La política migratoria, una huella de terror que deja a su paso el gobierno de Trump en la frontera con México

Univision Noticias publica y regala un nuevo libro digital que recopila artículos, documentos y testimonios de puño y letra de niños que llegaron solos o fueron separados de sus familiares en la frontera que evidencian cómo el gobierno fabricó una crisis cuyo objetivo fue desalentar a miles de migrantes que venían en busca de asilo. Descarga ahora tu ejemplar aquí.

Jorge Cancino
Por:
Jorge Cancino.
A mediados de 2018, el gobierno admitió que entre el 5 de mayo y el 20 de junio de ese año había separado a 2,654 menores. Pero de acuerdo con informes posteriores emitidos por el Inspector General del Departamento de Seguir Nacional (IG-DHS), las separaciones comenzaron antes y el número de separaciones es mucho mayor que la cifra entregada a la justicia. Se habla de varios miles, un dato que ni siquiera el gobierno puede certificar.
Video El drama de las separaciones familiares de Trump contado a través de las cartas de los niños

El 20 de enero el gobierno de Donald Trump cumple tres años en la Casa Blanca. En estos 36 meses (1095 días) ha remecido el sistema de ley establecido en finanzas, intercambio de negocios, medio ambiente, educación y hasta energía. Pero nada se compara al impacto que ha provocado en el ámbito de inmigración. Y no sorprende que una de sus principales huellas de cambio radical la esté dejando en la frontera con México.

El enfoque de su política populista ha convertido el camino que recorren cada año decenas de miles de migrantes en un escenario plagado de sufrimiento, desesperanza y sueños truncados de miles de personas que aguardan, en zonas consideradas entre las más peligrosas del mundo, decisiones de vida o muerte sobre sus pedidos de asilo.

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A mediados de 2018, el gobierno admitió las separaciones de niños de sus padres en la frontera que se llevaron a cabo entre el 5 de mayo y el 20 de junio de ese año afectando a 2,654 menores. Pero de acuerdo con informes posteriores emitidos por el Inspector General del Departamento de Seguir Nacional (IG-DHS), las separaciones comenzaron antes y el número de separaciones es mucho mayor que la cifra entregada a la justicia. Se habla de varios miles, un dato que ni siquiera el gobierno puede certificar.

Una auditoría del IG-DHS de noviembre del año pasado señala que, en base a las averiguaciones llevadas a cabo, las separaciones forzadas de familias en la frontera comenzaron inmediatamente después del 11 de abril de 2017, menos de tres meses después de la llegada de Trump a la Oficina Oval.

Las ‘voces de las hieleras’

En mayo de 2019, un año después de la fecha oficial de la separación forzada de familias migrantes reconocida por la Casa Blanca, a la redacción de Univision Noticias llegó un primer grupo de cartas escritas de puño y letra por menores no acompañados y niños que venían acompañados por familiares, se entregaron a las autoridades, pidieron asilo (un recurso legal disponible autorizado por el Congreso) y que, finalmente, fueron separados.

Los testimonios, inéditos hasta ese momento, mostraban una verdad desgarradora: desde recién nacidos hasta adolescentes eran tratados con crueldad, siendo que se trataba de víctimas que huían de la pobreza, miseria y violencia en sus países de origen, situación que los llevó a escapar para salvar sus vidas.

Hasta entonces era imposible -y lo sigue siendo- hablar con ellos cara a cara, preguntarles cómo están, por qué vinieron y qué esperan. Tanto la Oficina de Inmigración y Protección Fronteriza (CBP) como el Departamento de Salud y Recursos Humanos (HHS) no permiten el acceso a las instalaciones donde se encuentran. El proceso migratorio bajo el que han sido puestos no es transparente, ni tampoco hay chances de supervisiones independientes.

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Los testimonios escritos por los menores son impactantes:


  • “Había niños de 6 a 8 años llorando y pidiendo por sus papás, porque tenían frío o les hablaban muy fuerte…;
  • “No se podía bañar ni lavarse los dientes, no se podía hacer nada, todo era horrible…”;
  • “Lo amenazaban que iría preso si no dice la verdad, y que hasta 3 y 5 años de cárcel le darían…”;
  • “Mi sueño es estudiar para ayudar a mis semejantes a que puedan lograr su sueño…”;
  • “Había una niña de 17 años con una bebé recién nacida. Ella no podía caminar, solo estaba en silla de ruedas y nadie la ayudaba en nada…”;
  • “Me trataron de ‘esclavo’ diciendo cosas muy feas…”;
  • “Quise venir aquí́ en Estados Unidos porque mi mamá no tiene con qué mantenernos…”

‘Terror en la frontera’

En total se reunieron unas cuarenta cartas en tres entregas, entre mayo y junio del año pasado. Las proporcionó una fuente que habló con ellos mientras les explicaba sus derechos en el marco del Acuerdo Judicial Flores de 1997 que, entre otras medidas, exige al gobierno tratarlos con cuidado, brindarles seguridad, protegerlos, ofrecerles asistencia legal para que defiendan sus casos de asilo y, principalmente, prohíbe que sean privados de libertad.

“Al contrario”, dijo la fuente que pidió mantener su nombre en el anonimato. “El gobierno no estaba cumpliendo con lo que dice el Acuerdo. Sólo nos permitían decirles que tenían derechos. Verlos así, llorando y preguntando por sus padres, y no saber lo que sucedería con ellos, me partió el alma. Había un nivel de desesperanza que nunca había visto”.

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La totalidad de la historia de la política de separaciones forzadas no se puede contar en un solo artículo, ni en dos o tres. Fue apareciendo de a poco, por pedazos, como un rompecabezas que resultó ser enorme, como del tamaño del alma de miles de niños que huyen de sus patrias en busca de asilo en Estados Unidos. Se trata de un sufrimiento tan grande, que no existe el suficiente espacio para mostrarlo en su totalidad.

Por ese motivo, Univision Noticias recopiló documentos, artículos, entrevistas y decisiones judiciales y armó este libro, ‘Terror en la frontera’, que cuenta y describe una parte de esta tragedia vivido por pequeños migrantes que solo buscan consuelo y una oportunidad para soñar, estudiar y crecer.

Estas páginas explican cómo se fue construyendo esta historia que marca no solo el destino de los afectados, sino de la nación. Usted solo tiene que hacer clic aquí y descargar el documento en su computadora o dispositivo móvil. ‘Terror en la Frontera’, una historia que merece ser contada.

El último informe

El 25 de noviembre de 2019, el IG-DHS entregó una nueva auditoría para explicar lo sucedido durante el tiempo en que el gobierno puso en práctica la política de separaciones en la frontera. Entre las conclusiones, destaca que el programa no fue realizado entre el 5 de mayo y el 20 de junio de 2018, sino que probablemente desde la emisión del memorándum de Sessions del 11 de abril de 2017.

El reporte destaca una larga lista de errores cometidos, que van desde la ausencia de un sistema seguro para reunificar a las familias tras concluido el proceso criminal del padre, falta de instrucción a los agentes que llevaron a cabo las separaciones y quienes se encargarían luego de las reunificaciones, ausencia de un sistema de intercomunicación entre las agencias que participaron tanto en las separaciones como en las reunificaciones, errores en las clasificaciones de los miembros de las familias separadas y el hecho que no les entregaron información adecuada a los padres para que se reunificaran con sus hijos.

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“No tenían una forma consistente de identificar en sus sistemas de datos a los niños separados de sus padres en la frontera”, se lee en el documento.

La auditoría, sin embargo, no menciona por qué el gobierno no conoce el número total de niños separados, y tampoco menciona los daños causados a los menores directamente afectados por esta política. Solo conocemos los traumas de algunos, una treintena que se atrevieron a contarnos sus historias en unas cartas que Univision Noticias publicó entre el 2 de junio y el 2 de julio del 2019.

Tratados “como animales”

Todo esto lo hicieron “para quitarle la humanidad a estas personas, tratarlos como animales”, dice Margarita Mustelier, una doctora en psicología y psicoanálisis que ejerce en Miami, Florida, y ha tratado a decenas de migrantes detenidos en cárceles del gobierno.

“Esto es abuso. Lo sabemos por las historias que cuentan, por los traumas causados”, añade.

La psicóloga advierte que los migrantes son “personas que ya tienen múltiples traumas. Eso es parte del motivo por el cual vienen. Han pasado por situaciones tan extremas (asesinatos de sus padres, violaciones…) que cuando tienen un chance de escaparse, lo hacen”.

Y cuando por fin llegan tras recorrer miles de millas en busca de asilo, se enfrentan a otro trauma todavía peor. “Demorará décadas poder estudiar lo profundo que es el daño que se le ha hecho a estos niños. Estamos hablando de algo extremo”, advierte y menciona como ejemplo los abusos cometidos por los nazis durante la II Guerra Mundial.

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Mustelier también dice que no hay palabras para describir el daño que ha hecho la política de separaciones en la frontera. “La huella digital que eso plasma en la psicología, en el alma del niño, en su desarrollo dependiendo en qué etapa están, afecta de maneras diferentes. El sentido de seguridad, el sentido de quién es, de su habilidad, de poder sentir que hay esperanza en la vida, de poder superar y mejorar. Hay tantas cosas que son afectadas y que de verdad son duras”.

A la pregunta sobre el impacto que causa la política de separaciones, Mustelier reflexiona un instante y luego responde: “Le está haciendo daño al pueblo americano y, aún más, al inmigrante que viene buscando oportunidad buscando asilo, buscando protección, que son los motivos por los cuales todos estamos aquí”.

Baje aquí gratis el libro ‘Terror en la frontera’, de Univision.

<b>Silvia Gómez, de 25 años, sentada junto a su hija de 9 años</b> en el autobús en el que harán el primer trayecto hasta Tapachula. Se marcha porque su familia en Guatemala se lo pidió. Le dijeron que esperar hasta el 15 de enero de 2020 por su primera corte era un tiempo excesivo para andar con una niña en un albergue. Sus planes no están claros aún: cree que dejará a su hija en Guatemala y regresará a México cuando se aproxime su fecha de entrada a Estados Unidos para presentarse ante el juez de inmigración.
Un grupo de migrantes bajo el programa de 'Retorno a México' 
<b><a href="https://www.univision.com/noticias/inmigracion/en-buses-o-en-vuelos-pagados-por-trump-la-angustia-lleva-a-los-centroamericanos-que-esperan-en-mexico-a-devolverse-a-sus-paises">espera para subirse al autobús que les llevará de regreso a su país</a></b>, Guatemala. Un número creciente de centroamericanos están regresando a sus lugares de origen exhaustos por las largas esperas en México como consecuencia de este plan implementado por la administración Trump desde enero. Para sus primeras cortes, 
<b>los últimos que retornaron a Tijuana contaron que tienen que quedarse en México entre seis y nueve meses más.</b>
Una migrante muestra los documentos de la política Protocolo de Protección de Migrantes recibidos de manos de las autoridades estadounidenses antes de ser devuelta a Tijuana. Más de 20,000 migrantes ya forman parte de este programa, por el cual tienen que 
<b>esperar el resto de su proceso migratorio en ciudades fronterizas en las que corren riesgos de seguridad,</b> como Tijuana, Ciudad Juárez, Nuevo Laredo y Matamoros. 
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Personal de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) brinda información a una migrante sobre el programa de Retorno Voluntario Asistido en el albergue Ágape en Tijuana, México. 
<b>La OIM está proporcionando billetes de avión pagados con fondos del gobierno de Estados Unidos </b>a los migrantes que quieran regresarse a Honduras, El Salvador y Guatemala. Un funcionario de la OIM explicó a Univision Noticias que, aunque son muchos los que sí se regresan, al menos 50% de los que se anotan en las listas pueden cambiar de opinión en el lapso de una semana.
Iván Vargas, coordinador de la línea de autobuses privada Transporte Turístico Ejecutivo, revisa la lista de pasajeros de una unidad que tiene como destino Tapachula, Chiapas. La imagen fue tomada a las afueras del albergue Ágape en Tijuana, México.
Diana Cruz, de 16 años, dice adiós a sus amigos del albergue Ágape antes de subirse al autobús que llevará a su familia de Tijuana a Tapachula. Esta familia decidió emprender el viaje de regreso a su país de origen, Guatemala, después de ver que el proceso de petición de asilo estaba muy demorado y les obligaba a esperar en México. La hermana pequeña, Atziry, de 7 años, empezó a decirle a la mamá que echaba de menos a su abuela y quería regresarse y 
<b>la madre tomó la decisión de volver para no someter a sus niñas a más sufrimiento.</b>
La frontera entre México y Estados Unidos en El Chaparral, el cruce fronterizo en Tijuana. Decenas de inmigrantes llegan a este punto cada mañana para esperar su turno para entrar y ser entrevistados por la Patrulla Fronteriza. La espera promedio para que llamen un número ahora está en al menos cuatro meses. La mayoría de los migrantes son retornados a México con una fecha para su primera corte con un juez de inmigración. Pero, al final, el caso puede tomarles hasta un año, entre otras cosas, porque sin un abogado el juez los devuelve a México —o a los centros de detención si tienen la suerte de ser admitidos en Estados Unidos— hasta que vuelvan con alguien que los represente.
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Una adolescente guatemalteca que prefirió no ser identificada sale del albergue Embajadores de Jesús, antes de subirse a un autobús cuyo destino es Tapachula. Se regresa porque teme que en su corte el juez de inmigración la devuelva a la hielera de la Patrulla Fronteriza y tenga que vivir de nuevo el frío que caracteriza a estos lugares, la mala alimentaci´on y los maltratos de funcionarios que les reiteran que no son bienvenidos en Estados Unidos, según denuncia.
El pastor Gustavo Banda, encargado del albergue Embajadores de Jesús, en el patio trasero de su casa donde organizan cada día donaciones que reciben para los migrantes. "Les están dando una esperanza muy pequeña para que se queden", dice Banda. "Los quieren desanimar porque su cita es hasta enero del año próximo", agrega. Él cree además que la falta de permisos de trabajo y la poca asistencia que les da el gobierno mexicano para regularizarse es lo que los desalienta a esperar hasta su primera fecha de corte.
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Francisco, de 34 años, quiere regresar a su país por su hijo Andy Javier, de 9 años. “Está sufriendo, mejor le regreso para Guatemala”, explica minutos antes de que parta el autobús del albergue Ágape en Tijuana.
Dos hermanos guatemaltecos de 6 años y 8 años juegan antes de subirse al autobús que les llevará de Tijuana a Tapachula rumbo a Guatemala.
<b>Ileidy Díaz, de Guatemala, es la madre de esos niños.</b> Ella explica que su plan era que su esposo en Estados Unidos los pidiera, entre otras cosas porque ella y su hijo están enfermos: ella quería recibir tratamiento para su vitiligo y esperaba que su hijo pudiera ser tratado por una enfermedad en sus ojos. Por ahora, nada de eso ocurrirá. Díaz asegura que ya no quiere que sus hijos sufran más mientras esperan hasta el 14 de enero, cuando le tocará su fecha de corte. Cuenta que en la hielera les maltrataron, que a ella los funcionarios de la Patrulla Fronteriza la obligaron a la fuerza a firmar su regreso a México mientras sus hijos lloraban. "El miedo que eso me generó me hace devolverme a mi país", dice.
José Mario Sarmiento, de Honduras, en un autobús que viaja de Tijuana a Tapachula rumbo a Guatemala. “La vi muy difícil,” dice José Mario sobre la razón por la que ha decidido regresarse a su país. Llegó a Tijuana hace mes y medio. Quería cruzar ilegalmente ya que tiene una deportación previa, pero le dio mucho miedo la situación en la frontera y la posibilidad de ser arrestado y tener que pasar mucho tiempo en la cárcel.
Bolsas de basura cargadas de pertenencias de migrantes que se regresan a sus países de origen en un autobús privado con trayecto Tijuana-Tapachula.
<b>José María García, conocido como 'Chema', </b>encargado del albergue para migrantes Juventud 2000, parado frente a la casa ubicada en la zona norte de Tijuana, México, una de las áreas más inseguras de la ciudad. Según él, una parte de los centroamericanos que llegan al recinto deciden cruzar de forma ilegal a Estados Unidos "ya que ven que las posibilidades son cada vez más cerradas para poderse quedar o recibir el asilo", cuenta. Lo hacen, explica "porque cada vez ven más lejano (el fin de sus procesos) o cada vez ven menos las posibilidades de quedarse en los Estados Unidos". En sus estimaciones, 30% de los que llegan a su albergue se marchan o a su país o a la frontera para cruzar sin ser vistos.
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Silvia Gómez, de 25 años, sentada junto a su hija de 9 años en el autobús en el que harán el primer trayecto hasta Tapachula. Se marcha porque su familia en Guatemala se lo pidió. Le dijeron que esperar hasta el 15 de enero de 2020 por su primera corte era un tiempo excesivo para andar con una niña en un albergue. Sus planes no están claros aún: cree que dejará a su hija en Guatemala y regresará a México cuando se aproxime su fecha de entrada a Estados Unidos para presentarse ante el juez de inmigración.
Imagen Almudena Toral/Univision
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