financieros que limitan la preparación del expediente”.

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Sánchez-Roig previene que mientras sigue la guerra de palabras en la frontera, en Centroamérica el crimen y la pobreza seguirán empujando a las personas huir hacia Estados Unidos. “La crisis humanitaria no va a detenerse”, apunta. Es un problema que está más allá de la política fronteriza del gobierno de Trump.

“Pura retórica”

Pero, ¿hemos llegado al llamado ‘punto de quiere’ en la frontera? “Ese siempre ha sido el argumento de Trump, que hay que cerrar la frontera, sellarla y culpar a los migrantes de los problemas del país, de la criminalidad. No es nada nuevo, es pura retórica”, dice Lilia Velásquez, profesora adjunta de la facultad de leyes de la Universidad de California, en San Diego.

“Hay estudios confiables que evidencian que no es cierto que exista un aumento de criminalidad por parte de extranjeros en Estados Unidos. Miente, asusta a la gente y el problema es que ya nos acostumbramos a que mienta”, agrega.

Velásquez dice que “es verdad que ha aumentado de manera dramática el numero de personas que piden asilo. La violencia que existe en el Triángulo del Norte no es nada nuevo, sabemos las causas. La gente por eso huye, están dispuestos a perder su vida por llegar a Estados Unidos para seguir viviendo. Y van a seguir viniendo porque no cambia la situación en estos países”.

“El problema mayor”, agrega, “es que con esta política y este discurso se está dañando el debido proceso migratorio”

“No están siguiendo los reglamentos, el mismo reglamento no se aplica para procesar los casos. El simple hecho que ahora las personas se quedan en México esperando el veredicto de asilo político, este punto es una violación del debido proceso”, indica.

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A la pregunta respecto al futuro de los migrantes que piden asilo y son regresados a México a esperar, Velásquez dijo que “son personas cansadas, agotadas por el viaje, han esperado mucho para ser atendidos y les agregan una nueva carga, indefinida que no debería estar sucediendo. Pero sucede y lo estamos viendo todos los días”.

Ni en las redes sociales ni en ningún lado

El miércoles, la secretaria de Gobernación de México, Olga Sánchez Cordero, dijo que su país se preparaba para hacer a lo que denomino una Caravana Madre que se estaba formando en Honduras, movimiento que integrarían más de 20,000 personas que viajarían al norte en busca de asilo en Estados Unidos. La funcionaria no aportó mayores detalles, tampoco dijo si los integrantes de esta nueva marcha eran todos hondureños.

Univision Noticias preguntó a Irineo Mujica, director de Pueblo Sin Fronteras, organización que has asistido en el recorrido de otras caravanas por territorio mexicano en dirección al norte, si tenía antecedentes sobre este movimiento.

“La caravana de 20,000 ni en redes sociales ni en ningún lado existe”, dijo el activista. “Creemos que están plantando la idea para justificar cambios en las leyes de inmigración. Están creando condiciones para justificar el discurso antiinmigrante. Necesitan una crisis y la están inventando”, agregó.

Tres meses y medio después de ser separada de su padre en la frontera sur de Estados Unidos tras ingresar ilegalmente al país, Adayanci Pérez Chávez, de 6 años, llegó a Ciudad de Guatemala el 30 de agosto. En la capital la esperaban sus padres, su hermano Dimaria Leonel, de 3 años, y algunas tías y primos.
Las autoridades entregaron a Adayanci a sus padres tras un vuelo desde Michigan, donde la niña estaba bajo custodia de Bethany Christian Services, una agencia contratada por la Oficina de Reubicación de Refugiados estadounidense que la asignó a dos familias de acogida. Según su padre, Hugo Leonel Pérez Mazariegos, lo primero que la niña le dijo al verle fue: "¿Por qué me dejaste?".
Adayanci es abrazada por su tío Edgar Chavez. Tras un viaje de más de seis horas entre la capital y Santa Ana, la localidad natal de la familia Pérez Chávez en el departamento de San Marcos, a la niña le esperaba una cena familiar para celebrar su regreso. Entre lágrimas de emoción por el reencuentro y abrazos a la pequeña, el abuelo encendió fuegos artificiales.
A la mañana siguiente de su llegada, a Adayanci le esperaba la que debía ser una jornada de celebración: sus profesoras y compañeras le habían preparado una fiesta de bienvenida en el colegio. Su madre, Alma Lucerito Chávez, baña a la niña antes de llevarla a la escuela.
Al llegar a su colegio y ver a sus antiguos compañeros esperándola, Adayanci se escondió detrás de su madre y no quería entrar a la escuela. Una de sus profesoras, Corina, la cargó para meterla en la clase. La niña no quería hablar con sus los otros estudiantes y, aunque había compartido las aulas con ellos hacía unos meses, decía que no los conocía.
Dentro de la escuela, la niña se quedó con la mirada perdida y sin hablar, mientras el resto de niños y profesoras trataban de animarla y expresarle palabras de aliento. "Ya no es la niña que dejé de ver hace cinco meses", lamentaba su maestra Claudia al recordar que antes era mucho más activa.
Adayanci es una de las más de 2,500 menores que fueron separados de sus padres en la frontera como parte de la 'política de tolerancia cero' de Donald Trump. La reunificación de la niña con su familia se aceleró después de que una psicóloga le diagnosticara con "estrés postraumático agudo" como consecuencia de la separación.
Alma Lucerito Chávez sostiene en brazos a su hija que se ha quedado dormida en medio de su fiesta de bienvenida en el colegio. "Yo siento mucho coraje porque cómo es posible que le hicieron esto", lamenta. "Lo que yo estoy viviendo con mi hija a los demás no les gustaría eso de sus hijos porque los niños ya no vienen igual. Vienen espantados".
En Michigan, Adayanci vivió con dos familias de acogida. A Guatemala llegó con una maleta y una mochila llena de ropa y juguetes que le regalaron, además fotos de su estancia en Estados Unidos, como esta en la que la pequeña aparece con sus padres de acogida que fue colocada junto al altar de la familia.
Además de no reconocer a algunos compañeros y miembros de su familia y de tener la mirada perdida en ocasiones, Adayanci llora más de lo habitual y se muestra más rebelde de antes de su partida. Sus padres aseguran que se despierta por la noche, a menudo en medio de pesadillas, y, aunque ha vuelto a la escuela, a veces sale antes de la hora. Los especialistas que vieron a la niña en Michigan atribuyen esos comportamientos al trauma de la separación. De no ser tratada adecuadamente, los psicólogos advierten que podría tener secuelas para toda la vida.
Adayanci posa con su abuelo delante de su casa en Santa Ana. Por sus bajos recursos de la familia y por vivir en un lugar alejado de la capital, a los Pérez Chávez les resulta casi imposible tener acceso a un tratamiento psicológico y terapia.
Por el momento, Alma y Hugo, los padres, solo cuentan con la ayuda de su familia y profesoras para que, con cariño y paciencia, Adayanci vuelva a ser la de antes. Ellos tratan de hacerla sentir cómoda preparándole la comida que más le gusta como los tamales.
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Tres meses y medio después de ser separada de su padre en la frontera sur de Estados Unidos tras ingresar ilegalmente al país, Adayanci Pérez Chávez, de 6 años, llegó a Ciudad de Guatemala el 30 de agosto. En la capital la esperaban sus padres, su hermano Dimaria Leonel, de 3 años, y algunas tías y primos.
Imagen Cindy Karp
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