Por qué el racismo y la violencia policial son un problema de salud pública

El racismo sistémico mata a gran escala en el país. Y no siempre de forma tan evidente como a George Floyd. A la pandemia se le suma otra crisis igual de letal y también difícil de atacar.

María Isabel Capiello
Por:
María Isabel Capiello.
Una mujer sostiene un cartel durante el evento "Justicia por George Floyd", en Houston (Texas). En medio de la pandemia otra crisis de salud pública se hace notar: el racismo.
Una mujer sostiene un cartel durante el evento "Justicia por George Floyd", en Houston (Texas). En medio de la pandemia otra crisis de salud pública se hace notar: el racismo.
Imagen MARK FELIX/AFP via Getty Images

Desde antes de nacer, el racismo estructural impacta en la vida de los afroestadounidenses como George Floyd, cuya muerte a manos de la brutalidad policial ha sacudido a un país ya estremecido por la pandemia.

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Las negras tienen cuatro veces más posibilidades de morir por complicaciones durante o después del parto que las blancas. La cantidad de bebés negros que fallecen durante el primer año de vida duplica a la de los blancos.

Los negros tienen más altos índices de hipertensión, diabetes y otras enfermedades crónicas que otros grupos raciales. Su expectativa de vida es 3.5 años menor a la de los blancos. Y a la larga lista de indicadores se le suma el más reciente: son más propensos a morir del covid-19.

El racismo estructural mata a gran escala en el país. La violencia policial de la que fue víctima Floyd es apena una de sus formas. Se trata de un grave y urgente problema de salud pública, enfatizan los expertos desde entes como la Asociación Médica Estadounidense, la Academia Estadounidense de Pediatría y el Colegio de Médicos de EEUU.

"Tan importante como el coronavirus"

“La brutalidad policial y el racismo sistémico son problemas de salud pública tan importantes como el SARS CoV-2”, tuiteó Michael Pretrus-Jones pediatra del Baylor College of Medicine. Un mensaje constante entre la comunidad médica que, aunque teme por la propagación del contagio del virus por las protestas, reconoce la necesidad de que se actúe para detener a ese otro enemigo, acaso menos aparente, pero igual de letal para la sociedad.


“Independientemente de la modalidad de racismo que evaluemos, este tiene un efecto negativo en la salud de la gente de color. Impacta su habilidad de acceder a la salud, de navegar el sistema de salud, de recibir tratamientos apropiados y de llevar vidas saludables fuera del sistema de salud”, dice a Univision Noticias Mieses Malchuk, médico de familia en Durham, North Carolina.

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Maimuna Majumder, epidemiólogo de Harvard, lo explica de esta forma a Vox: “1 de cada 1,000 hombres y niños negros muere en manos de la policía en este país… Cualquier cosa que cause mortalidad a esa escala es un problema de salud pública”.

“El mismo avasallante racismo estructural que potencia la brutalidad policial contra los negros estadounidenses es también responsable por la mayor mortalidad de negros por el covid-19”, agrega.

“El racismo estructural ha sido una crisis de salud pública por mucho más tiempo que la pandemia”, comenta a The Atlantic Maimuna Majumder, epidemiólogo de Harvard.

En su criterio, los mismos factores que exponen a las comunidades minoritarias a un mayor riesgo durante la pandemia (marginalización, desventaja económica, racismo estructural) también las han expuesto a la violencia policial.

“El simple hecho de ser una persona de color en una América blanca se relaciona con peores pronósticos de salud. La pandemia del covid-19 refleja cómo el racismo es un problema de salud pública”, cuenta a Univision Noticias explica a Univision Noticias, Lisa A. Cooper, directora del Centro por la Equidad en la Salud de la Universidad de Johns Hopkins. Cita como ejemplo el caso la ciudad de Nueva York, donde El Bronx -un vecindario de muchas minorías- tiene las más altas hospitalizaciones y muertes; mientras que Manhattan, área predominantemente blanca, tiene los menores aun cuando está mucho más densamente poblada.

“Este patrón se repite en todo el país donde los negros y otras minorías están enfermando y muriendo por el covid mucho más que los blancos”, subraya.

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Un impacto palpable

En una carta, cientos de infectólogos y profesionales médicos califican la supremacía blanca como “un letal problema de salud pública” y manifiestan su apoyo a las protestas actuales por considerarlas “vitales para la salud pública y específicamente para la salud amenazada de la gente negra”.

“El racismo es un impulsor de la inequidad de la salud”, afirman los directores de la Asociación Médica Estadounidense en un comunicado. “El trauma de la violencia en la vida de una persona está asociado con estrés crónico, altos índices de comorbilidades y menor expectativa de vida”, agregan.

Tres son los mecanismos principales que vinculan el racismo con las inequidades sociales y la salud: el racismo cultural, el institucional y el individual, explica Cooper, del Centro por la Equidad en la Salud de la Universidad de Johns Hopkins.

El primero introduce en el sistema de creencias, imágenes y patrones sociales la idea de la inferioridad de los negros y personas de color, lo que conduce a estereotipos y prejuicios negativos. “Estas creencias negativas socavan el apoyo a políticas que apoyen la equidad, infringen respuestas psicológicas entre las personas marginalizadas y facilitan comportamientos sesgados que restringen el acceso a oportunidades”.

El racismo institucional incluye políticas y estructuras que permiten que el grupo dominante distribuya de forma diferente oportunidades deseables y recursos a grupos raciales considerados como inferiores. La segregación residencial, por ejemplo, tiene efectos negativos sobre la salud de esas personas al colocarlas en vecindarios que carecen de inversión social, lo que lleva a un peor acceso a atención médica, comida saludable, buena educación, trabajos bien pagados y ambientes seguros.

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Y, aclara Cooper, estos dos se entrelazan con el racismo individual -el estrés psicológico que sufre la persona al estar consciente de actitudes raciales en su contra-. “Investigadores han demostrado que una persona que es blanco de expresiones raciales en su ambiente social -sean sutiles o evidentes- son más propensas a experimentar un desarrollo más temprano de condiciones crónicas como obesidad, hipertensión, enfermedades coronarias, diabetes y asma”, dice.

Sin curas milagrosas

Es un ciclo difícil de romper. Con el tiempo, muchos negros, a la vez, han perdido confianza en el sistema de salud en el que, con demasiada frecuencia, sus peticiones o preguntas son desestimadas por los doctores. Hay investigaciones que revelan que algunos médicos tienen percepciones negativas en cuanto a la tolerancia al dolor y el comportamiento de los pacientes de color.

Los negros reciben menos prescripciones para el dolor que sus pares blancos y son menos remitidos a especialistas para procedimientos cardiovasculares, indica un artículo de NBC. “El sistema lleva a diferentes resultados y todos somos responsables de eso. La gente debe entender esto por lo que es: un bias sistémico que debemos arrancar de raíz”, dice a ese canal Ashish Jha, director del Instituto de Salud Global de Harvard.

No hay una cura milagrosa. El ‘remedio’ pasa por un abordaje integral y profundo del problema.

“Primero todos debemos reconocer el racismo en todas sus formas. Estamos y hemos estado en la posición de implementar cambios que atenúen los efectos del racismo sobre la salud. Esto requiere gente de todos los sectores e industrias y de todos los bagajes que trabajen juntas para cambiar políticas, instituciones y ambientes que permiten que el racismo florezca”, dice la doctora Mieses Malchuk.

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“Un reto fundamental para mejorar la salud de los negros y otros grupos minoritarios es superar las manifestaciones culturales, institucionales e interpersonales de actitudes racistas que contribuyen, por no decir causan, enfermedad crónica, pobreza y desigualdad de oportunidades”, insiste Cooper.

En su criterio, para mitigar los efectos del racismo durante la pandemia, en el corto plazo hay medidas que se pueden tomar, pero “a largo plazo el país debe comprometerse a una respuesta integral”.

Junto a su colega David Williams, con quien publicó un paper sobre el tema, Moore sugiere tres estrategias integrales para atender el problema.

Primero brindar oportunidades a comunidades para minimizar los efectos adversos del racismo institucional (recursos de educación temprana, implementar medidas para reducir la pobreza infantil y asegurar condiciones saludables de vivienda y ambiente). Segundo, que el sistema de salud haga un nuevo énfasis en asegurar atención médica de calidad para todos, fortaleciendo la salud preventiva, atendiendo las necesidades sociales de los pacientes y diversificando el personal médico para reflejar la composición demográfica de la población de los pacientes. Por último, recomiendan “nuevas investigaciones para identificar estrategias que construyan y resuelvan las inequidades en la salud”.

Sin embargo, De Blasio sí tomó la determinación de extender por una semana el toque de queda en la Gran Manzana para tratar de minimizar los riesgos de las manifestaciones en protesta por la muerte de George Floyd. Hasta el momento, más de 8,000 policías locales están haciendo rondas por la ciudad y ya se han reportado numerosos arrestos.
Video A pesar de que continúan los disturbios y saqueos, alcalde de Nueva York se niega a hacer uso de la Guardia Nacional
Después de una noche tumultuosa el viernes, multitudes de diversidad racial salieron nuevamente a las calles el sábado para participar en manifestaciones principalmente pacíficas en docenas de ciudades de costa a costa.
Como el día anterior, muchas comenzaron de forma pacífica y en algunas ciudades se tornaron violentas. Tal es el caso de 
<b><a href="https://www.univision.com/local/los-angeles-kmex/incendios-y-saqueos-de-negocios-durante-las-protestas-de-este-sabado-en-los-angeles-video">Los Ángeles, en donde se impuso un toque de queda</a></b> que muchos manifestantes no respetaron y se produjeron incendios y saqueos.
En esa ciudad, el alcalde Eric Garcetti pidió al gobernador de California 
<b>el apoyo de 700 miembros de la Guardia Nacional </b>para controlar los saqueos, actos de vandalismo e incendios provocados en negocios y patrullas.
Los manifestantes coreaban “Black Lives Matter”, algunos a escasas pulgadas de distancia de los escudos faciales de los agentes, que comenzaron a disparar balas de goma contra las personas.
Pocos rincones de Estados Unidos se quedaron al margen de las protestas por la muerte de George Floyd y contra la brutalidad policial. Un grupo de manifiestantes encendió un fuego dentro del ayuntamiento de Reno, la policía empleó gas lacrimógeno contra gente que lanzaba piedras en Fargo, Dakota del Norte, y en la comisaría central de Richmond, Virginia, se rompieron ventanas del edificio.
En Indianápolis, Indiana, la policía investiga el origen de un tiroteo durante las protestas que causó la muerte de una persona y dejó heridas al menos a otras dos.
En Washington, la Guardia Nacional se desplegó ante la Casa Blanca, donde una multitud coreaba lemas y desafiaba a los agentes de seguridad. Equipados con ropas de camuflaje y escudos, los guardias formaron una apretada línea a unos pocos metros de la gente, impidiendo que avanzaran.
Fuegos artificiales explotaron entre las líneas policiales, arrojados por los manifestantes, que se concentraban cerca de la Casa Blanca, por segunda noche consecutiva.
En Filadelfia, al menos 13 agentes resultaron heridos cuando las protestas pacíficas se volvieron violentas y al menos cuatro vehículos policiales fueron incendiados. Otros incendios se registraron en diversas partes del centro de la ciudad.
En Salt Lake City, los manifestantes desafiaron un toque de queda y el gobernador de Utah desplegó a la Guardia Nacional. Lo que comenzó como una manifestación pacífica dio paso a escenas más destructivas, en las que algunas personas volcaron un auto policial y le prendieron fuego. Después se incendió un segundo auto.
En esa ciudad de Utah la policía informó de seis detenidos y un agente herido tras recibir un golpe en la cabeza con un bate de béisbol.
En Nueva York, peligrosas confrontaciones se sucedieron repetidamente cuando los agentes hacían arrestos y despejaban calles. En un video difundido en redes sociales se ve a dos patrullas policiales que avanzaban entre manifestantes que empujaban una barrera hacia una de ellas y le arrojaban objetos. Poco después los dos vehículos aceleran, llevándose a varias personas por delante.
En Minneapolis, la ciudad donde comenzaron las protestas, policías, patrulleros estatales y miembros de la Guardia Nacional actuaron poco después de que comenzara el toque de queda de las 8:00 pm para dispersar las protestas, empleando gas lacrimógeno y balas de goma para despejar las calles ante una comisaría y otros lugares.
Trump pareció celebrar la estrategia firme el sábado por la noche, elogiando el despliegue de la Guardia Nacional en Minneapolis, afirmando “¡Nada de juegos!” y diciendo que a la policía de la Ciudad de Nueva York “¡se le debe permitir hacer su trabajo!”.
Se impusieron toques de queda en más de una veintena de ciudades del país, como Atlanta, Denver, Los Ángeles, Seattle, Miami, Chicago, Filadelfia o Minneapolis.
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Después de una noche tumultuosa el viernes, multitudes de diversidad racial salieron nuevamente a las calles el sábado para participar en manifestaciones principalmente pacíficas en docenas de ciudades de costa a costa.
Imagen Matt Slocum/AP
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