WASHINGTON, DC - Fue dolorosamente irónico que el mismo viernes, Día Internacional de la Recordación del Holocausto, el presidente Donald Trump firmara la cruel orden ejecutiva que suspende por 120 días el ingreso de refugiados de todos los países; prohíbe por 90 días el ingreso de refugiados y de personas con visados procedentes de siete países predominantemente musulmanes; suspende indefinidamente la admisión de refugiados sirios, y reduce casi a la mitad la cifra de refugiados que puedan ingresar a Estados Unidos anualmente, de 110,000 a 50,000.
Trump oficializa el prejuicio y se topa con resistencia
“Cerrar las puertas a quienes buscan refugio en una nación que se precia de su tradición inmigrante y de sus valores cristianos y morales, tiene consecuencias fatales”.

El caos de Trump generó demandas legales y protestas a través del país de quienes buscan evitar que sus excesos anticonstitucionales y antiestadounidenses prevalezcan, e incluso llevó a algunas figuras republicanas del Congreso a admitir que el decreto no fue debidamente escrutado y pobremente implementado.
El viernes en Twitter circuló una cuenta con fotos de 250 de los 900 pasajeros judíos abordo del St. Louis que en 1939 trataban de buscar refugio en Estados Unidos huyendo del régimen nazi de Adolfo Hitler. Estados Unidos les negó el ingreso y al menos 250 de ellos murieron en campos de concentración.
La cuenta mostró fotos de las víctimas y de su lastimosa suerte, recordando que cerrar las puertas a quienes buscan refugio en una nación que se precia de su tradición inmigrante y de sus valores cristianos y morales, tiene consecuencias fatales.
El sábado decenas de personas, incluyendo refugiados, inmigrantes, estudiantes, profesionales e incluso residentes permanentes, fueron detenidos en aeropuertos domésticos o se les impidió abordar vuelos en aeropuertos internacionales gracias al cruel decreto de Trump. Jueces federales intervinieron para evitar la deportación de quienes ya arribaron a los aeropuertos estadounidenses, pero la orden es temporal.
Del mismo modo que ha hecho a nivel interno, donde ser inmigrante en Estados Unidos equivale a ser un “delincuente”, para Trump los refugiados, inmigrantes y hasta residentes permanentes musulmanes tienen que ser necesariamente “terroristas”.
Y la orden tiene visos anticonstitucionales, pues curiosamente admite refugiados de países predominantemente musulmanes si son cristianos.
En Siria, sin embargo, diversos reportes concluyen que han muerto más musulmanes que cristianos a manos del Estado Islámico. Las ocupaciones y matanzas del Estado Islámico sumado a los excesos del régimen de Bashar al-Assad han desplazado a unos 11 millones de sirios durante los últimos seis años. Al menos cinco millones de ellos están registrados como refugiados.
La prohibición de 90 días aplica a refugiados y personas con visados provenientes de Irak, Irán, Libia, Somalia, Sudán, Siria y Yemén.
Curiosamente no afecta a países musulmanes considerados aliados o donde el presidente Trump tiene o ha intentado tener vínculos empresariales, han reportado algunos medios.
Arabia Saudí no está incluido, a pesar de que 15 de los 19 terroristas implicados en los atentados del 11 de septiembre de 2001 eran saudíes. El resto eran de Egipto, los Emiratos Árabes Unidos y Líbano, pero esas naciones no están incluidas como tampoco lo está Pakistán, donde fue encontrado y eliminado el autor intelectual del 9/11, Osama bin Laden, por fuerzas especiales estadounidenses.
Abed A. Ayoub, director legal y de política pública del Comité Antidiscriminatorio Árabe-Estadounidense, lo resumió perfectamente al describir cómo las promesas de Donald Trump se están concretando ante nuestros propios ojos: “Lo que estamos atestiguando es la retórica de odio tornada en política pública destructiva... Esta prohibición a musulmanes no tiene nada que ver con seguridad nacional pero sí con islamofobia y xenofobia”.
Y el abogado de inmigración, David Leopold, declaró que como hijo de un sobreviviente del Holocausto nunca pensó ver el día en que Estados Unidos le diera la espalda a quienes buscan refugio y a otros inmigrantes por su nacionalidad o religión.
Si quedaban dudas, Trump, el nuevo alguacil del pueblo, está haciendo realidad sus más peligrosas promesas de campaña y con ello oficializando el prejuicio.
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